El Simbolismo Marcado Por La Religión
Introducción
El simbolismo de San Manuel Bueno, Mártir Como parte de la generación del 98, Miguel de Unamuno siempre era preocupado por cuestiones filosóficas, y como la mayoría de los escritores ‘modernistas,’ no era religioso, pero sus libros sugerían una profunda preocupación por el destino del hombre después la muerte. Además, Unamuno escribía sobre sus preocupaciones por la religión y la existencia de Dios y estas preocupaciones se ven muy claros en su ‘nivola’ de 1930 que se llama “San Manuel Bueno, Mártir.” En este libro, el protagonista, Don Manuel, que es sacerdote, lleva el ‘martirio’ de ayudar a su aldea de Valverde de Lucena y preservar la fe de la gente, mientras él sí mismo no tiene la fe.
Desarrollo
En “San Manuel Bueno, Mártir,” Unamuno demuestra nostalgia por la fe de las gentes sencillas de la gente de los pequeños pueblos, un tema que se comparte por todos los modernistas. El cuento se trata de unos personajes con perspectivas diferentes sobre la religión, y los personajes son símbolos en los cuales Unamuno usan para subyacer diferentes temas que se reflejan su propia angustia sobre la vida, la fe, y la muerte. En Don Manuel, vemos unos rasgos de Unamuno; no tiene la fe religiosa, pero tiene la fe en el valor del espíritu y en la bondad del pueblo. El autor, cómo muchos de la generación del 98, creció en un ambiente de profunda religiosidad.
Soñaba con ser santo, y era miembro de la Congregación de San Luis Gonzaga. Sin embargo, tras la muerte de su hijo, comenzó a obsesionar sobre la religión “agónica,” en la cual el tema de existencia tormenta su mente. Las ideas de Unamuno se caracterizan nuestro protagonista, pero es cierto que Don Manuel representa Jesucristo. Como Jesucristo, quien también era un mártir, Don Manuel trabaja y hace sacrificios para ayudar a la gente. Vemos otros ejemplos de simbolismo en el libro: Lázaro representa Lázaro de Betania, y el contraste entre el lago del pueblo y las montañas reflejan la cruz entre la fe y la duda que tormenta la mente de Don Manuel, pero que también le hace mártir.
Todos estos elementos pueden sumar el complejo sentimiento de Miguel de Unamuno sobre la religión. Hay diferentes personajes en los que Don Manuel puede representar. Por ejemplo, podría interpretarse como la figura de Moisés; ambas figuras conducen a su gente a la tierra prometida, pero no logran entrar en ella. En Números 20:12, el Señor se niega a permitir que Moisés y Aaron entren en la tierra de la leche y la miel; y explica “Por cuanto no creísteis en mí.” Don Manuel guía el pueblo a la tierra prometida: a la vida eterna, haciéndoles creer en Dios, pero Don Manuel no cree en Dios, y por eso, no alcanza a la tierra prometida. No obstante, el paralelo más obvio es el de Jesucristo.
Manuel significa “Dios con nosotros” en hebreo, y así, la relación entre Don Manuel y la aldea es el mismo como la relación de Cristo con los hombres: ambos son figuras de Dios, pero todavía son hombres. En una boda, Don Manuel dice “¡Ay, si pudiese cambiar el agua toda de nuestro lago en vino, en un vinillo que por mucho que de él se bebiera alegrara siempre sin emborrachar nunca o por lo menos con una borrachera alegre!” En la Biblia, Jesucristo viene a la boda de Cana, y tras se agotaron de vino, él convierte el agua a vino. Vemos muchas semejanzas entre Cristo y Don Manuel entre la vida, pero también las vemos cuando se acerca su muerte.
Cuándo Lázaro y Ángela (sus principales discípulos) llevan el moribundo Don Manuel al centro del pueblo para qué muere, impiden que Blasillo el bobo se acerque, pero Manuel le permite acercarse. Blasillo, “el tonto,” “un pobre idiota de nacimiento,” es el personaje más parecido a un niño en la novela. No sabe lo que hace, imita a los otros siempre grita “Dios mío, por qué me has abandonado?” simplemente porque Manuel lo ha dicho; no sabe lo que significa. Cuando Blasillo quiere acercarse a Manuel y besar la mano, y cuando Lázaro y Ángela trataron de impedirle, Manuel dijo: “Dejadle que se me acerque. Ven, Blasillo, dame la mano.”
En la Biblia, cuando los niños quieren acercar a Cristo, y cuando los discípulos trataron de impedirles, Cristo dice “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí.” También como lo hizo Manuel, Cristo toma las manos y les bendice. Vemos la frase ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, repetido a lo largo de la novela. Esta frase se refiere al grito de Jesús cuando está siendo crucificado. Cuando le dejaron morir en la cruz, se sintió desamparado por el Padre. Es este sentimiento de abandono lo que explica perfectamente la crisis del pensamiento religioso en Miguel de Unamuno y, como extensión, Don Manuel. Unamuno también se sintió abandonado por Dios, y por esta razón.
Se obsesiona con la agonía del cristianismo. Es en este momento, cuando Cristo lucha contra la muerte, como está clavado en el crucifijo de madera, que vemos que empiezan a aparecer las dudas sobre la fe de Cristo. Como un santo que ayudó a la gente de su pueblo, como lo hizo Jesús, pero que nunca creyó en Dios, esta frase suena así con Don Manuel. Durante un sermón del Viernes Santo, cuando Don Manuel recita ese pasaje, aprendemos que la voz “era como si oyesen a Nuestro Señor Jesucristo mismo, como si la voz brotara de aquel viejo crucifijo…” y “oír la voz de don Manuel, acaso la de Nuestro Señor Jesucristo.”
Como indica el título del libro, Don Manuel es un mártir, al igual que el mártir más grande conocido por el hombre: Jesucristo. Cristo es el mártir arquetípico; se mantuvo firme por lo que creía, contra la persecución, contra la muerte. Sin embargo, mientras Cristo se sacrificó por los pecados de todos en el universo, Don Manuel se sacrificó por la felicidad y la fe de todos en Valverde de Lucena. A pesar de que él mismo no cree en Dios, y aunque esta falta de fe ha atormentado su mente a lo largo de su vida, Don Manuel continúa trabajando para preservar la fe de la comunidad. Confiesa su lucha a Lázaro, diciendo: “¡Mi vida, Lázaro, es una especie de suicidio continuo, un combate contra el suicidio, que es igual; pero que vivan ellos, que vivan los nuestros!”
También podemos ver las semejanzas entre ellos en los milagros: mientras Cristo curó un hombre lisiado en la piscina de Bethesda, y curó un hombre ciego en la piscina de Siloé, Don Manuel también hace estos mismos milagros, aunque niega que son milagros. En la noche de San Juan, trataba de aliviar “todas las pobres mujerucas, y no pocos hombrecillos, que se creen poseídos, endemoniados” en la “piscina probática.” Con “la acción de su presencia, de sus miradas, y tal sobre todo la dulcísima autoridad de sus palabras y sobre todo de su voz,” Don Manuel tuvo éxito en emprender estos milagros. Sin embargo, no hubo mayor milagro, y no hubo mayor similitud entre Don Manuel y Jesucristo.
Que la salvación de Don Manuel de Lázaro. Además de curar a un hombre ciego, cambiar el agua en vino y curar a un paralítico, el séptimo y último milagro de Jesucristo fue resucitar a Lázaro de Betania de entre los muertos. Cuatro días después de ser sepultado, Lázaro fue resucitado por Cristo, y fue salvado porque la hermana de Lázaro, Marta, creyó que Cristo fue el hijo de Dios. Don Manuel no resucita Lázaro de la muerte, pero resucita su fe. Al principio de la novela, mientras Lázaro no se fía de la iglesia, y quiere que Ángela, tras graduarse, se vaya a vivir en la ciudad, porque la aldea “se empobrece uno.” A Lázaro ni le gustaba la religión ni los cléricos en el comienzo de la novela.
Pero su perspectiva empezaba a cambiar cuando conoce a Don Manuel. Tras conocer y oírle, dice que “no es como los otros…es un santo!” Don Manuel le transforma a su “discípulo amado” y resucita su fe, y su amor para la vida cotidiana del pueblo. El simbolismo es evidente aquí: Don Manuel es una alusión a Cristo, mientras que Lázaro es una alusión a Lázaro. Además, Unamuno nos da un ejemplo de meta-simbolismo durante una conversación entre Lázaro y Don Manuel, mientras ven caer la nieve sobre el lago. “¿Has visto, Lázaro, misterio mayor que el de la nieve cayendo en el lago y muriendo en él mientras cubre con su toca a la montaña?
Conclusión
Mientras las copas de nieve que caen en la montaña se unen a formar algo perdurable, las que caen en el lago se mueren sin huella. Vemos las preocupaciones de Unamuno con la inmortalidad y la muerte, la ‘religión agonizante’, que, por extensión, también son preocupaciones de Don Manuel. Pero además, vemos la distinción entre Don Manuel, que no tiene fe, y el resto de la ciudad, que tiene fe. Con fe, la nieve puede construir una montaña en su colectividad, pero sin fe, los hombres se mueren sin huella de haber sido. Vemos elementos de simbolismo a lo largo del libro: mientras que Lázaro representa a Lázaro en la Biblia, y mientras que Manuel significa ‘Dios con nosotros’, o Jesucristo, Ángela, el narrador del libro, que describe las acciones de Don Manuel, es el mensajero de Manuel, al igual que el ángel Gabriel fue el mensajero de Dios.