Análisis del Libro: Paisajes Para Después De La Batalla
Paisajes después de la batalla es una obra escrita por Juan Goytisolo y publicada en el año 1982. Debido a algunas de las características que se presentan a continuación, esta historia es conocida como una novela experimental. En esta, se narra la historia de un hombre caótico que se encuentra inmerso en una sociedad de la cual no pretende sobresalir, sino todo lo contrario. Cuenta con pasatiempos bastante extraños y a veces perturbadores. A lo largo de la trama es posible ver cómo este personaje se desarrolla sin tapujos frente al lector en un mundo que lo ignora. Es definida por el autor mismo como: ‘una seudoautobiografía grotesca’ (¿Y la cita). Al menos, ese era desde el principio el propósito de un libro que intentaba, ‘ponerme en tela de juicio a mí, al personaje, al lector’
“El argumento pasa a un segundo término; lo que interesa es jugar con la forma del relato, alterando su estructura y lenguaje. Este experimentalismo hace variar la función del lector, ahora participa activamente en la interpretación de la obra”. Es solo durante unos cuantos párrafos que el autor, Juan Goytisolo, permite que el lector conozca de manera explícita y de una manera muy simple las características del personaje principal. Este es llamado solamente haciendo alusión a sus características; una de ellas y probablemente la más utilizada por el escritor es “héroe”.
“Un hombre que rehúye la vanidad, desprecia las reglas y formas exteriores de conveniencia, no busaca discípulos, no tolera alabanzas. Sus cualidades son recatadas y ocultas y, para velarlas y volverlas aún más secretas, se refocila en la práctica de lo despreciable e indigno: así, no solo concita la reprobación de los suyos, sino que provoca su ostracismo y condena…”
Como si se tratara de un juego, el autor se permite hacer un intercambio constante de emisor. “Existe multiplicidad de puntos de vista mediante la alternancia de las voces de los personajes y del narrador. (…) se emplea el estilo indirecto libre, el monólogo interior o corriente de conciencia… Los personajes intercambian lugar con el narrador cada que el escritor de la obra lo ve conveniente. El lector de la obra de Juan Goytisolo debe prestar atención y no solamente pasar sus ojos por las líneas, pues está presente la posibilidad de perderse y de pronto no saber quién se dirige hacia él.
“En realidad, no son dibujos ni palotes, dijo uno, sino letras de esas con las que escriben ellos y que no hay dios que entienda, todo de revés: las había visto por allá en su tierra, y aunque no recordaba con certeza su elusiva figura, estaba seguro de que eran iguales”.
“Las estructuras lógicas y cronológicas se rompen creando en casos extremos una estructura caótica, lo que reflejaba fielmente la desorientación del emisor y el receptor frente a un mundo sin sentido”. Es en el final del libro, justo en la página 194 cuando se le indica a la persona que termina de leer Paisajes después de la batalla el no hacer especulaciones, buscar alguna explicación ni tratar de ordenar la historia ya que esto carece de importancia. “Por favor, nada de «experimentación», «sintagma verbal», «niveles de lectura», «propósito lingüístico». Digamos sencillamente como los matemáticos que el orden de los factores no altera el producto”.
“Destrucción de la linealidad temporal del relato, con técnicas como el flash-back, que recupera hechos pasados, o la anticipación, que adelanta acontecimientos futuros. – Tratamiento innovador del lenguaje, que se manifiesta a menudo en la ruptura de la lógica y de la sintaxis o en la recuperación de los juegos tipográficos vanguardista”.
Contrario a lo usual, la novela no cuenta con un final, sino que se vuelve al comienzo, poniendo al personaje en la posición previa a darle solución al problema con el que se inicia la obra. “Con respecto a la estructura interna, se emplean diversas técnicas, como el contrapunto (combinación e interrelación de diversas historias el planteamiento estructural abierto (la novela no consta de desenlace), etc”.
“Pero, tras dar un paseíto al baño a acariciarse los cañones de la barba ante el espejo, apretarse una espinilla en la aleta de la nariz, limarse las uñas y descargar la vejiga en el lavabo, volverá a la leonera en donde redacta sus cartas obscenas y extravagancias científicas y provocará con aleve, despiadada sonrisa la inicial y monstruosa «Hecatombe» sustituyendo la grafía normal de los anuncios y rótulos de su barrio con caracteres remotos e incomprensibles”.
Sin duda, se trata de una obra capaz de confundir y jugar con quien la lee sin cuidado; lo pasea entre situaciones que no son para nada cotidianas en el ojo humano. Una novela bastante fría y violenta en cuanto a la realidad utilizada en ella. Posee características peculiares que provocan en el lector una sensación de desagrado cada que se suscita algún acontecimiento al que, por lo regular, sucede solo en aquellos lugares lejanos, dentro de la carne de los pervertidos que se confunden entre la muchedumbre. El lector es consciente de la finalidad del narrador una vez que el escritor le advierte de los propósitos que este tiene. Sin embargo, llega muy tarde, pues se encuentra cerca de la conclusión de Paisajes después de la batalla.
“Cuidado, lector: el narrador no es fiable. Bajo una apariencia desgarrada de franqueza y honradez –mientras multiplica los mea culpa y cargos contra sí mismo- no deja de engañarte en un instante. Su estrategia es defensiva, destinada a envolverte en una nube de tinta, multiplica las presuntas confesiones para ocultar lo esencial”.