Feminismo Durante La Guerra Revolucionaria en México

Feminismo en méxico, ensayo histórico sobre la participación de las mujeres en la guerra revolucionaria. Lo de cidí realizar, ya quq unas semanas atrás encontré en Facebook una imagen que decía “a las mujeres no las obligan a ir a la guerra”, y en la parte de comentarios alguien escribió “¿tú a cuántas guerras has ido? Esto me hizo pensar que en pleno 2019 existen personas que creen que una guerra sólo afecta a los hombres y sólo participan en ella los hombres, por lo que se muestra la gran invisibilidad de la participación femenina en los movimientos armados.

En este ensayo vamos a hablar de la Revolución Mexicana debido a que si bien no es una guerra es, sin lugar a dudas, uno de los episodios más importantes del siglo XX en el mundo. El movimiento armado de 1910 sentó las bases de lo que sería México como nación, y si es un evento tan importante, también lo debe ser el reconocimiento de las mujeres dentro de él.

Las mujeres son parte esencial en la historia de México, y no sólo en esta sino en general y tuvieron una participación más nutrida y clave en la Revolución Mexicana que la que hasta ahora conocemos, y es que muchas veces se reduce a la mujer en la revolución a “las Adelitas” y a “las Valentinas”, cuando en realidad además de las soldaderas, hubo centenares de mujeres alrededor del país que pelearon apoyando la causa desde otros frentes, actuando como correos, enfermeras, luchadoras obreras, periodistas y líderes feministas.

A modo de contexto se es obligatorio decir que el régimen de Porfirio Díaz en el poder, de 1877 a 1911 fue un largo periodo de claroscuros para México. En un principio, Díaz impulsó el crecimiento económico y la modernización del territorio nacional, sin embargo, al final de su larga presidencia se intensificaron las desigualdades sociales, los conflictos entre los grupos políticos dominantes y las diferencias con los intereses norteamericanos. La suma de ingredientes dio lugar al movimiento revolucionario.“No cabe duda que la indolencia de Díaz es la indolencia del déspota que sólo trabaja en la pérdida y que aniquila todo vestigio de justicia. Los privilegios otorgados por Díaz a las oligarquías extranjeras resultan ser las más infames porque sacrificaron cruelmente a las clases populares nacionales (campesinos y obreros), y los ricos nacionales a los intereses de los más afortunados: las burguesías extranjeras.” (Hurtado, 2008; p. 123)

El 20 de noviembre de 1910 inició la Revolución Mexicana y siempre que se habla de este conflicto salen a relucir los nombres de Porfirio Díaz, Francisco I.Madero, los hermanos Magón, los hermanos Serdán (entre ellos, Carmen quien sería una de las pocas mujeres de las cuales su nombre destaca), Pascual Orozco, Victoriano Huerta, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, entre otros. Todos ellos son reconocidos como los personajes principales, sin embargo y aunque en ningún momento les quitamos protagonismo, también es importante recordar los nombres de muchas mujeres que estuvieron activas políticamente.

Si las mujeres participaron en la Revolución Mexicana más allá de las Adelitas y las Valentinas, ¿qué más hicieron?

Primeramente hablaremos de la imagen más representativa de las mujeres revolucionarias las cuales eran conocidas como “las soldaderas”, “las adelitas”(como ya mencionamos anteriormente) o simplemente como “las mujeres de la revolución”. Algunas de estas mujeres acompañaban a sus enamorados los cuales eran soldados y recibían el salario de los mismos para comprar víveres y preparar la comida, además de lavar la ropa y realizar otras tareas domésticas. Ellas seguían a sus enamorados voluntariamente porque pensaban que estarían más seguras a su lado que en su casa.

Por otro lado, cuando los soldados tomaban algún lugar (también era común con los bandoleros), además de apoderarse de armas y caballos, capturaban a mujeres que eran obligadas a convertirse en soldaderas “¡afigúrense…, cargaron hasta con la muchachilla de señá Nieves!…” (Azuela, 1915; p.8).

También se encontraban las mujeres soldaderas que se dedicaban a la enfermería y las que participaban directamente en el campo de batalla, ya sea portando armas o simplemente haciéndole compañía a sus enamorados:“¡¿qué, qué?! en combate senos las viejas las que cuidamos a nuestros hombres. ¿´Pos qué no senos las mujeres de mi general?”. (Las mujeres de mi general, 1951,Rodríguez).

Para los líderes zapatistas, las soldaderas eran muy importantes en la revolución mexicana, tanto así que incluían a las coronelas en la lista de sus tropas, sin embargo, Francisco Villa no pensaba igual. Él creía que las mujeres obstaculizaban el avance de las tropas y permitían que las mujeres los acompañaran pero sólo para realizar labores domésticas y la mayoría de veces eran menospreciadas. Muchas de ellas viajaban a pie mientras que los hombres viajaban montando.

Existieron dos personajes que se van a convertir en los más representativos de las mujeres en esa época, los cuales van a ser “La Adelita” y “La Valentina”. Fueron tan representativos que a las demás soldaderas se les apodó de tal manera.

Valentina Ramírez Avitia, también conocida como “la leona de Norotal”. En una entrevista realizada por el periodista Leopoldo Avilés Mesa en 22 de febrero de 1969 Valentina comentó: “Cuando Francisco I. Madero se lanzó contra el dictador Porfirio Díaz yo era joven y tenía a mi padre. Este de inmediato comunicó a la familia sus deseos de luchar por la libertad de nuestros compatriotas y yo le dije que lo acompañaría, pero poco después murió. En noviembre de 1910 me uní al grupo del general Iturbe pero vestida de hombre con el nombre de Juan Ramírez. Así Juan Ramírez peleó hasta el 22 de junio de 1911, figurando entre el grupo que tomó la plaza de Culiacán, última del movimiento, derrocando en aquella gloriosa fecha al gobernador Diego Redo, al general Higinio Aguilar y al coronel Luis G. Morelos”(El editor, 2019; pp.8).

Como se mencionó anteriormente, algunos personajes menospreciaban a las mujeres, y Valentina estuvo en una de estas tropas, la cual fue la razón por la que se hizo pasar por un hombre llegando incluso hasta el grado de teniente, pero en el momento en el que la descubren la dieron de baja: “Al estarle dando agua a mi caballo a la altura de la isla de Orabá, éste me tiró el sombrero y un revolucionario que se encontraba a mi lado descubrió mis largas trenzas, llevándome con el general quien después de un interrogatorio, pues pensaba que era espía del enemigo, al descubrir que era mujer, sorprendido me felicitó pero de inmediato me dio de baja pues no admitía al igual que el general Villa a mujeres en sus filas, a partir de entonces se terminó todo olor a pólvora para mí”. (El editor, 2019; pp;16)

Se dice que Valentina Ramírez fue la mujer que inspiró el corrido revolucionario “La Valentina”, que tanto cantaron los miembros de la División del Norte. La leyenda popular dice que el corrido se empezó a cantar desde 1909. Sin embargo no retrata las verdaderas hazañas de Valentina Ramírez Avitia, sino más bien la retrata como una musa:

Dicen que por tus amores

un mal me van a seguir,

no le hace que sean el diablo

yo también me sé morir.

Si porque tomo tequila

mañana tomo jerez,

si porque me ven borracho

mañana ya no me ven.

Valentina, Valentina,

rendido estoy a tus pies,

si me han de matar mañana

que me maten de una vez. (autor desconocido)

Valentina recibió una condecoración en 1964 y mencionó lo siguiente: “Me llena de satisfacción y de orgullo pues después de haber servido en el ejército maderista como soldado raso, no obstante mi condición de mujer, a los 70 años de edad veo que bondadosamente se me toma en cuenta”. Esta mujer es un claro ejemplo de invisibilidad femenina puesto que sus logros fueron reconocidos hasta mucho tiempo después de haber ocurrido los sucesos y lo único que hicieron por ella fue darle una condecoración puesto que a pesar de haber participado tan activamente, la revolución la dejó morir en soledad y extrema pobreza, y ni siquiera con la debida propagación de sus hazañas.

El otro caso de mayor representación de las mujeres revolucionarias va a ser Adela Velarde Pérez, mejor conocida como “la Adelita” quien va a ser una muestra de las mujeres que les importaba más la lucha que sus comodidades, debido a que formaba parte de una familia acaudalada y a los 13 años huye de casa para poder formar parte de un grupo de enfermeras voluntarias creado por Leonor Villegas de Magón. Adela destacó por su destreza y eficiencia al atender a los heridos, y gracias a esas cualidades sumadas a su carácter risueño y generoso rápidamente se convirtió en la favorita de las tropas quienes comenzaron a llamarla cariñosamente “Adelita”.

En este caso su corrido recrea su historia porque lo va a ver desde el ámbito amoroso debido a que es escrito por su primer amor, el sargento Antonio Gil del Río Armenta quien le llevaba serenata al tren de la enfermería y murió en la batalla de Gómez Palacio, Durango.

Adela siguió apoyando la lucha y “en 1916, La Asociación de Veteranos de la Revolución reconoció a Adela Velarde Pérez como enfermera militante desde 1913 en la División del Norte, bajo el mando del General Carlos Martínez, así como en el Ejército del Noreste en varias regiones (Chihuahua, Zacatecas, Torreón, Aguascalientes, Distrito Federal Y Morelos). Tuvo una participación destacada en contra del usurpador Victoriano Huerta” (El Heraldo de México,pp5).

Al contrario de Valentina a quien el gobierno no le hizo justicia y la dejó morir en cuestiones miserables, a Adela sí se le fue reconocido su trabajo y la hizo ser considerada oficialmente veterana de la Revolución el 22 de febrero de 1941. Cuando la Secretaría de la Defensa le otorgó en vida la Condecoración al Mérito Revolucionario.

Ambos fueron casos de grandeza que, a pesar de ser reconocidas, lo son más por sus corridos que por sus acciones y las canciones no retratan quiénes fueron realmente, y también invisibilizan la lucha de las demás soldaderas al reducirlas a todas a estas dos imágenes cuando en realidad su participación va a ser de gran variación. Tan sólo en las batallas ya mencionamos algunos de los grupos en los que se dividían o las acciones que hacían las mujeres, y el cómo eran tratadas, que si bien en el caso de Adela y Valentina podemos decir que tuvieron un poco de suerte en ser reconocidas aunque sea tiempo después, aún quedan muchas mujeres de las cuales su lucha sigue estando invisibilizada, en gran parte porque la mayoría de las veces se les veía a las mujeres como una mercancía.

Con todo lo anterior y el contexto que da inicio a la Revolución Mexicana, también es importante mencionar algo bueno que tuvo la administración de Porfirio Díaz y es que se enfocó mucho en la educación lo cual fue mayormente benéfico para las mujeres y los hombres de la clase media urbana. La educación de las mujeres formó parte de la agenda de trabajo en los congresos educativos, sin embargo, acaloradas discusiones surgieron en torno a los niveles de escolaridad pertinentes para ellas. El debate se centraba entre darles una instrucción adecuada para acceder a un trabajo honrado y así liberarlas de la degradación a la que las orilla la miseria y que se tenía una preocupación por el destino de las mujeres que accedían a niveles de escolaridad superiores puesto que pensaban que el ejercicio de una profesión las pondría en igualdad con los hombres ocasionando serios peligros a la estabilidad del hogar y la familia.

A pesar del debate el proyecto educativo llevó a cabo acciones concretas, entre ellas la apertura de nuevas escuelas lo cual hizo posible el ingreso de las mujeres a niveles que rebasaron la educación primaria superior. Dentro de las primeras escuelas las materias más populares eran las referentes a la costura, a pesar de tener materias más enfocadas a las ciencias duras como la química, pero con el paso del tiempo esto fue cambiando al ir cambiando la máquina de coser por la de escribir. El contacto con la letra escrita les permitió a las mujeres un proceso de aprendizaje y reflexión distinto.El hecho de establecerse el acceso de las mujeres a la educación fue muy importante porque marca las bases de lo que sería su participación en el ámbito político.

En el Congreso Constituyente reunido en el teatro Iturbide de Querétaro, a partir del 1 de diciembre de 1916, para redactar la nueva Constitución del país, se discutieron temas del interés de las mujeres como la educación, los derechos laborales y el sufragio femenino.

Remontándonos al derecho a voto y con lo anterior ya mencionado podemos decir que la ciudadanía entraña, en un primer momento, acceso a igualdad de derechos políticos y éstos se ejercen en el espacio público. De aquí que nos enfrentemos a un primer dilema: las mujeres, si bien actúan en lo público, no son reconocidas en él, y no se consideraron ciudadanas, por lo mismo no podían acceder al voto.

“La demanda por el sufragio femenino tuvo su momento destacado en los debates que se produjeron en tiempos de la Revolución mexicana en dos ocasiones específicas: primero en Mérida, Yucatán –en el Primer Congreso Feminista de 1916–, y luego durante el Congreso Constituyente de 1917.  Después de que en éstos no se alcanzó ese derecho, encontramos mujeres empeñadas en seguir pugnando por acceder al voto” (Jaiven, 2017; p.3)

Al tiempo que hubo mujeres que exigían el acceso al sufragio, había otras que se reunían a conspirar para derrocar a Díaz. El periodo de 1900 a 1910 se caracterizó por una mayor incorporación de mujeres a la oposición que, si bien no todas pugnaron por el sufragio, ejercieron ciudadanía a través de la participación abierta en el espacio público cobijadas por los movimientos contra el régimen.

En 1910 encontramos tímidas demandas para obtener el voto femenino. Francisco I. Madero, quien encabezó el movimiento antirreleccionista en contra de Porfirio Díaz en la presidencia, potenció las expectativas de algunas mujeres quienes (para apoyarlo en su llegada a la presidencia) demandaron el sufragio. La “primera sociedad política feminista en México, formada a fines de 1910 con el objetivo de trabajar por la exaltación del Sr. Francisco I. Madero a la presidencia y por los derechos de la mujer”, se denominó Hijas de Cuauhtémoc, exigió intervenir en las elecciones, pero su petición no fue escuchada.

En mayo de 1911 varios cientos de mujeres firmaron una carta para el presidente interino De la Barra donde reclamaban el voto para la mujer, señalando que la Constitución de 1857 no las excluía de dicho derecho, puesto que no hacía mención al sexo de los votantes.

En el año de 1916 Carranza va a afirmar que “sería impolítico e inoportuno en estos momentos, después de una gran revolución popular, restringir el sufragio, exigiendo para otorgarlo la única condición que racionalmente puede pedirse, la cual es que todos los ciudadanos tengan la instrucción primaria bastante para que conozcan la importancia de la función electoral y puedan desempeñarla en condiciones fructuosas para la sociedad […] de ahí que considerase que el anhelo demostrado por las clases inferiores del pueblo mexicano, para alcanzar un bienestar de que hasta hoy han carecido, las capacita ampliamente para que, llegado el momento de designar mandatarios, se fijen en aquellos que más confianza les inspiren para representarlas en la gestión de la cosa pública” (Jaiven, 2017; p.7).

Siguiendo el nombre de Venustiano Carranza, quiero destacar el nombre de Hermila Galindo debido a que ella fue una de las principales promotoras del sufragio femenino. En las páginas del semanario “La mujer moderna” de la que fue directora, exploró las diversas formas de participación de la mujer en el espacio público.

“En relación con el voto femenino se presentaron tres iniciativas, dos a favor, las de Hermila Galindo y del general Salvador González Torres, y una en contra suscrita por Inés Malváez. La iniciativa de ley de Hermila Galindo presentada al Constituyente, con fecha 8 de diciembre de 1916 sintetiza sus ideas en torno a los derechos políticos de las mujeres, que había venido sosteniendo a través de sus escritos, y en conferencias dictadas en distintos foros tanto nacionales como internacionales; además, en dicho documento hizo explícita su vinculación con Venustiano Carranza, de quien había sido vocera incondicional”(Rocha, 2016; p.124).

Como secretaria y vocera de Venustiano Carranza, influyó para que éste promulgara la revolucionaria Ley de Divorcio, que estableció, por vez primera, la disolución del vínculo matrimonial.

Galindo es recordada por haber enviado al Congreso Constituyente una misiva para el 16 de enero de 1917 que se reconociera el derecho al voto de las mujeres en la Carta Magna que ahí se elaboraba, no obstante, su petición fue rechazada. Aún así, se postuló para una diputación en la Ciudad de México. El resultado fue contrario a ella pero su lucha en favor del sufragismo marcó un sendero por el que se transitaron las futuras activistas en pro de los derechos de las mujeres.

En el año de 1917 denegaron el sufragio femenino, sin embargo, como se acaba de mencionar, esas luchas darían pie a unas posteriores, y el año de 1955 se ejerció por primera vez el derecho al sufragio femenino.

Ya vimos a las mujeres en acción en el campo de batalla y en la lucha política a favor de los derechos, y siguen habiendo ejemplos de mujeres que estuvieron activas durante ésta época.

Ahora se van a mencionar a dos mujeres que sin su participación no hubiera sido posible la circulación de una serie de noticias y esclarecimientos, porque la lucha no sólo estaba en los frentes de batalla o en las promulgaciones, sino también en la difusión de noticias e ideales. Las inquietudes feministas continuaban latentes y a través de la prensa el debate prosiguió en medio de la guerra revolucionaria.

Juana Belén Gutiérrez Chávez fue periodista, poetisa y luchadora por los derechos de los trabajadores y de las mujeres desde una visión independiente.

Se dedicó principalmente a ser maestra y al periodismo como muchas mujeres de su tiempo. Atacó ferozmente a la religión y luchó por la educación para las mujeres, perseguida y encarcelada en repetidas ocasiones. Juana Belén fue liberal cuando estaba mal visto ser liberal, fue maderista cuando el régimen de Porfirio Díaz llenaba las cárceles de opositores, fue zapatista cuando esa facción se puso fuera de la ley, fue anticarrancista cuando Carranza impuso su hegemonía. En resumidas cuentas, era partidaria de la justicia y de la libertad.

Su arma de lucha fue siempre la palabra escrita, por lo que fundó el periódico “Vesper” con el lema:”…contra la mala administración de justicia…” y su principal opositor va a ser Porfirio Díaz, para el cual va a crear el primer complot para matarlo. En ese complot solamente a ella la van a meter a la cárcel y a todos los hombres los dejan fuera.

A diferencia de muchas periodistas de la prensa oposicionista, Juana Belén no perteneció a las clases acomodadas ni aprendió a leer ni a escribir en las academias para señoritas católicas.

A los 22 años comenzó a escribir en diarios tan importantes como “el diario del hogar” y su temperamento decidido la llevó a destacarse como organizadora de mítines y protestas. Su tema de interés fue el de las condiciones laborales de los mineros pero al denunciar los maltratos de los patrones fue encarcelada en Chihuahua, y al salir de prisión fundó el club liberal “Benito Juárez” en el que convocó a otras mujeres.

Debemos mencionar algo importante para la revolución, y es que al momento de ser encarceladas, las personas se encontraban con más personajes que buscaban lo mismo ya que básicamente las cárceles se llenaron de presos políticos y en lugar de que la cárcel influenciara para que dejaran sus ideales, los juntaba para hacerse más fuertes, y como este fue el caso de Juana Belén quien al ingresar a la cárcel de Belén conoce a Elisa Acuña Rossetti, fundadora del periódico “Fiat Lux” y se van a convertir en precursoras del periodismo femenino.

Ambas iban a ser un frente muy interesante porque, al igual que Juana Belén, Elisa Acuña va a ingresar muy tempranamente a la revolución. Saliendo apenas de las aulas, entusiasta y patriota, escritora de combate, Enrique Flores Magón la invitó a formar parte del centro director de la Confederación de clubes liberales de la república y así fue como ingresó en la mesa directiva de dicho centro.

Mucho ha de haber impresionado a la confederación de clubes su trabajo y su personalidad ya que no acostumbraban a elogiar de esa manera el talento femenino (invitándola principalmente a formar parte de la mesa directiva del centro).

A pesar de que el diario “Regeneración” tenía una visión conservadora sobre el papel de las mujeres en la sociedad, en las páginas de ese periódico quedó constancia de la aceptación que los pensadores le dieron a las mujeres periodistas:”Ahora que muchos hombres flaquean y por cobardía se retiran de la lucha, por considerarse sin fuerzas para la reivindicación de nuestras libertades, ahora que muchos hombres sin vigor retroceden espantados ante el fantasma de la tiranía y llenos de terror abandonaron la bandera liberal, aparece la mujer, animosa y valiente, dispuesta a luchar por nuestros principios que la debilidad de muchos hombres ha permitido que se pisoteen” (Sánchez, 2006; p.70)

Juana Belén Gutiérrez Chávez y Elisa Acuña Rossetti fueron un ejemplo de periodismo y activismo en favor de la dignificación de las condiciones de la población.

Así pues, por medio de las acciones de estas mujeres, podemos mostrar un poco más de la participación femenina en la revolución mexicana.

Después de todo lo anterior, podemos rescatar varios aspectos que coinciden en todos los escenarios en los que se enfrentaron. Primeramente las mujeres se van a enfrentar con el anonimato desde el conocer a todas las soldaderas como “adelitas”, y también documentar la vida de una mujer a principios del siglo XX es muy complicado. Esto se puede ver, por ejemplo, cuando se hablaba de alguna pareja, se hacía mención a esta con el nombre del esposo y se olvidaba por completo el nombre de la esposa. También en el caso de las publicaciones hechas por mujeres puesto que la mayoría de los artículos no están firmados o lo están con seudónimo, lo que dificulta ubicar a sus autoras.

Otro aspecto de gran relevancia va a ser el hecho de que todas estas mujeres se adentraron a la lucha social a pesar de ser una situación de riesgo y luchando contra la corriente de una sociedad represora, aunque claro, esto viéndolo desde las mujeres que por su propia voluntad decidieron luchar por sus ideales y no por todas aquellas que fueron obligadas a convertirse en soldaderas, ya sea por ser secuestradas o por no tener una salida más viable.

A pesar de las distintas actividades que las mujeres llevaron a cabo durante la revolución, sí es importante mencionar que dentro de las que nos basamos para el ensayo, la revolución mexicana fue una pequeña escapatoria de la autoridad patriarcal ya que al irse sus maridos a luchar en esta, ellas se ven obligadas a valerse por sí mismas y deshacerse del estar por debajo de la autoridad del padre, del esposo y en numerosos casos, hasta de los hijos y dejar de estar confinada al cuidado del hogar. “En uno de los escritos, titulado “Señoras y señoritas”, se menciona que una liga internacional de mujeres establecida en los países donde florece el feminismo informa que en Francia las mujeres solteras que por su edad, profesión o posición han llegado a ser independientes, demandan el tratamiento de señoras, exigencia a la que se adscribieron algunos grupos de mexicanas que consideraban que la obligatoriedad del matrimonio no debía ser la razón que definiera dicha posición social” (Rocha, 2016; p. 139)

Para aquellas mujeres que decidieron ir al campo de batalla, también fue necesario quitarse dicha autoridad porque en el campo de batalla (al menos en las tropas zapatistas) era reconocido quien hiciera un mejor trabajo. Con Valentina fue un caso de movilización dentro de la autoridad y no de sometimiento.

La educación tuvo un puesto crucial en el desenvolvimiento de las mujeres y la profesión magisterial considerada propia de las mujeres fue la oportunidad que ellas tuvieron de acceder a la educación superior, ya que el trabajo de profesoras contribuía a reforzar el ideal femenino de la época. La Escuela Normal de Profesoras de la Ciudad de México se estableció en el mismo edificio que albergaba la Escuela Nacional Secundaria de Niñas y entró en funcionamiento en febrero de 1890. En el discurso de inauguración el director declaraba la trascendencia del papel de la mujer en la sociedad:

“El objetivo primordial de la Normal era preparar académicamente a las mujeres, además se pensaba que la desigualdad prevaleciente entre los géneros terminaría con la instrucción que las mujeres recibirían en dicho establecimiento. Aun cuando los programas escolares de la Normal de Profesoras incluían materias relacionadas con la familia y la formación de valores morales y sólo algunos “rudimentos” en el campo de las matemáticas y las ciencias naturales, en 1900 un número importante de mujeres se desenvolvía en el mundo del trabajo como profesionistas, 6 436 trabajaban como profesoras de instrucción básica. Desde que abrieron sus puertas las escuelas normales, el número de mujeres superó al de los hombres. En 1895, 51.3 por ciento eran maestras y, en 1910, el porcentaje aumentó a 64.4 por ciento, proporción que desde entonces ha variado muy poco” (Rocha, 2016; p.139).

Cada lucha tuvo sus victorias, aunque no inmediatas porque muchas de ellas fueron la base para un mejoramiento posterior. En los años de la revolución, en el gobierno de Carranza se expidió una nueva ley de relaciones familiares, en ella se dio a hombres y mujeres igualdad en el ámbito familiar y se ampliaron los derechos de las casadas sobre la educación de sus hijos y la situación de sus propios bienes puesto que el discurso sobre el papel social femenino desempeñado en el espacio privado del hogar parecía estar claro: el “deber ser” esposa-madre-educadora de los hijos, sostenido por la Iglesia católica y reforzado por las corrientes del liberalismo de la época y por el positivismo que fue la ideología que sustentó el Porfiriato, y la teoría organicista, esta última, secular y científica, avalaba la separación de los sexos designando a la mujer como única la función reproductiva; además, justificaba la relación jerárquica con supremacía masculina como parte del orden natural que debía cohesionar a la sociedad, sin embargo  aunque se logró lo anterior, en la Constitución de 1917 las mujeres todavía fueron ignoradas y el sufragio efectivo por el que habían luchado por más de una década se reservó únicamente para los hombres.

Durante los años de lucha la vida familiar se modificó profundamente así que una vez terminada la revolución las mujeres no estuvieron dispuestas a volver a su antiguo estado de subordinación y abnegación. La revolución de 1910 sentó las bases para la participación política de las mujeres en los años posteriores.

Después de todo lo escrito se puede ver que las mujeres durante la época revolucionaria realizaron papeles que fueron más allá de sólo acompañar a sus enamorados valientemente y ser inspiración para los corridos, por lo que es importante reconocer su participación porque si bien a muchas mujeres se les obligó a participar en la lucha, la mayoría lo hicieron por sus propios medios y porque fue un conflicto que también a ellas las afectaba.

Bibliografía

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  8. Hermanos Rodríguez (Productora), Rodríguez Ismael (Director). (1951). Las mujeres de mi general [Película cinematográfica]. México.
  9. El Heraldo de México. Adelita, matriarca de una leyenda. Accedido el 21 de mayo de 2019 desde: https://heraldodemexico.com.mx/artes/adelita-matriarca-de-una-leyenda/
  10. Valentina Ramírez “La Leona de Norotal”. El Editor. Accedido el 22 de mayo de 2919 desde: https://www.eleditor.net/donde-descansan-los-famosos/valentina-ramirez-la-leona-de-norotal/17/06/20/valentina-ramirez/
11 February 2023
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