Hacia Dónde Va El Pasado, La Traición De Las Imágenes

“¿La famosa pipa? No se cansaron de hacerme reproches. Pero ¿puede Ud. llenarla?

No, claro, se trata de una mera representación.

Si hubiese puesto debajo de mi cuadro –Esto es una pipa-,

habría dicho una mentira.”

René Magritte

A partir de 2010 el programa de Historia para tercer año de primer ciclo se adecuará a los contenidos propuestos por la Reformulación 2006, trasladando el límite temporal de hechos a enseñar hasta los primeros años del presente siglo. El pasado es observado frecuentemente como una “zona de conflictos”, y lo es más cuando los acontecimientos están a diario inmersos en la realidad. En virtud de lo anterior, y a fin de explorar juntos insoslayables aspectos que hacen a la construcción del conocimiento histórico que luego será enseñado en nuestras aulas, creo pertinente la breve presentación de algunos elementos epistemológicos intrínsecos de la disciplina que habilitan la reflexión y son necesarios considerar.

En primer lugar, puedo afirmar que el mayor problema que tiene el abordaje de la Historia está directamente relacionado con el alto nivel de complejidad y abstracción del conocimiento histórico

que, sin embargo, es frecuentemente percibido equívocamente como “fácil de aprender”. Esto genera un obstáculo para la comprensión del pasado porque pierde su dimensión principal: su radical alteridad. Entonces los anacronismos y giros subjetivos abundan en interpretaciones desajustadas, con realidades estáticas y descontextualizadas que de ningún modo toman en cuenta la temporalidad y los límites del relato. La inteligibilidad de los hechos del pasado se establece en relación al “otro” –cualquiera que una determinada tradición establezca como tal – y para su comprensión es necesario lograr la empatía con lo que es totalmente distinto a lo que nos rodea actualmente. Vaya primera menuda dificultad.

¿Hacia dónde va el pasado? Consideremos lo siguiente; el pasado es administrado y ordenado desde el presente creando imágenes modales que influyen o conforman la realidad. No obstante, esas imágenes modales del pasado, lejos de ser estables, cambian constantemente casi a la misma velocidad que el presente. Si tenemos en cuenta el carácter efímero de éste último, comprenderemos como las interpretaciones cambian permanentemente con las transformaciones de la red del significante reestructurando la noción del pasado.

Lo hace legible de otro modo. Así, elementos no considerados u olvidados en un momento determinado, de pronto adquieren visibilidad, pero “en un terreno muy diferente”

La concepción de un “pasado cambiante” generalmente es percibida como peligrosa y genera desconfianza. Es habitual, los seres humanos encontramos en la certidumbre un lugar seguro y, ocasionalmente, complaciente. No obstante, la “realidad social” construida e instituida se encuentra permeada por las incertidumbres del saber y del tiempo. A no alarmarnos. No se trata de poner en duda el estatuto de existencia de todos los datos históricos, ni que cualquier interpretación tenga el mismo valor o status. Existen hechos verificables que no dejan lugar a la “invención”, pero es fácil comprobar como con el transcurso del tiempo han ido cambiando de significado al ser reinterpretados sucesivamente obedeciendo a diferentes cambios que sufre una comunidad. En si mismo, no hay inteligibilidad del pasado desligado de la percepción del propio proyecto de futuro de una comunidad. La forma como se organiza el pasado, a más de dotar de sentido al presente, señala un “camino” en sentido deontológico. Se encuentra en relación con las expectativas y deseos de una sociedad. Lo que podríamos percibir como fragilidad del pasado refiere a como “discurso de la historia y discurso de la acción se remiten el uno al otro, (…), en fin, ambos discursos constituyen inseparables caras de una misma moneda.” 

En el trabajo del verdadero historiador lo que cuenta no es sólo lo que se recuerda y se conmemora, sino lo que se olvida en la reconstrucción del pasado (Giddens: 15). Al hacer Historia, promueve una construcción identitaria de la comunidad como tal, variada, no de fracciones políticas, religiosas o de algún tipo en particular. El Historiador concibe a la Historia como una pretensión de análisis de la realidad, no como la “verdad” o la única explicación posible. Sabe que los recuerdos traicionan y que debe apoyarse en otros instrumentos para realizar su oficio. El relato histórico es, al mismo tiempo, más y menos que el pasado. Persigue una reconstrucción consensuada por un cuerpo social dinámico. Una fábula griega habla de dos fuentes o manantiales ubicados cerca del oráculo de Trofonio. Una era la del olvido, otra la de la memoria. Los griegos acostumbraban beber alternativamente en una y otra. Pero cuando después de haber olvidado bebían en la fuente de la memoria, lo que recuerdan estaba alterado, modificado y lo recordaban en función de lo que tenían alrededor. Reconstruir el pasado con exactitud es imposible, lo importante es tenerlo siempre presente y no creer que es a nosotros a quienes la fuente de la memoria nos ofrece la imagen únicamente real de lo que fue.

La Historia, en construcción permanente, consigue imponer visiones de la realidad y contribuye a configurar identidades. Por lo tanto, en la elaboración del relato histórico es necesaria la participación de todos. Porque todos estamos involucrados en la construcción social de la realidad. Y ello no admite exclusiones de ningún tipo. El pasado es algo esencial e ineludible. Para asumir el desafío de un saber que no podemos ya observar como constituido y no problemático, necesitamos hablar en clave histórica y tomar en cuenta la especificidad de la disciplina.

Bibliografía:

  • Bermejo Barrera, José C. y Pedro A. Piedras Monroy (1999). Genealogía de la Historia. Ensayos de Historia teórica III, Akal, Madrid.
  • Cruz, Manuel (Comp.) (2002). Hacia dónde va el pasado. El porvenir de la memoria en el mundo contemporáneo, Paidós, Barcelona.
  • De Certeau, Michel (1993). La escritura de la historia, Universidad Iberoamericana, México.
  • Demasi, Carlos (2004). La lucha por el pasado. Historia y nación en Uruguay (1920- 1930), Trilce, Montevideo.
  • Giddens, Anthony (2001). Política, sociología y teoría social. Reflexiones sobre el pensamiento social clásico y contemporáneo, Paidós, Barcelona.
  • Lowenthal, David (1998). El pasado es un país extraño, Akal, Madrid.
  • Paquet, Marcel (2000). Magritte, Taschen, Bonn.
  • Wallerstein, Immanuel (2005). Las incertidumbres del saber, Gedisa, Barcelona.
  • Zizek, Slavoj (2003). El sublime objeto de la ideología, Siglo XXI, Buenos Aires.
22 October 2021
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