La Cuestión de la Responsabilidad Social Empresarial y la Ética en los Negocios
La profesora Luisa Montuschi, en su artículo Ética, Economía y Negocios. Consideraciones Respecto de la Responsabilidad Social de las Empresas, hace un recorrido sobre la evolución de la economía y la ética con el fin de determinar si existe una vinculación real entre ambas ciencias y analizar el estado actual de la cuestión.
La autora, a pesar de reconocer la primacía de la tesis de la independencia de la ciencia económica; esto es, como disciplina basada en hechos y “libre de valoraciones”, examina cuál ha sido la trayectoria de esta ciencia con la Ética y a partir de los vínculos establecidos plantea la insuficiencia del “paradigma” de la maximización de beneficios para explicar la razón de ser de la Economía, especialmente por la influencia de la Responsabilidad Social Empresarial y la popularización del concepto de stakeholders.
Luisa Montuschi respalda como un horizonte posible de la ciencia económica la propuesta presentada por Patrick Primeaux y John Stieber, en su obra Profit Maximization: The Ethical Mandate of Business, de “mantener el criterio de maximización del beneficio, pero con un énfasis en la ética y la moral” a través del uso del concepto de “costo de oportunidad” para valorar y considerar todo el espectro de posibilidades de una decisión económica y su curso de acción más allá del corto plazo.
Por último, la autora indaga en cómo estas ideas han calado en el entorno argentino. Su conclusión general es que, basándose en Marcelo Paladino, “la mayoría de las empresas consideradas parecen dirigir sus iniciativas hacia lo que denomina responsabilidades externas, generalmente vinculadas con la beneficencia y con la filantropía. Aún no parece haberse logrado integrar las acciones de RSE -Responsabilidad Social Empresarial- con las actividades centrales de los negocios (…)”.
La Economía y su relación con la Ética
En sus comienzos, los estudios económicos formaban parte de la Filosofía Moral. La ética, en cuanto disciplina de las actividades económicas, fue estudiada por primera vez en la racionalidad práctica de Aristóteles, tendientes a rechazar la práctica de la usura. En Ética Nicomaquea y en la Política se consideró la economía como parte de los estudios de la ética y política. Esto permaneció en las universidades del siglo XVIII.
Luego Adam Smith, calificado como el “padre de la economía”, sucedió en la cátedra de Filosofía Moral al profesor Francis Hutcheson de la Universidad de Glasgow. En sus obras La Teoría de los Sentimientos Morales y La Riqueza de las Naciones, Smith desarrolla la importancia de algunas virtudes en los procesos económicos, como la virtud de la prudencia en el proceso de acumulación de capital. Sin embargo, a Smith se le vincula posteriormente con posiciones ajenas como aquellas que sostienen que “la ciencia económica está libre de valores” y que “la gente se comporta de modo egoísta”, las cuales tenderían, según, a mejores resultados. De hecho, Smith, como sostiene Montuschi, “presenta fuertes críticas morales al funcionamiento de la economía. No hace, por cierto, apología del status quo” A partir de esta descontextualización del autor clásico, la economía toma una orientación basada en presupuestos dudosos y débiles.
Continúan a Adam Smith dos líneas de pensamiento. Por un lado Thomas Malthus, primer profesor de Economía Política de Inglaterra, siguió la línea de Smith y enmarcó la economía como una ciencia moral preocupada en particular por las personas en situación de pobreza en el contexto de ciertas acciones de gobierno; por otro lado, David Ricardo, cuyas contribuciones desplazaron al pensamiento malthusiano. Ricardo sostenía que la economía no debía ser considerada una disciplina moral, sino como una disciplina técnica y estricta como la matemática. Es probable que la influencia de Ricardo haya marcado el comienzo del distanciamiento entre la ética y la economía.
Posterior a John Stuart Mill que presenta un posición intermedia, se instala el predominio del enfoque de la ciencia económica que Amartya Sen denomina “Enfoque de Ingeniería”, contrapuesto al “Enfoque de la Ética”, y que se ocupa de cuestiones logísticas relacionadas con los “medios”, dejando de lado los “fines” que se consideran dados (interés propio, maximización). Sin embargo, como apunta Sen, ninguno de estos enfoques es puro, pues uno y otro desarrollan su interés dual por los fines y los medios.
El Enfoque de la Ética se debilita significativamente en el curso del siglo XX, lo que coincide con la adopción del enfoque epistemológico del positivismo que exige la exclusión de la moral en la economía. En este sentido, aparece un trabajo de Milton Friedman, The Methodology of Positive Economics, que influye sobre varias generaciones de economistas y constituye un refuerzo sólido al Enfoque de Ingeniería.
Friedman en su obra distingue entre economía positiva y economía normativa, entre “lo que es” y “lo que debe ser”, donde la ciencia económica se ocupa de lo primero, por ser “una ciencia objetiva”. Su posición de ciencia avalorativa es compartida por la mayoría de economistas que rechazan la introducción de cuestiones éticas. Para éstos, la ética puede incidir en términos de política económica, sobre los fines, mientras que la ciencia económica propone los medios para alcanzar tales fines de la manera más eficiente.
El problema está, como enseña la profesora Montuschi, en que no es posible separar la economía en “positiva” y “normativa”. No constituyen compartimentos estancos o paralelos que nunca se cruzan. Como bien explica la autora, invocando a Daniel Hausman y Michael S. McPherson, hay tres maneras en que la ética se asocia con la economía:
- los economistas tienen valores éticos que influyen sobre el desarrollo de su actividad científica;
- los agentes económicos tienen valores que influyen en su comportamiento;
- las instituciones y las políticas económicas impactan sobre las personas, por lo cual deben evaluarse en términos éticos, y no sólo económicos
La cuestión de la Responsabilidad Social Empresarial
Milton Friedman en un artículo controvertido, The Social Responsability of Business is to Increase Its Profits, se pregunta cuáles debían ser los intereses a perseguir por los agentes de una corporación. Friedman rechaza la idea de responsabilidad social empresarial, y señala que los hombres de negocio que defienden esta idea son “marionetas involuntarias de las fuerzas intelectuales que han socavado las bases de una sociedad libre (…) estarían predicando socialismo de manera pura e inalterada”.
Asimismo, el autor, de manera genérica, alega que las corporaciones no pueden tener responsabilidad moral, ya que sólo las personas físicas pueden ostentarla y reivindica que los directivos deben ser agentes leales, es decir, responder hacia sus accionistas, de manera de conducir el negocio de acuerdo con sus deseos (maximizar las ganancias).
Luisa Montuschi cuestiona a Friedman de lo que él mismo acusa a los defensores de la RSE: de falta de rigor y vaguedad analítica. En efecto, Friedman usa el recurso de “persona artificial” de la corporación para negarle responsabilidades, pero sin explicar por qué y qué implicaciones tendría. Tampoco define claramente los conceptos de responsabilidad, responsabilidad social y responsabilidad moral que utiliza de manera indistinta, y a pesar de que reconoce el último tipo de responsabilidad, sin precisarla.
Otros autores defienden la postura de Friedman, con argumentos más rigurosos. James Fieser, en su artículo Do Business Have Moral Obligations Beyond What The Law Requires?, rechaza las ideas del primero, pero mantiene su enunciado principal de que las empresas no deben sujetarse a principios morales por encima de lo que las leyes requieren. A juicio de Fieser, los aspectos más relevantes y universales de la moral occidental ya están incorporados en la legislación, y aquellos que no lo son, no tendrían el respaldo mayoritario democrático, y por ello serían opcionales para las empresas.
La profesora Montuschi controvierte a Fieser, pues desconsidera la globalización mundial y que las corporaciones multinacionales operan en contextos socio-culturales diversos. “En sus operarias habituales es frecuente observar la aplicación de un doble estándar: uno para el país de origen y otro para los países menos desarrollados”.
Ética de los Negocios, Responsabilidad Social Empresarial y Stakeholders
Mientras que en las ciencias económicas predominaba el paradigma de maximización de beneficios, en las disciplinas de la Administración se avanzaba en “La Ética de los Negocios”, y se incluían en ella varias temáticas como: responsabilidad social de las empresas, publicidad engañosa, derechos de los trabajadores, abuso de información privilegiada (insiner trading), la discriminación en los empleos, las acciones afirmativas y la denuncia de actividades impropias en la empresa (whistle blowing), entre otras.
En los 70´s comienza a independizarse las cuestiones que relacionan estrictamente ética y negocios y finalmente en los 80´s se consolida su campo de estudio en Estados Unidos, cuyos mayores desarrollos teóricos y atención recibida surgen luego de escándalos relacionados con violaciones de derechos humanos y normas de decencia. Aun con el auge, que cambia la forma de evaluar actividades empresariales y de hacer negocios, no se ha avanzado en una mayor interacción entre economía y ética, y, por tanto, predomina el modelo de la maximización del beneficio al margen de la ética.
No todo es negativo. Una respuesta relativamente reciente ha sido adoptar un punto de vista ampliado sobre la responsabilidad corporativa, según el cual, los directivos, al adoptar decisiones, no sólo deben considerar los intereses de los accionistas, sino de todos los grupos con algún interés en la corporación. De ahí surge el concepto de stakeholders, como todo grupo afectado por la empresa, que abarca a trabajadores, proveedores, clientes, competidores, acreedores, gobierno, comunidad y accionistas.
Si bien el concepto presenta desafíos teóricos, tiene razones para adoptarlo. Como defiende la profesora Montuschi, en primer lugar, los accionistas muchas veces no son más que meros especuladores que no tienen interés real en el futuro de la empresa sino en el beneficio a corto plazo que les puede redituar su inversión; en segundo lugar, a pesar de que los accionistas son los dueños, hay otros grupos que tienen mayor interés y participación en la continuidad de la empresa, en sus actividades y su éxito, como los trabajadores, quienes le dedican la mayor parte de su tiempo y capacidad. De esta manera, justificar en el principio de máximo beneficio el interés excluyente de los accionistas tiene, al menos, pocos fundamentos y arroja más problemas éticos.
De la mano de la idea responsabilidad ampliada, surge el concepto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), en la que muchos de sus análisis se presentan como respuestas a las ideas del máximo beneficio individual de Friedman. Así, Kenneth Arrow rechaza el argumento de Friedman al sostener que la maximización de beneficios sólo tiene legitimidad en mercados competitivos –no como los reales mercados-, y además la distribución del ingreso resultante de esa maximización sería causa de mayor inequidad y desigualdad. Arrow propone que la responsabilidad social debe institucionalizarse a través de regulaciones, impuestos, normas legales o códigos éticos.
Es importante distinguir la RSE de la Ética de los Negocios, si bien al principio aparecieron vinculados. De acuerdo con O.C Ferrell, John Fraedrich y Linda Ferrell en Business Ethics. Ethical Decision Making and Cases, la primera se refiere a la obligación de la empresa de maximizar su impacto positivo y minimizar su impacto negativo sobre los stakeholders, mientras que la segunda se circunscribe a definir los principios y estándares éticos que deben guiar el comportamiento de los negocios. Esa responsabilidad social abarca, además, 4 sub-responsabilidades:
- legal (relativo a cumplimiento de leyes y regulaciones);
- ética (comportamiento justo y equitativo más allá de lo que la ley requiere frente a stakeholders);
- económica (cuestiones de distribución de recursos a fin de maximizar la riqueza de los stakeholders, a través de regulación de la competencia, protección del ambiente, laboral y de consumidores, entre otros temas relacionados); y
- filantrópica (destinada a mejorar de calidad de vida de la comunidad a través de actividades de beneficencia y voluntariado).
Algunos autores, como fundamento de la RSE, hablan de contratos implícitos entre la empresa y la sociedad para operar, donde deben considerarse la responsabilidad social que incluye sub-responsabilidades similares a las dichas; mientras que otros subrayan los procesos de globalización que suponen cambios en los modelos de negocios y crean fuertes intereses en respaldo de la comunidad y la sostenibilidad ambiental.
En el escenario internacional, la profesora Montuschi expresa que en el año 2001 la Comisión de las Comunidades Europea publicó un Libro Verde con un marco común europeo en materia de RSE y que muestra cómo las empresas acogen cada vez más este concepto, a la par que amplía el rango de posibilidades entre grandes corporaciones y PYMES. Añade la autora que un desafío pendiente es incorporar cómo la RSE incide en los resultados económicos empresariales, pues la evidencia disponible es contradictoria.
Conclusiones
A partir de los nexos establecidos entre Economía y Ética, se comprueba la tesis de la autora que plantea la insuficiencia del “paradigma” de la maximización de beneficios para explicar la razón de ser de la Economía, especialmente por la influencia de la Responsabilidad Social Empresarial y la popularización del concepto de stakeholders.
Por otra parte, existen algunos desafíos pendientes. El grupo más relevante de éstos tiene que ver con la implementación efectiva de la RSE y de manera objetiva a través de criterios que sean indicadores de la aceptación de las empresas del concepto y que habrán de reflejar su nivel compromiso con un comportamiento ético en los negocios.
En conclusión, la discusión sigue vigente: no se trata sólo de cuestiones técnicas (medios), que deberán ser cautelosos por su impacto en otros intereses legítimos como laborales o ambientales, sino también de fines; y estos fines serán múltiples y variados por los stakeholders. La propuesta de Patrick Primeaux y John Stieber de “mantener el criterio de maximización del beneficio, pero con un énfasis en la ética y la moral” a través del uso de la idea de “costo de oportunidad” parece posible, deseable y necesaria.