La Época Oscura E Incivilizada De La Edad Media

Históricamente, la Edad Media ha sido vista como una época oscura e incivilizada de nuestro pasado, entre el mundo clásico y el Renacimiento italiano, desde la Caída del Imperio Romano hasta la Reforma protestante, teniendo el feudalismo como hilo conductor de todo este periodo. Los libros hablan de una época oscura, asolada por guerras, enfermedades y con una estructura social muy rígida, sin embargo, la realidad fue bien distinta, porque este periodo nebuloso y sacristán, que duró más de 1000 años, nos dejó un legado cultural sobre el cual se construyó la Civilización Cristiana Occidental, a partir de diversos aportes culturales del mundo greco-latino, judeo-cristiano y germánico, nos dejó a través de la literatura y de la música de los trovadores, una vida real que escapaba de esa rigidez.

Hoy día tenemos evidencias que testimonian no solamente la diversidad cultural de aquel tiempo, sino también un mundo lleno de matices, aproximándose al talento artístico, el progreso intelectual y los cambios políticos, económicos y religiosos que hicieron posible terminar con la hostilidad, e incluso desprecio, que experimentó muchas veces en la historiografía.

No podemos negar que el término “medieval” está connotado de prejuicios, simplificaciones y generalizaciones; donde son capaces de englobar al “medieval” de Carlomagno y al “medieval” Santo Tomás bajo un misma prisma, donde el hombre “medieval” del siglo VI es el mismo hombre “medieval” del siglo XII. Donde se impuso el prejuicio de la barbarie y el oscurantismo con tal fuerza que, incluso hoy, muchos siguen pensando de esa manera, y aun cuando los historiadores defienden que se trata de una idea equivoca, la connotación negativa de la Edad Media sigue generando inquietud. De hecho, su valor antinómico continúa no resuelto en cada uno de nosotros y en nuestro imaginario compartido; y posiblemente nunca desaparecerá. Todo aquel que tenga que vérselas con el concepto de Edad Media, le atribuirá, según sea el caso, uno de los dos juicios de valor que se han afirmado: “la Edad Media de las hadas y de los castillos con torreones choca, en nuestra mente, con la de las hogueras de brujas y herejes”. Esta doble idea tiene sin duda procedencias profundas, la forja de conceptos y actitudes en el ideario popular es muy fuerte y es difícil, si acaso imposible, de modificar desde el conocimiento científico. 

Sin embargo, este ensayo no pretende derribar la visión despectiva del Medievo, algo ya realizado con probada brillantez por algunos historiadores, Jaques Lee Goff, Umberto Eco, Henri Pirenne, Marc Bloch, Georges Duby, Reginé Pernoud[footnoteRef:3], por nombrar algunos; sino en dilucidar de dónde procede dicha “contaminación historiográfica”. Saber cómo y por qué nació el concepto de “Edad Media”, quiénes fueron los principales autores implicados en esta labor y, sobre todo, cuáles fueron los motivos que les llevaron dicho término y trágica connotación.

Han sido varios los estudios historiográficos, donde han intentado analizar todos aquellos textos en los que aparece la noción despectiva de los siglos medievales, no solamente desde la disciplina histórica, sino también desde otras disciplinas ya sean filosóficas, artísticas o literarias.

Los diferentes autores llegan siempre a las mismas conclusiones. Por un lado, es en el siglo XVII cuando el concepto Edad Media adquiere una categoría historiográfica, al ser utilizado por el profesor, historiador y filólogo alemán Cristoph Keller[footnoteRef:5][footnoteRef:6], aunque expresiones similares ya se venían gestando desde el siglo XV, pero tiene el mérito de haberlos expuesto y divulgado de manera definitiva. Para Cellarius, según su nombre latinizado, fue un periodo estéril, donde la humanidad se sumió en la ignorancia; “se trataría de un hoyo profundo en que prevalecen sólo elementos negativos; v. gr. ignorancia, superstición, fanatismo, tiranía religiosa, etc. Esto significa que la llamada “Edad Media” carece de un contenido propio, sino que sólo constituye un largo paréntesis entre dos épocas valiosas. Esta visión llevó a que el término “Edad Media” o el adjetivo “medieval” adquieren un fuerte carácter peyorativo, llegando a significar lo peor; v. gr. barbarie, oscurantismo, intolerancia, etc”. Después de Keller, los próceres de la Ilustración se encargaron de difundirlo, y desde ahí, fue pasando a todo el mundo occidental.

Por otro lado, y por razones cronológicas, es indiscutible que fueron los autores del renacimiento italiano lo que dieron forma al concepto de Edad Media. Los “herederos de la Antigüedad” condenaron necesariamente este periodo medieval para que pudieran volver a ese mundo añorado y a sus grandes maestros (Aristóteles, Platón, Cicerón, Séneca), que según ellos el pensamiento medieval había ignorado durante tantos siglos.

Si bien es verdad que el término como tal no surge hasta finales del siglo XV, ya a mediados del siglo XIV encontramos referencias a la idea de que tras la Caída del Imperio Romano, el esplendor de la cultura clásica había sido sustituida por un periodo oscuro, indeseable y que conviene que no vuelva a repetirse. En concreto, se ha elegido la figura de Francesco Petrarca como primer autor y artífice en desarrollar esta tesis de connotación despectiva.

Por último, los autores concuerdan, que los reformistas alemanes del siglo XVI habrían recogido esa concepción interesada de un mundo medieval sombrío y de barbarie y la habrían utilizado para sus propias reivindicaciones nacionalistas y religiosas. Efectivamente, es aquí cuando encontramos historiografía luterana importante, la cual presenta la Edad Media como un periodo oscurantista en el que la Iglesia Católica, su gran rival en todos los niveles, además de “oprimir tiránicamente al pueblo, había pervertido el mensaje de Cristo, dando lugar a una Iglesia corrupta y necesitada de una profunda y radical renovación”

Sin embargo, y como ya he señalado anteriormente, la noción de “Edad Media” no fue un invento que apareció de la nada por parte de los humanistas italianos; de hecho, comenzó a ser utilizada por filósofos de finales del Imperio Romano como San Agustín, y que sería desarrollada a lo largo de todo el Medioevo, hasta convertirse en una concepción historiográfica y teológica básica dentro del pensamiento de la época. No piensen que la gente que vivía en la Edad Media era consciente que se le llamaría así a su época.

El primer hombre medievalista en utilizar el término como se conoce en la actualidad fue el obispo de Aleria, Bossi. En un escrito hacia un cardenal fallecido, en el que exalta sus virtudes, esboza los tiempos en los que vivió el cardenal: médium aedium – los tiempos medios.

Por su parte, San Agustín y los filósofos que lo siguieron, describen a la etapa comprendida entre el principio de las cosas hasta la modernidad como un tiempo “oscuro” y “tenebroso”: tempun intermedium. La Edad Media sería vista por San Agustín como una civitas permixtas, como una ciudad intermedia entre la ciudad de Dios y la ciudad de los hombres. Como una ciudad en tensión, pues la existencia terrenal no sería más que un paso previo a la verdadera vida.

Siguiendo a San Agustín, la mayoría de pensadores medievales tenían la idea teológica-historiográfica, que concierne al sentido de la historia, en que ésta se dividía en seis edades, que abarcan desde la Creación hasta el fin de este mundo.

La encarnación y la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se habría la sexta y última edad, la cual al final se produciría la segunda venida de Cristo a la Tierra –la Parousía- y, posteriormente, el fin de los tiempos. Es este momento intermedio, entre la primera venida de Cristo y la segunda, que constituye un importante precedente para la posterior noción de Edad Media. San Agustín impregna la idea de que la edad que estaban viviendo no era más que un mero paso intermedio previo a la verdadera vida celestial. Esa misma idea fue utilizada por los autores medievales en numerosos textos, e impregnó la mentalidad teológica e historiográfica de todo un milenio

A la vez, éstos filósofos agustinianos se hicieron eco de una serie de precedentes en forma de términos e ideas historiográficas que hunden sus raíces en la misma Biblia. Calificativos como “tenebrosa” u “oscura”, se encuentran en varios versículos del Nuevo Testamento, en este caso dichos adjetivos sirvieron para definir la era del dominio pagano. Según esta idea, dicha era habría sido remplazada por una nueva iniciada con la venida de Cristo, quién iluminó la vida de los hombres. Ejemplos de ellos son, el versículo del Evangelio de San Lucas: “Gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz”. O las palabras que aparecen en las Epístolas de San Pablo, que reforzarían esa idea al dirigirse a la comunidad cristiana de Efesios con las siguientes palabras: “Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz”

Tener en cuenta que la cultura grecolatina representaba un problema desde el punto de vista religioso para el pensamiento medieval –antiguos paganos-. Éste no sólo no ignoró su existencia y valor, sino que frecuentemente recorrió a ella y le dio continuidad. Esta doble o ambigua postura es natural desde el momento en que los clérigos medievales hicieron de San Agustín el letrado latino, convertido al cristianismo, su gran maestro.

Haciéndome mías las palabras de Lee Goff, “la Edad Media sienta, ella misma, las bases de su depreciación”; los pensadores medievalistas sin querer queriendo, infravaloraron su propio tiempo y contribuyeron a la posterior denigración de ésta por parte de los humanistas italianos, para quienes, pienso, que no fue difícil mal interpretar la teología e historiografía medievalista y convertirlos en un argumento legítimo.

De igual forma, estos humanistas italianos también tuvieron sus propias motivaciones para la condenación de la “Edad Media”, donde asociada a la ausencia de clasicismo, destacada por el poeta italiano Franceso Petrarca, fue utilizada para criticar la época que le toco vivir. Esa añoranza a la grandeza de la Roma clásica, expresada por Dante Alighieri en su Divina Comedia, en contraste con la decadencia de la Roma de su propia época, con un territorio fragmentado en múltiples repúblicas, a menudo en guerras entre sí, y muchas de las cuales estaban controladas por potencias extranjeras; y con una Iglesia que se encontraba en una nefasta situación religiosa y moral, cuyo Papa residía en Avignon. No debemos tampoco olvidar la terrible epidemia de Peste Negra, que devastó con buena parte de Italia.

Es quizás la complejidad del periodo vivido por estos humanistas en todos los ámbitos que provocaron que las palabras de éstos estuvieran siempre rodeadas de una visión pesimista tanto en el campo cultural como artístico, e incluso personal. Y volvemos al caso de Petrarca donde su epístola Alla posterità testimonia su visión a la era: “Si el amor a los míos no me lo impidiera, siempre hubiera deseado nacer en cualquier otra época, y olvidar esta”

Esa convicción de recuperar el saber clásico, buscando una nueva escala de valores para el individuo; frente a la sociedad medieval, en la que todo giraba en torno a la idea de Dios, sería uno de los grandes motores ideológicos del renacimiento italiano. De hecho, los autores de los siglos XV y XVI en palabras de Eduardo Baura, acabarían contemplándose a sí mismos como los llamados a restituir a las Musas al lugar que les correspondía, y del que supuestamente llevaban siglos apartadas. Y así, había nacido la tenebrosa Edad Media, que queramos o no, se asemeja nuestra época actual.

Tendríamos que esperar al romanticismo del siglo XIX y XX, para ver cómo se produce un redescubrimiento de una época anterior antes no reconocida; cuando la Edad Media se hace visible. Cuando comienza así, una lenta pero progresiva valoración del mundo medieval. Pero, ¿qué permitió el interés de apreciar la Edad Media? En primer lugar, en Europa se genera el esfuerzo por encontrar una identidad, después del fracaso del Imperio Napoleónico. Es el nacimiento de los nacionalismos, sobre todo en Alemania e Italia; y bajo el deseo de crear la unidad nacional a través de la lengua; encuentran el origen de su idioma en la Edad Media, convirtiéndose ahora en un pasado deseable. En segundo lugar, la mirada hacía el suelo natal, el suelo de los campesinos; una mirada hacia las tradiciones orales: los relatos y cuentos. Como la recopilación de historias populares de los hermanos Grimm, donde encontramos un paisaje medieval. Es aquí, cuando descubren en la tradición oral de la Edad Media: una sabiduría, una memoria.

Bibliografía

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  • LEE GOFF, Jaques. ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas? México: Ed. Fondo de Cultura Económica, 2016.
  • PERNOUD, R. Para acabar con la Edad Media. Barcelona: Medievalia, 2003.
02 July 2021
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