La Fuerza del Instinto o de La Circunstancia: Naturaleza de Maldad, Agresividad y Deseo

¿Rompemos con la norma por instinto o circunstancia? Algunos autores afirman que es por el instinto de crueldad y perversión que tenemos, debido a que somos los herederos de una gran generación de asesinos.

Allan Poe, genio de la literatura, reflexiona sobre el continuo deseo de los humanos de hacer justo lo contrario de lo que realmente se espera de ellos (Instinto de Perversidad). En su cuento “El Demonio de la Perversidad” define la fuerza que puede llegar a alcanzar el instinto humano a la hora de romper con la norma; aunque, el grado de intensidad varía dependiendo de la mente de cada individuo y de las circunstancias bajo las que se encuentre el mismo.

El psicoanalista Sigmund Freud elaboró la siguiente tesis: “en nuestro inconsciente, todos seguimos siendo, aun hoy en día, una banda de asesinos” (Freud, 1991: 19). Con esto, claramente alimenta la postura que nació con Hobbes y que aun en la actualidad sigue dando lugar a interesantes debates: el hombre es malo por naturaleza. Los seres humanos poseen un instinto primitivo con tendencia a destruir que nunca desaparece; sino que, por el contrario, permanece dormido. Es en situaciones de extremada urgencia donde la supervivencia corre peligro, cuando existe mayor probabilidad de que ese instinto despierte, llevando a la persona a experimentar unos niveles de agresividad nunca vistos.

Ya afirmaba Lutero que, el hombre (aunque mucho más la mujer debido al importante papel que jugó la Iglesia con la demonización de la misma a lo largo de los siglos) se siente atraído por el mal de forma extremada, ya que los humanos son pecadores.

Todo lo anterior nos lleva a la conclusión de que rompemos con la norma porque sentimos una atracción innata que nos lleva a hacerlo, aunque su comisión dependerá de las circunstancias. Por tanto, no se aprecia ninguna diferencia sustancial entre delincuentes y ciudadanos respetables, existiendo la posibilidad de que cualquiera pueda convertirse en un criminal si se dan las circunstancias adecuadas. Además, para que se rompa con la norma es necesario que se den estas dos condiciones: presencia de un objeto de deseo y ausencia de vigilantes.

A esto le debemos añadir una condición extra, no considerada por muchos criminólogos que opinan que la conciencia no es tan importante y que muchos incluso prescinden de ella. Se trata de la condición moral, llamada la voz de la conciencia, la cual nos conduce por el buen o mal camino. Resulta imposible adivinar quién la tiene y quién no, pero el sociólogo Bauman, arrojó luz a esta incertidumbre con la regla mínima de la moral, que garantiza la presencia de la voz de la conciencia: no podemos predecir si alguien es empático con el sufrimiento de los demás, aunque posiblemente el grado de empatía varíe según el vínculo que exista entre ellos. Por tanto, cuanto más fuerte sea la unión con una persona, más solidario se es con ella. La condición por la que a una persona no le causa sufrimiento el dolor de la otra es el desconocimiento de dicha persona.

Actualmente existe una mayor globalización por lo que hay más objetos de deseo y tenemos una mayor facilidad para encontrar y conseguir lo que se quiere, o al menos, algo que se asemeje a ello. La sociedad global beneficia la ruptura de normas con sus condiciones materiales y morales. Por otro lado, han aumentado los vigilantes que vigilan los objetos de deseo, lo que significa que el espacio a vigilar ha crecido. De este modo la proporción de espacio no vigilado o con pocos vigilantes ha aumentado también, y se pueden seguir cometiendo delitos. Además, contamos con un espacio virtual en el que se puede hacer casi todo lo que se hace en el espacio físico, pero con menos vigilancia.

Las relaciones personales también han sufrido una evolución y poco a poco va desapareciendo la voz de la conciencia. Existen cuatro tipos de relaciones: conocidos visibles: aquellas personas que conocemos y con las que mantenemos algún tipo de relación más estable y continuada en el tiempo; conocidos invisibles: aquellas personas que conocemos, pero no se encuentran cerca nuestra, existe distancia entre ambos; desconocidos visibles: aquellas personas que conocemos únicamente de vista o de intercambiar pocas palabras con ella: desconocidos invisibles: aquellas personas con las que hablamos a través de una red social sin conocerla siquiera.

Para terminar, el criminólogo Felson con La Falacia del no-yo, nos hace cuestionarnos el por qué nos cuesta tanto reconocer que rompemos con la norma y por qué tendemos a vernos mejor de lo que realmente somos. Quizás sea porque nuestra mente tiende a eliminar la información que dañe o rompa con la imagen ideal que nos hemos formado de nosotros mismos.

01 August 2022
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