La Homosexualidad Y La Amenaza De La Homofobia Para El Desarrollo
Resumen
Siguiendo al economista Amartya Sen, el desarrollo humano es entendido como la expansión de las libertades de cada individuo, por lo que los medios disponibles en cada sociedad deben orientarse de manera que aumenten y beneficien esas libertades reales de los seres humanos. Sin embargo, actualmente, existen setenta países miembros de las Naciones Unidas donde las relaciones entre personas del mismo sexo se condenan. En seis de ellos se aplica la pena de muerte y en otros cinco está contemplada en la ley. Esta criminalización y privatización de las libertades de las personas homosexuales arrastra al colectivo a diversas desigualdades estructurales que perjudican sus capacidades, su integridad física y moral, su vida y, además, repercuten en el desarrollo humano del país en cuestión. En este trabajo se expone cómo influye la criminalización a la homosexualidad en el desarrollo humano de acuerdo al enfoque de la identidad social y la libertad que presenta Sen, para terminar exponiendo el problema real de la homofobia.
Introducción
Globalmente ha predominado –y continúa haciéndolo– la heterosexualidad sobre el resto de orientaciones, causando rechazo y tendencias de odio hacia las demás. En los países tercermundistas, especialmente en la India durante estos últimos años, se cohíbe a las personas LGTBI de manera que no puedan expresar sus intereses sexuales sin miedo, sin ser juzgados o atacados física y moralmente. Se les intenta despojar de su identidad al no ser considerada la más adecuada a ojos de la sociedad. El trato desigual a los miembros del colectivo les priva de libertades y derechos fundamentales, negando prácticamente su condición de seres humanos y lo que le corresponde por serlo, como la dignidad.
Si atendemos a Amartya Sen nos introducimos en la idea de la construcción de identidad social (Sen, 2000). El premio Nobel explica que dicha construcción comprende una faceta de descubrimiento por parte del individuo y otra de elección vinculada a un acto racional y libre. Pero cuando se restringe la libertad del ser humano resulta imposible identificar y expresar esa identidad social, que en este caso corresponde a la sexualidad. Para Sen, el desarrollo humano es “un proceso de expansión de las libertades reales que disfrutan los individuos” (Sen, 2000), por lo que las limitaciones en la libertad para reconocer determinadas orientaciones sexuales influye negativamente en el desarrollo humano.
Esta amenaza al desarrollo queda expuesta si nos fijamos en algunos de los países donde se condena duramente la homosexualidad o existe la pena de muerte (ILGA, 2019) y contemplamos la posición que ocupan en el índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Encontramos, por ejemplo, a Mauritania en el puesto 159, a Sudán en el 187, Guyana en el 125 o a Myanmar ocupando el 148 en el ranking (Naciones Unidas, 2017). Casi la totalidad de los territorios que no protegen los derechos de los homosexuales o atentan contra su vida se sitúan en lo más bajo de la escala de la ONU.
Además, la mayor cantidad de muertes al año por enfermedades como el VIH afecta a los homosexuales que viven países que condenan su condición (CIA World Factbook, 2017). La estigmatización homofóbica y las legislaciones que criminalizan este tipo de relaciones propician la difusión de la epidemia en el colectivo al invisibilizarlo y limitarle el acceder un tratamiento. Testimonios de hombres y mujeres a los que se les niega la asistencia médica por sus prácticas sexuales se recogen en un estudio supervisado por la Comisión Internacional Gay y Lesbiana de Derechos Humanos (Johnson, 2007).
Encontramos otros estudios como que en Senegal la tasa de VIH en la población total no llega al uno por ciento, pero sobrepasa el 21 por ciento entre los homosexuales. O hechos tan alarmantes como la muerte de un joven de Kenia tras contraer una infección anal al mantener relaciones con otro hombre y ser expulsado del centro médico sin recibir la atención correspondiente. Siendo el VIH uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (Naciones Unidas, 2000) para avanzar en el desarrollo humano, resulta de vital importancia atender el trato que se da a esta minoría por parte de algunos gobiernos.
De la misma forma que en la sanidad, existen otras áreas donde ocurren incontables atentados contra los derechos de los miembros del colectivo LGTBI, siendo algunos de ellos el asesinato, las agresiones, violaciones, detenciones arbitrarias, la discriminación en la educación o el empleo, dificultad para acceder a la justicia, entre otras (Nathwani, 2015).
A pesar de los datos que se van recogiendo sobre la situación del colectivo, no será hasta cuando comienza la epidemia del VIH cuando la ONU contemple adecuadamente la situación de las personas LGBTI. Aunque comenzaron enfocándose en la problemática de esta enfermedad, con el tiempo aparece el interés por promover los derechos humanos.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo comienza en 2015 a incluir a las minorías sexuales en el discurso del desarrollo. Iniciará un proceso de consultas para crear un Índice de Inclusión LGBTI, que evaluará las privaciones sociales, económicas y jurídicas de las personas con diversas orientaciones sexuales del mundo. Es la primera vez que se pretende medir el desarrollo humano sin exclusión de grupos, a un nivel mundial. Se acuerdan cinco ejes para medir la inclusión: el bienestar económico, la participación cívica y política, la seguridad personal, la salud y la educación (PNUD, 2015).
En los países tercermundistas donde la exclusión de minorías es un hecho alarmante, persiste el mantenimiento de una pobreza real. Debemos entender este concepto como un tipo de pobreza que más allá de los factores de riesgo, que pueden darse o no, contempla sobre todo las condiciones sociales de las personas (orientación sexual, raza, discapacidad…) y en qué medida dificultan su vida (Sanzo, 2018). El colectivo LGTBI padece de esta pobreza real, que llega a estar justificada por la propia ley y la sociedad, englobadas bajo una cultura y unos principios morales profundamente religiosos.
La situación discriminatoria respecto al colectivo supone una evidente traba para el desarrollo humano mundial que debe ser corregida. Solo con atender algunos de los datos y situaciones expuestas, se observa el atraso que supone la homofobia para las libertades humanas y el desarrollo de un país. Este artículo ilustra la relación de la libertad de Sen respecto al colectivo LGTBI, cómo afecta la homofobia al desarrollo humano y qué solución puede darse a esta situación.
- La libertad humana como medio para el desarrollo
La discusión sobre qué es la libertad es amplia y diversa a lo largo de la historia, al igual que la de qué significa desarrollo. Amartya Sen, claramente inspirado por John Rawls, entiende la libertad como “el objetivo final del desarrollo” y al desarrollo como “un proceso de expansión de las libertades reales que disfrutan los individuos” (Sen, 2000). Con esta definición, Sen otorga un sentido tanto negativo como positivo a la noción.
Así, el desarrollo de las naciones se torna en su totalidad en un proceso humano que avanza conforme al desarrollo de sus miembros. Cuanta mayor libertad posea un individuo, de mayores capacidades y facultades dispondrá para beneficiar su vida y, en consecuencia, el desarrollo. Si aceptamos esta concepción del Nobel, debemos considerar al ciudadano libre como un agente de cambios en el mundo.
El autor propone que el desarrollo sea medido teniendo en cuenta también las libertades de las que goza un país, pues éstas son el fin último del propio desarrollo. Es evidente que el índice del PIB, por citar uno de los factores tomados para medir el desarrollo humano, no puede ser ignorado; pero obviar las libertades siendo estas el medio para obtener los derechos fundamentales o aumentar las capacidades garantizando una sociedad digna y próspera es un error. La riqueza y los bienes no garantizan la desaparición del acoso laboral o sexual, la homofobia o las ejecuciones a personas del colectivo. Sen propone, en vista a esto, que el concepto de pobreza no solo recoja la carencia de ingresos y bienes, sino también la ausencia de la posibilidad de ser libre (Sen, 2000).
Se han realizado numerosos estudios sobre el impacto que provoca la discriminación a las personas LGTBI en el desarrollo. En uno a cargo de la Dra. Badgett dirigido por el World Bank, se calculó, entre otros datos, que el costo económico de la homofobia para el Producto Interior Bruto en la India alcanzaba entre un 0.2 por ciento y un 1.7 por ciento. Asimismo, se estipuló que los ingresos del 65 por ciento de los hombres abiertamente homosexuales en Tamil Nadu no alcanzan el 1.50 dólares al día debido a las dificultades con las que se encuentran en la sociedad (Badgett, 2014).
El caso de la India se aplica a otros muchos países donde se condena la homosexualidad (ILGA, 2019). Aunque la mayoría de los que figuran en la lista se sitúan en unas catastróficas posiciones en el Índice de Desarrollo Humano, se observa una lenta y progresiva ascendencia a la vez que se endurecen o establecen nuevas leyes homofóbicas.
Dichas leyes condenan a los individuos a la pobreza económica y limita el uso de sus capacidades y la posibilidad de disfrutar plenamente de ellas (leyes contra el matrimonio de personas del mismo sexo, negación de adoptar, ect.). Cada vez más estudios y sucesos demuestran que las personas LGBTI presentan más trabas educativas, registran tasas de desempleo más altas, y sufren la falta de acceso a vivienda, servicios de salud y financieros apropiados. Es más, se estima que las personas LGTBI conforman alrededor del 40 por ciento de población mundial más pobre (World Bank, 2015). Con esta exclusión no puede concebirse un desarrollo si seguimos la línea de Sen, donde son los miembros de una sociedad quienes hacen posible que ocurra. Si sometemos a una gran parte de la población por su condición sexual a esta situación el paradigma que sustenta al desarrollo humano se vuelve deficiente, pues la erradicación de las formas de homofobia provocaría un positivo impacto en eficiencia, productividad, empleo, y educación y sanidad global.
Sin embargo, este contexto resulta alarmante por algo más. En las últimas décadas, con la introducción de leyes que protegían al colectivo o reconocían sus propios derechos, aumentó drásticamente la preocupación de cómo esta discriminación afectaba al mundo en términos económicos, algo que, a mi criterio, resulta terriblemente frívolo.
Promover la igualdad y el desarrollo de las personas LGTBI debe ser un asunto principalmente humano, de dignidad; pero en un sistema capitalista predomina el principio de felicidad utilitarista casi para cualquier asunto. El mundo actual y sus componentes se miden en torno a cifras económicas, causando que haya constantes preguntas como ¿qué costos tiene la exclusión sexual? ¿qué beneficios aportaría alcanzar la igualdad de la mujer? ¿cuáles son las consecuencias globales de la homofobia? Las posibles respuestas deben presentar en su mayoría algún impacto en la economía para que los asuntos se tomen en serio –como sucede con la cuestión de los derechos de los animales, por ejemplo-, ya que todo se rige por un principio de globalización y beneficio monetario. Estamos convirtiendo la dignidad, el respeto y los propios derechos en una moneda. Sen defendió que la libertad es un medio y un elemento constitutivo desarrollo, pero su importancia no tiene que ser demostrada por su influencia económica, como se viene haciendo desde hace años.
En uno de los estudios más prestigiosos, dirigido por The Williams Institute, se coloca el foco sobre el hecho de que los países con una carta más amplia de derechos para las personas LGBTI obtienen un mayor ingreso per cápita y mayores niveles de bienestar, aumentando el Productor Interior Bruto considerablemente. (Badgett, 2014). Se demuestra que la inclusión del colectivo favorecerá la economía, siendo este el argumento principal para otorgarles derechos. El error reside en que parece obviarse o, al menos, dejar en segundo plano que merecen una protección de sus libertades por el hecho de que son seres humanos, recayendo el peso en el beneficio económico global.
Entonces, la libertad es garante para el desarrollo de las personas, y éstas lo son, a su vez, para el desarrollo económico. Partiendo de esto, el segundo punto, expuesto con los estudios mencionados, es que los países con mayores derechos y protecciones para el colectivo y otras minorías poseen mejores niveles económicos. Afirmamos, pues, que hay una relación innegable entre el desarrollo de un territorio y los derechos de sus ciudadanos. Asimismo, no podemos olvidar que reducir la necesidad de estos derechos y su utilidad al factor económico recuerda a una despersonalización de los individuos, considerados números.
A continuación, es importante apuntar los costes que supone la homofobia para los países y para los seres humanos, siendo muy importante el factor cultural.
- Homofobia: ¿cuál es el problema real?
El término fue utilizado por primera vez en la década de los setenta, de la mano del psicólogo George Weinberg, pero no fue hasta fines de los ochenta cuando el término se popularizó y apareció en los diccionarios europeos.
Con la noción que plantea el francés Didier Eribon (Tin, 2008) entendemos que la homofobia es un continuum homofóbico que perpetra un orden social desigual entre homosexuales y heterosexuales. Esta división entre las orientaciones ha provocado los continuos ataques que hemos mencionado durante el artículo. Siendo la parte dominante la heterosexual y la sumisa la homosexual, se pretende justificar el menosprecio a esta última.
Uno de los casos más recientes y sonados de homofobia fue el de la India. Sen se unió en 2006 a un grupo de filósofos, economistas y políticos con reconocidas figuras como Vikram Seth, Anbumani Ramadoss u Oscar Fernandes, que exigían al Gobierno de la India anular el artículo 377 del Código Penal de 1861, cosa que no sucederá hasta septiembre de 2018 (FELGTB, 2018). En dicho artículo se señala: “377. Delitos contra natura: Aquel que voluntariamente tenga contactos carnales en contra del orden de la naturaleza con cualquier hombre, mujer o animal, será castigado con encarcelamiento de por vida, o bien con pena de prisión por un periodo que podrá extenderse hasta los diez años, además de susceptible de multa. Explicación: La penetración es suficiente para constituir el contacto carnal necesario para el delito descrito en este artículo” (Supreme Court of India, 2018).
Como respuesta, Sen redacta junto al resto de los demás expertos indios más respetados dos cartas abiertas de protesta, donde afirma: “La criminalización del comportamiento homosexual no va solo contra los derechos fundamentales, como señala la carta abierta, sino que también actúa fuertemente contra la mejora de las libertades humanas en términos respecto a los cuales el progreso de la civilización humana puede ser juzgado” (Sen, 2006).
Criminalizar la homosexualidad es atentar a la libertad y los derechos humanos. Volvemos al punto utilitarista del principio de la felicidad donde los homosexuales, al ser minoría, no están correctamente protegidos. En el caso judicial se alegó que la tradición y la religión no aprobaban las relaciones entre personas del mismo sexo, un argumento de gran fuerza en el caso se la India. Ante esto, se propone promover una democracia con fuerza para interrogar los prejuicios y medidas discriminatorias que dictan las convenciones y costumbres de un país que privatizan las libertades y la posibilidad de desarrollo. Sin embargo, resulta curioso señalar cómo este odio y rechazo, además de suponer una amenaza para la vida, ha permitido impulsar económicamente a la India. Son las dos caras de la homofobia.
Con el informe citado anteriormente de Badgett, veíamos como esta exclusión social y laboral desemboca en altas tasas de paro, menor productividad empresarial o una baja renta, entre otras, convirtiéndose en potenciales datos que aumentan la pobreza y desencadenando problemas macroeconómicos para los países que cultivan estas condiciones. Se propuso para solventar la situación incrementar la ayuda social y la sanidad; pero, no obstante, la propuesta fue rechazada debido al alto costo que supondría, al que era imposible hacerle frente.
Badgett planteó esa posibilidad y apuntó en su estudio qué sucedería si la inclusión del colectivo se llevase a cabo. Estimó que si el 3.8 por ciento de fuerza de trabajo fuera llevada por el colectivo, la India perdería 7.7 billones de dólares de su Producto Interior Bruto (Badgett, 2014). Se contrasta cómo la India se ha convertido en un país con una economía emergente desde 2007 (Naciones Unidas, 2017) al excluir progresivamente a las personas LGTBI. Resaltando este hecho no estamos incluyendo un punto a favor de la homofobia, sino incidiendo en cómo ésta, a nivel puramente económico, favorece al país.
Esto es debido, al igual que en el caso del artículo 377 anteriormente citado, a la cultura religiosa que está enraizada fuertemente. Vuelve a aparecer el problema de la cultura, cuyos principios y rasgos perpetúan la injusticia social e influyen agresivamente en la mentalidad de los habitantes (Halbfass, 1990).
La ONU, una vez acabado el plazo en 2015 para cumplir los 8 objetivos del milenio, abrió la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Entre los nuevos objetivos propuestos, se negoció incluir el problema de la orientación sexual y la identidad de género para intentar erradicar lo máximo posible la discriminación; pero, finalmente, no se incluyó en el programa a causa de la oposición de países que compartían culturas con fuerte carácter religioso.
Ahora bien ¿se vería más favorecido con una inclusión completa y los correspondientes derechos? Se da por supuesto que a más derechos más desarrollo, pero esto solo ocurre en los países con unos determinados factores socioculturales (Halbfass, 1990). Dada la cultura tan arraiga a la religión y con unos principios morales tan “atrasados” respecto al resto del mundo, es inviable que eliminar o intentar disminuir la homofobia generalizada en la India tenga consecuencias positivas en término de desarrollo económico. Nuevamente, al igual que con el caso del artículo 377, el verdadero problema radica en la cultura del país. Es necesario modificar la base cultural para poder implementar correctamente las medidas que permitan avanzar en el desarrollo del país. Si no se actúa sobre el problema de fondo, lo que se tiene como una evolución favorable se convierte en algo totalmente opuesto.
El auténtico problema no resulta ser la homofobia, pues disponemos de las medidas adecuadas para comenzar a erradicarla, sino las culturas que consagran la discriminación a los homosexuales. Se trata de una homofobia casi completamente cultural, donde a veces ni siquiera se es consciente de ella. Esta homofobia acaba por evolucionar a una “homofobia institucionalizada” (Cornejo, 2012) llevada a cabo por las instituciones del Estado y de la sociedad civil sin desatar alarmas o cuestionamientos en la población. Esta cultura de la homofobia de la que venimos hablando y está presente en los países tercermundistas se remonta a la producción cultural que llevó a cabo el occidente judeocristiano y se intensificó con la fuerte influencia de la Iglesia Católica (Cornejo, 2012).
Admitimos que existe un componente de tipo sociocultural que, además de presentarse como una de las causas, adopta el rol de mantener y justificar la homofobia que sigue existiendo en pleno siglo XXI.
Conclusiones
Si queremos conseguir el desarrollo humano y económico que nos parece casi inalcanzable por el rol que se le asigna al colectivo en casi un centenar de países, será necesario enfrentar el problema de la homofobia desde dentro; esto es, atendiendo a sus factores de origen y continuación en la sociedad. Solo cambiando la mentalidad social generalizada podrán llevarse a cabo unas medidas eficaces que no se vuelvan en contra del propósito original. Para poder combatir y eliminar la homofobia deben llevarse a cabo acciones que promuevan un cambio del patrón cultural. Modificar los parámetros a escala social y cultural supondría que la justificación a la que se recurre para defender la homofobia perderá su razón de ser.
Las personas LGTBI que viven en países cuyas leyes no les protegen adecuadamente a causa de la “homofobia cultural” impresa desde hace siglos ven limitadas sus oportunidades de desarrollarse y poder contribuir al crecimiento económico pues, como hemos visto, el desarrollo de los individuos y el desarrollo económico están íntimamente unidos.
Pero, sin restar importancia al enfoque en los beneficios y costos económicos, debemos atender esta discriminación con una mirada alejada de las puras estadísticas y los datos macroeconómicos. No hay que perder de vista la perspectiva que adopta Sen de un desarrollo basado en la libertad humana, donde una persona homosexual pueda verse como un agente capaz de hacerse a sí mismo con los medios a su alcance. El Estado y la sociedad deberán asegurar que esto sea así al no restringir sus derechos y capacidades, permitiéndole llegar al fin que es el desarrollo de él mismo y de sus libertades.
Por ello, el desarrollo reciente que se manifiesta en la India no es viable. A pesar de que la represión al colectivo le supone beneficios económicos actualmente, su paradigma excluyente es deficiente e injusto y, con el tiempo, se volverá insostenible. Y es que desarrollo no equivale a bienestar ni a una sociedad justa con las libertades y los derechos fundamentales.
La posesión de riquezas y bienes en un país no es garantía de que no existan el acoso laboral o sexual, la homofobia, el racismo, el bullying en las escuelas, y otros tipos de atentados contra los individuos que afectan negativamente a la sociedad y, por ende, al desarrollo. En vista de ello, respecto al concepto de pobreza, Sen propone atender al Índice de Desarrollo Humano y a la imposibilidad de alcanzar un mínimo de realización vital al estar un sujeto privado de las capacidades, derechos y medios básicos para ello (Ferullo, 2006).
Sen opina que el desarrollo debe medirse atendiendo también a las libertades que posee un país, ya que no puede limitarse solo a un número (Sen, 2010). Los factores como el índice del PIB, por ejemplo, no deben ser ignorados; pero omitir el papel de las libertades humanas siendo éstas el medio para lograr los derechos que caracterizan a una sociedad próspera es un terrible error que debe ser revisado cuanto antes, pues no nos permite contemplar realmente la pobreza o el desarrollo de un país.
Para concluir, podemos remitir a las palabras de Ferullo sobre el análisis de Sen: “Las vidas humanas se pueden empobrecer de muchas maneras (…) muestra clara del mayor desafío que enfrenta hoy la economía como ciencia social. Este desafío apunta a la necesidad que tiene el pensamiento económico actual de abandonar decididamente su apuesta por una racionalidad puramente instrumental, para aplicar la razón también en el debate de los fines que una buena economía debería colectivamente perseguir” (Ferullo, 2006).
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