La Importancia De Escribir: Literatura, Potencia Y Responsabilidad
El objetivo de este ensayo es reflexionar acerca de varias cuestiones sobre la concepción de literatura y la función o funciones que esta puede tener para nosotros y nuestras vidas. Para responder a dichas cuestiones, se tendrán en cuenta escritos de J. Franzen como Más afuera o “El ensayo en tiempos oscuros” junto con otros materiales relacionados.
En su ensayo Más afuera (2012), Franzen presenta un modelo de sociedad moderna sumida en el consumismo, producto del sistema capitalista, y obsesionada con la búsqueda del placer. Sin embargo, lo que la sociedad considera placeres son en realidad adicciones incontrolables, como es el caso de los juegos de azar. Es entonces cuando el escritor estadounidense acude a Dostoievski y su novela El jugador (1866), cuyo protagonista sufre adicción al juego de la ruleta. Con este ejemplo, Franzen trata indagar en el ejercicio, tal vez terapéutico, que supone escribir una novela, pues el propio Dostoievski sufrió adicción a dicho juego cuando escribió sobre las desventuras de Alexei Ivanovich.
Y es que cuando se trata de buscar aquello que la literatura podría hacer por nosotros, la respuesta va siempre orientada a los lectores, ignorando a los escritores, tanto de poesía como de novelas. No obstante, a partir de las ideas expuestas en Más afuera, se abre un nuevo debate sobre qué propósitos puede tener la literatura y qué supone hacer literatura desde el punto de vista del propio escritor. Escribir una obra literaria pasa de ser un simple ejercicio de ‘creación’ a ser un ejercicio de responsabilidad y, en el caso del escritor ruso, podríamos decir que la literatura era además un ejercicio de pura supervivencia. Dostoievski estaba en una prisión que él mismo había creado a partir de su ludopatía, la cual lo cegaba de cualquier otro placer a pesar de las pocas alegrías y múltiples desdichas que la ruleta le proporcionaba. En cuanto comienza el proyecto de El jugador, consigue por fin reflexionar acerca de sus adicciones e intenta empezar una nueva vida con la que sería su segunda esposa. La literatura en este caso ha demostrado claramente ser una forma de terapia y salvación. Y no es el único caso en el que la literatura puede beneficiar a todo aquel que la recibe. La literatura ha demostrado y sigue demostrando que es una herramienta efectiva para sobrellevar problemas psicológicos. Los lectores así son capaces de interpretar sus propios conflictos y finalmente comprenderlos ‘mejor’. Esto último no quiere decir que la literatura sirve de solución a los problemas, sino que la lectura y la escritura sirven de apoyo para lidiar con problemas como la soledad y el aislamiento. Tales problemas tienen ahora un fuerte protagonismo. El hecho de estar en cuarentena, aislados de cualquier contacto con el mundo exterior, ha hecho que la gente rechace las pantallas a las que tanto se han acostumbrado sustituyéndolas por libros. Esto ha conseguido que sea posible viajar y conocer nuevas culturas y costumbres sin salir de nuestras casas. Lo que antes se consideraba un pasatiempo entre muchos otros ha pasado a ser algo muchísimo más valioso y significativo.
A partir de esta última deducción, podríamos considerar estos efectos que la literatura tiene en los escritores y en los lectores como literariedad. Dicho con otras palabras, podríamos conseguir identificar textos literarios de lo que no lo son a partir de ese criterio: complejidad en lo que a sensaciones se refiere, relación con la propia experiencia, representación precisa y a la vez abstracta del mundo, etc. Estos aspectos son además característicos de la filosofía, pero la literatura en comparación con esta última está abierta a múltiples interpretaciones, es decir, no admite una única verdad. Es por eso por lo que, al hablar desde un punto de vista literario, nunca podrá haber respuestas o conclusiones incorrectas siempre que estas estén justificadas. De hecho, por cada lector hay una interpretación diferente hacia una obra determinada. Las razón es simple: ya que cada lector relaciona los hechos con su propio entorno, el significado que le aportará a una lectura estará conectado con su medio. Por esta razón, los lectores hacen constantemente y de manera involuntaria ejercicios de crítica literaria y literatura comparada a partir de sus propias experiencias y las distintas obras que enriquecen sus mentes.
A partir de esta idea, podríamos también considerar la literatura como un ejercicio de responsabilidad por parte de los escritores. Es un ejercicio de concentración plena en el que un escritor llega a adquirir una gran responsabilidad debido a la influencia que puede tener su futura obra en el público. La literatura puede llegar a ser considerada como algo poderoso por muchos o como algo peligroso por muchos otros. Los equipos de censura eran conscientes de ello, y, aunque actualmente no existen tales organizaciones, en muchas ocasiones se intenta evitar la lectura de ciertos escritos o se tiende a infravalorar el mensaje que transmiten otras muchas obras. Por ejemplo, cuando se eliminó Los girasoles ciegos de Alberto Méndez de la lista de lecturas obligatorias de cara a la prueba de Lengua Castellana y Literatura en la EBAU a pesar de que dicha novela es una fuerte crítica a la memoria histórica de España; o cuando se tiende a clasificar novelas como literatura juvenil cuando estas llegan a tratar temas tan recurrentes como el consumismo masivo, la corrupción o la desigualdad entre ricos y pobres.
El ejercicio de ‘hacer literatura’ convierte entonces a un escritor en alguien influyente, pero al mismo tiempo lo convierte en alguien vulnerable y sometido a una gran presión. Sobre todo, en la actualidad, debido a la necesidad de aceptación social y el miedo al rechazo. Tal vez un escritor quiere incluir una serie de eventos en su novela, pero se ve obligado a no hacerlo porque su editorial o sus lectores no estarían de acuerdo con su decisión. Esto no significa que en la actualidad un escritor pueda sufrir tanto como Paul Sheldon en Misery, pero sí es cierto que un escritor acabe dejando atrás su ‘esencia’ debido a las críticas y al miedo a decepcionar al público.
Pero la lectura debería ser todo lo contrario. Si la literatura es de las pocas cosas que pueden ofrecernos un pensamiento crítico, no se debería limitar. Leer y escribir tienen un efecto positivo en todo el mundo, como se ha mencionado anteriormente. Y justo ahora que la salud mental de las personas pende de un hilo en muchos casos debido al aislamiento, la lectura y la escritura se deberían potenciar al máximo. Y es que la literatura, además de hacernos preguntarnos quiénes somos o qué papel tenemos en el mundo, nos hace disfrutar de una manera inexplicable; y nos proporciona un bienestar mucho más valioso que aquel bienestar material y efímero que proporcionan las pasiones a las que se refería el escritor estadounidense en Más afuera.