La Industria Cultural: Pérdida De La Identidad
Decimos que la comunicación es el intercambio y la codificación de códigos que permiten la construcción de significados comunes, es algo innato a los seres humanos y es determinada por la cultura. Considero que esta construcción no es unidireccional, existe una retro alimentación positiva entre ambas, la comunicación me permite crear una cultura y a su vez, la cultura determina la forma de comunicarme. Entendemos por cultura aquello que definió E.B Tylor (1871) como todo complejo que incluye los saberes, las creencias, las costumbres, el arte, el derecho, la moral y cualquier otro hábito y capacidad que adquiere el hombre al hacer parte de una sociedad.
Hemos creado una cultura bastante homogénea a decir verdad, somos seres tan iguales que como dice Ortega y Gasset (1930) nos convertimos en un hombre masa. No nos diferenciamos. Somos muchos haciendo tantas cosas distintas que al final resultan ser lo mismo. Lo que me lleva decir que estamos inmersos en la cultura de masas, término propuesto por Martín-Barbero (1987) afirmando que lo masivo no debe ser visto solo desde su amplia capacidad de divulgación sino como parte de una transformación social en la cuál se puede encontrar demostraciones de cultura.
Además, con el desarrollo de nuevas tecnologías a partir del siglo xx, se vislumbra una realidad: el mundo occidental está definido por los medios masivos de información y la industrialización, el capitalismo. Todo se mueve alrededor de esto. Propaganda y fama. Vender y comprar. Ya no existe nada que no posea valor monetario. A la vista de cualquier industria somos mercado: política, moda, arte, música, cine, educación, ciencia, alimentos, arquitectura, entretenimiento, relaciones personales, tecnología … Observemos que hoy en día nuestra vida se encuentra mediada, incluso, algunos se atreverían a decir que necesita de la tecnología, por eso es tan común escuchar en cualquier parte la pregunta “¿Tienes Facebook”? al conocer a alguien. Si analizamos a profundidad la implicación de que conocer a alguien me lleve a utilizar un celular o computador, tener Wifi y hacer parte de una red social para saber de su vida, repito, nos convierte en mercado al fin y al cabo.
Ambas ideas de mercado y cultura están tan presentes y son tan poderosas dentro de esta sociedad que da a lugar a que autores como Horkheimer y Adorno (1988) desarrollen el concepto de industria cultural que podemos entender como la mercantilización de todo aquello propio perteneciente a la cultura -con lo que no se debería comercializar- hacia un mercado homogéneo, dónde la música, las artesanías o incluso el arte se convierten en mercancía. El tema del arte también fue abordado por Walter (1935) quién explicaba que el paso por la industrialización de la obra de arte, su reproducción mecánica y en serie, hace que se pierda esa característica única y original (aura) que la hacían ser lo que es, aludiendo a un cuadro del pintor Vincent Van Gogh, de cierta forma ilustrando lo corrosivo y abrasador que podía llegar a ser el ansia de poder y dinero que nos exige la sociedad. Y sí, incluso antes de que se lograra enteramente una globalización, estos autores lograron ver lo peligrosa de esta situación, la creación de una sociedad dónde predominan entre otras cosas la industria, los estereotipos que homogeneizan, la reproducción en masa, las clases dominantes, imposiciones culturales, el comercio de el arte y lo más importante, la perdida de identidad del ser humano.
La industria cultural hace al mismo tiempo el papel de opresor y salvador de la colectividad. La mercantilización social es tan fuerte que te obliga a ser parte de un mercado para ser alguien, existir o ser aceptado, a cumplir ciertas características incluso físicas para pertenecer a un grupo, genera la división de las clases sociales, el rechazo a lo diferente, el condenar todo aquello fuera del sistema porque lo diferente está prohibido. Somos estándares.
Así como el arte, lo masivo ha hecho que nosotros también perdamos nuestra aura, nuestra esencia, aquello que nos hace originales y únicos, somos copias de los demás creyendo ser diferentes y libres, espejismo vendido desde hace mucho tiempo por la ilustración. Estamos tan inmersos en un sistema donde te venden hasta sueños de vida, que resultan ser los mismos que el de media humanidad y no nos inmutamos. Somos masa después de todo