Análisis de Percepción del Cine Ecuatoriano en La Construcción de La Identidad Nacional

Introducción

La presente investigación realiza un análisis etnográfico en el contexto local, respecto de cómo se construye, modula y reproduce la identidad nacional a partir de la lectura que establece el cine nacional en sus producciones: Ratas, ratones y rateros de Sebastián Cordero (1999), y Prometeo Deportado de Fernando Mieles (2010). Las películas fueron seleccionadas con base a la intencionalidad de sus realizadores por trabajar el tema de la identidad nacional en contextos diferentes. A partir de entonces, analizaremos las matrices culturales, las mediaciones que intervienen y las producciones simbólicas implícitas en nuestra raigambre cultural.

Desde 1895, fecha reconocida mundialmente del nacimiento del cine con los hermanos Lumière, la capacidad técnica de registrar y conservar en el tiempo una memoria cultural se ha visto fuertemente estimulada con la inserción del dispositivo cinematográfico. De esta manera, las sociedades modernas han podido mirarse y formular sus propias interpretaciones respecto de su origen, pertenencia y asimilación de la realidad, que finalmente los conduzca a evocar una adscripción identitaria. Y es que, el aporte cultural que representa el cine contribuye significativamente en ese proceso, visibilizando a los distintos frentes de la sociedad que al interactuar en el marco social, luchan por establecer una identificación y reconocimiento.

En el Ecuador, transcurridos 123 años desde la fecha inaugural del cine y 117 de su llegada al país, no existe una industria cinematográfica establecida ni gestión cultural permanente de parte del Estado o el sector privado que consolide una estructura formal de producción cinematográfica y el sector audiovisual. Los esfuerzos que realiza el Estado mediante la asignación de fondos concursables a través de ICCA, son una primera experiencia de la institucionalidad que sin embargo, sigue estando atada a los intereses políticos de los gobiernos de turno quienes han priorizado atender al sector audiovisual según intereses transitorios. Mientras, la inclinación de los públicos hacia el consumo cultural externo es una de las grandes vicisitudes que atraviesa la producción interna.

Lo cierto es que la irrupción de los diversos dispositivos de la información y comunicación, han dimensionado la construcción de identidades que trascienden fronteras y nos plantean ante nuevos escenarios y retos por descubrir. Por ello, será importante la lectura de los códigos, símbolos, significados y representaciones que ha trabajado el cine ecuatoriano en el transcurso del siglo XX y su ingreso al XXI; siempre con ese cuestionamiento de su pertenencia y aporte a la lectura de la identidad nacional. En ese sentido, la presente investigación será de carácter cualitativo y utilizará la etnografía visual como método de análisis. Esto permitirá observar, interpretar y analizar las producciones locales señaladas junto con las aportaciones teóricas de varios autores que se incorporan en el estudio tradicional de la historia nacional y en el giro decolonial que implica adoptar un sentido crítico a la realidad. Como antecedente general, tomaremos en consideración que la construcción de la identidad nacional en América Latina adquiere relevancia durante el siglo XIX, en el contexto de las repúblicas nacionales y la instauración de los proyectos modernizadores en la región.

Era natural que las élites fundantes de cada nación en nuestro continente, así como en otras latitudes, concentraran el poder político y establecieran mecanismos de diferenciación entre las nacientes naciones. Posteriormente, si consideramos que la lectura oficial de la identidad nacional en los distintos periodos de nuestra historia se ha visto influenciada por una mirada occidental que ha sesgado el principio de continuidad en el tiempo y el reconocimiento de la cultura vernacular indígena existente mucho antes de la llegada del mundo europeo. No es de extrañarse que los primeros en cuestionarse temas identitarias sean precisamente las élites fundantes de cada país quienes desconocían e ignoraban ese pasado histórico, y reconocían más bien el origen de su identidad en el inicio de la época republicana. Si en aquel entonces, las diferencias culturales eran muy marcadas y se establecían por discursos clasistas o raciales, en la actualidad parecería que el criterio de diferenciación se dispone a través del consumo cultural.

Como si fuera parte de un fenómeno propio de la modernidad, se han diversificado las percepciones respecto del origen de las sociedades modulando diversas expresiones identitarias. En la actualidad, se habla de una postmodernidad latente en América Latina debido a la transformación estructural que experimentan las sociedades. Esto traería consigo que en la noción de cultura se reconocería el componente de la hibridez (Canclini, 1990). En ese sentido, el auto identificación de los ciudadanos se ve mermada por el consumo cultural; y en el caso del cine, con las producciones de su preferencia. La relación ya no tiene que ver únicamente con identidades nacionales o culturales; ahora entran en disputa identificaciones de género, por disposición política, por consumo cultural, por estilos de vida, por muchas más posibilidades que solo se explican a partir de la diversidad de percepciones hacia temas de identidad.

Desarrollo

1. Comunicación y cultura

La constitución de la identidad en el escenario de representaciones sociales y modernidad capitalista, no sería un elemento determinado sino en construcción. La identidad existe bajo un modo de evanescencia, que tiende a afirmarse o desvanecerse según los regímenes de enunciación aplicados a los diversos contextos. En el contexto latinoamericano y en general la historia de la humanidad, la identidad producto de la codigofagia resulta ser evanescente, debido a que siempre está en peligro de perderse, sobre todo al verse influenciada por un mestizaje cultural permanente. En consecuencia, esa identidad se legitima al cuestionar, disputar o dialogar con otras experiencias identitarias, en ese juego de ambivalencias que encuentra a distintas experiencias identitarias. Para Gilberto Giménez (2009), “la identidad no es una esencia, un atributo o una propiedad intrínseca del sujeto, sino que tiene un carácter intersubjetivo y relacional” (p. 29). Es decir que se determina en la interacción con el otro (alteridad).

En la actualidad, al vivir en una sociedad históricamente influenciada por la cultura occidental, en medio de una vorágine de cambios tecnológicos y culturales, nos han inspirado repensar en nuestra percepción sobre la identidad nacional afectada por aquel consumo cultural. En un país relativamente pequeño, la pregunta por ¿Quiénes somos? nos adentra en una búsqueda emocional sobre nuestra identidad nacional, reflexionando sobre los distintos periodos de nuestra historia, y que en el ámbito comunicacional, constantemente produce y reproduce patrones culturales, conductuales, estereotipos, formas de vida y demás componentes desarrollados paralelamente por la cultura. Pensar en la identidad nacional nos traslada necesariamente en la línea del tiempo hacia el pasado. Si revisamos esa historia, la comunicación encuentra su origen en las primeras narrativas que devienen en la ancestralidad de nuestros pueblos originarios y que reside en la tradición oral, posteriormente escrita, y en lo que respecta a los nuevos escenarios digitales Esta serie de transformaciones han repercutido el campo audiovisual, y el cine sobre todo, ha dimensionado la comunicación destacándose como un medio sumamente cotizado y disputado por diversas áreas de estudio como: la historia, la antropología, la sociología, la psicología, el arte, la biopolitica, los estudios culturales, además de otros campos de investigación que buscan ser representados en el ámbito cinematográfico.

En ese sentido, la visualidad toma relevancia en el análisis al encontrarse fuertemente mediada por la imagen que se produce y reproduce alrededor de una pantalla. Así, la categoría de visualidad no mide fronteras disciplinares y se convierte en un área de estudio trascendente en la que se puede investigar y analizar los procesos de producción cultural que tienen su origen en la circulación pública de imágenes. Nicholas Mirzoeff (2003) explica que: “La distancia entre la riqueza de la experiencia visual en la cultura posmoderna y la habilidad para analizar esta observación crea la oportunidad y la necesidad de convertir la cultura visual en un campo de estudio”. (p. 19).

Por otra parte, la configuración de la modernidad Latinoamericana, y por extensión de su identidad, comparten como característica principal el mestizaje. En un periodo en el que los códigos culturales prehispánicos fueron destruidos por la nueva civilización dominante. Al mestizaje lo debemos entender como un proceso semiótico de “codigofagia” en el que: “el código identitario europeo devora al código americano, pero el código americano obliga al europeo a transformarse en la medida en que, desde adentro, desde la reconstrucción del mismo en su uso cotidiano, reivindica su propia singularidad.” (Echeverría, 2006, p.214). De esta manera, en las representaciones del indio y el español, se incorporan un conjunto de normas y códigos sociales que hicieron posible la convivencia armoniosa entre ambos mundos. Un proceso que la civilización occidental europea, pudo sostener desde su núcleo central gracias a la vigencia del código indígena que se había incorporado.

En este escenario, según Bartolomé (2006), la constitución la identidad de los grupos étnicos se identifica como un fenómeno asociado a la modernidad y sus concernientes cambios que evidencian componentes históricos, lingüísticos, culturales, pero más que nada, elementos de carácter imaginario que precisamente conllevan a la noción de una “identidad imaginada”. Las sociedades modernas se encuentran sujetas a permanentes cambios, y al estarlo, se han visto involucradas en un proceso social dinámico en el que la interacción es facilitada por medio de la lengua y así se genera nuevos mecanismos de comunicación.

2. Consumo cultural y construcción de sentidos

En la presente investigación consideramos el gran potencial del género cinematográfico aplicado al ámbito comunicacional, pues se entiende que ambos se mueven dentro de la lógica de la producción y reproducción de sentidos en los que precisamente se expresan y representan las identidades nacionales incorporadas al lenguaje audiovisual y su puesta en escena. Para la autora Carmen Rodríguez Fuentes (2011)10: “El cine es un medio de comunicación que proporciona, o puede proporcionar, diferentes modelos de representación de una nación. Porque los cineastas son mediadores de la sociedad y pueden contribuir a construir la identidad” (p. 80- 1). En su lectura, parte de la experiencia española, para explicar el hecho cultural que significa el cine y lo destaca como un componente determinante en la construcción de la identidad cultural de una nación, pues entiende que es aquí donde se apoya la identidad nacional. Entonces, ¿Cómo aporta el cine ecuatoriano en la constitución de esa identidad? Luego de 30 años, las imágenes en movimiento arribarían a nuestro país, con las limitaciones del caso, pero en calidad de espectáculo público.

En la segunda década del siglo XX, la apertura hacia la distribución y exhibición de películas fomentan ostensiblemente la producción local. Señala a este período como “una pequeña edad de oro” del cine ecuatoriano. (Granda, 1995, pág. 62) La tradición fílmica ecuatoriana iniciaría su recorrido adaptándose a los diversos formatos e incorporando la infraestructura adecuada a la época. Los registros fílmicos fueron incrementando y sus proyecciones estimularon el interés de las audiencias.

Para Bourdieu el principio de selección de la información en la actualidad consiste en la “búsqueda de lo sensacional, de lo espectacular, “incita a la dramatización, en un doble sentido: escenifica en imágenes, un acontecimiento y exagera su importancia, su gravedad, así como su carácter dramático, trágico”. (Bourdieu, 1996, pág. 25)

3. Comunicación, representación e identidad: análisis de percepción del cine ecuatoriano en la construcción de la identidad nacional

Si consideramos que la identidad colectiva de una nación se fortalece con la proyección de imágenes de esos recuerdos, personajes, momentos, relatos e historias; se genera un sentido de continuidad de nuestras narrativas acopladas a los nuevos formatos de consumo cultural. “A partir de la captura del tiempo, la tecnología cinematográfica posibilitó la capacidad de transportar fragmentos de experiencia, que se corresponden con la diversidad de espacios y culturas del planeta, y concentrarlos en el orbe occidental”. (León, 2010, p. 47). Por lo que resulta menester que realizadores, productores, cineastas y patrocinadores, introduzcan en sus producciones temáticas que precisamente trabajen estas realidades y formulen propuestas de identificación de lo nacional.”

En este marco, valoraremos la incidencia del medio cinematográfico en donde se construyen, modulan y re significan los códigos y prácticas sociales como parte de ese proceso de producción simbólica de la realidad. En la actualidad, el cine se ha convertido en un medio de comunicación que nos posibilita plantearnos la experiencia de la identidad en formatos cada vez más llamativos. “La repercusión del cine en la sociedad mexicana y señala a breves rasgos que los efectos emocionales y la relación de los públicos con lo ya conocido (en referencia a la historia nacional hasta la vida cotidiana) resultan ser factores claves para que una película agrade al consumidor”. (Estrella, 2017, pág.20).

La producción cinematográfica del Ecuador es un reflejo de sus tradiciones, su geografía, sus paisajes, su música y sus palabras, es todo lo que significa Ecuador. El cine ecuatoriano es un espacio de producción emergente que se ha reactivado en los últimos años: creadores, técnicos y productores se dedican a la búsqueda de nuevas narrativas audiovisuales a través de la experimentación cinematográfica. (Muhletaler, 2017, 73).

Para Stuart Hall (2010), quien estudia la categoría de la representación, ésta precisamente consiste en la “producción de sentido a través del lenguaje”. Pues entiende que toda faceta de la vida social, se encuentra mediada por el lenguaje, concebido por el propio autor como un sistema de signos y representaciones, dispuesto por códigos y articulado mediante diversos discursos. Como ya se ha dicho, el lenguaje crea realidades y permite que se desarrolle la identidad de las personas.

Conclusión

El ejercicio de la comunicación actual se debate en el advenimiento de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, en donde el cine se ha constituido en un medio en el que se construyen, modulan y resignifican códigos y prácticas sociales de las identidades como parte del proceso de construcción simbólica de la realidad. Eesta serie de transformaciones han dimensionado el campo audiovisual, y el cine se ha convertido en un medio de comunicación sumamente disputado por diversas áreas de estudio como: la historia, la antropología, la sociología, la psicología, el arte, la biopolítica, los estudios culturales, además de otros campos de investigación que buscan ser representados en el ámbito cinematográfico.

La comunicación y su carácter interdisciplinario nos permiten abordar una lectura sobre la identidad nacional entendiéndola como una construcción simbólica que demarca una relación intersubjetiva y relacional entre las distintas experiencias étnicas, de clase, género, cultura y demás construcciones que han sido creadas históricamente para definir fronteras nacionales y materiales en el inconsciente colectivo de los ciudadanos y las ciudadanas. Así, la identidad se legitima en la medida en que cuestiona, disputa o diálogo con otras identidades buscando legitimarse o actualizarse.

En el nuevo marco social, se presentan identidades y pertenencias múltiples que dan lugar a culturas híbridas. Si relacionamos este fenómeno con el advenimiento de las sociedades postmodernas influenciadas por la visualidad, al reproducir sus imágenes se diversifican también los espacios identitarios. En este nuevo marco, debemos plantearnos la existencia de identidades múltiples, sin banderas ni restricciones. Como resultado, ya no hablaríamos de una sola y esencial identidad homogénea, sino más bien, de la confluencia armónica de varias que al convivir en sociedad, luchan constantemente por su resignificación dimensionando la noción de lo heterogéneo.

10 October 2022
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