La Situación Educativa En Bolivia Y La Diversidad
Introducción
La situación actual de la discapacidad en Bolivia se establece por una clara situación de discriminación, desigualdad, exclusión y pobreza, lamentablemente esta situación nos indica que esta parte de la sociedad es víctima de discriminación en diferentes contextos de la vida social, generalmente no tienen igualdad de oportunidades y se encuentran sometidas a una permanente vulneración de sus derechos, por los pensamientos colonizados que conservamos basados en la inferioridad, compasividad, negación del otro e intolerancia, es necesario la construcción de una sociedad inclusiva, justa, respetuosa, tolerante, libre de discriminación y humana, que proteja y defienda la diversidad en todos sus aspectos.
La “diversidad” es un término que el maestro debe analizar críticamente, para generar una educación de calidad para todos en igualdad de oportunidades, y de esta forma apropiarse del sentido de “ser diferente” fortaleciendo las potencialidades y capacidades de los estudiantes, solo comprendiendo el verdadero significado de diversidad y su relación con la sociedad podremos generar espacios de verdadera inclusión educativa y por ende la mejora de la calidad académica.
Desarrollo
La diversidad humana se relaciona con la realidad biológica, psicológica y social, además de corresponderse con la identidad personal, que es la percepción que tenemos sobre nosotros mismos, relacionándose con la conciencia del existir. Este es un hecho real, objetivo, indiscutible e inevitable. Y considero que esta afirmación establece la dignidad del ser humano. Por ello en la actualidad y en diferentes escenarios escuchamos la enunciación de que “lo normal, es ser diferente” y nos aferramos al juicio de que en este mundo nadie es “anormal” por ser diferente, ya que, en tenacidad todos somos diferentes en una gran gama de aspectos.
Ante todo somos seres humanos, llevamos rasgos que nos distinguen, que nos identifican como tales, aunque cada cual es diferente a los demás en muchos aspectos. Como humanos todos tenemos talentos, podemos realizar muchas actividades que son exclusivamente humanas y que ninguna otra especie, por alto que se encuentre en la escala evolutiva, las ha podido hacer, ni podrá llegar a hacerlas, por ejemplo: planear acciones, fabricar instrumentos, hablar, leer, escribir, entre otras.
Todos podemos aprender y desarrollarnos, más aún cuando se crean condiciones favorables para el aprendizaje. No obstante, cada persona es aventajada para algunas actividades, en las que aprende mejor y más rápido, y no tan buena para otras. Por ser diferentes aprendemos de manera diferente con distinto ritmo y estilo, incluso algunos podemos tener limitaciones o desventajas por múltiples causas, por lo cual aprendemos más lentamente, con ciertas dificultades y necesitamos más ayuda, pero eso no disminuye en nada nuestra condición de seres humanos, ni niega la posibilidad de aprender y acceder al desarrollo. Los maestros debemos reflexionar profundamente sobre estas ideas.
Es sumamente injusto y refleja falta de sensibilidad etiquetar a algunos estudiantes como “incapaces”, “insuficientes”, “flojos”, “desastres”, “torpes”, entre otros, porque aprenden con mayor lentitud o más dificultad, necesiten más apoyo de sus compañeros, o requieran de la búsqueda y aplicación de otras estrategias, métodos y procedimientos didácticos por parte del maestro, más aun cuando se arriba a tales conclusiones de manera apresurada, sin ni siquiera detenernos a pensar y tratar de descubrir porque esos niños son así y cuáles son las causas por las cuales “no aprenden como los demás”. Es muy común que el origen de las dificultades en el aprendizaje se atribuya directamente al propio niño y a las particularidades de su intelecto, de ahí las denominaciones y calificativos que lo ofenden y lo rebajan empleados por los demás niños, su familia, e increíble y muy lamentablemente en algunos casos, también por sus propios maestros.
Existen niños que han sido víctimas de tales tratamientos de forma tan constante y sistemática que hasta ellos mismos han llegado a pensar y convencerse de que son “incapaces”, “insuficientes”, “flojos”, “desastres” o “torpes”, lo que les genera un sentimiento de impotencia, una bajísima autoestima que a menudo se lo denomina como impotencia aprendida o socializada, y conduce generalmente, a la desmotivación por el aprendizaje y por la escuela, frustración, agresividad u otras reacciones negativas. Con actitudes pesimistas por parte de los maestros, con esos calificativos irrespetuosos y discriminatorios no pueden esperarse otras reacciones y esto agrega a las limitaciones reales de esos educandos otras barreras evidentemente sociales para su desarrollo, nunca estimulación ni motivación de cualidades positivas y de capacidades. Una profunda reflexión sobre esta situación nos puede conducir a la plena comprensión de la tesis del eminente psicólogo Lev Semionovich Vigotsky, de que en la mayoría de los casos de los denominados “niños con defectos” las barreras sociales constituyen obstáculos mayores para el desarrollo que las propias discapacidades de índole biológica.
A pesar de la afirmación de la Dra. Cristina Laborda, con la cual coincido totalmente, de que el termino diversidad no es un concepto nuevo ni es el último avance en educación, ya que de hecho es un fenómeno consustancial al “problema” de educar que ha existido a lo largo de los tiempos, considero que verdaderamente no siempre se ha comprendido igual este concepto en las Unidades Educativas y en nuestro Sistema Educativo Plurinacional, sobre las diferencias existentes en los estudiantes, de su carácter objetivo, y de la forma más justa y desarrolladora de intervenir desde el punto de vista pedagógico.
Han existido momentos donde en los sistemas educativos prevalecía más bien una concepción contraria y se comprendía a la clase como un conjunto homogéneo o con un alto grado de homogeneidad, tomando en consideración la semejanza en las edades de sus miembros, “la madurez psicosomática alcanzada”, procedencia del mismo barrio y localidad y otras regularidades de la sociedad en que viven: costumbres, valores, influencias educativas generales, normas, entre otras. Incluso hasta se ha trabajado por lograr mayor homogeneidad en los grupos. Mucho se ha criticado, por ejemplo, la práctica de segregar alumnos para homogeneizar grupos.
Hoy conocemos que es profundamente injusto dar igual tratamiento a niños con niveles de desarrollo y necesidades muy distintas. El más elemental principio de la equidad en el tratamiento pedagógico, nos indica la necesidad de dar un trato distinto a personas diferentes para lograr más nivelación y el máximo desarrollo posible de capacidades en cada estudiante. Otro elemento sobre el cual vale la pena meditar es el papel que puede y debe desempeñar el colectivo en el desarrollo integral de la personalidad de cada uno de sus miembros si se sabe dirigir y emplear esa potencialidad: la socialización, el intercambio, la interacción, el modelo, la cooperación, el apoyo de los más aventajados, sin excluir sustituir, ni sobreproteger a nadie.
Por otra parte, complementaba esta situación que analizamos otro elemento que no favorecía una atención pedagógica efectiva a la diversidad del alumnado en la escuela: la excesiva centralización que caracterizaba a los sistemas educativos, de la cual se derivaban currículos muy cerrados y normas organizativas y metodológicas que todas las escuelas deberían cumplir y a las cuales todos los alumnos debían adaptarse. Eran escasas las potencialidades de realizar adecuaciones. El programa docente debía cumplirse en el tiempo indicado de manera general y por unidades en su inalterable secuencia de contenidos, y hasta se indicaban métodos y procedimientos, como una especie de “receta metodológica” para enseñarlos. Se elaboraban documentos para el maestro y orientaciones metodológicas que solían convertirse en indicaciones rígidas más que en verdaderas orientaciones o guía, sin margen para maniobrar de acuerdo con las especificidades de los contextos. No se concebía un proceso educativo flexible que respondiera a las demandas de los estudiantes. La escuela tenia, en tales circunstancias, poca o ninguna autoridad para efectuar transformaciones por muy necesarias que estas fueran. Poco se hablaba entonces de diagnóstico e intervención psicopedagógico en las escuelas que posibilitará conocer el “nivel de arrancada” o de partida de los estudiantes para dar oportunamente un seguimiento continuo y sistemático a sus demandas y necesidades en el proceso de aprendizaje. Tanto se había arraigado la concepción de homogeneidad de los grupos-clase que muchas personas, incluyendo maestros y otros profesionales, al oír hablar en los primeros momentos de diversidad o de pedagogía de la diversidad en la escuela, creían que se trataba de un tema privativo de la enseñanza especial en su limitada concepción de escuela especial.
Así mismo, ha existido reduccionismo en relación con la concepción de diversidad en la escuela cuando esta se ha asociado solamente con los alumnos y, por consiguiente se atribuían solo a ellos sus problemas y dificultades, sin considerar que muchos otros factores, diversos también, influyen directa o indirectamente, positiva o negativamente, en su aprendizaje y desarrollo, entre estos porsupuesto, nosotros los maestros.
Los maestros también constituimos una diversidad, con diferentes niveles de desarrollo, diferentes recursos psicopedagógicos, culturales y metodológicos, diferentes capacidades y necesidades. Los contextos familiares, comunitarios, escolares y socioculturales, en general, constituyen una amplia y compleja diversidad que imprescindiblemente deben tenerse en cuenta en la dirección del proceso educativo. Todo influye y confluye en un miso centro: el niño, nuestro estudiante, y todo puede educar o mal educar, facilitar, servir de barrera o frenar el desarrollo. Una labor educativa verdaderamente preventiva no puede desconocer ningún elemento del sistema de influencias.
Es imprescindible, como punto de partida que en la escuela debe haber una clara concepción de que existe objetivamente esa diversidad en nuestros alumnos y de que debemos responsabilizarnos con el desarrollo de todos. Es preciso conocer también que son diferentes otros elementos que mediatizan el desarrollo de cada escolar. Por cuanto trabajamos con una diversidad de educandos, que difieren en muchos aspectos y, sobretodo, en sus niveles de desarrollo y preparación para el aprendizaje escolar y general, es necesario diagnosticar nuestra realidad. Diagnosticar en este caso, equivale a conocer profundamente a quienes debemos educar sin ello no podríamos organizar convenientemente el proceso educativo, no sería posible disponerlo todo de manera que logremos para cada cual una unidad de influencias educativas positivas que lo promueva, estimulen e involucren en su desarrollo. Conocer al niño y su entorno y como interactúa con este es el primer paso que debe dar el maestro, para poder asegurar una educación de calidad para todos. Ello presupone conocer ante todo, los siguientes aspectos:
- Las causas y los tipos de discapacidad que prevalecen en nuestro contexto, para generar espacios de prevención en la comunidad o informar para que se brinde una adecuada estimulación integral desde la edad más temprana.
- Realizar una autoformación con relación al manejo adecuado de sistemas alternativos de comunicación para personas con discapacidad, como el Sistema Braille y Lengua de Señas Boliviana.
- Su entorno familiar, para coordinar con los miembros de la familia apoyo desde el hogar.
- Investigar y apropiarse del manejo acorde de tecnologías de la información y comunicación, estrategias y metodologías educativas y su aplicación en el desarrollo curricular.
- Apropiarse de las nuevas concepciones inclusivas sobre discapacidad, dificultades en el aprendizaje y talento extraordinario, establecidas en la normativa legal de nuestro país.
- El maestro debe saber observar bien a sus estudiantes durante todos los momentos del proceso educativo para captar e interpretar todas las señales que cada niño emite.
- Establecer adaptaciones de tipo curricular oportunas y pertinentes para potenciar la igualdad de oportunidades en la escuela.
Conclusiones
En la actualidad, las Unidades Educativas de nuestro país deben afrontar muchos desafíos que puede obstaculizar la inclusión de los niños con discapacidad en el proceso educativo como el acoso escolar, intimidación, maltrato físico, verbal o psicológico, entre otros, a veces muchas UE minimizan o ignoran estos casos, en especial con niños con Necesidades Educativas Especiales, pues en aquellos niños que tienen una dificultad en el aprendizaje como la Dislexia, por ejemplo, se lo puede asociar como mal comportamiento, niños distraídos o “flojos”, pero se sabe que en esta franja estudiantil el acoso entre compañeros puede conducir a consecuencias como el abandono escolar, la carencia de habilidades sociales, ansiedad, depresión, trauma psicológico y físico, y puede llegar al suicidio en algunos casos graves. Estamos conscientes que el termino diversidad es esencial para la inclusión, pero nos falta mucho por trabajar.