La Vida Después De La Muerte Y El Alma
No es posible encender en otros seres la llama que iluminó todos los caminos del hombre sobre la tierra sin tener en cuenta -y de una manera viva- el problema de lo que vendrá después de la muerte. Es de todo punto imprescindible anotar que un vivo temor, fuera de toda lógica, asalta a los occidentales cuando se enfrentan con la proximidad de la otra orilla. Existen excepciones entre los místicos y entre aquellos que poseen una fe profunda; pero son excepciones. Lo corriente es que el ala del terror se apodere de aquellos que se hallan en el trance de abandonar el mundo. Alguien dijo una vez que la tierra sólo es abandonada por quien quiere abandonarla. Esto lo conocen a fondo todos los filósofos orientales, muy en particular los hindúes. Este concepto fue en cierto modo inaccesible a las inteligencias de Occidente hasta que algunas mentalidades superiores de Oriente, quienes a su vez conocían a fondo la mentalidad occidental, se dedicaron a aclararnos el problema. Entre los que emprendieron esta tarea sobresalen hivekananda y Ramacharaka. El primero, para emplear una expresión occidental, se expresa en un idioma metafísico; el segundo, es eminentemente práctico, por cuanto ha comprendido más de cerca las necesidades de Occidente.
No involucremos a la fe en la discusión, quiero tratar este asunto desde un punto de vista completamente filosófico. La mayoría de los filósofos han estado históricamente de acuerdo en que la muerte no es el final, sino el comienzo de algo diferente (si bien han discrepado sobre qué forma concreta adopta esa vida ultraterrena). Esto supone la aceptación de la existencia de un alma inmaterial dentro de cada uno de nosotros que sobrevive a ese gran trauma que es la muerte, la separación de nuestro cuerpo. Esa alma suele ser considerada de naturaleza racional. Es decir, es inmaterial porque trata con objetos inmateriales como las ideas y los conceptos.
Según estos filósofos aquello que se relaciona con lo inmaterial ha de ser también inmaterial. En el Fedón o sobre la inmortalidad del alma, diálogo maravilloso de Platón, se nos ofrece el siguiente argumento: puesto que el alma es el principio de vida, es imposible que muera, puesto que iría en contra de su misma esencia. Sería como decir que es posible convertir al 3 en un número par. Filósofos posteriores, como los racionalistas, afirmarán que el alma humana es tan diferente al cuerpo que no existe en realidad relación alguna entre ambos. De este modo, el cuerpo se disuelve tras la muerte, pero el alma no sufre cambio alguno. La humanidad está hipnotizada por la idea de la muerte. El vulgar empleo de esta palabra denota la ilusión. En labios de quienes debieran tener mayor conocimiento oímos expresiones como las de ‘la implacable guadaña de la muerte’, ‘tronchada en la flor de su edad’, ‘desaparecido para siempre’, ‘todo acabó para él’, ‘pérdida irreparable’, etc., al hablar de una persona que acaba de marcharse de este mundo, como si diesen a entender que ha dejado de existir y ya no es nada. Sobre todo en el mundo occidental predominan estas pesimistas y escépticas ideas, a pesar de que la religión cristiana allí prevaleciente describe las delicias del cielo en tan vigorosos y atractivos términos que todos sus fieles deberían desear el tránsito a tan feliz y dichosa vida. Si los cristianos creyeran sinceramente lo que su esotérica religión les enseña y promete, en vez de lamentarse amargamente y vestirse de luto cuando alguno de sus deudos y allegados muere con las debidas disposiciones, habrían de entonar cantos de júbilo y engalanarse floridamente por haber pasado el ser querido a la dichosa, feliz y bienaventurada vida celeste. Lo que llamamos muerte o destrucción, aún del más insignificante ser inanimado, no sé más que un cambio de forma o condición de su energía y actividades. Ni siquiera el cuerpo muere en el estricto sentido de la palabra. El cuerpo no es una entidad sino un agregado de células que sirven de vehículo a ciertas modalidades de energía que las vitalizan. Cuando el alma deja el cuerpo, las células se disgregan en vez de agregarse como antes. La unificante fuerza que las mantenía agregadas retiró su poder y se manifiesta la actividad inversa.’Nunca está el cuerpo más vivo que cuando muerto.’ ‘La muerte no es más que un aspecto de la vida, y la destrucción de una forma material es el preludio de la construcción de otra.’
Una de las preguntas más frecuentes de quienes comienzan a interesarse por el misterio de la otra vida es: ‘¿Qué le sucede al alma inmediatamente de salir del cuerpo?’ Muy deplorables son las respuestas que dan a esta pregunta muchas de las tituladas autoridades en el asunto. En verdad, ‘es muy peligroso el conocimiento deficiente’. Las personas vulgares se figuran que en cuanto el alma se desprende del cuerpo físico entra en un nuevo mundo de actividad, en un maravilloso país de extrañas y misteriosas escenas. Muchos esperan encontrar después de la muerte a los seres queridos que les precedieron en la partida de este mundo.