Madre Nuestra Que Estás en la Tierra
En «Madre nuestra que estás en la tierra», de Istarú, se plasma la idea de identidad femenina, por medio de cuatro generaciones de mujeres pertenecientes a la misma familia. La obra está conformada por los siguientes personajes: hija, madre, abuela y bisabuela; quienes han sufrido por el modelo que el patriarcado les obliga a seguir, pues al simular ser la «mujer correcta» acaban con sus sueños y su libertad.
Las mujeres (abuela, madre e hija) conviven en el mismo espacio físico; sin embargo, Amelia y Dora tienen una visión tradicional, mientras que, la bisabuela y la hija tienen un pensamiento liberal sobre la mujer, por lo tanto, es posible afirmar que su caracterización es contrastante. En primer lugar, se muestra que para Amelia el matrimonio significó la pérdida de su libertad, dejando sus interés de por medio y cumpliendo la labor de buena esposa, lo cual se evidencia en el deseo suprimido de ir al cine, tal situación la hizo recurrir a la oración y a la resignación para ser sumisa e ideal para su marido.
En segundo lugar, se recalca la figura del machismo por medio de Dora, la cual censura a su hija constantemente, aludiendo a que debe comportarse como una «señorita decente», con el fin de que su hija consiga esposo. También ella se queja de los problemas económicos en los que se encuentra la familia; no obstante, no busca la forma de trabajar porque lo considera incorrecto para la mujer. A diferencia de ella, Amalia y Julia sí trabajaron, una como costurera y la otra de secretaria en una oficina, lo cual se enmarca dentro del machismo puesto que son profesiones estereotipadas en la sociedad al ser consideradas para «mujeres». Para este personaje el matrimonio resuelve muchas situaciones que viven las mujeres, tal como los problemas económicos, de esta forma, se repercuten las ideas bajo las cuales ella fue criada, en donde la mujer depende del hombre en diferentes ámbitos de su vida.
En tercer lugar, se encuentra Julia, mujer sufriente debido a que no siguió el modelo deseado por su madre, la cual destruyó todos sus sueños, aspiraciones, autoestima, etc., ejemplo de esto, se da en las repetitivas acusaciones sobre la moral de su hija. A pesar de las sentencias recibidas, Julia mantiene relaciones fugaces con sus compañeros de trabajo, lo que para Dora es incorrecto, pues considera que la mujer debe llegar pura al casamiento, porque una «mujer usada» no le interesa a ningún hombre. Aquí se observa que el sufijo –illa posee una connotación indecorosa, porque la madre le dice «mujercilla» cuando se refiere a ella como inmoral.
En relación con lo anterior, la obra manifiesta una relación opresor-oprimido entre estos personajes, Julia experimenta las repercusiones del discurso abusivo de su opresora, para quien es necesario que su víctima sea débil mental y emocionalmente.
Aunado a ello, Eva, quién vivió en un régimen autoritario donde no pudo estudiar por el simple hecho de ser mujer, se diferencia del resto de las féminas porque logró viajar e ir al cine, lo cual era un sueño que no pudieron realizar las demás. También, la bisabuela se muestra como un ente rebelde para el orden social, pues no es «bien visto» que una mujer fume, use ropa a la moda y mucho menos que se burle del patriarcado (en este caso, la Iglesia).
Por otro lado, las mujeres evocan constantemente a la figura masculina, la cual se mantiene ausente, puesto que Amelia y Dora son viudas y solo tienen el recuerdo de su marido, además, no se profundiza en el matrimonio de Eva y Julia es soltera, a pesar de esto, en el texto sobresale un discurso patriarcal y machista. En este caso, el varón es un ser que se puede liberar de las ataduras del encierro (casa), mientras que la mujer está limitada al espacio del hogar, esto se ejemplifica cuando Amelia menciona que solo las mujeres son verdaderamente de los padres de familia.
La estructura temporal se da a partir de tres actos, los cuales transcurren en la época de Navidad. Los dos primeros se desarrollan en Nochebuena, mientras que, el tercero sucede en la madrugada del 25 de diciembre; cabe enfatizar que existe la diferencia de 5 años de un acto al otro. La estructura temporal del último acto cambia, en este caso, se deja atrás la oscuridad (noche) y se desarrolla en el amanecer, por lo tanto, el tiempo se relaciona con la idea del nuevo nacimiento, tanto para la celebración navideña como para el personaje de Julia, quien era oprimida por el patriarcado, pero decide actuar según sus deseos.
El espacio donde se desenvuelve la obra es en una casa, la cual se caracteriza por tener una estructura tradicional y pasada de moda, por lo que se puede relacionar con la forma de pensamiento arcaico de Dora y Amelia. Por otro lado, es un sitio de opresión, ya que la persona que entre por esa puerta debe callar todo aquello contra el machismo. Además, se menciona que es fuera de la casa donde Julia logra tener relaciones fugaces porque no está el panóptico (madre).
El personaje de Julia está en proceso de formación, se encuentra confundida debido al traumático sistema de opresión que ha recibido por parte de su madre, por ello, Eva cumple un papel importante en la vida de Julia: es la única que le brinda comprensión, lo cual se puede justificar porque, a pesar de ser la bisabuela, tiene una edad aproximada a la de Julia, por lo que conlleva a que ambas posean percepciones similares. Además, en ella se presenta un doble a través del espejo de la casa, en el proceso de autoconocimiento, justamente cuando ella menciona que dentro suyo se encuentra algo vivo esperándola, se refleja Eva y realizan los mismos movimientos de forma que se liberan.
Por último, se tiene que dentro del escenario, la bisabuela se configura como un espectador más, debido a que al inicio de la obra solo se encarga de observar (espectadora, rol «pasivo») los acontecimientos de las tres mujeres; sin embargo, decide aparecer más adelante como un personaje (rol «activo»), a pesar de no poder ser vista por las demás.