México, El Imperialismo, Y Una Dictadura Militar
El régimen “fuerte” del general Díaz se edificó en torno a una dictadura personal de corte militar, que se adecuo a las necesidades de los diversos sectores con influencia en la vida económica y política del México de las postrimerías del siglo XIX (clero, ejército, hacendados, burguesía nacional y extranjera). La reelección fue la principal arma política que esgrimió un sistema que pretendió perpetuarse en el poder; los jefes políticos locales, los gobernadores estatales y el Presidente de la República ocuparon los mismos cargos durante decenios, lo que, lograron sobre todo, con la represión sistemática de los opositores a su régimen. También la actividad política estaba restringida a un pequeño grupo de hacendados que se autodenominaban “científicos”, cuya participación era limitada por las fluctuaciones mercantiles de las grandes potencias a las cuales exportaban productos agrícolas y mineros; destacaban por su comercio con los hombres de negocio mexicanos la burguesía de Inglaterra, Francia, Estados Unidos, España, Holanda y Alemania.
La dependencia económica de esta burguesía “nacionalista” hacia el capital transnacional quedo manifiesta al sentirse en nuestro país de manera aguda los efectos de la crisis capitalista mundial (1907-1908), cuyo principal resultado fue la baja de precio internacional del cobre, la plata y otros minerales.
Las consecuencias inmediatas no se hicieron esperar: se despidieron a miles de trabajadores mineros en los estados de Hidalgo, Sonora, Chihuahua, Durango; diversas industrias del centro del país cesaron a sus obreros y el encarecimiento repentino de los artículos de primera necesidad trajo un notorio descenso del poder adquisitivo del salario real que percibía el proletariado mexicano
De igual manera, la pequeña burguesía urbana y, en algunas regiones de la república los poseedores de pequeños ranchos, sentían nulificada su capacidad de ascenso social y económico, debido a la actitud empecinada de los altos estratos del gobierno de Díaz, que entorpecían la participación de pequeños inversionistas en sus estrechos círculos capitalistas; también las relaciones con el capital extranjero eran solamente controladas por un selecto grupo de encumbrados personajes del estado mexicano.
Esta situación empujó hacia un radicalismo pequeño burgués, a sectores amplios de la población urbana, que no encontraban mas salidas a su problemática que la lucha frontal con el régimen de Porfirio Díaz.
El campesinado mexicano no escapó a la voracidad del grupo en el poder, hacia 1910 sufría los efectos de una legislación agraria capitalista, cuyo origen era el viejo concepto liberal, que pugnaba por dotar a cada labrador de una pequeña propiedad; la ley “lerdo” y la de “baldíos, en la práctica se convirtieron en el instrumento legal para efectuar el sistemático despojo de sus tierras al campesino mexicano y obligarlo a transformarse en semiproletario o proletario desarraigado, que acudía a vender su fuerza de trabajo a las nuevas haciendas con criterio de explotación capitalista.
Durante el porfiriato, las tierras comunales y la pequeña propiedad agraria fueron absorbidas en gran medida por el latifundismo, como sucedió en el centro de la república, donde en un lapso no mayor de 20 años, desapareció el 90% de los ejidos. Así, al finalizar el régimen de Díaz solo el 15% de las comunidades indígenas en el país conservo su propiedad territorial.
La situación económica de las haciendas sufrió un cambio cualitativo durante la segunda mitad del siglo XIX, debido, sobre todo, al impulso capitalista que en forma unitaria, propiciaron el régimen Porfirista y los consorcios trasnacionales.
La política agraria del porfiriato se enfoco hacia un objetivo preciso, crear las condiciones técnicas y sociales que permitieran el desarrollo capitalista en el agro mexicano, por lo que se presiono de manera abierta los grandes propietarios rurales para que transformaran sus conceptos de producción.
Aunado a lo anterior, la carencia total de libertades democráticas en el campo contribuyo para que amplios contingentes agrarios estuvieran dispuestos a luchar con las armas en la mano con el fin de obtener la anhelada parcela de que habían sido despojados, debido a la notoria conjunción del estado, la iglesia, el hacendado y el imperialismo económico.
Otro sector desposeído, el incipiente proletariado, a pesar de la vigencia del artículo 925 del Código Penal (1-IV-1872), que imponía penas privatorias de libertad, que fluctuaban entre 8 días y 3 meses, y multas de $ 25.00 a $ 500.00 a quienes organizaron un tumulto o motín para obligar a subir o bajar los salarios, se organizó durante la etapa del porfiriato y sostuvo de manera continua la lucha por mejorar sus condiciones salariales y de vida. No obstante la “draconiana” disposición legislativa del Estado mexicano, el proletariado nacional llevó a cabo durante el período del porfiriato 75 huelgas en la industria textil y 60 en la industria ferrocarrilera; asimismo efectuaron 35 paros las heroicas trabajadoras de la industria cigarrera, 12 movimientos huelguísticos se registraron en la minería y 12 procesos de paralización de actividades desarrollaron los panaderos y los tranviarios.
El Partido Liberal Mexicano- fundado en San Louis Missouri, Estados Unidos, en julio de 1906, por esforzados militantes del movimiento obrero, quienes se vieron obligados a establecer su resistencia en el vecino país del Norte, pues la persecución policiaca desatada contra ellos por el régimen del caudillo “tuxtepecano”, había convertido en imposible su permanencia en territorio nacional-destacó ampliamente por su lucha abierta contra el aparto Estatal. Los postulados de este partido van a reflejar toda una serie de actitudes políticas encaminadas a terminar con la ya larga vida del régimen de Porfirio Díaz. Entre los principales impulsores de esta agrupación política destacaron Ricardo Flores Magón , Librado Rivera, Praxedis Guerrero, Antonio I. Villarreal, Juan Sarabia, Enrique Flores Magón y otros liberales Mexicanos; algunos de ellos, años después se reclamaron militantes activos del movimiento anarquista internacional.
El papel de dirección del Partido Liberal Mexicano en los movimientos huelguísticos de los ferrocarrileros, mineros y trabajadores textiles, dio un enfoque político y económico de gran trascendencia a las luchas obreras en la postrimería del Porfiriato.
Al final de la primera década del presente siglo, con la penetración del imperialismo, la consolidación del latifundismo, el descontento de la pequeña burguesía desplazada, los despojos sistemáticos de tierras a los campesinos, la nula libertad política, la actitud represiva del régimen en contra de las ideas de oposición, la miseria de las masas y la crisis económica nacional e internacional hicieron posible el estallido revolucionario del pueblo de México.