Michel Foucault y Judith Butler: Teoría del Sexo Reprimido

Historia de la sexualidad 

 La voluntad del saber de Michel Foucault nos explica cómo los discursos transgresores, sinceros y visibles respecto a la sexualidad, todavía presentes a comienzos del siglo XVII, se transformaron en prácticas secretas, discursos reticentes y disfrazados, intervenidos por el poder de la burguesía victoriana. En este punto, el autor plantea su teoría del sexo reprimido.

Michel Foucault nos comenta sobre la construcción de la sexualidad de como los códigos de lo grosero, obsceno y de lo indecente, si se los compara con los del siglo XIX son muy diferentes. Donde se va centrando en la burguesía victoriana en la cual la sexualidad se encuentra de alguna forma escondida donde la familia conyugal la absorbe y la toma como una forma simplemente reproductora. Ubicándonos en la Ley que tienen en donde la pareja legítima y procreadora es impuesta como un modelo, norma, detenta la verdad, retiene el derecho de hablar. En el espacio social y el espacio familiar, cada hogar tiene un único lugar de la sexualidad reconocida, utilitaria y fecunda (la alcoba de los padres) en lo demás no debe interferir en las personas que eran estéril eran considerados anormales y debían tener alguna sanción.

A lo cual se llega a la prohibición, razón para impedirles que hablen de él, hacerse los ciegos y no escuchar llegando a lo que conocemos como un represión propia la cual de distingue a las prohibiciones de la ley que se trata de una condena de desaparición, pero también como un orden de silencio, afirmación de inexistencia dando como hecho que no sucede nada y no se debe de decir nada. Podríamos ver la hipocresía en las sociedades burguesas.

La hipótesis represiva viene entonces a desarrollar dicha teoría. Fundamentada principalmente en el discurso sobre la sexualidad, tiene que ver con los discursos enmascarados; pero que al mismo tiempo resultan obvios. Un discurso sobre el sexo, con implícitos mecanismos de dominación ideológica, para vigilar y disciplinar la expresión genuina de la sexualidad como manifestación de sabiduría y de comprensión de la esencia de la energía masculina y femenina.

Respecto al discurso científico sobre el sexo, el autor señala que éste pretendió ser un discurso de verdad sobre el sexo, pero terminó siendo una ciencia subordinada a una falsa moral. En este punto hace una distinción entre las sociedades que expresaron una verdad sobre el sexo extraída del placer, que se dotaron de un arte erótica, como las sociedades árabes musulmanas, China, Japón e India, y nuestra civilización, la cual no posee un arte erótica pero si desarrolló unas ciencias sexuales, un mecanismo de control sobre el sexo que ha multiplicado los sermones sobre lo prohibido; pero “hay placer en saber sobre el placer”, por ello creció la necesidad de saber sobre el sexo.

El dispositivo de sexualidad es la cuarta parte de este libro, aquí Foucault dilucida la relación del saber con el poder. Para Foucault el dispositivo está determinado por las prácticas sociales y el poder que las atraviesa, a través de formaciones discursivas y no discursivas. En el caso del sexo y del deseo, existen mecanismos de poder que al producir sexualidad engendran sistemas represivos. No obstante, el placer y el goce son vías privilegiadas para acceder al poder, conforman un andamiaje en donde hay uno que ejerce el dominio sobre otro. De acuerdo con Foucault, “Occidente conoció desde la edad clásica una profundísima transformación de esos mecanismos de poder”. Estas transformaciones, entre otras cosas, llevaron a desplazar el derecho de muerte a las exigencias de un poder que administra la vida. De allí que el sexo, acceso a la vida del cuerpo y a la vida de la especie, se transformó en una matriz de las disciplinas y principio de las regulaciones. Nosotros, dice Foucault, estamos en una sociedad del sexo o, mejor, de sexualidad. En nuestra sociedad, los mecanismos de poder se dirigen al sexo, al cuerpo a la vida, a lo que la hace proliferar. “Salud, progenitura, raza, porvenir de la especie, vitalidad del cuerpo social, el poder habla de sexualidad”.

Las mujeres como sujeto del feminismo

La teoría feminista ha asumido que existe cierta identidad, simbolizada por la palabra mujer/mujeres, que representa a las mujeres y que sirve para inscribir sus intereses en el discurso (por ejemplo, hablando de “los derechos de la mujer” o ‘la identidad de la mujer’). Si entendemos que la representación lingüística sirve como criterio mediante el cual se originan los sujetos mismos (en tanto se ubican en la red de relaciones intersubjetivas que es la sociedad o el grupo), entenderemos también que la palabra (en este caso, “mujeres”) solo puede representar a quien se reconozca en ella.

Pero dice Foucault, teórico francés con el que Butler lleva a cabo un diálogo constante durante la obra, que los sistemas de poder producen a los sujetos a los que más tarde representan. Es decir que desde el propio poder (poder que es siempre horizontal y está siempre presente, el lector deberá aquí abandonar la arquetípica imagen del poder como instancia lejana y autoritaria) se dice quién es quién y qué significa ser qué (por ejemplo, qué significa ser mujer, o ser hombre, o ser bueno, o ser ciudadano). ¿Y si es el sistema patriarcal, el poder masculino, el que ha “creado” a la mujer? Entonces, dice Butler, recurrir a un sistema que oprime a la mujer para la emancipación de las “mujeres” será abiertamente contraproducente. Es decir, el mismo sujeto que lucha contra el patriarcado ha sido creado… por el patriarcado, al igual que (lamento el spoiler) al final de 1984 se descubre que la Resistencia contra la dictadura era una creación de la propia dictadura. ¿Puede el feminismo luchar empleando las categorías que el propio sistema ha creado, en este caso la idea de “mujer”?

Por otro lado Butler explica que en todo sistema político (esto es, de poderes, o sea, en toda sociedad humana) existe siempre una ilusión ficticia de un ser previo al sujeto, es decir de un sujeto paradójicamente previo al sujeto. Esto es, de una cosa que es previa a su señalamiento lingüístico y a su contenido normativo. Por ejemplo, podríamos pensar que la mujer existe antes de que se señale como mujer. Esto es, sería lógico imaginar a un sujeto antes de ser sujeto, porque al final y al cabo al nacer no tienes identidad alguna y sin embargo poca duda cabe de que existes. No obstante la autora advierte de que se trata de una ilusión. Esto porque el sujeto no es hasta que le señala como tal, y si se quiere insistir en la idea del recién nacido que aún no ha sido arrojado a la red cultural de su sociedad diríamos que es un ser humano pero no un sujeto (de algún modo ese bebé ‘no es aún’). ¿Qué había antes de “la mujer”? Nada. Ni siquiera podríamos decir: “bueno, había un cuerpo femenino, con vagina, pechos, zonas erógenas, ciertas hormonas, rasgos distintos”, porque esto también tiene que ser señalado y será característica del sujeto-mujer. Imaginar ese momento anterior, ese “sujeto antes de la ley”, es para Butler el equivalente a imaginar un estado de naturaleza anterior a la sociedad. Y añade: “Quizás el sujeto y la invocación de un antes temporal sean creados por la ley como fundamento ficticio de su propia afirmación de legitimidad”. La autora plantea una idea fundamental para todo su marco teórico: no existe el sujeto pre-social, no existes ni tienes contenido antes de que desde la sociedad te señalen con una determinada identidad.

Siguiendo con el problema del significante “mujeres”, se advierte de la falsedad que implica pensar que un solo término con un cierto contenido detrás (esto es, el contenido que le damos al ser-mujer, lo que se entiende que sean las mujeres) puede agrupar a todas las mujeres (es curioso y sintomático de la falsedad de ese término lo paradójico de lo que acabo de escribir: “no se puede representar a todas las mujeres bajo el término mujeres”, aparentemente un enunciado absurdo o carente de sentido pero que, si el lector me sigue, verá que no lo es, lo que ocurre es que me faltan palabras para agrupar a todo ese amasijo que son las ‘mujeres’). Y Butler continúa afirmando que no puede existir ni un feminismo universal ni un patriarcado universal, pues hablando de tales situaciones nos dejamos atrás toda la diversidad cultural y los muchos marcos existentes. De algún modo el feminismo occidental (¡pero también el patriarcado occidental!) se presenta como universal, y por lo tanto existirían feminismos “periféricos” y señalados como exóticos (por ejemplo, lo que se ha denominado feminismo islámico, que tiene su contraparte en un patriarcado islámico, por cierto pensado como barbarie esencial de Oriente Medio).

El orden obligatorio de sexo/género/deseo

En este apartado Judith Butler comenta la clásica distinción entre sexo y género. Según el relato oficial y sistémico, todos y todas tenemos un sexo biológico (o sea, un cuerpo sexuado, unas tienen pechos y vagina y otros tienen pene y barba) y por otro lado un género presumiblemente cultural, pero que encontraría sus límites en el sexo.

Bajo estas premisas Butler afirma que el género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza, sino que el llamado “sexo biológico”, que se presenta como hecho pre-discursivo (también pre-sujeto) y como superficie políticamente neutral sobre la que se levantaría el género cultural, también sería una construcción. Es decir, el sexo biológico (esa idea de que existen hombres y mujeres naturales antes de que se les señale como tal) sería un invento para legitimar la idea de género. Me recuerda a cuando los marxistas hablan de estructura y superestructura. Estos afirman (resumo y caricaturizo) que debemos entender lo cultural y espiritual de una sociedad a partir de su estructura material, y que una cierta estructura da una cierta superestructura, todo esto bajo la premisa causa-efecto que siempre es cuestionable. Pues este sería el discurso de quienes afirman la binaridad de sexo y género: existe una estructura material biológica (¿hormonas, cuerpo, cromosoma?) y sobre ella inevitablemente se levanta una superestructura, un género femenino o masculino, en función de si la estructura era femenina o masculina. Butler afirma que esa idea es falsa, y que la propia estructura material (el sexo biológico) es una simple invención de una situación supuestamente pre-discursiva, que ni es pre-discursiva ni crea tal o tal otro género.

Según MacKinnon afirma: «Suspendida como si fuera un atributo de una persona, la desigualdad sexual adopta la forma de género; moviéndose como una relación entre personas, adopta la forma de sexualidad. El género emerge como la forma rígida de la sexualización de la desigualdad entre el hombre y la mujer».’ En este planteamiento, la jerarquía sexual se y es consolidado el género a lo cual crea y consolida el género no es la nonnatividad heterosexual, sino la jerarquía del género la que se esconde detrás de las relaciones heterosexuales. No toda discriminación puede interpretarse como acoso; el acto de acoso se puede manifestar como aquel en el que una persona es «convertida» en un determinado género sin embargo hay otras formas de plantear el género. Debido a que, según Franke, es importante distinguir provisionalmente entre discriminación de género y discriminación sexual. Como es el ejemplo de, los gays pueden recibir un trato discriminatorio en el ámbito laboral porque su «apariencia» no coincide con las normas de género aceptadas. Y es por lo tanto es posible que acoso sexual a los gays no se trate a una obediencia al propósito de consolidar la jerarquía del género, sino al de promover la normatividad del género.

Conclusión

La sexualidad no sólo incluye el coito, como la sociedad dicta, si no también otros muchos tipos de prácticas sexuales, como el sexo oral o la masturbación. También podemos extraer mucha información sobre los métodos anticonceptivos, las enfermedades de transmisión sexual o los embarazos no deseados. Se aprecia también la diferencia de la sexualidad en las diversas fases de la vida de un ser humano, en su crecimiento y su desarrollo personal, la diferencia de prácticas sexuales, desde las orientaciones sexuales hasta las parafilias. Y por último hemos podido apreciar las aportaciones por parte de Sigmund Freud a este ámbito a modo de ciencia.

Bibliografía

  1. Butler, J. (s.f.). http://virtual.ups.edu.ec/presencial55/pluginfile.php/359091/mod_resource/content/0/El_genero_en_disputa_Buttler.pdf.
  2. FOUCAULT, M. (s.f.). http://virtual.ups.edu.ec/presencial55/pluginfile.php/351969/mod_resource/content/0/foucault_michel-historia_de_la_sexualidad_i_la_voluntad_de_saber.pdf.
05 January 2023
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