Mujeres Libres, Mujeres Vivas
Para empezar a entender por qué tantas mujeres piden a gritos que se respeten sus derechos y, sobre todo, su derecho a decidir, en necesario saber que hemos sido un grupo que a lo largo de la historia ha sufrido una serie de violaciones y humillaciones. No me refiero solo al hecho de que no pudiéramos votar o firmar algún trabajo de investigación con nuestro propio nombre, sino que fuimos, aún somos, consideradas por algunos como un objeto que puede ser manejado al antojo por el más fuerte. Como decía Eduardo Galeano: “Porque, al fin y al cabo, el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.”
Cuando el debate es sobre la despenalización del aborto y su legalización, el escenario que se presenta es dicotómico. Tenemos, por un lado, a quienes están a favor del respeto a la libertad de decisión y el cuidado de la salud; y, por otro lado, a quienes defienden la vida del nonato.
El aborto es prohibido porque con ello se instruye a la mujer que intenta huir del rol socialmente asignado dentro de una sociedad capitalista patriarcal. Por lo que, se le reprende cuando se atreve a corromper el rol de madre que debe cumplir, además, de la exigencia del amor incondicional que debe tenerle a la vida que lleva en ella, pues consideramos un acto aberrante el intentar destruir al hijo que llevamos en las entrañas. Es así, que se cuestiona también nuestra capacidad de amar y sentir compasión.
No solo la biología es la que de por sí determina la opresión de las mujeres, pues las formas de organización de los sistemas sociales dan sentido a lo biológico. Para María Baca Punero, el cuerpo no es más que un objeto biológico cuya representación es política y los conceptos de hombres y mujeres son creaciones políticas concebidas para dar un mandato biológico a dispositivos sociales en los que un grupo de seres oprime a otro.
Aseverar que es deseo de toda mujer cumplir ese rol también tiene una raíz biologicista, ya que asumimos ese deseo como una expresión “natural” de todo cuerpo considerado femenino en función a su genitalidad.
En 1948, la OMS (Organización Mundial de la Salud) definió la salud como “un estado de completo bienestar físico, psíquico y social”.
Partiendo de este punto, podemos sostener que la interrupción voluntaria del embarazo es una discusión que solo abarca únicamente a la mujer y sus derechos, sino que de por medio está la salud pública, por lo que le incumbe a toda la sociedad, sin distinción alguna.
Con un marco integral de salud y derechos sexuales y reproductivos, el aborto seguro formaría parte de las condiciones necesarias para que las mujeres puedan tomar decisiones sobre su fecundidad, libres de violencia y abusos. Por su parte, el aborto inseguro, como vimos, no solo es una incluye una cuestión de salud pública; sino que, significa un problema de equidad y justicia social. Puesto que, tanto los riesgos de complicaciones como las muertes a consecuencia de prácticas clandestinas y riesgosas, se dan en sectores vulnerables, por la falta de recursos e información.
Es por todo ello que el Comité de Derechos Humanos y el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer son los principales órganos de la ONU que se especializan en controlar e interpretar el derecho a la salud. La inquietud que manifiestan sobre las leyes que restringen el aborto y los riesgos que se genera para la vida de las mujeres es preocupante, por lo que advierten la revisión y enmienda de las leyes que penalizan o prohíben el aborto.
Lily R. Flah nos menciona que hay diversas opiniones de científicos tanto médicos y biólogos, como peritos en teología y filosofía, sobre el comienzo de la vida humana. Los cuales son: la fecundación, la implantación, la actividad cerebral del embrión, la viabilidad del feto y la relacionalidad y culturización del feto.
Si bien es cierto que, no hay un consenso unánime en la comunidad científica acerca del momento en el que la vida humana inicia, muchos consideran que ante la duda presentada es mejor proteger que abandonar a quién aún no puede reclamar su derecho a vivir. Es por ello que, considero que los peruanos debemos poner este tema sobre la mesa y llevar a cabo un debate alturado para poder logar una legislación que prevenga supuestos en los que la mujer podría acceder a la interrupción voluntaria del embarazo, garantizando el respeto a la Constitución Política del Perú y los Derechos Humanos consagrados en ella.
Es innegable la necesidad que tenemos por una discusión abierta e informada para acabar con la injusticia de las causas y consecuencias del aborto inseguro y lograr un aborto legal, seguro y gratuito.
Porque, queramos o no, los abortos clandestinos se dan y se seguirán dando. Debemos buscar soluciones para que no se pierdan más vidas. Es un problema que nos compete a todos nosotros, como sociedad comprometida con la vida y con los derechos humanos.
Una de las soluciones es incentivar la educación sexual y no banalizarla, pues las consecuencias para los adolescentes son terribles. Para terminar con los casos de embarazos no deseados y, consecuentemente, de abortos clandestinos se debe desarrollar la cultura sexual responsable y de respeto mutuo.