Noticias Falsas o Porque Estamos Desconectados de la Vida Real
Los procesos de globalización generaron una masificación del uso de los medios de comunicación, y en especial, de las redes sociales, donde se nos presenta constantemente información que moldea nuestras formas de pensar y razonar. Numerosas veces se cree sin cuestionamiento alguno lo que se escucha o lee en los medios, ya sea porque se presupone que los emisores están capacitados e informados, o simplemente por conveniencia o pereza. A su vez, nuestra fuerte conexión virtual muchas veces nos provoca estar desconectados de la vida real, y esta falta de conciencia provocada podría favorecer a la creencia de información sin ningún tipo de análisis previo. En el mundo de la comunicación de la era digital, las mentiras que producen ignorancia intencionalmente tienden a lograr su cometido ya que movilizan los sentimientos de los receptores. Esta realidad abre una interrogante: ¿Los hechos ya no importan?
El término posverdad esta relacionado a las circunstancias en las cuales las apelaciones a la emoción y a la creencia personales son más influyentes en la configuración de la opinión pública que los hechos objetivos. Si bien sus orígenes se remontan al siglo XX, fue elegida como La palabra del año por el Diccionario de Oxford, que atribuye la popularidad a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos y al referéndum sobre el Brexit. El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber define a la posverdad como la acción que realiza uno por leer de la realidad solo lo que le cuaja y le cierra a lo que previamente cree de antemano y quiere justificar, en el contexto de una realidad amorfa. Es decir, que hay conciencia al efectuar esta acción, pero no les importa estar equivocados.
Al estudiar la lógica detrás del accionar de los individuos y las razones por debajo de ese comportamiento, los investigadores Steven Sloman y Philip Fernbach consideran que los individuos almacenan en su cabeza muy poca información detallada ya que la mente no está construida para adquirir detalles sobre todos los objetos y situaciones: todos tenemos nuestras propias especialidades, más no nos es posible comprender todo sobre el mundo. En la mayor parte de los temas, sostienen, solo conectamos pequeños datos de información resumidos, y generalizamos los nuevos objetos y situaciones que se presentan en base a las experiencias aprendidas. Desde el principio de la civilización, las personas han desarrollado distintas especialidades en su grupo o sociedad, reconociendo que ninguna persona es capaz de hacerlo todo. Esta llamada división del trabajo cognitivo implica una colaboración constante en pos de los intereses de todos, por lo que podría afirmarse que este fenómeno esta altamente relacionado al sentimiento de pertenencia a una tribu. Pero, ¿qué pasa cuando este tribalismo genera a su vez un sentido de lealtad y creencia ante las perspectivas del grupo en su conjunto, sobre todo en la era digital?
Los algoritmos de Facebook, Youtube e Instagram se caracterizan en parte por su capacidad de recomendación personalizada a sus usuarios. Darle like solo a páginas que siguen nuestra línea de pensamiento, seguir a personas que representan nuestros ideales y tener recomendaciones de publicaciones que se ajustan a ideas preconcebidas generan una burbuja ideológica en cada uno de los consumidores. Si a este fenómeno se le suma el arraigo de la posverdad (y con su implicancia de que las creencias de las personas no cambian por más de que los hechos las contradigan), cabe plantearse la magnitud de los impactos políticos y sociales generados por las imágenes incompletas o distorsionadas del mundo que poseen los individuos.
Yuval Noah Harari sostiene que el ser humano se caracteriza por su amplia capacidad de crear ficciones y difundirlas, al ser en la práctica una de sus herramientas más fructíferas. Pensar entre todos es lo que le dió al homosapiens su ventaja sobre otros animales y provocó consecuentemente que individualmente sepamos menos de lo que creemos. A su vez, la estructura del sistema dificulta el descubrimiento de la verdad para aquellos interesados en encontrarla y facilita vivir en la ignorancia. Pero en los casos más extremos, ha habido sistemas que utilizaron las noticias y la propaganda para justificar regímenes totalitarios: a Paul Joseph Goebbels, político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda durante el nazismo, se le atribuye la frase “una mentira contada una vez sigue siendo una mentira, pero contada mil veces se convierte en verdad”. El mismo Adolf Hitler escribió en 1925 que la técnica de propaganda más exitosa implica limitarse a pocos puntos que serán repetidos una y otra vez.
Las noticias falsas no han sido todavía estudiadas en profundidad en Argentina, pero esto no implica que no ocurran. Chequeado, un medio digital sin fines de lucro que se dedica a la verificación del discurso público, ha hilado fino en su repercusión. En el país, han surgido numerosas páginas con el fin explícito de crear noticias falsas a modo de broma, mas no siempre los receptores detectan su falsedad y las consumen en Facebook: en 2017 una nota publicada por 12minutos.com, que aclara en su sitio su fin de creación de bromas, tuvo más de 35.000 interacciones. La circulación de fotos sacadas de otras situaciones y la republicación de noticias tergiversadas suelen ir más allá de las bromas y tener fines políticos, como cuando en 2017 ex funcionarios del kirchnerismo difundieron la imagen de una supuesta docente golpeada durante una represión de la Policía de la Ciudad cuando en realidad se trataba de una mujer atropellada en Venezuela a fines del 2015, o como cuando se acusó a Aníbal Fernández de llevarse boletas del cuarto oscuro en la campera en las elecciones del 2015 por una foto editada.
Si las noticias falsas y la desinformación tienen la potencialidad de impactar notablemente en nuestra vida diaria, ¿cómo podría afectar la manipulación de la opinión pública vía redes sociales en unas elecciones presidenciales? Es interesante analizar la ironía detrás del hecho de que un hombre cuyas declaraciones fueron elegidas como Lie of the Year en 2015 por PolitiFact (sitio web estadounidense sin fines de lucro que verifica datos y hechos) haya sido electo como presidente un año después. El debate presidencial estadounidense del 2016 abrió muchas controversias no sólo por el discurso de Donald J. Trump, sino también por reportajes negativos de los medios de comunicación, las noticias falsas y por la publicación de datos robados en Wikileaks, que redujeron las posibilidades de ganar de la representante demócrata, Hillary Clinton. Estos fueron rápidamente vinculados a rumores de intervención rusa, que Trump negó rotundamente durante el 2017, ganándose nuevamente el “premio” a Lie of the Year de Politifact.
Sócrates ya explicaba que la sabiduría consiste esencialmente en reconocer nuestras limitaciones y en especial nuestra ignorancia individual antes de Cristo, cuando las condiciones de vida eran incomparables con los avances técnicos, tecnólogicos y científicos de ahora. En pleno siglo XXI, todavía no somos capaces de aplicar esa enseñanza. Evidentemente, las personas somos más ignorantes de lo que creemos: todos sufrimos en mayor o menor medida de una ilusión de la comprensión. Reconocerlo, junto a la eliminación del conformismo pasivo con las noticias que se nos presentan, serían unos grandes primeros pasos para combatir la desinformación y los efectos de la posverdad. El desarrollo de un pensamiento crítico permitiría a su vez que cada individuo vaya más allá de lo que los algoritmos de nuestras redes piensan que queremos ver (o en algunos casos, lo que interferencias externas quieren que veamos) y percibir lo que realmente tenemos que ver. La cuestión es si se logrará desarrollarlo antes de que los fenómenos anteriormente mencionados continuen afectando a nivel nacional e internacional a variadas elecciones presidenciales con el poder de generar múltiples cambios a nivel político, social y cultural.