Oleadas Revolucionarias en América Latina Siglo XX

Introducción

América Latina en el siglo XX vio nacer distintas interpretaciones de realidad social, económica y política. Diversas sociedades y países han dado adoptado ideas distintas sobre lo que constituye su razón de ser, sus orígenes, su presente y su futuro. El nacionalismo, el desarrollismo, el socialismo y el comunismo han sido alusivos permanentes en la acción sociopolítica, quienes los han defendido no han sido sólo aquellas élites intelectuales, sino que también extensos grupos sociales que se han movilizado en pro de la realización de los ideales prometidos. 

Cada modelo ideológico fue en su momento eficaz orientando la práctica sociopolítica de notables grupos sociales. Sin embargo también tuvieron sus momentos de crisis los cuales expusieron sus debilidades más sustantivas. Estas ideas tienen en común el hecho de que aparte de haber sido parte de elaboraciones intelectuales más o menos sistemáticas, también el hecho de su uso como instrumento de movilización política. América Latina gozó de haber tenido intelectuales de renombre que no sólo hicieron grandes esfuerzos para estructurar los conceptos aludidos, a modo de formar una visión del mundo coherente y bien fundada sobre la realidad social del latinoamericano y de lo que se requería para forzar modificaciones en él, sino que además, gran parte de éstos se convertirían en participantes activos en el frente que contribuiría con la intención de volverlos realidad.

América Latina había sido signada por las revoluciones desde los tiempos remotos de Simón Bolívar. Para 1791, se desatan los gritos de revolución en Haití, que conducirían a su propia independencia, aperturando así el ciclo de las luchas emancipadoras en América Latina. Entonces, aunque la evolución histórica no puede reducirse a las revoluciones, éstas fueron sin duda estos procesos, triunfantes, fracasados o incompletos, los que constituyeron en momentos cruciales y decisivos que han determinado en gran medida la historia latinoamericana.

Aunque en este ensayo se hablará de la historia de América Latina, también es necesario hablar de la política exterior de Estados Unidos ya que es necesario conocer bien esta para poder analizar a Latinoamérica, ya que, por lo menos para el siglo XX, la historia de Latinoamérica se desarrollará en gran medida como consecuencia de las acciones del gigante norteamericano.

Desde finales del siglo XIX, hasta inicios de la Primera Guerra Mundial el Imperialismo verá su etapa dorada. Tomando como base inicialmente la famosa Doctrina Monroe (cuya esencia se pudiese resumir en la frase “América para los americanos”), y, posteriormente volviéndose mucho más agresiva tras su modificación a través del Corolario Roosevelt; Estados Unidos mantendrá una posición expansionista en relación a Latino América. Ello, puesto que su idea, en principio, consistía en desplazar la influencia europea del continente (y para finales de siglo, particularmente la británica) a causa de los disonantes intereses entre ambos continentes y las propias ambiciones de los estadounidenses.

En consecuencia, Estados Unidos será ahora quien pondrá la norma en el subcontinente, y, sobre todo tras la modificación de la Doctrina Monroe a través del Corolario Roosevelt que, como lo explica Sáenz E: “justifica la intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de los países de la América Latina si éstos, según el gobierno norteamericano, no sabían cómo «comportarse», especialmente en el pago de sus deudas”; supondrá el surgimiento de un nuevo esquema de ideas, matrices ideológicas y contradicciones, que definirán la dinámica de toda la centuria. 

Oleadas revolucionarias en América Latina siglo XX

Para ayudar a esclarecer un poco y sintetizar las diversas evoluciones que tuvieron lugar en este siglo, haremos uso del mismo sistema empleado por el profesor Mendible en su ponencia sobre “Las Oleadas Revolucionarias de América Latina”.

El profesor Mendible explica la posibilidad de compilar las revoluciones sucedidas durante el siglo XX a través de 3 períodos significativamente distintos, que, expresan las diferencias respecto a contexto histórico y cambios progresivos que fue experimentando el continente. Según Mendible, se habla de un período de revoluciones “Antilatifundistas” entre los años 1900 a 1930. Esto, dadas las condiciones que vivía el subcontinente para la época. El sistema capitalista, caracterizado por una división internacional del trabajo, configuraba a América Latina como centro productor de materias primas. De esta manera establecería a los centros industrializados en condición de dominantes gracias a su capacidad de controlar la forma de introducción de capitales en la región.

Es por ello que el caso mexicano resalta como uno de los más representativos de este período. Porfirio Díaz desde que asumió la presidencia en 1876 se fue inclinando progresivamente hacia la derecha, se transformó en un autócrata apoyado por la oligarquía latifundista, el clero conservador y, sobre todo, por los intereses imperialistas norteamericanos. El sentimiento antilatifundista en el país se deja ver muy claramente incluso antes de iniciar el conflicto. La Ley Lerdo sentaría antecedente importante de éste, y serviría de eje de división entre las dos facciones que ven génesis a lo largo de la escalada de conflictos: el grupo de los hacendados que eran cada vez más pudientes y el grupo de los peones sin tierras progresivamente empobrecidos

Ahora, Mendible también habla de un segundo período, el período “Desarrollista”que abarca desde 1931 a 1960. Esta etapa se puede explicar entendiendo primero que se concibe al desarrollo como un cambio de estructuras.  Haciendo referencia a palabras de Mendible, entendemos que, al hablar de desarrollismo es necesario entender los esquemas centro-periferia, dominador-dominado que existían para el momento, donde se configura Latinoamérica como monoproductor en relación desigual con la periferia (los países industrializados).

Desde comienzos de la década de los cincuenta el atraso relativo de América Latina es creciente. Cuba era probablemente en la década de los cincuenta el estado latinoamericano más orgánicamente vinculado y dependiente de los Estados Unidos, por lo tanto la Revolución Cubana se desarrolló en una etapa en que Estados Unidos ya había impuesto prácticamente su hegemonía en todo el mundo. Ante la posibilidad de que la pobreza, la desigualdad social y la prolongación de dictaduras corruptas favorecieran el triunfo revolucionario, los gobiernos de Estados Unidos intervinieron a menudo para impedirlo. Rencores pasados esparcidos en el pueblo que serían controlados por organizaciones armadas, y luego por los revolucionarios, se verían expresados a través de un fríamente organizado “ajuste de cuentas” luego de la toma del poder, y se profundizaría a través del desplazamiento de la clase dominante y la toma del capital extranjero. Sin bien Estados Unidos no llegó a invadir militarmente la isla, su intervención indirecta llegó mucho más lejos y sus consecuencias fueron más profundas, lacerantes y constantes, al grado que aún no han terminado. Además, el conflicto con Cuba llevó al mundo al borde de una conflagración nuclear.

Seguidamente, una tercera etapa, la etapa de las revoluciones “Democratizadoras”, tendrá lugar en el período comprendido entre 1960 y 1999; cuando América Latina comienza a ver el desplome de dictaduras militares en toda su extensión (Argentina, Brasil Chile y Perú son ejemplo de ello).

Otro ejemplo bastante significativo lo conforma Nicaragua, donde luego del derrocamiento del gobierno de los Somoza por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), comienza a hacer reflejo a lo interno de la dinámica que existía a nivel internacional. La contradicciones entre comunistas y capitalistas se integran en la realidad Nicaragüense cuando, Estados Unidos, ante el surgimiento de este nuevo partido (FSLN), pero de tendencia de izquierda (Socialdemócratas, socialistas, marxistas-leninistas y otras tendencias se veían en el partido) y de amplio respaldo popular. A partir de las políticas injerencistas de la llamada Doctrina Reagan, las “contras” (grupos contrarrevolucionarios) serán una de las maneras que usará Estados Unidos para asegurar que la Unión Soviética, antítesis de esa nación para el momento, no tuviese influencia alguna en el subcontinente, como medida para mantener la seguridad nacional.

Conclusión

Las revoluciones pretenden constantemente a transformar algo vigente que se considera injusto, desde las leyes hasta todo el orden social establecido. Por lo tanto también se puede explicar como una ruptura o cambio brusco del orden social, jurídico o político actual, mayormente por medios violentos. De ahí la resistencia contra un orden contrario a la conciencia jurídica de la mayoría y sostenido sólo por la coacción.

Normalmente, las revoluciones son dramáticas porque ellas nacen de terribles situaciones. En los procesos que se analizaron, las masas populares apoyaron decididamente la violencia revolucionaria en nombre de la justa transformación del régimen social, aunque resulta más difícil precisar hasta qué grado toda la tragedia generada estaba justificada a los ojos del pueblo, máxime tomando en consideración los excesos a que se llegó en México, sobre todo, durante la fase armada de la Revolución.

En este paralelo resalta que la política norteamericana ha estado gravitando de manera constante en todos los acontecimientos de estas tres revoluciones, aunque en México su postura fue mucho más ambivalente que en Cuba y Nicaragua, donde casi desde el mismo comienzo intentó aplastarlas con todos los medios a su alcance. Ello se podría explicar partiendo del contexto histórico mundial de estas últimas, surgidas en el periodo de la ‘guerra fría’, cuando la obsesión de los gobernantes norteamericanos se enfilaba a impedir la extensión del campo contrario. No obstante, tras la desaparición de la Unión Soviética no ha llevado a un mejoramiento sustancial de las relaciones de Estados Unidos con Cuba.

27 April 2022
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