Previstos Efectos de La Industrialización de África
Muchos expertos coinciden en el hecho de que África pasa a sustituir Asia como continente del crecimiento y del futuro. Durante la última década se ha desarrollado el fenómeno que se conoce como afrooptimismo debido a que el crecimiento del PIB y la inversión extranjera en aumento auguran una década favorable para el continente africano.
A partir del cambio de siglo, el África empezó a tener un patrón económico distinto. Durante los primeros diez años, las diez economías que más crecieron fueron africanas. Se ha estimado, por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que la mitad de los países con crecimiento económico para el año de 2019 son africanos. Además, el país con la economía con mayor crecimiento del mundo ha sido Ghana, seguida por Etiopía, Costa de Marfil, Senegal y Tanzania.
El PIB del continente se duplicó durante solo 12 años y este crecimiento económico se ha visto traducido en otros indicadores como, por ejemplo, en el auge de la clase media, que aumentó en 10 puntos del año 2000 al 2010. Debemos tener en cuenta que esta clase media todavía no está consolidada pero no podemos quitarle peso a la existencia de un 34% de la población perteneciente a esta clase, funcionando como catalizador para las economías africanas.
Es importante y muy esclarecedor tener en cuenta la afirmación que hace Carlos Lopes, ‘África ha crecido con rapidez, pero se ha transformado con lentitud. El crecimiento del PIB de un 4% previsto para el 2019 sigue lejos del mínimo de un 7% necesario para duplicar el ingreso medio en una década. Ello es debido en parte al hecho de que demasiadas economías africanas siguen dependiendo de la producción y la exportación de productos básicos’.
Muchos expertos afirman que una de las soluciones o necesidades del continente para experimentar una verdadera revolución económica es llevar a cabo un proceso de industrialización. Asentar fases de producción y prolongar la cadena de valor producida en el propio territorio, intentando así depender menos del exterior y diversificar la oferta económica. Bien es cierto que el mismo modelo económico no tiene por qué funcionar en todos los países africanos y, de facto, no lo hará. Existe el ejemplo de países como NINDIS cuyo PIB depende en un 90% de la producción de petróleo y, sin embargo, es una de las economías más estables en el continente ahora mismo. Por tanto, los países que cuenten con una gran fuente de recursos naturales pueden llevar a cabo una estrategia que se centre en estos y los demás intentar diversificar su economía lo máximo posible.
El proceso industrializador sigue aumentando, aunque lentamente de momento, gracias a inversiones en el sector automovilístico con la presencia de empresas como Peugeot, Renault, Mercedes o Volkswagen; en el sector textil en el cual empresas como Levi’s, H&M o Primark han establecido fábricas de confección de ropa; o en otros sectores como el aeronáutico o telefonía.
También podemos encontrar presencia de inversiones de procedencia local en el sector electrónico, con empresas como Condor Electronics en Argelia y Mara Group en Ruanda u otras en el sector farmacéutico con un peso equivalente al sector farmacéutico indio, con laboratorios Saidal, Biofarm y Merinal en Argelia, que producen un 47% de los productos médicos a nivel local, Aspen y Adcock Ingram en Sudáfrica y empresas de otras partes del continente en países como Angola, Camerún, Egipto, Etiopía, Ghana, Kenia, Lesotho, Marruecos, Mauricio, Nigeria, Tanzania y Uganda.
Otro fenómeno que estamos viendo es la deslocalización de la manufactura de bienes de poco valor añadido debido a la mejora de condiciones laborales en el Sudeste Asiático, que lleva aparejado consigo un aumento del coste final. Podemos apreciar como el fenómeno de deslocalización que vimos hace unas décadas desde Occidente al Sudeste, está migrando durante los últimos años hacia los países africanos.
Según la opinión de Irene Yuan Sun, una experta de origen chino que ha llevado a cabo el estudio a gran escala sobre la inversión china en África con la consultora McKinsey, afirma que tras invertir años de su vida trabajando como voluntaria en escuelas de poblados africanos, se dio cuenta que por muy entristecedor que fuese, su labor como profesora enseñando las conjugaciones irregulares de los verbos en inglés era mucho menos favorecedora que la que llevaban a cabo los empresarios chinos asentados en la región, a los que describe como capitalistas sin escrúpulos que tenían como único objetivo su propio beneficio. Sin embargo, afirmaba, aunque fuese sin una voluntad altruista, estaban creando puestos de trabajo reales que potenciaban el flujo económico sin el cual el conocimiento de la lengua inglesa era casi inútil, puesto que en su día a día en el poblado no la iban a utilizar.
Las conclusiones de su estudio fueron que la esperanza del crecimiento y desarrollo del continente africano residía en convertirse en la nueva fábrica del mundo. ‘Fábricas chinas en África: ése es el futuro que creará una prosperidad de amplia base para los africanos y llevará a la siguiente fase de crecimiento mundial a una gran fracción de la economía china. Eso es lo que hará que África se enriquezca y logre un cambio drástico y duradero en los niveles de vida.’
Por medio de ese proceso, África no sólo tiene la oportunidad de repetir el tipo de industrialización que se ha producido hasta ahora, sino también de mejorarlo; en la medida en que sea capaz de eliminar las tensiones aparentemente inevitables entre desarrollo y democracia, crecimiento económico y salud ambiental, podría lograr que al menos fueran menos severas. El tema puede ser viejo, pero la historia será nueva.
Irene afirma que China está aprovechando las ventajas competitivas de los costes de producción que ofrecen los países africanos. La razón es que la manufactura, a diferencia de la agricultura y los servicios, emplea mano de obra masiva en formas muy productivas que participan en la economía global. Y también que, a nivel individual, la industrialización permite a los agricultores de subsistencia atrapados en sistemas de intercambio muy locales transformarse en consumidores y productores en la economía global.
La otra cara del proceso industrializador impulsado por China en África presenta un lado oscuro. ‘Por medio de la industrialización China ha pasado de ser un país pobre y atrasado a erigirse en una de las mayores economías del mundo en menos de tres décadas. Convirtiéndose en la próxima fábrica del mundo, África puede hacer lo mismo’. Aunque la industrialización en África tendrá sin duda un lado oscuro, otra certeza es que el continente experimentará la industrialización de modo diferente a China. Los países y las sociedades africanas no se parecen a China, ni económica, ni política ni socialmente. Aunque las fábricas llevan a un conjunto de cambios predecibles cuando se establecen en cualquier lugar nuevo (desde el aumento de los ingresos hasta los escándalos laborales), la forma, la secuencia y el sabor de esos cambios varían considerablemente.
El informe ‘The next Factory of the world’ estudia el caso particular de cuatro países africanos: Lesotho, Nigeria, Kenia y Etiopía en relación con el interés y la inversión china. La realidad de cada uno de estos países es tan diferente que permite entender la enorme variedad africana y las distintas posibilidades de éxito que se pueden dar a lo largo del continente.
En el caso de Nigeria, que es el país africano con mayor población y mayor crecimiento demográfico esperado, el proceso industrializador está marcado por libertad de prensa, por el dominio petrolero en la economía y sobre todo, por una oferta de mercados de consumidores masivos que empuja a muchos empresarios chinos a dar salida a la sobreproducción de productos a precios muy bajos. Podríamos hablar de Nigeria como el principal objetivo chino.
El caso de Lesotho, es completmente la contraposición con Nigeria. Es un país rodeado completamente por Sudáfrica y sin salida al mar, tiene pocos recursos naturales y una de las tasas de infección de VIH más altas del mundo pero que, sin embargo, ha experimentado crecimiento económico debido a la mudanza de fábricas para empresas textiles como Khol’s, Reebok o Levi’s, pues incluso aquí las fábricas chinas han encontrado un nicho favorable aprovechando la política comercial de EEUU.
En el caso de Kenia, encontramos que hoy en día es el principal motor económico del oriente africano y destaca por su iniciativa empresarial e innovación, aunque el paro en la población joven es uno de sus mayores problemas, que va de la mano con la inseguridad provocada por tener como vecino al país Somalí. Lo que diferencia a Kenia de otras economías es sus reservas de silicio, que despiertan mucho interés, sobre todo de inversores chinos, en el mercado de las nuevas tecnologías.
Y, por último, es importante hablar de Etiopía. Este país es el único país africano que sobrevivió a la oleada colonizadora europea. Durante unos años vivió bajo un intento de economía socialista-marxista y a día de hoy se encuentra abriéndose hacia una economía de mercado, con sectores con control estatal que a muchos expertos recuerdan a China. Y debido a esto y a las buenas relaciones que los inversores chinos han logrado establecer con el gobierno del país, es otro de los focos principales del flujo de capital chino.
Tomados en conjunto, esos cuatro países no constituyen en modo alguno una imagen representativa de África, pero sí dan una idea por medio de varias dimensiones importantes: países grandes, medianos y pequeños; África oriental, occidental y meridional; economías ricas en recursos, pobres en recursos y en algún punto intermedio. A pesar de esos diferentes contextos, hay algo que comparten: en ellos echan raíces las fábricas chinas. Debemos prestar atención.
De cualquier manera, lo que es seguro es que uno de los eventos que más esperanza económica trae consigo tanto de puertas para dentro como para los inversores extranjeros es el AfCFTA. Tras su implementación, el continente africano se convertiría en la zona más grande del mundo de libre comercio. Esta realidad beneficiaría exponencialmente la mayoría de las economías y sociedades africanas, acercando a estos países a un crecimiento, en parte conjunto, apoyándose unos en otros y empujando a la creación no solo de una zona de libre circulación de comercio sino de personas.
De cualquier modo, sabemos que para que este gran empuje económico pueda llevarse a cabo y podamos ver materializados sus frutos, es necesario el desarrollo de todo un entramado de infraestructura capaz de facilitar no solo la producción de bienes sino también el transporte de los productos y también de las personas.
La Comisión Económica para África espera que el comercio intrafricano de la AfCFTA se expanda en un 52% (hoy se sitúa en un 20%) mediante la reducción a cero de los aranceles que gravan un 90% de los bienes comercializados en todo el continente. Sin duda, la transición no estará exenta de consecuencias, al menos durante un tiempo. La experiencia de los países que han pasado por esas transformaciones indica que existe di 6 81 un fuerte patrón histórico de empeoramiento de la distribución de los ingresos entre las economías rurales y urbanas durante las etapas iniciales de la transformación estructural.
Las tasas de crecimiento económico están impulsadas por diversos factores que se combinan, como la recuperación de los precios de materias primas de las que muchos países africanos tienen gran dependencia o, en otros casos, hemos visto un crecimiento de países sin recursos naturales que han experimentado un aumento de sus PIB relacionado, en algunos casos, con el crecimiento demográfico, que ha aumentado la demanda y el consumo. Este factor hay que cogerlo con pinzas debido a que sólo ha impulsado el crecimiento en los países en los que han sido directamente proporcionales el crecimiento demográfico y la rápida urbanización. En otros casos, este suceso ha tenido un impacto negativo debido a que si el crecimiento económico se sitúa por detrás del crecimiento demográfico el PIB es insostenible.
Por otro lado, encontramos que se ha dado durante las últimas décadas un aumento de la inversión extranjera directa en muchos países africanos, siendo esta uno de los principales canales a través de los cuales se incluye a África en la globalización y sus efectos.
Atendiendo a datos de los últimos años, Francia sigue siendo el mayor inversor en África, después le siguen Bélgica, Estados Unidos, Reino Unido y China. Esto es sorprendente porque en los últimos años no hemos parado de recibir noticias y bombardeos de información sobre el auge de inversión China en África, muchas veces, pareciendo que se posicionaba como el principal interesado e inversor en este mercado. Sin embargo, aunque gran parte de la inversión China responde a un proyecto increíblemente ambicioso como lo es la continuación de la Ruta de la Seda, los mayores inversores en la región siguen siendo países Occidentales.
De cualquier manera, hemos podido apreciar cómo ha ido aumentando el interés por realizar inversiones de capital directo en esta zona por muchísimos países a los que se han sumado, entre ellos, Brasil e India.
Este aumento de interés en el continente se ha debido a que de manera evidente nos encontramos con muchos mercados industrializados de Occidente que se encuentran relativamente saturados, por lo que muchos inversores han trasladado su capital hacia nuevos mercados. El principal atractivo africano en este caso se debe una desvinculación de la economía africana de la economía mundial, por lo que no siguen necesariamente los mismos ciclos económicos ni se ve afectada por los periodos de recesión que sufren las economías industrializadas. Aunque la crisis mundial de 2008 también provocó una disminución en los flujos de inversión directa no afectó de igual manera.
Además, el rendimiento de las inversiones africanas es uno de los más altos del mundo, y el principal objetivo de los poseedores de capital es la obtención de rendimientos de esos capitales. Los puntos fuertes de los mercados africanos son la ausencia de una fuerte competencia, puesto que mucho de los ámbitos están aún por explorar y desarrollar y cuentan con un grupo creciente de consumidores.
No podemos olvidar que África sigue siendo una mina de recursos naturales y esta es otro de los incentivos clave que promueve la inversión extranjera en la mayoría de países del continente de los cuales podemos excluir a Sudáfrica. En este caso no se debe a la inexistencia de recursos en este país sino a que ha dispuesto, por su propia cuenta, de infraestructura y conocimiento técnico como para explotarlos. En el caso de los países africanos dotados de recursos naturales, concentrar las energías en la explotación y transformación de la riqueza del país puede ser mucho más prometedor que tratar de diversificarse para no depender de los productos básicos. A pesar de las críticas a ese modelo de industrialización (debidas en gran medida al argumento de que es poco probable que promueva vínculos), las experiencias de otros países ricos en recursos como Argentina, Malasia y Tailandia, Australia, Noruega y Escocia muestran que dicho modelo puede dar lugar a un desarrollo económico. Los ejemplos de la propia África ponen de manifiesto que dicho modelo puede ser prometedor por lo que hace al desarrollo de los elementos de un ecosistema que promueva la innovación, el valor añadido y el empleo de calidad.
Uno de los factores más importantes que han promovido en los últimos años el crecimiento de las economías muchos países africanos y de la inversión de capital extranjera ha sido el aumento de la estabilidad política en algunos de los países. Esto ha propiciado la confianza suficiente y necesaria para que los inversores apostaran por esta región que no deja de ser un diamante casi en bruto.
Para combatir esta realidad, muchos expertos apuntan a que el crecimiento del continente deberá estar guiado por un modelo endógeno adaptado a la situación real del continente, y nunca en base a modelos exógenos con los que no veremos un crecimiento real o, en su caso, no será efectivo.
‘África muestra signos de prosperidad, pero mantiene el nivel de pobreza más alto del mundo y no está claro que el crecimiento económico pueda generar el empleo que necesitará una población que se doblará en la mayoría de países en el 2050. Sólo un sistema democrático que afronte las reformas necesarias puede tener éxito’.
Otro de los factores alentadores que llevan a muchos estudiosos a pensar en el auge africano para las próximas décadas es el crecimiento del turismo. Durante mucho tiempo el turismo africano se ha concentrado en pequeñas regiones o islas como pueden ser las Seychelles o las Mauricio. Sin embargo, durante las últimas décadas y, sobre todo, durante los últimos años la creciente estabilidad política de algunas regiones ha influido positivamente en la visión de países como Etiopía, Ghana, Tanzania o Senegal como destinos turísticos. Otros países como Egipto o Túnez, que ya disfrutaban de una buena afluencia turística se están recuperando tras un periodo un poco oscuro tras los sucesos de la Primavera Árabe y la presencia terrorista.
Sin embargo, lo que encontramos al analizar el crecimiento económico africano es que este no es inclusivo. Al combinar el PIB de los casi 60 países es que este sigue siendo inferior a países como Brasil y casi igual al del área metropolitana de ciudades como Chicago. Lo que se cree es que este crecimiento económico no está promovido por una industrialización y economía real por lo que las partes más desfavorecidas de la población, que encontramos que son la mayoría, no se ven beneficiadas por este crecimiento.
Tenemos el ejemplo de países como, por ejemplo, Ghana que, como comentaba anteriormente, se ha previsto que haya sido el país que cuya economía más ha crecido durante el año 2019 con un 7,7%. Sin embargo, el PIB es un producto económico nacional y no diferencia entre quien lo produce. Es así que, una vez que analizas la nacionalidad de la mayoría de las empresas que se encuentran asentadas en Ghana, el resultado es que la mayoría son extranjeras, con lo que un impacto real en la población ghanesa es casi inexistente. Encontramos que, si este crecimiento económico no va en comparsa con una mejora en las condiciones de vida humanas tales como las condiciones laborales, educativas y sanitarias y en la propia productividad, este crecimiento económico no logra ser un impulso suficiente para sacar a la población de la pobreza. La realidad es que el PIB aumenta, pero, sin embargo, el PIB per cápita no lo hace.