Prohibición de Incesto como un Problema Antropológico
(Saubidet, 2009, p. 2) dice que: “Incesto es lo contrario de la casta, es lo impuro, lo manchado, lo no casto. La palabra casta tuvo su desarrollo, según lo expuesto por varios autores hacia la idea de lo que se carece.” El problema del incesto es uno de las manifestaciones que pueden ser observadas en la mayoría de culturas. Es fundamental examinar la norma de la prohibición del incesto, ya que al otro lado de la disparidad sexual existe el principio diferencial de lo que asegura el cambio de la parte natural a la parte cultural. De tal modo, es eso lo que define la manera de establecer los vínculos matrimoniales entre los grupos sociales lo cual supondría que las familias solo pueden unirse unas a otras y no cada una por su parte. Esta ley universal, según explica Levi-Strauss (1969), a través de la necesidad de toda cultura de basarse en un sistema de intercambios para el cual la circulación de parientes es la piedra angular. Es decir, es una pauta que obliga a cada ser humano a entregar a los miembros de un grupo para que el círculo de parientes crezca y no solo para precaver defectos posibles de la descendencia incestuosa que tiene relación solo con cuestiones de reproducción. La prohibición del incesto no es una ley escrita como tal, sino más bien es una pauta cultural. Que trata de regular la endogamia y la exogamia, implica buscar el sentimiento de amor afuera de la familia. (Levi-Strauss, 1969).
Esta prohibición, es la única manifestación que posee al mismo tiempo una magnitud natural y una cultural: el carácter cultural radica esencialmente en que se trata de una regla establecida por el ser humano, mientras que, el carácter natural reside en que, al mismo tiempo, es una prohibición en dos sentidos. En primer lugar por su generalidad, y segundo lugar porque manifiesta el instinto animal de supervivencia del hombre, y sus fines van más allá de la sociedad o de la cultura misma es decir, satisface los deseos individuales muchas veces opuesto con a las convenciones sociales. El instinto sexual, por ser natural, no constituye por sí solo el paso de la naturaleza a la cultura, pero es el punto de partida para este pasaje a lo social porque, de todos los instintos, solamente el sexual necesita del estímulo del otro. Lévi-Strauss no se interesaba por saber cuándo en la historia del hombre se da el paso de la naturaleza, hacia la cultura. Este paso parece tan delgado y confuso que el tratar de delimitar exactamente dónde inicia la naturaleza y dónde inicia la cultura es algo complicado e imposible de probar. Resulta muy complicado buscar en la naturaleza el origen de las reglas como tal. Cuando estamos en presencia de la regla también estamos en presencia de la cultura. En este caso es una regla que va mucho más allá de algún impulso instintivo, es una regla pensada por el ser humano para el ser humano.
La regla de la cultura por excelencia es la del incesto. Ésta sería una regla social de carácter universal. Según (Camels, 2008, p. 2): “Lo que sucede con el incesto es que reúne lo que no puede, no debe ser reunido: parentesco y sexualidad.” La privación del incesto pasa el carácter particular para ser de carácter global; en cada una de las poblaciones del mundo está presente el tabú del incesto. El incesto limita con quién no se puede llegar al matrimonio, con quien no puedes tener relaciones sexuales con el fin de reproducción. Sin duda alguna no existe grupo en donde no se prohíba tipo alguno de casamiento, la prohibición del incesto más recalcada en la sociedad es la unión entre hermanos, padres e hijos, tíos y sobrinos, abuelos y nietos: confundir generaciones, mezclar la misma sangre, sin mejorar la raza. Consideradas culturalmente como una abominación; romper la prohibición del incesto es actuar contra la naturaleza e ir en contra de las reglas de la cultura, sería algo como dejar de ser humano. No solo alude a la sexualidad, sino también al derecho de tener hijos y a ejercer la maternidad y la paternidad. Tanto el incesto como la violencia familiar muestran que la implantación de las leyes culturales no puede quedar reducida a una tarea exclusiva de la familia. (Camels, 2007). Por ello cuando el incesto aparece estos indicios evidencian que toda familia es en sí misma fallida, si se la pretende como un sistema de reglas. Por tal razón varios investigadores señalan que al prohibir el incesto promueven la exogamia.
La exogamia es el único medio que permite mantener el grupo como grupo, evitar el fraccionamiento y el aprisionamiento indefinido que acarrearía la práctica de los matrimonios consanguíneos estos matrimonios no tardarían en hacer «estallar» el grupo social en una multitud de familias, que formarían otros tantos sistemas cerrados, mónadas sin puertas ni ventanas, y cuya proliferación y antagonismo no podría evitar ninguna armonía preestablecida. (Saubidet, 2009).El clan dentro de la tribu sería una prueba para demostrar el carácter importante de la exogamia y la evitación a toda costa del incesto, en consideración de otros además que el matrimonio exógamo resulta totalmente un beneficio social. Por lo tanto el problema del incesto, debe abordarse de manera urgente resituando el plano de análisis en nuestra cultura y sus formas de instituir las reglas. Pero para ello será necesario que a la vez interroguemos las propias teorías y las propias prácticas sociales. (Barg, 2012).
Este problema es algo que se ha venido dando desde hace millones de años atrás por ejemplo: hay incestos míticos de origen griego como el del dios Zeus que tomó incestuosamente a su hermana Deméter, con la cual tuvo a Perséfone, con quien a su vez cometió un doble incesto al tener un hijo con ésta.. Por otro lado, en la mitología bíblica se narra también casos de incesto y violación como el que interpretó Amón hijo de David que viola y engaña a su hermana Tamar y luego la rechaza. No obstante, se encuentran algunas excepciones históricas a la prohibición universal del incesto: tenemos los casos del Antiguo Egipto, Cleopatra, gobernó en matrimonio primero con uno de sus hermanos y luego con otro. En este caso primaba una razón de Estado que se podía resumir en el intento de mantener concentrado el poder en una familia y por conservar la dinastía. Sin embargo existen ciertas culturas y sociedades en las que las relaciones incestuosas son una práctica social común y aceptada. Este es el caso del Tíbet, donde está permitido el matrimonio entre individuos que tienen entre sí una relación de descendencia lineal. En ese sentido podemos hablar de aquel individuo relacionado con otro a través de la relación de filiación: patrifiliación, en el caso de la relación de un individuo varón o mujer con su padre biológico y, matrifiliación en el caso de la relación entre un individuo varón o mujer con su madre biológica. (Scielo, 2003).
Para concluir , el tabú del incesto comienza antes y llega más allá de la exogamia: La prohibición del incesto es menos una regla que prohíbe casarse con la madre, la hermana o la hija, que una regla que obliga a entregar a la madre, la hermana o la hija a otra persona. Es la regla de donación por excelencia. La exogamia y la prohibición del incesto mantienen en constante movimiento a la cultura, no permite un estancamiento humano, ventila el aire para que este no esté viciado, implantan un predominio de lo social sobre lo natural, lo colectivo sobre lo individual, lo organizado sobre lo arbitrario. Además por medio de la prohibición del incesto se alzan las paredes del sistema de parentesco, con los cuales se puede determinar el círculo de parientes y el de los allegados, de modo que ésta prohibición sirve, a su vez, de límite a las estructuras del parentesco que dibujan el rostro de la familia.