Difinición de la Masonería Contemporánea o Especulativa
Como hemos afirmado, la masonería contemporánea, llamada especulativa para diferenciarla de la anterior masonería operativa vinculada a los oficios de la construcción, tiene lugar en el declive de los gremios. En gran medida, este declive no es sino un reflejo del final de la sociedad medieval y el inicio de la sociedad moderna. Es una de tantas manifestaciones de la transformación de la sociedad que progresivamente abandona el Antiguo Régimen y se adentra en la sociedad capitalista.
Esta transformación en el seno de las logias no fue traumática, radical, ni brusca; aunque no estuvo ajeno a fuertes conflictos, como el protagonizado por el compañerismo, los restos de la masonería operativa, que se resistía a ceder el poder a los masones aceptados. No obstante de estos problemas, el proceso, en términos generales, fue una consecuencia natural aceptada por los masones que comprendieron que estaban en la transición de dos modelos de sociedad radicalmente distintos.
La masonería quiso que su acomodo en la sociedad, que surgía inevitable, conservara lo mejor del pasado a la vez que abrazaba lo mejor del futuro. Así, junto a una apertura a la ciencia y el pensamiento adogmático, la masonería conservaba la estima por lo espiritual; defendiendo que lo exotérico era el resultado de lo esotérico. Es decir, la conducta meritoria y el virtuosismo sólo podía anidar en el alma del hombre piadoso que se conduce dentro de los estándares más elevados de la moral.
Frente a la ruptura con el Antiguo Régimen, la masonería adopta una estructura de grados y conserva mucho de las órdenes de caballería. Si bien, los títulos y grados no se adquieren en la masonería por herencia o riqueza, como ocurría en el Antiguo Régimen, sino que el hombre se elevaba a una dignidad según su mérito y el reconocimiento de su esfuerzo y carácter firme y cortés que le otorgaban sus hermanos. No era un fin traumático del Antiguo Régimen, sino una evolución caracterizada por reinventar el espíritu caballeresco en medio de una sociedad que caminaba inexorable hacia un materialismo exacerbado.
Frente a la división de clases, la masonería opta por la fraternidad, la concordia y la cohesión en base a unos ideales comunes que transcienden lo político o ideológico y hunden sus raíces en principios universales que identifican con la Ley Natural.
Ante una ciencia y una razón que cuestiona la religión e incluso la espiritualidad, imbuida de un materialismo que niega nada que no pueda ser pesado y medido; la masonería defiende la búsqueda espiritual como una virtud consustancial e innata en el hombre. Si bien, reniega del fanatismo religioso, reniega igualmente del fanatismo ateo y materialista, buscando un equilibrio que manifiesta en la defensa de la libertad religiosa y de conciencia. Así, la masonería proclama que el buen masón jamás será un fanático religioso, pero tampoco será un estúpido irreligioso.
Este proceso que busca tender un puente entre el pasado y el futuro, en cierta medida, aún está abierto en las logias, pues es un proceso que tiene su propia manifestación en cada nuevo masón que se inicia. Despojándose de los metales a la puerta del templo, abandona el mundo profano y se adentra en un espacio sagrado donde debe abrazar la duda como medio para renacer más fuerte y más sabio.
Una muestra temprana de estos elevados ideales la encontramos en el llamado Manuscrito Regius, un poema de finales del siglo XIV, aún en época de predominio operativo, donde se habla de las buenas costumbres, el civismo y la cortesía que el masón debe observar para sí mismo y para la comunidad en la que vive. Es un ejemplo de la labor fraternal, cultural y filantrópica que la masonería realiza en pos del conjunto de la sociedad, bajo el ideal o máxima que percibe la construcción, en cuanto espacio físico, como un reflejo de una construcción espiritual que ensancha el corazón y la mente del hombre. Esta es la razón por la que en medio de los conflictos religiosos, cuando católicos y protestantes se han jurado destruirse mutuamente, la masonería en los siglos XVI y XVII resulta atractiva a diversos personajes ilustres que desean huir del radicalismo y el enfrentamiento enconado para poder discutir sus ideas sin peligro. Casos como el de la iniciación de Newton son un ejemplo del espíritu conciliador de la masonería y de cómo, poco a poco, este se convertía en un movimiento completamente especulativo.
Cuestión aparte merece la fundación de la Royal Society de Londres, la cual se convierte en una impulsora externa de la masonería especulativa. De hecho, sin la existencia de la Royal Society y la vinculación que sus primeros miembros tuvieron con la masonería, hubiese sido muy difícil, por no decir, imposible, la consolidación de la masonería especulativa y su evolución posterior partiendo de aquellos antiguos gremios medievales.
La iniciación de Guillermo III de Orange, en 1694, y la omnipresencia en todas las logias de rosacruces e ilustrados, marcan definitivamente la transformación, sin opción de involución, de la masonería operativa en especulativa y la integración definitiva de los ideales caballerescos.
La masonería operativa desaparece y en 1717 se constituye la Gran Logia de Inglaterra (su primer nombre fue Gran Logia de Londres y Westminster), que agrupa a las logias que allí existían. A partir de ese momento y con “Las Constituciones” de Anderson, redactadas cinco años después, bajo el maestrazgo del duque de Wharton, la masonería se declara legalmente especulativa, y los nuevos iniciados no deben ser aceptados por los antiguos artesanos sino que pueden formar sus propias logias soberanas.
La expansión es rapidísima, apoyada por la preexistencia de logias en la mayoría de los países europeos en las que ya se trabajaba de forma exclusivamente especulativa, y sólo se necesitaba un reglamento que las legitimase para poder constituirse las respectivas Grandes Logias que coordinasen los trabajos.
En España, es el propio duque de Wharton, Gran Maestre de la Gran Logia de Inglaterra, quien funda en Madrid la primera logia en 1728, llegando a constituirse más de doscientas logias regulares en apenas veinte años y teniendo la Gran Logia de Londres un Gran Maestre provincial dedicado a supervisar exclusivamente los trabajos de Andalucía. Desgraciadamente los impresentables reyes españoles Felipe V y Fernando VI, siguiendo los mandatos del Papa Clemente XII y Benedicto XIV respectivamente, dejaron que la Inquisición persiguiese y asesinase a miles de masones.
En Francia, se crea en 1721 la logia Amistad y Fraternidad al oriente de Dunkerque, aunque ya desde 1688 existía una que luego se legalizó con el nombre de Igualdad Perfecta.
En Alemania se legaliza la logia Absalón de Hamburgo en 1741, aunque de hecho fuera fundada en 1737 como lo prueba que el 14 de agosto de 1738 esta logia iniciase al príncipe Brunswick de Prusia, futuro Federico II y que en 1738, el conde Rutowsky fundara en Dresde otras tres logias: Las Tres Águilas Blancas, Las Tres Espadas y Los Tres Cisnes.
En Austria, a pesar de ser un país de la órbita católica en ese momento, la bula de Clemente XII que condenó a la masonería en 1738 no es aceptada y el conde Josef von Hoditz, bajo la iniciativa del conde Schaffgotsch, crea en la misma Viena la logia Tres Cañones en 1742. En esta desobediencia al Papa sin duda tuvo mucho que ver el hecho que el propio emperador Francisco I era masón, iniciado once años antes, el 14 de mayo de 1731, en La Haya por una delegación de la Gran Logia de Londres.
Desde la aprobación de las Constituciones se abren nuevas logias en prácticamente toda Europa. Cronológicamente se tienen constancia de logias que levantan columnas en Mons, Bélgica, en 1721; en Varsovia, Polonia, en 1730; en Moscú, Rusia, en 1732; en Florencia, Italia, en 1733; en Lisboa, Portugal, en 1735; en Estocolmo, Suecia, en 1735; en Ginebra, Suiza, en 1736; en Presburgo (Bratislava), Hungría, en 1740; en Praga, Checoslovaquia, en 1741; en Copenhague, Dinamarca, en 1743; en Christiana (Oslo), Noruega, en 1745; en Corfú, Grecia en 1780, etc. que reflejan la rápida aceptación y eclosión de la masonería, si bien no estuvo ajena a conflictos internos y problemas de legitimidad, pues en aquella época existió cierta resistencia por parte de los últimos gremios de masones operativos, conflicto que se conoce como el compañerismo. Sin embargo, el principal problema surgió dentro de la propia masonería inglesa de carácter especulativo.
En 1751 un grupo de masones aceptados constituyó la llamada Gran Logia de Masones Libres y Aceptados de Inglaterra, argumentando que la Gran Logia de Inglaterra se estaba alejando de los principios tradicionales e introduciendo ciertas innovaciones, como las propias Constituciones de Anderson. Esta nueva Gran Logia se basaba en las reglas dadas a la masonería por el Príncipe Eduardo, en York, en el año 926 d.C. Esta logia fue apodada la de los antiguos, aunque en realidad su creación fue posterior y redactaron sus propios estatutos o constituciones, llamadas Ahiman Rezon, nombre de origen hebreo que vendría a significar “la ayuda a un hermano”.
La redacción de unas nuevas normas, por más que argumentaran que se inspiraban o basaban en las reglas del Príncipe Eduardo, contradice la propia razón de ser de esta logia de “los antiguos”; si bien es cierto que en sus rituales sí parecen ser más respetuosos con la Tradición que “los modernos”, en particular por el conflicto creado a la hora de introducir el grado de maestro, así como las ceremonias de instalación de los Venerables Maestros.
En las logias operativas existían sólo dos grados prácticos: aprendiz y compañero. El maestro era el equivalente actual al Venerable Maestro. Sin embargo, en las logias especulativas se fue imponiendo la idea de una Cámara de en Medio o Colegio de Maestros que gobernaban colectivamente la logia bajo la dirección de un Venerable que actuaría al modo ideal de primor inter pares, el primero entre iguales. Esta cuestión aún genera cierta controversia y no hay un punto de vista común ni es posible determinar el momento exacto en la que surge el nuevo grado, pero es seguro que corresponde a la masonería especulativa. Para muchos, esta fue una de las razones por las que algunos masones no quisieron aceptar la autoridad de la nueva Gran Logia de Inglaterra y crearon la Gran Logia de los Antiguos. Sin embargo, la cuestión afectó más en lo relacionado con el compañerismo que entre estas dos Grandes Logias, que de facto asumieron los nuevos principios especulativos, filosóficos y rituales. La división, probablemente, se originó por cuestiones mucho más mundanas, como eran las tensiones anglo-irlandesas. En efecto, y como señaló, creemos que acertadamente Henry Sadler en 1887, en su obra, Hechos y ficciones masónicas, lo cierto es que la Gran Logia de los Masones Libres y Aceptados de Inglaterra fue constituida por inmigrantes irlandeses en Londres.
Por otro lado, hay que mencionar que la llamada masonería escocesa vivió su propia evolución, muy influenciada por su apoyo a los levantamientos jacobitas y el exilio en Francia de más de cuarenta mil escoceses e irlandeses, en la conocida como la Huida de los Gansos Salvajes.
La unificación de la masonería que daría lugar a la llamada en la actualidad masonería regular o anglosajona no se logró hasta el 27 de diciembre de 1813, creándose la llamada Gran Logia Unida de Inglaterra, que pervive hasta la actualidad. La razón de esta reunificación hay que encontrarla en la voluntad del monarca inglés y la vinculación que la masonería ha tenido siempre con la aristocracia. Así, los hijos de Jorge III, el duque de Sussex y el duque de Kent, se convertirán en Grandes Maestros de las dos Grandes Logias, unificándolas y siendo el duque de Sussex el primer Gran Maestro de la nueva Gran Logia. Esta vinculación de la masonería regular con la nobleza pervive aún en la actualidad, como demuestra el hecho de que el Príncipe Eduardo, duque de Kent, primo de la Reina Isabel II, sea el Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra y sea el único que puede reconocer ciertos grados, como el de Mark Masón o Maestro de la Marca.
Esta unificación no sólo afectó a las cuestiones administrativas o jurisdiccionales, también influyó –y mucho –en las cuestiones rituales. De hecho, fruto de esta unificación se creó un nuevo Rito, el llamado Rito de Emulación, también conocido como reconciliación, que es uno de los más difundidos y practicados en el mundo en la actualidad. Rito, además, en el que se trabaja en todas las Grandes Logias.
La masonería escocesa acabó integrándose progresivamente, si bien, continúa con un carácter propio que le atribuye cierta fama de “rebeldes” dentro de las Grandes Logias. Y es que los “escocistas” son muy celosos de la soberanía de sus logias y no gusta que los Grandes Maestros o ninguna autoridad por encima de las elegidas en sus logias o en su Rito, meta las narices en las cuestiones que le son propias. Quizás, esto se deba a dos cuestiones importantes: la primera que su origen como Rito es católico, es decir evolucionó entre los católicos irlandeses y escoceses que se exiliaron en Francia tras apoyar la causa del legítimo Rey Jacobo; la segunda, que entre los ritos conocidos como escoceses se cuenta con el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el primer Rito que surgió en el Nuevo Mundo. Y es que también en América la masonería logró una rápida expansión, en muchas ocasiones apoyándose en logias especulativas que ya llevaban tiempo trabajando. Muy conocida fue el establecimiento en 1730 de la logia Pennsylvania Gazette, que sería la logia en la que es iniciado Benjamín Franklin. También se tiene constancia de Logias en Nueva Escocia y Canadá, así como en México, Cuba, Perú, Argentina, etc. De hecho, para finales del siglo XVIII, prácticamente todas las grandes ciudades americanas contaban con, al menos, una logia activa.
La masonería continuaría a lo largo de todo el siglo XVIII y XIX extendiéndose por todo el globo. La India, China, Japón o Turquía también vieron florecer muy pronto importantes logias que irradiaron su Luz al mundo.
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, en concreto en 1854, se inicia la gran fractura de la regularidad e irregularidad masónica que ha dividido al mundo masónico en dos líneas de evolución diferentes y que perduran en la actualidad. Una cuestión tan importante para comprender la realidad de la masonería en nuestros tiempos que le hemos dedicado un apartado propio en esta obra, por lo que no nos detendremos aquí y remitimos al lector al mencionado capítulo a fin de no hacernos repetitivos.
Mencionar, por último, que a lo largo de su historia, la francmasonería adorna sus logias con el trabajo de hombres tan ilustres como: Amadeo de Saboya, Bacon, Benito Juárez, Simón Bolívar, Blasco Ibáñez, Cantinflas, Castelar, Sir Arthur Conan Doyle, Sir Winston Churchill, Echegaray, Espronceda, Fleming, Garibaldi, Goethe, Haydn, Isaac Peral, José Martí, Kant, Kipling, Lafayette, Lindbergh, Liszt, Lord Byron, Marat, Montesquieu, Moratín, Mozart, Napoleón, Ortega i Gasset, Ramón y Cajal, Roosevelt, Sagasta, Sibelius, Sorolla, Truman, Vogel, Voltaire, Washington, Wellington, Oscar Wilde, Zorrilla y una interminable lista de personajes de la que enorgullecerse. Igual que de la también larguísima lista de mujeres de las que tuvimos también la suerte de aprender gracias a su ejemplo en las logias y en el mundo profano: Josefina de Beauharnais, Louise Michel, Annie Besant, Clara Barreno, Josefina Baker, Gilberte Arcambal, Clara Campoamor, Victoria Kent, Ángeles López de Ayala, Clotilde Cerdá, Julia Ayma, etc., ejemplos de vida y compromiso que inspiran a todos los masones en el mundo.