Rashomon Y Su Efecto En El Mundo Del Cine
Sin duda una gran película clásica en el mundo del cine, nos retomamos a los años 50 con Rashomon del director japones Akiro Kurosawa (que ganó el León de oro y el Premio de la Crítica en Venecia y el Óscar a la mejor película extranjera). Ello es debido a la mencionada inconmensurabilidad, subjetividad e indecidibilidad entre las cuatro versiones que se presentan de unos mismos hechos criminales, cuya exacta y concreta verdad resulta imposible de determinar unívoca, indudable y apodícticamente.
Tanto por ser anterior en su concepción como por la brillantez de la película y el impacto más masivo que el cine permite hoy en día por encima de la literatura, Rashomon mereció el honor de nombrar ese “efecto”. Aunque sin duda podría haberlo merecido también el escritor británico Lawrence Durrell, que escribió entre 1957 y 1960 un ciclo de novelas llamado El cuarteto de Alejandría. Curiosamente también son cuatro versiones distintas de unos mismos hechos y cada una de las cuatro novelas tiene por título el nombre de uno de los personajes implicados, aquel que allí da su versión –particular e inconmensurable con la de los otros– de los acontecimientos protagonizados conjuntamente.
Pero como se ha mencionado antes, el honor se lo ganó la película dirigida por Akira Kurosawa y de Shinobu Hashimoto, a partir de dos cuentos de Ryunosuke Akutagawa (1892-1827) titulados “Rashomon” y “En el bosque”. Con ella además, Kurosawa se consagró internacionalmente y popularizó por primera vez fuera de su país al ya por entonces muy potente y creativo cine japonés. Analicemos como se presenta y fórmula en la película Rashomon el famoso efecto de relatos inconmensurables, y extraigamos algunas consecuencias filosóficas.
Tras su complejidad de tres escenarios, cuatro personajes, cuatro versiones de unos mismos hechos y cuatro partes a distinguir en su desarrollo, la película Rashomon de Kurosawa está toda ella estructurada por una significativa dualidad. La ha formulado profunda y bellamente Hegel en el Prefacio a su Filosofía del derecho aunque, mucho antes, ya había definido los dos grandes recorridos que dan sentido a su Fenomenología del espíritu. En una parte de la dualidad, nos encontramos con las acuciantes experiencias personales, vitales, subjetivas e incluso violentas de unos acontecimientos (en Rashomon: el crimen y la violación cometidos en el bosque). Intercalados como sucesivas declaraciones ante la justicia, esos hechos son narradas en primera persona y desde su punto de vista por los tres implicados (bandolero, dama y samurai) y por un oculto observador. Como esos relatos se muestran totalmente incompatibles e inconmensurables entre sí, desorientan y amenazarán la posibilidad de la verdad como tal.
Los hechos reales tienen que ser únicos y los mismos, pero los relatos son incompatibles y parecen imposibilitar que emerja una verdad única e incuestionable. Esta es la cuestión de la segunda parte de la dualidad que marca las disputas de tres personajes más en el templo-puerta y bajo la espesa lluvia. Aquí surge otro tipo de conflicto (ahora filosófico y en apariencia exclusivamente teorética) que será objeto de riguroso escrutinio reflexivo, pero también de angustioso debate.
Analicemos las causas del “efecto Rashomon” y como este afecta a los testimonios enfrentados. Hegel argumenta que hay un tipo de testimonio que, marcado totalmente por su punto de vista personal, es incapaz de trascender su rol inmediato y vital, y por tanto no puede alcanzar la perspectiva objetiva. Es incapaz, pues, de superar su “yo” y su determinación particular –aunque tenga origen social– que lo aísla del todo; no pudiendo adoptar la perspectiva del “nosotros”. Esta –dice Hegel- no es tan sólo colectiva, sino que, especialmente, incluye la perspectiva epistémica desde el todo, desde la totalidad que deviene dialécticamente, y por lo tanto se reviste de la absolutez que debe caracterizar a la verdad.
El “efecto Rashomon” sólo se puede soslayar en la medida que, sin invalidar las perspectivas vitales personales de los agentes implicados (pues no olvidemos que este es el único posible punto de partida), se consigue una perspectiva global que, integre y justifique aquellas perspectivas vitales, a la vez que ofrezca otra de mayor garantía y legitimidad. Sin duda estamos ante una vieja y constante aspiración filosófica, al menos desde que Pitágoras argumentara que, aquellos que van a las olimpíadas a contemplarlas teoréticamente, adquieren de ellas un conocimiento superior a aquellos otros que van a ellas movidos por un interés más inmediato y personal, ya sea para competir y ganar fama, ya sea a negociar o aprovecharlas para vender. Para Pitágoras la distanciada contemplación teorética era la auténtica actitud filosófica y la única garantía de acceder a la verdad completa y rigurosa del hecho olímpico, mientras que todas las demás quedan prisioneras de la muy concreta opción e interés de los participantes. Estos tendrán sin duda su personal e incuestionable vivencia, que debe ser tenida en cuenta, pero tan sólo el distanciado contemplador filosófico (coinciden Pitágoras, Hegel y Kurosawa) podrá acceder a un conocimiento verdadero o máximamente certero de la completa realidad sucedida.
En cuanto pensamiento del mundo, sólo aparece en el tiempo después que la realidad ha culminado su proceso de formación y ha sido completada. Lo que enseña el concepto, lo muestra la historia con igual necesidad: sólo en la madurez de la realidad aparece lo ideal frente a lo real, y erige a aquel mismo mundo, aprehendido en su sustancia, en la forma de un reino intelectual.
En conclusión, Pareciera que Kurosawa o su coguionista tuvieran noticia de este texto y de la idea de Hegel, pues ciertamente la película Rashomon se estructura en una estricta dualidad, tanto de contenido como de presentación visual, que recuerda estrictamente la que acabamos de citar en Hegel.
Pero a pesar del radical contraste entre los dos grandes escenarios y de lo que se manifiesta en ellos, Kurosawa quiere recordarnos que en última instancia remiten a una misma problemática humana. Pues, como también decía Hegel, lo que se vive (y todo lo vivido es verdad para aquel que así lo vive, con lo cual el “efecto Rashomon” es aquí inevitable), será luego reflexionado, analizado, discutido y dictaminado en su verdad o falsedad intersubjetiva, buscando superar el “efecto Rashomon”.
Por tanto, finalmente, Kurosawa ha querido unir, verdad y bien, en una gran y bella obra de arte. Sólo en la escena final vuelven a unirse, como bellamente se unieron los dos cuentos originales, las cuatro versiones incompatibles de unos mismos hechos y los tres escenarios complementarios…, en una misma, armónica y admirable obra, Rashomon.
Bibliografía
- Durrell, L. (1960). El cuarteto de Alejandría. Jalandhar: Faber and Faber.
- Hegel, G. F. (1937). La Filosofía del Derecho. Buenos Aires: Claridad.
- Kurosawa, A. (Dirección). (1950). Rashomon [Película]. Japon.