Recursos Energéticos como Parte Esencial de La Política Energética Internacional

En la actualidad asistimos a una importante caída en el precio del petróleo, algo que los automovilistas en Alemania perciben claramente en sus bolsillos. Las razones son múltiples. Un hecho fundamental es el aprovechamiento comercial de yacimientos de shale oil en Estados Unidos que determinó que en muy poco tiempo este país prácticamente desapareciera del mercado global como demandante de energía. Tampoco se espera en el corto plazo un aumento en el precio del petróleo como consecuencia de la política energética de los grandes productores de petróleo. Con una parsimonia casi estoica, Arabia Saudita, el mayor exportador de crudo del mundo, rechaza toda posibilidad de limitar sus exportaciones. El precio del crudo incluso podría seguir bajando en la medida en que se agreguen nuevas fuentes petroleras al mercado. En ese sentido se espera con interés la apertura del mercado energético iraní. 

Al mismo tiempo, naciones industrializadas como Alemania redireccionan su sector energético hacia las energías renovables. Asimismo, las consecuencias cada vez más amenazantes del cambio climático crean las necesarias condiciones políticas que promueven fuentes de energía libre de CO2. Muchos Estados del mundo difícilmente pueden sustraerse a este reclamo, de modo que ya se está hablando de un cambio energético global. Estas nuevas tendencias impactan en la geopolítica energética. Sobre todo la expansión de energías renovables, más independientes de una determinada localización que las fuentes de origen fósil, podrían acabar con las dependencias energéticas globales existentes y redibujar el mapa energético global en el largo plazo.

La erosión de la política exterior de los Estados exportadores de petróleo

Condición para el desarrollo industrial de un Estado es contar con un suministro energético seguro. Resulta natural entonces que la política energética esté plenamente integrada en la política exterior de muchos Estados. En esencia esta política responde a consideraciones lógicas; los Estados que cuentan con recursos energéticos como petróleo, gas o carbón, y las respectivas posibilidades de distribución, poseen el poder de la oferta o son objeto de la política exterior de aquellos países que demandan esos recursos energéticos y que poseen el poder de la demanda. Tampoco se puede ignorar a los países de tránsito que tienen poder de decisión sobre el transporte de los recursos energéticos y, por ende, son parte esencial de la política energética internacional.

Hasta la fecha, los Estados de Oriente Próximo, Rusia, Noruega y Venezuela cuentan con las mayores reservas naturales en petróleo y gas. Algunos de estos se agruparon muy pronto en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) (Organization of the Petroleum Exporting Countries, OPEC), con el fin de controlar una parte sustancial de la oferta energética global y fijar el precio internacional del crudo. La crisis del petróleo de 1973 fue una clara demostración de su poder.

Como consecuencia de la guerra de Yom Kipur, algunos países nucleados en la OPEP redujeron el volumen de explotación para presionar a los países occidentales que apoyaban a Israel en este conflicto. En Alemania, el embargo de petróleo condujo a un incremento drástico en los precios de la gasolina y la introducción de restricciones al uso de automóviles. Fue una limitación dolorosa y nunca olvidada en ese país enamorado de la movilidad.

Sin embargo, pasada la crisis, se fueron modificando las dependencias prevalecientes hasta entonces en materia de política energética. Como primera medida los Estados de la actual OCDE crearon la Agencia Internacional de Energía (AIE) (International Energie Agency, IEA). Su principal función es prevenir a sus miembros acerca de la posibilidad de que se produzcan súbitas crisis en el suministro de petróleo, y desarrollar estrategias para la prevención. Muchos Estados en todo el mundo, entre ellos Alemania, comenzaron además a diversificar su sector energético para reducir su dependencia unilateral de los países de la OPEP. Como consecuencia, la organización comenzó a perder influencia, aunque durante mucho tiempo siguió siendo el factor determinante de la política energética global.

Actualmente, los Estados de la OPEP ejercen menos influencia sobre la política energética internacional. Países emergentes importantes como China, India, Indonesia, México y Brasil dominan gran parte del mercado energético global. Su poder es producto tanto de la oferta como sobre todo de la demanda de energía. En el sector petrolífero los Estados que no forman parte de la OCDE son los que más crudo demandan y al mismo tiempo los que más producen. 

Algunos de los países emergentes se han nucleado en el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con el fin de perseguir sus propios objetivos políticos. Más recientemente Rusia intenta darle mayor peso a la política energética en esta alianza, presentando por ejemplo iniciativas sobre el desarrollo de una política común de reservas energéticas.

Sin embargo, en la actualidad son fundamentalmente las innovaciones tecnológicas las que van sacudiendo el poder de oferta energética de la OPEP y otros Estados ricos en recursos naturales. Nuevos métodos de extracción como el fracking llevan a que puedan aprovecharse yacimientos no convencionales de gas y petróleo, hasta ahora de difícil acceso. Estos nuevos métodos han permitido que Estados Unidos, en su momento uno de los principales importadores de hidrocarburos, prácticamente haya dejado de comprar energía. Por otra parte, los elevados precios del petróleo en el pasado han llevado a que la industria recurra a fuentes energéticas alternativas y a buscar soluciones tecnológicas para un consumo de petróleo más eficiente. Cabe señalarse los esfuerzos tendientes a desarrollar tecnologías que permiten fluidificar el gas. En tanto que el petróleo cuenta con un sistema de transporte de relativo buen funcionamiento con un sistema de transporte marítimo regido por la oferta y la demanda mundiales, hasta ahora el gas dependía mayormente de gasoductos regionales. Hoy el gas, aun cuando en condiciones muy caras, puede ser fluidificado y transportado por medio de barcos.

Muchos Estados en todo el mundo, entre ellos Alemania, comenzaron además a diversificar su sector energético para reducir su dependencia unilateral de los países de la OPEP.

Por lo tanto, el gas puede convertirse en una competencia para el petróleo y contribuir a debilitar la posición de este en la política energética. Hasta aquí, la reacción de la OPEP ha sido más bien sorprendente. En lugar de recortar la exportación de crudo, como han exigido algunos miembros de la organización, Argelia y Venezuela entre ellos, Arabia Saudita, el mayor exportador de petróleo, ha preferido no modificar sus volúmenes de exportación. Los motivos que han llevado al país saudita a tomar esta decisión han merecido interpretaciones muy diferentes. Algunos suponen que busca contrarrestar así la nueva independencia energética adquirida por Estados Unidos. El cálculo saudita sería que un precio bajo del petróleo erosiona la rentabilidad de la explotación de los yacimientos de shale oil en Estados Unidos. De hecho, muchas de las inversiones hechas en yacimientos de petróleo no convencional en este país son consideradas no rentables. También se habla de un supuesto pacto entre Arabia Saudita y Estados Unidos para perjudicar económicamente a Rusia en su condición de exportador de petróleo, en relación con la crisis ucraniana. También podrían incidir los intereses políticos regionales. En los últimos meses Irán recuperó influencia regional. 

Una política de bajos precios del petróleo podría servir, además, para aumentar los costos de la política global sobre cambio climático, en particular de los países de Europa Occidental. En los medios de comunicación, por otra parte, la caída en el precio del petróleo ha merecido interpretaciones muy diferentes. Por un lado se señala el impacto negativo que tendría un ocaso de la industria petrolera y el fin de la OPEP; por el otro se considera la baja en los precios una evolución positiva tendiente a impulsar el crecimiento económico por efecto de la energía barata. También se van perfilando claramente quiénes son los perdedores (geo)económicos y quiénes los ganadores.

Los primeros beneficiarios son los países con alto consumo de energía y escasos recursos energéticos propios. Se consideran ganadores a países emergentes como India, China, México, Brasil, pero también Europa, con alta dependencia de las importaciones energéticas. Entre los perdedores figuran los países oferentes de petróleo, debido a que el deterioro de los precios afecta negativamente sus ingresos públicos. Cabe mencionar puntualmente a grandes exportadores como Rusia, Venezuela y Nigeria, que financian buena parte de su gasto público a través de los ingresos provenientes de las exportaciones de petróleo y enfrentan ahora perdidas sensibles.

Desde una visión geopolítica, estas tendencias podrían conllevar una pérdida de poder político, ya que estos Estados a menudo utilizan su riqueza en materias primas como arma de su política exterior. En este contexto los esfuerzos más recientes de Estados como Rusia para asegurar recursos energéticos de origen fósil – en la región del Ártico, por ejemplo – solo pueden interpretarse como una apuesta a un aumento de los precios. Habrá que esperar para ver el resultado.

27 April 2022
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