Reino de Dios: Propuesta Anunciada por Jesucristo
El método que se debe usar para que el mundo escuche la nueva evangelización debe ser moderno, que haga comprensible la voz de Dios. No se debe buscar el aumento del poder de la Iglesia, sino que esta y su comunidad le sirvan a la humanidad. Se debe renunciar al interés propio, como lo dice Jesús en su propuesta del Reino de Dios: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís, si otro viniese en su propio nombre, a ese si lo recibiríais” (Juan 5, 43). La imagen del Hijo de Dios nos introduce la vida del verdadero evangelizador, que no se trata solo de hablar, sino del acto de entregarse y de vivir en el amor eterno y puro. Renunciar al yo, claramente conlleva a un poco de sufrimiento, porque tenemos como instinto velar por el bien propio. Pero llegar a ser cristiano es un parto, y una madre no puede dar a luz a su hijo sin sufrir, lo que nos indica que no podemos dar a otros sin dar de nosotros: “Quien pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8, 35). Esta imagen nos la da claramente el símbolo de la cruz durante la crucifixión, que es una expresión del amor llevado al extremo, un evento que transforma nuestras vidas y nos enseña el nacimiento del hombre nuevo.
El antiguo testamento nos invita a convertirnos, que significa cambiar de mentalidad, dejar atrás el modo común de vivir en la injusticia y tener la voluntad de luchar contra aquellos que llenan el mundo de desigualdad. Es simplemente ver la vida con los ojos de Dios, por más incómodo que sea, y aceptar la necesidad de vivir en comunidad, de perdonar y de amar.
El proyecto de Jesús se basa en el Reino de Dios, pero este Reino no es una cosa, es simplemente reconocer que Dios está presente aquí y ahora en el mundo, no es un arquitecto que diseñó la tierra y ahora está afuera manejándola. El verdadero problema de hoy en día es la crisis de ausencia de Dios, por lo que debemos volver a tenerlo presente en nuestro mundo, y conocer a Dios al establecer una relación con él por medio de la oración, sea colectiva o individual.
En la sociedad moderna se tiende a reducir a Jesucristo a un personaje exclusivamente histórico para hoy en día poder comprender su actuar, pero debemos fomentar la imagen de Jesús como Dios vivo, que se presenta como camino de vida pero no invita a que lo imitemos, sino a que nos unamos con él y con Dios. El objetivo de anunciar el Reino de Dios es anunciar al Dios que nos conoce, nos escucha y viene a nuestras vidas para hacer justicia, pero esta justicia solo puede hacerla Dios, y nosotros aportar a esta justicia al vivir en presencia suya. Así es como se entiende la afirmación de que los pobres, los que sufren y todos aquellos que se mencionan en las Bienaventuranzas, están protegidos por la certeza de que hay justicia, y solo aquellos que no quieren que haya justicia son los que se oponen a esta verdad. Al comprender esto, también entendemos la acción de la redención, o el hecho de que Jesús toma responsabilidad de nuestros pecados en la cruz, haciendo posible la penitencia y dándole esperanza al pecador arrepentido. Es por esto que solo creyendo en el juicio de Dios, abrimos nuestro corazón a la felicidad y al amor, viviendo en el proyecto del Reino de Dios.
De todo esto comprendemos que Dios no es castigador, no es nuestro vigilante ni nuestro enemigo. Es esa imagen de padre que tiene un proyecto para sus hijos y los invita a vivir en comunidad, pero no los obliga ni los amenaza
La pobreza más grande no es la material, sino la incapacidad de vivir en la felicidad. Esta pobreza se encuentra regada alrededor del mundo, sin importar si se trata de un país rico o pobre económicamente. No ser capaz de vivir alegre, conlleva a la incapacidad de amar. Los pobres son los incapaces de amar, sin importar si son materialmente ricos o pobres, porque viven en la avaricia, la envidia, y el odio. Estas no son cualidades que quiere Dios en su comunidad, ya que su proyecto se basa en el amor. Por esto es que decimos que Jesús busca a los alegres, aquellos que le dan sentido a su vida y son capaces de renunciar a lo que los amarra materialmente para llenar su espíritu.