Síntomas de Trastornos de Sueño e Insomnio en Enfermedades Neurológica, Psiquiátricas y Metabólicas

Introducción

El sueño es un estado fisiológico reversible que se alterna con el estado de vigilia, formando parte esencial en la preservación de la salud integral de las personas, regulando la interacción del sistema nervioso autónomo y el sistema endocrino, así como procesos de reparación celular y aporte de requerimientos energéticos para la actividad física y mental. A lo largo de cada etapa de la vida las características del sueño van cambiando, al igual que sus requerimientos en duración, pero manteniéndose la necesidad de ser continuo y en la obscuridad. Alteraciones en el sueño y en su duración están asociados con el incremento de marcadores sistémicos de inflamación, repercutiendo en el estado de salud a corto y largo plazo, pudiendo favorecer en este último caso el desarrollo de enfermedades acorde a la predisposición individual como: trastornos de la conducta, psiquiátricas, neurológicas, metabólicas, cardiovasculares, entre otras (1).

La frecuencia de los trastornos del sueño es diferente acorde a cada grupo de edad, estando asociada a las características biológicas compartidas como cambios hormonales o degenerativos por el envejecimiento o por las enfermedades que pudiesen tener acorde a la edad y tiempo de hábitos inadecuados de vida en alimentación y sueño asociados a sedentarismo, predispuestos por una promoción excesiva de consumo de alimentos no saludables y uso excesivo de electrónicos. En la infancia se presentan apnea del sueño, terrores nocturnos, sonambulismo, pesadillas (2); sin embargo, en niños con trastornos del desarrollo son más frecuentes las alteraciones del sueño, repercutiendo en su funcionalidad y en la de su familia. El trastorno de espectro autista se puede acompañar de insomnio, disminución del sueño de movimientos oculares rápidos (MOR) e incremento de sueño ligero (N1), sueño indiferenciado y disminución del tiempo total de sueño. En el trastorno por déficit de atención con hiperactividad puede haber retraso en la hora de ir a dormir, con disminución de la cantidad de sueño, insomnio, trastornos respiratorios del sueño, síndrome de piernas inquietas, alteraciones del ritmo circadiano; afectando su ánimo, conducta, atención, funcionalidad en casa, trabajo y calidad de vida (3).

En otra etapa de vida, durante la menopausia, se incrementa la prevalencia de trastornos de sueño, siendo el insomnio el más frecuente, ya sea primario o secundario a cambios fisiológicos por la edad, trastornos del estado de ánimo, condiciones médicas o a síntomas vasomotores (4). Mientras que en la vejez pueden persistir trastornos iniciados en edades más tempranas como terrores nocturnos y sonambulismo; pero también se pueden observar otros padecimientos como el movimiento periódico de extremidades y algunos que pueden ser un antecedente de enfermedad degenerativa, como es el caso del trastorno conductual del sueño MOR, que puede aparecer previo al debut de Parkinson y sinucleinopatías; por otra parte, algunos tratamientos para insomnio como zolpidem, pueden precipitar sonambulismo y trastornos del sueño asociados a la alimentación (5).

Existe una asociación dual entre el sueño y algunas enfermedades sistémicas, donde por sí mismo, dichas enfermedades pueden por su etiología, fisiopatología o evolución, cursar con trastornos de sueño asociados, siendo en ocasiones reversibles al controlar la enfermedad de base. Al respecto, algunos ejemplos.

La obesidad es un problema de salud pública que continua en incremento en nuestro país, abarcando todos los grupos etarios; diversos factores como genéticos y ambientales (mala alimentación, sedentarismo, mala calidad de sueño) influyen para su permanencia. El sueño regula el apetito y la saciedad a través de la producción de la leptina, que se ve afectada tanto por la disminución en las horas de sueño como en su calidad, favoreciendo el incremento ponderal, además de disminuir la sensibilidad a la resistencia a la insulina. La obesidad puede acompañarse de otras comorbilidades como la apnea obstructiva del sueño incrementando la morbilidad y mortalidad por desarrollo y/o complicación de otras enfermedades pre-existentes; esta asociación favorece la presencia de hipertensión arterial con hipertrofia cardíaca e insuficiencia cardíaca, enfermedad arterial coronaria, fibrilación auricular y evento vascular cerebral; favorecido por una fisiopatología de hipoxemia intermitente, con reoxigenación, despertares y cambios de presión intratóracica. En la hipertensión se asocia con la activación del sistema nervioso simpático, la estimulación del sistema renina angiotensina aldosterona y el daño de la función endotelial (6,7,8). El infarto agudo de miocardio, tiene predilección por manifestarse en las primeras horas de la mañana y puede precipitarse por periodos de apnea. Los trastornos de la alimentación como la anorexia nerviosa presentan sueño más disruptivo que alguien sin este padecimiento y se incrementan por una corta duración de sueño (9).

Las enfermedades metabólicas como el hipotiroidismo predisponen a insomnio de inicio y mantenimiento. En la diabetes mellitus tipo 2 se han observado factores que predisponen a su desarrollo o empeoran su pronóstico, como la corta duración de sueño, presencia de la apnea obstructiva del sueño, trabajos de guardia nocturna e insomnio (10).

En enfermedades hematológicas – oncológicas encontramos anemia asociada al síndrome de piernas inquietas. En pacientes con cáncer o sobrevivientes con cáncer también se reporta insomnio y fatiga con repercusiones cognitivas y depresivas, generadas por el padecimiento de base o por su tratamiento(11).

Las enfermedades neurológicas y/o psiquiátricas pueden acompañarse de alteraciones en el inicio o mantenimiento del sueño, como en la depresión, ansiedad, dependencia de alcohol, enfermedades neurodegenerativas, polineuropatías, epilepsia, enfermedades inflamatorias y neoplásicas del sistema nervioso central. Los dolores de cabeza pueden estar asociados a problemas respiratorios del sueño y en ocasiones pueden precipitarse por poca cantidad o mala calidad sueño, como en la migraña con y sin aura, cefalea en racimos, cefalea hípnica y hemicránea paroxística. Por otra parte, la cefalea crónica tensional o migrañosa, así como sus tratamientos, pueden causar alteraciones en el sueño, ya que pueden tener sueños tempranos o siestas intentando mejorar el dolor con repercusión en la calidad de sueño (12)(13).

En la enfermedad pulmonar crónica existe hipoxemia e hipercapnia durante el sueño afectando la cantidad y calidad de sueño con insomnio, múltiples despertares, aumento del sueño ligero (N1) y disminución del sueño MOR; manifestándose con hipoventilación alveolar, policitemia, somnolencia diurna, ronquido, disnea, nicturia, cefalea matutina, hipertensión pulmonar o insuficiencia cardíaca, puede llegar a acompañarse de apnea obstructiva del sueño. Se observa en enfermedades neuromusculares (Síndrome de Guillain Barre, miastenia gravis, poliomielitis, esclerosis lateral amiotrófica, distrofias musculares, polimiositis), anormalidades toraco-esqueléticas (cifoescoliosis, espondilitis anquilosante), trastornos del tronco cerebral, trastornos del nervio frénico, daño en médula espinal cervical y torácica (14).

En las enfermedades inmunológicas como el lupus eritematoso sistémico, esclerosis múltiple y artritis reumatoide, comentan de una fatiga debilitante que impide sus actividades habituales, sin conocer los mecanismos exactos de la misma, siendo una propuesta que los mecanismos de inflamación afectan el sueño, metabolismo, ánimo y motivación(15). En el asma severa, se tiene una mala calidad de sueño asociado a una variación circadiana en la inflamación de la vía aérea o coexistencia de la apnea de sueño, repercutiendo en un peor control de la enfermedad y mala calidad de vida del paciente (16) .

Es por ello que debe ser una rutina la evaluación del sueño sin importar el motivo de consulta, pues tener una buena calidad del mismo favorecido por una higiene de sueño óptima, aunado a una adecuada alimentación y ejercicio permitirán mejorar el control de enfermedades pre-existentes o evitar la aparición de las mismas.

Referencias

  1. Irwin MR, Olmstead R, Carroll JE. Sleep disturbance, sleep duration, and inflammation: A systematic review and meta-analysis of cohort studies and experimental sleep deprivation. Biol Psychiatry [Internet]. 2016;80(1):40–52. Available from: http://dx.doi.org/10.1016/j.biopsych.2015.05.014
  2. Kabel AM, Al Thumali AM, Aldowiala KA, Habib RD, Aljuaid SS, Alharthi HA. Sleep disorders in adolescents and young adults: Insights into types, relationship to obesity and high altitude and possible lines of management. Diabetes Metab Syndr Clin Res Rev [Internet]. 2018;12(5):777–81. Available from: https://doi.org/10.1016/j.dsx.2018.04.029
  3.  Wajszilber D, Santiseban JA, Gruber R. Nature and Science of Sleep Dovepress Sleep disorders in patients with ADHD: impact and management challenges. Nat Sci Sleep [Internet]. 2018;10–453. Available from: http://dx.doi.org/10.2147/NSS.S163074
  4. Caretto M, Giannini A, Simoncini T. An integrated approach to diagnosing and managing sleep disorders in menopausal women. Maturitas [Internet]. 2019;128(May):1–3. Available from: https://doi.org/10.1016/j.maturitas.2019.06.008
  5. Iranzo A. Parasomnias and Sleep-Related Movement Disorders in Older Adults. Sleep Med Clin [Internet]. 2018;13(1):51–61. Available from: https://doi.org/10.1016/j.jsmc.2017.09.005
  6. Kumar S, Kelly AS. Review of Childhood Obesity: From Epidemiology, Etiology, and Comorbidities to Clinical Assessment and Treatment. Mayo Clin Proc [Internet]. 2017;92(2):251–65. Available from: http://dx.doi.org/10.1016/j.mayocp.2016.09.017
  7. Gonzaga C, Bertolami A, Bertolami M, Amodeo C, Calhoun D. Obstructive sleep apnea, hypertension and cardiovascular diseases. J Hum Hypertens [Internet]. 2015;29(12):705–12. Available from: http://dx.doi.org/10.1038/jhh.2015.15
  8. Parati G, Lombardi C, Castagna F, Mattaliano P, Filardi PP, Agostoni P. Heart failure and sleep disorders. Nat Rev Cardiol [Internet]. 2016;13(7):389–403. Available from: http://dx.doi.org/10.1038/nrcardio.2016.71
  9. Allison KC, Spaeth A, Hopkins CM. Sleep and Eating Disorders. Curr Psychiatry Rep [Internet]. 2016;18(10):1–8. Available from: http://dx.doi.org/10.1007/s11920-016-0728-8
  10. Ogilvie RP, Patel SR. The Epidemiology of Sleep and Diabetes. Curr Diab Rep. 2018;18(10).
  11. Wu LM, Amidi A, Valdimarsdottir H, Ancoli-Israel S, Liu L, Winke G, et al. The effect of systematic light exposure on sleep in a mixed group of fatigued cancer survivors. J Clin Sleep Med. 2018;14(1):31–9.
  12.  Rémi J, Pollmächer T, Spiegelhalder K, Trenkwalder C, Young P. Sleep-Related Disorders in Neurology and Psychiatry. Dtsch Arztebl Int. 2019;116(41):681–8.
  13. Ferini-strambi L, Galbiati A, Combi R. Sleep disorder-related headaches. 2019;
  14. McNicholas WT, Hansson D, Schiza S, Grote L. Sleep in chronic respiratory disease: COPD and hypoventilation disorders. Eur Respir Rev [Internet]. 2019;28(153). Available from: http://dx.doi.org/10.1183/16000617.0064-2019
  15. Zielinski MR, Systrom DM, Rose NR. Fatigue, sleep, and autoimmune and related disorders. Front Immunol. 2019;10(August):1–26.
  16.  Kavanagh J, Jackson DJ, Kent BD. Sleep and asthma. Curr Opin Pulm Med. 2018;24(6):569–73.
07 July 2022
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