Alcances y Limites de la Libertad y Como Alcanzarla
Introducción
En este ensayo se vislumbrara un análisis extenso sobre el concepto de “libertad”, en base a dos interrogantes clave que guiaran la reflexión. Las cuales son ¿cuáles son los alcances y/o límites de la libertad? y ¿es posible pensar en la libertad como un medio para un fin ulterior, o por el contrario como un fin en sí mismo? En suma a lo anterior, se contrastara con la concepción de libertad de tres autores vistos durante este semestre en el curso.
Desarrollo
¿Qué es la libertad? una palabra que a través del tiempo siempre ha sido relevante, mas la noción de esta ha sido muy relativa durante el mismo. Su significado, que a simple vista puede ser completamente objetivo, que después de un breve análisis resulta ser tan subjetiva y abstracta como la persona que la glosa, en suma, al contexto histórico y cronológico al que dicha persona pertenece.
La libertad según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), en su primera acepción, la define como “f. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.” (RAE, 2019), se ha de recalcar que este significado es el que se usara en este escrito para su descripción, reflexión y posterior contraste con la interpretación que cada autor a revisar le da a este concepto.
Para Nietzsche, pareciera ser que existe una línea de coherencia referente a lo que pudiera ser la “perspectiva” filosófica, además, que lo que él descubre como “engaño metafísico” a la humanidad, tiene un camino de revertimiento para una solución al problema humano de los valores falsificados. Para sus objetivos transformadores, Nietzsche necesitará apelar a sujetos no contaminados para llevar a cabo lo que él señala como “Gran Política”, suerte de proceso renovador de los valores del engaño prometidos por todos aquellos procesos utópicos que intentan instaurar en la tierra un igualitarismo en contraposición a la exaltación del potencial individual del hombre. Así, los “espíritus libres” deberán ser también espíritus fuertes y autónomos, capaces de enfrentar todo tipo de desventuras, que entre otras cosas, les obligará a “alejarse de la comunidad, quedarse solos, vivir a la intemperie y habitar casas provisorias, haciendo del desierto su nuevo hogar”. Ciertamente, bajo los presupuestos exigidos por Nietzsche para llevar a cabo su proceso de adiestramiento humano en su “proceso de Gran Política”, ninguno de los sujetos que se encuentran a la mano podrían servir, del momento que todos ellos se encuentran impregnados por los valores culturales asumidos desde temprana edad. Volveremos en el capítulo final a esta circunstancia de síntesis conceptual en la obra nietzscheana, a objeto de dar cuenta de la configuración de un sujeto específico, que en definitiva da cuenta que el pensamiento nuestro autor, apunta a un destinatario específico para colocar en perspectiva su pensamiento.
Efectivamente, los filósofos, los „espíritus libres‟ con la noticia de que el „viejo Dios ha muerto‟ nos sentimos como alcanzados por los rayos de una nueva aurora; con esta noticia nuestro corazón rebosa agradecimiento, admiración, presentimiento, espera. Ahí está el horizonte despejado de nuevo, aunque no sea aún lo suficientemente claro; ahí están nuestros barcos dispuestos a zarpar, rumbo a todos los peligros; ahí está toda nueva audacia que está permitida a quien busca el conocimiento, y ahí está el mar, nuestro mar abierto de nuevo, tal vez no hubo nunca un „mar‟ tan „abierto. (Nietzsche, 1882)
J. Stuart Mill plantea el principio de la libertad; que consiste en que la persona posee libertad de acción en todo lo que no afecte a los demás, es decir, “sobre sí mismo, sobre su cuerpo y sobre su espíritu, el individuo es soberano” (Mill, 1859) En añadidura, el filósofo diferencia dos tipos de acciones: las que solo le interesan y afectan a quien la realiza y las que le interesan y afectan a los demás, que se ve en “de la conducta de un individuo sólo una parte es justiciable por la sociedad, la que se refiere a los demás” (Mill, 1859), esto legitimista la única razón que tiene la comunidad de imponer límites a cualquiera de sus integrantes, es decir, que perjudique a otros integrantes.
La única finalidad por la cual el poder puede ser ejercido sobre un miembro es evitar que perjudique a los demás. Nadie puede ser obligado a realizar o no realizar determinados actos ni aunque así fuese la opinión de los demás. (Mill, 1859)
Todo lo que sofoca la individualidad humana es despotismo, sea cualquiera el nombre con que vaya disfrazado. (Mill, 1859)
Marx entendía la libertad como el control total sobre las fuerzas alienadas del hombre. La libertad en esta concepción tiene dos aspectos: primero, ser capaz de dominar la naturaleza, a través del desarrollo de las fuerzas productivas, y segundo, la eliminación del poder de fuerzas sociales alienadas. De este modo, es el hombre quien controla. El hombre es el único actor y autor de la historia. La libertad determina el propio destino; Libertad es autodeterminación. Pero esta libertad se entiende como libertad colectiva. Este ideal de Marx es obviamente incompatible con el pluralismo. La libertad de Marx se opone a la irracionalidad del azar. En este sentido se condena al capitalismo y parece contradictorio que Marx haya dicho que el dominio del hombre de su destino sería logrado a través de una democracia participativa. No lo es si sabemos que Marx entendía por Democracia una variedad de colectivismo —lo suficientemente fuerte como para subordinar los planes y objetivos de vida de todos los individuos a un plan colectivo y a un conjunto de objetivos colectivos. En fin, ofrece participación, pero no libertad como autonomía individual. El artículo revela así verdades esenciales del marxismo no muy conocidas en Occidente debido a la gran ignorancia de la genuina tradición de esta filosofía. Marx vio la libertad, no como individual y negativa, sino como colectiva y positiva: como la plena e ilimitada autorrealización de la ‘esencia-especie’ humana en la historia. La realización de la libertad era, en su opinión, un proceso de liberar personas de la dominación de cosas, tanto en la forma de necesidad física como en la forma de relaciones sociales cosificadas. Finalmente, la característica más específica de la concepción de libertad de Marx fue su aproximación invariablemente histórica al problema. Su visión de libertad formaba parte de su filosofía general de la historia; de hecho, constituía su parte más importante porque, como se mostrará, la libertad estaba concebida en ella como el estándar de evaluación transcultural, el único criterio común para medir el progreso histórico entre diferentes modos de producción y diferentes sistemas sociales “Nadie combate la libertad; a lo sumo combate la libertad de los demás. La libertad ha existido siempre, pero unas veces como privilegio de algunos, otras veces como derecho de todos.” (Marx, 1848)
En otras palabras, Marx siguió a Hegel en la elaboración de ‘una historiosofía de la libertad’, esto es, una visión amplia de la historia como un proceso dialéctico de desarrollar la libertad. En esta filosofía se definía la libertad como la total autorrealización de la ‘especie-ser’ del hombre (Gattungswesen), como la posibilidad más verdadera de desenvolvimiento de la naturaleza humana, de desarrollo de sus capacidades inherentes y sus riquezas potenciales. A su vez, el desarrollo se concebía como el movimiento dialéctico de alienación autoenriquecedora. Este concepto, básico en toda la filosofía de Marx, asume —en pocas palabras— que para desarrollarse a sí mismo, uno debe exteriorizar sus fuerzas y someterse a la alienación, porque sólo de esta manera puede lo que es potencial, latente, llegar a ser real y autoconsciente.
En contraposición a lo planteado por Marx, Adam Smith plantea que la libertad de los individuos para perseguir sus intereses según lo estimen adecuado, y para negociar con otras personas dispuestas también a hacerlo según lo que a ellas les parezca conveniente, constituye la clave para llegar a descubrir sistemas beneficiosos de cooperación e intercambio social.
Cada individuo está siempre esforzándose para encontrar la inversión más beneficiosa para cualquier capital que tenga […] Al orientar esa actividad de modo que produzca un valor máximo, él busca sólo su propio beneficio, pero en este caso como en otros una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en su propósitos […] Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase fomentarlo. (Smith, 1776)
Friedrich Hayek sostuve en el siglo XX que ningún tercero puede conocer toda la información pertinente para decidir adecuadamente cómo usted o yo deberíamos administrar o gastar nuestros recursos, o qué oportunidades están a nuestro alcance y cuáles de ellas deberíamos aprovechar: en esencia, un tercero no puede saber lo que usted o yo deberíamos hacer4.¿Por qué no? ¿Cuál es la información que supuestamente falta? Hayek asevera que los demás no saben —y no pueden saber— cuáles son nuestras metas y aspiraciones y cuál es el verdadero orden de importancia relativa que ellas tienen para nosotros, no pueden saber con exactitud cuáles son nuestros recursos y cuáles son sus grados relativos y absolutos de escasez, no pueden saber qué oportunidades nos deparan nuestras particulares circunstancias locales y no pueden saber cuál es nuestra escala de valores, incluida su jerarquización relativa.
Hayek se hizo famoso por sostener esta posición, y tal vez hoy sea considerado su principal exponente, pero en cada paso se apoyó en argumentos desarrollados por Adam Smith cerca de dos siglos atrás. Smith formuló su caso recurriendo a tres argumentos íntimamente vinculados entre sí. En primer lugar está su Argumento del Conocimiento Local: puesto que cada uno tiene un conocimiento único de su situación “local”, incluidos sus propios objetivos, deseos y oportunidades de que dispone, cada individuo es por tanto la persona mejor posicionada para adoptar por sí misma decisiones acerca de los cursos de acción que debe seguir para alcanzar sus objetivos. He aquí el argumento en palabras de Smith: “Cuál será el tipo de industria local en donde su capital se pueda invertir y cuya producción pueda ser de un valor máximo es algo que cada persona, dadas sus circunstancias, puede evidentemente juzgar mucho mejor que cualquier político o legislador” (RN IV.ii.10)5 (Otteson, 2006)
Conclusión
En base a todo lo anterior, se puede concluir y hacer un consenso entre las diferentes nociones de cada autor de que la libertad funciona como un camino para un fin mayor, aunque para cada escritor ese fin superior o trascendental es diferente, ya que cada uno posee una cosmovisión distinta y por tanto perciben la libertad y el fin mayúsculo que desemboca de manera divergente. Pero, no por eso una visión es mejor o más acertada que la otra sino que dependiendo de los objetivos que uno persiga un enfoque u otro se adecuara de mejor manera.
Bibliografía
- Marx, K. (1848). Manifiesto comunista.
- Mill, S. (1859). On Liberty.
- Nietzsche, F. (1882). La gaya ciencia.
- Otteson, J. R. (2006). Adam Smith y la libertad. CepChile.
- RAE. (14 de 12 de 2019). Real Academia Española. Obtenido de http://www.rae.es/
- Smith, A. (1776). La riqueza de las naciones.
- Walicki, A. (1988). Karl Marx como filósofo de la libertad. Critical Review, A Journal of books and ideas.