Cómo La Persuasión Actúa En Hamlet
El príncipe de Dinamarca, Hamlet, es conocido por sus allegados por su espectacular forma de hablar, su gran raciocinio y objetividad en cuanto a críticas de algún tema o de expresar puntos de vista ganándose la admiración inmediata de quienes lo conocen y escuchan estando un paso adelante ante cualquier circunstancia salvándole, incluso, la vida. Sin embargo, por toda racionalidad que contenga una persona, las decisiones que haga estarán sujetas a otro factor importante: las pasiones.
Hamlet es un hombre que recientemente ha sufrido una pérdida de una persona la cual amaba mucho, su padre, llevándolo a una tristeza profunda. No obstante, un segundo elemento atribuye a que otro sentimiento surja, a pesar de la reciente muerte del rey, su madre, Gertrudis, y su tío, Claudio, celebrarían su boda a pesar haber pasado casi dos meses desde el fallecimiento del anterior monarca, la repugnancia.
Por las avecinadas nupcias provoca que el príncipe mantenga constantes soliloquios aclarando todas sus ideas y exteriorizando sus emociones, rasgos comunes de las personas que poseen una racionalidad elevada. Según la recopilación de varias investigaciones científicas de Arturo Torres, Licenciado de Sociología y Máster en Psicología Social, asegura que:
“Las personas racionales no son muy comunes (…) Sin embargo, a pesar de su rareza, cuando estamos ante una persona racional se la reconoce de inmediato… si sabemos prestar atención a las señales adecuadas.
- Esperan al mejor momento para tomar decisiones importantes
- Saben que la emoción y la racionalidad son indesligables
- Creen en el poder del consenso
- Experimentan sus relaciones sociales de un modo constructivo
- Intentan prever los riesgos”
Todas las personas racionales comparten estas cinco características, y que Hamlet no es la excepción. El príncipe no se precipita en realizar una acción de ipso facto cuando tiene la oportunidad de hacerlo, siempre esperará el momento propicio para cometerla. Un ejemplo claro se puede demostrar cuando Hamlet encuentra a su tío rezando por sus pecados solo, se detiene a reflexionar hablando consigo mismo llegando a la conclusión que si lo sorprende, como hizo él con su padre, no sería mejor persona que Claudio. Tenía la oportunidad, momento y ventaja, pero al hacerlo se convertiría en el mismo ser despreciable que mataría, alguien cobarde, farsante y traidor a sus principios; y eso Hamlet no se lo permitiría, por ello decidiría esperar la oportunidad adecuada, cuando se encuentre cometiendo un delito o un acto que justifique la acción del príncipe.
No soporta la idea de la inevitable boda real, por lo que considera que aquello es una ignominia, pero sabe que es incapaz de hacer algo al respecto. Aunque todos estos sucesos caen pesadamente sobre él, al ser un sujeto racional, mantiene monólogos solitarios para poder sustentar un equilibrio emocional, sabe que sus sentimientos no los puede dejar de lado porque también sufre como cualquier persona y sabe que todos alguna vez pasan por ello, nadie se escapa. Se desahoga de su represión y recupera la estabilidad.
Hamlet conoce perfectamente que no puede lograr su objetivo solo, para ello consigue la ayuda de su amigo íntimo de la infancia, Horacio, quien también sabe, junto con Marcelo, el secreto del fantasma y del asesinato, por lo que le encarga una misión. En el momento en que los cómicos estén representando en el teatro la indirecta muerte del rey Hamlet, él debe observar detenidamente todos los movimientos del actual rey para determinar si su propia consciencia lo delata, acción que es confirmada ante la inconformidad de la escena y posterior retiro del monarca del teatro confirmando su oscuro secreto.
No se gana la enemistad de nadie, por el contrario, es muy querido en todo el pueblo y cuenta con su respaldo. Todos conocen el potencial de la elocuencia del príncipe, aparte que Hamlet tampoco quiera hacer enemigos, tampoco le gusta hacer dramas ni llamar la atención. Prefiere que todas sus relaciones se lleven estables, aunque tenga cierta misoginia evidenciado en el trato que da a Ofelia, y cuando se percata que alguien tiene cierta repulsión hacia él, inmediatamente cambia el panorama de la persona ganándose su admiración y su estimación. Además, de su particular selección de palabras, no le cuesta trabajo lograrlo, como en el caso que hizo con Polonio, que al principio este tenía un grado de desprecio, pero después de conocerle lo terminó adulando. Mantiene todas sus relaciones tranquilas y no permite que haya algún sobresalto. Por otro lado, aprende de esas relaciones para así conocerse más y saber de los diferentes puntos de vistas que las personas tienen habiendo así retroalimentación y llevando la relación a un modo constructivo.
Para llevar a cabo la promesa y el deber que le asignó su padre, Hamlet decide que para no levantar sospechas y que toda la atención hacia él se dirija hacia otro lado, actúa como si estuviera loco y asegurarse así que nadie se imaginara que intentaba matar a su tío, llegando a convencer a Polonio y a Ofelia que la causa de locura era el rechazo que ella hizo sentir engañando así a todos.
Queda claro que Hamlet es un personaje racional, pero más que eso, demostrado este también posee inteligencia, perspicacia, elocuencia y paciencia. Todos estos movimientos fueron realizados desde el cristal racional de Hamlet, pero al otro lado de la ventana se encontraba la pasión, la cual esta era su fuente de poder. Cuando el espíritu de su padre se hace presente y le cuenta toda la verdad, el príncipe, a pesar que tener esta cualidad, al descubrir la causa de su muerte e imponerle el deber, también es consumido por el odio que el rey le implantó poniendo en tela de duda el honor y la venganza.
La pasión, el punto que quiebra la racionalidad dejándola intacta. Hamlet seguía manteniendo todos sus sentidos lúcidos como para idear y planificar paso por paso todos los movimientos que realizaría, aunque a veces, estaría dubitativo en actuar o no. Pero cegado por el deseo de la venganza y el odio que lo único que hacía a medida que pasaba el tiempo era crecer quitándole poco a poco su racionalidad hasta tal punto de asesinar a Polonio y permanecer casi indiferente ante su acción.
Su padre, quien sería la fuente de la pasión, se presentaría otra vez comenzando con esta frase: “No lo olvides. Vengo a inflamar tu ardor casi extinguido”.
Al darse cuenta de lo que le provocó a su madre, desciende a la realidad y se abstiene a cometer otro acto imprudente por el momento, pero estas palabras son de gran importancia. Le dice “no lo olvides” porque tiene que mantener el juramento que hizo sin importar lo que pase, y la segunda parte “vengo a inflamar tu ardor casi extinguido” le revivía el rencor que casi había desaparecido con su madre. Sin embargo, la misma persona que lo detendría momentáneamente sería la detonante para que lo ejecutara más rápido. Al momento de la pelea de espadas con Laertes para vengar a su padre por su asesinato, Gertrudis bebería de la copa envenenada falleciendo poco tiempo después. Hamlet, luego que su contrincante le revelara que el rey estaba detrás de todo ello, se abalanza directamente hacia él asesinándolo. Por ello, la segunda parte de la frase que le dice es porque si antes lo hacía por el odio, la venganza y la promesa, ahora lo haría con más fuerzas y ganas; inflamó el ardor que tenía hace mucho tiempo. Pero esta frase también sufre un cambio porque en la primera aparición del espectro solo se encontraba él y Hamlet, pero ahora se encontraba su esposa, dando a entender que el primer fragmento de su comentario no se lo decía él, sino ella.
El príncipe, a pesar de ser racional, se vio inmiscuido en la promesa que le fue impuesta por su padre obligándolo, a cumplir venganza, pero también se vería entrelazado entre sus pasiones y su racionalidad llevándolo a cometer el crimen utilizando ambas formas. Solo se necesita una brecha para encender el lado oscuro de los seres humanos y dejarse llevar nublándoles la capacidad de discernir entre lo que está bien y lo que está mal. Hamlet estuvo preso de lo que las pasiones son capaces de hacer, pero si solo tuviese el incentivo y no la obligación, hubieran sido muy diferentes los sucesos puesto que la mentalidad de Hamlet no estaba sesgada a ese camino; habría la posibilidad de estar tentado a hacerlo y dudar por un tiempo debido a que cuando su padre le dijo que le vengue, no lo cuestionó, solo aceptó. Por ende, solo necesitaba ese incentivo obligado para coaccionarlo a cumplirlo y así no tener que desistir si lo pensaba claramente.
Bibliografía
- Shakespeare, W. (2003). Hamlet. EL carbo.
- Torres, A. (2018). Personas racionales: estas son sus 5 características. Obtenido de Psicología y Mente: https://psicologiaymente.com/personalidad/personas-racionales