Concepto de Melancolia en Edad Media

El pensamiento filosófico de la Edad media se nutrió casi exclusivamente de la savia teológica de tal manera que cualquier postura ideológica pasaba irremediablemente por el filtro de la Iglesia.

La Iglesia Católica del medioevo experimentó la urgencia de fijar un dogma en el que quedase sustentada su doctrina y para ello, acudió a las ideas de Platón, las reinterpretó, pasó a considerarlas como una “preparación de la doctrina revelada”, y las utilizó como un instrumento adecuado a este fin

Igualmente pasó a utilizar las ideas de Aristóteles a las que llegó considerar como una especie de “guía” que facilitase la explicación y difusión del dogma doctrinal, esencialmente en lo concerniente a la labor de cristianización de los puebles bárbaros.

Fue de este modo como surgió la Escolástica (Anselmo de Canterbury, Luís Vives, Santo Tomás, San Agustin) como una especie de asimilación a de la filosofía pagana al cristianismo, algo así como un aristotelismo puesto al servicio de la idea cristiana.

La melancolía en la Edad Media pasó a tener una connotación totalmente negativa y fue generalmente atribuida a la presencia del demonio. En este contexto, los límites entre locura y genialidad, ya presentes en los textos de los filósofos clásicos, pasaron a quedar mucho mas confusos.

La melancolía fue considerada como algo pecaminoso y estrechamente vinculado a la acedia (también denominada acidia), uno de los pecados capitales que se definía como un descuido de las tareas religiosas, propio de los mojes, que con frecuencia iba acompañado de angustia, tristeza y desesperación.

En un principio la acedia fue considerada como un pecado que solo podían cometer los monjes, pero mas tarde se sobrepasó el contexto religioso y el pecado de la acedia pasó a ser el de la pereza (de tal manera que ya no solo hacía alusión al abandono de las obligaciones religiosas sino también a la dejadez en las labores productivas de las personas comunes y laicas) con lo que la melancolía negativa pasó a ser una manifestación morbosa y censurable que tanto podía presentarse en religiosos como en laicos.

Los monjes medievales buscaban un ideal absoluto representado en la idea de un Dios vivo capaz de manifestarse, darse a conocer y recibir el amor de los hombres. No obstante, y ante la impotencia e incapacidad de los monjes para poder experimentar permanentemente ese contacto pleno con la divinidad, no era infrecuente que cayesen sumidos en estados que les inducían a cometer el pecado de la acedia, entendiendo como tal una patología moral que se manifestaba a través de estados de tristeza, inhibición y desvalorización personal.

Sumidos en este estado, podía ocurrir que los monjes recibiese en un momento determinado ciertas manifestaciones divinas que consiguieran apartarlo de su trance oscuro. Si esto ocurría, tenía lugar la aparición de un estado eufórico de sentimientos de gozo y expansividad así como una desmedida auto-confianza.

Es así como llegaban a producirse unas alternancias en el estado de ánimo de los monjes que, desde la perspectiva psiquiátrica actual podríamos diagnosticar fácilmente como bipolares.

Igualmente podríamos llegar a diagnosticar como depresivas esas dolorosas fases oscuras del proceso místico sufridas por los monjes a lo largo de su trayectoria espiritual, fases que en la Edad Media eran interpretadas como “purificaciones pasivas” concebidas como un estado de purificación y sufrimiento, una especie de “noche oscura del alma” de la que solo podían liberarse si recibían la gracia de que Dios se manifestase en ellos.

Resulta claramente incuestionable que hoy trataríamos a estos monjes con sales de litio y antidepresivos, pero sea como fuere y volviendo al concepto de la melancolía, podemos concluir como el pensamiento medieval le negó de pleno el beneplácito de la ambigüedad con que los filósofos clásicos la contemplaron, viendo en ella solo sus manifestaciones morbosas y mas negativas, describiéndola como

“Una constitución física desagradable y repulsiva, asociada a rasgos psicológicos negativos y censurables,” con el agravante de contemplar la posesión del demonio como su causa y el pecado (en este caso, la melancolía) como la conclusión y efecto.    

30 August 2022
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