El Abolicionismo De La Prostitución y Sus Ventajas
La prostitución es ilegal en muchos países, pero aun así la demanda sigue siendo elevada en todos ellos y las prostitutas se encuentran abocadas a una situación de vulnerabilidad tanto económica como social. En los lugares donde el ‘trabajo sexual’ se ha legalizado, la situación es igual o incluso peor. Por lo tanto, ¿cuál es la solución al problema?
El feminismo radical ha encontrado la respuesta: el abolicionismo. Esta propuesta, por una parte, pretende acabar con el capitalismo, ya que las mujeres que se prostituyen son de clase baja y están sujetas a empresarios (proxenetas) que las esclavizan con el fin de sacar el mayor provecho económico posible.
Por otra parte, quiere destruir el patriarcado, ya que esta institución se basa en la objetualización de los cuerpos femeninos, es decir, concibe la mujer como un objeto y no un sujeto. Esta idea de la mujer ha conducido a la aparición de la trata de mujeres, íntimamente ligada con la prostitución: un 95 % de las mujeres que se prostituyen a España son víctimas de trata según el Instituto Andaluz de la Mujer. Es cierto que hay una minoría de prostitutas que ejercen voluntariamente, y en ello se fundamenta el discurso regulacionista, pero mientras siga existiendo la prostitución también existirá la esclavitud, el maltrato y la violencia.
Son muchos los estudios que demuestran que la prostitución puede ser una actividad devastadora para las mujeres: la psicóloga estadounidense Melissa Farley demostró en unos test que realizó a 800 prostitutas que el 68 % reunía los criterios del Trastorno de Estrés Post-Traumático con una severidad equiparable a la de los veteranos de guerra en tratamiento y que el 63% había sido violada ejerciendo la prostitución. Además, los países que la han legalizado con el fin de mejorar las condiciones de las prostitutas han fracasado. Es el caso de Holanda, que legalizó la prostitución en el año 2000 y que lo único que ha conseguido es un aumento de la trata y de menores de catorce años explotadas por el negocio.
Frente a la evidencia de la deriva personal que puede conllevar la prostitución, el abolicionismo plantea una serie de medidas claves para acabar con el negocio y mejorar las condiciones de vida de las prostitutas. La primera es aprobar leyes que persigan tanto a proxenetas como a puteros (consumidores), pero que a su vez les ofrezcan terapias para que no vuelvan a reincidir. La segunda consiste en ofrecer formación gratuita a las mujeres en situación de prostitución para que puedan acceder a otros trabajos, proporcionarles casas de acogidas (la falta de una vivienda puede jugar un papel determinante) y contratar psicólogos que las puedan ayudar. La última es hacer campañas de concienciación con el fin que los hombres dejen de ser consumidores de este negocio.
Este modelo se ha materializado en el modelo nórdico, aplicado en países del norte de Europa como Suecia y Noruega. En estos lugares la situación ha mejorado notablemente: ha habido un 70 % de caída en el negocio, las violaciones de mujeres prostituidas disminuyeron casi a la mitad en Oslo y se ha reducido el número de puteros (una disminución de uno por cada ocho a uno por cada trece).
En suma, la legalización de la prostitución asegura un mayor beneficio para las grandes empresas, más consumo y menos protección para las prostituidas. Por lo tanto, la única vía de solución es abolir el negocio que, como se ha demostrado con el modelo nórdico, mejora la situación. Y esto solo se conseguirá cuando la gente entienda que la prostitución solo es una forma moderna de servidumbre.