El Comportamiento Para La Delincuencia Juvenil

Introducción

La delincuencia juvenil se caracteriza por ser un fenómeno multicausal, ya que usualmente aparece dado mediante la confluencia de varios factores, psicológicos, sociales. económicos, etc., sin embargo, en este trabajo se revisarán fundamentalmente, aquellos que, desde una perspectiva social, conllevan al individuo a manifestar conductas antisociales y desviadas, aunque se debe tener en cuenta, que esta resulta de varios agentes que interactúan entre sí, por lo que no se trata de un fenómeno que pueda abarcarse de forma aislada.

En este sentido, primeramente, se hará mención a la familia, ya que esta es el pilar fundamental que sustenta las bases de una buena conducta. El mayor número de adolescentes que han elegido el mal camino, provienen de senos familiares disfuncionales, hogares donde se pone de manifiesto el rechazo, la falta de control, los maltratos físicos y/o verbales, entre otros aspectos negativos, que indudablemente conducen a una mayor vulnerabilidad para delinquir; la falta de compromiso de los padres sobre sus hijos constituye un grave problema en la actualidad. El interés por los adolescentes, expresarles afecto, establecer una buena comunicación con ellos, involucrarse en sus actividades escolares y extraescolares, etc., disminuye considerablemente el riesgo de que estos jóvenes se inclinen hacia la delincuencia.

Según Nicolson, la conducta delincuente se produce en gran parte porque los padres no les brindan las adecuadas condiciones a sus hijos, hace alusión a la excesiva confianza en el castigo, a la falta de reglas y de supervisión, a la incoherencia al encontrarse con conductas adecuadas e inadecuadas, entre otros factores que estimulan estos comportamientos en los adolescentes.

Desarrollo

La deserción escolar es otra causa que conlleva a que los jóvenes sean nuevos miembros de los grupos delictivos; y esta resulta tan frecuente en estos tiempos que obliga a reflexionar en porqué los adolescentes se están negando a sí mismos la posibilidad de tener una mejor calidad de vida a través de los estudios. La Dra. Malvina Helen Del Castillo asegura que esto por lo general tienen su raíz en lo afectivo, en lo paterno, en lo social y en lo institucional, es decir, que existen variadas situaciones vivenciales que se presentan en la cotidianeidad que se convierten en algunas de las tantas causas que motivan la deserción escolar por parte de los educandos. La pérdida de valores y el afán por la obtención de beneficios materiales han causado que las prioridades de las personas se desajusten y confundan.

Aquí recae nuevamente una marcada responsabilidad en los padres, que muchas veces no garantizan las necesidades de soporte y apoyo que los hijos necesitan, así como en las instituciones escolares que no siempre están lo suficientemente capacitadas para detectar a los jóvenes en situación de riesgo de abandono escolar, o bien no implementan las acciones y programas necesarios para que sus estudiantes se sientan confortables y para que aquellos con problemas académicos mejoren su rendimiento.

Otra causa para la aparición de las conductas desviadas son el consumo de drogas en la adolescencia. Los adolescentes en muchos casos carecen de la madurez suficiente para medir las consecuencias que supone el uso de sustancias tóxicas, incluso pueden verse impulsados a abusar de ellas, activándose así su relación con el delito. Estudios internacionales han revelado que existe una clara retroalimentación entre el consumo de sustancias psicoactivas y la comisión de conductas delincuenciales, sin embargo, no se ha podido establecer qué tipo de relación guardan ambas conductas y de qué manera una puede influir en la génesis de la otra. 

No obstante, para analizar este problema se deben exponer algunas causas como la ausencia de un contexto familiar y social adecuado donde se refuerce la contención de las influencias externas que impactan con mayor frecuencia a los jóvenes más vulnerables. Es responsabilidad, en principio, de la familia, el prestar la debida atención a los grupos con los cuales sus hijos se relacionan, vigilar sus comportamientos y educar en la formación de una conciencia social que evite que caigan en estas malas prácticas. Las estadísticas nos dicen que el vínculo entre el consumo de drogas y el delito juvenil es alarmante y va en ascenso cada día.

Otro factor importante en la aparición de la delincuencia juvenil son los trastornos mentales, un cierto comportamiento juvenil se puede atribuir al trastorno diagnosticable como trastorno de conducta. Estos se desarrollan en la niñez y se manifiestan generalmente en la adolescencia. Se dice que los adolescentes que tienen este trastorno muestran una carencia de empatía y una despreocupación por las normas sociales. Si los trastornos mentales como el trastorno de conducta no se diagnostican y no se tratan, el sujeto tiene un gran potencial de desarrollar un trastorno antisocial de la personalidad y continuar más adelante en su vida como un criminal profesional. El trastorno de conducta y el trastorno antisocial de la personalidad tiene como característica común el incumplimiento constante de las normas sociales, el comportamiento agresivo y una desvinculación de la emoción de la empatía.

Se ha planteado, que un fenómeno delictivo puede aparecer asociado a diversos factores, por lo que es necesaria la combinación de estos, es decir, combinar los factores individuales con los estructurales y sociales para hacer una adecuada comprensión del mismo.

Recorrido hacia los comportamientos más graves

El grupo de estudios longitudinales de Denver, Pittsburgh y Rochester, auspiciados por el Programa de investigación sobre las causas y correlatos de la delincuencia desarrollado en Estados Unidos desde la década de los 80, han llevado cabo el análisis de miles de jóvenes con el objetivo de conocer qué factores conducen a una delincuencia grave. Para ello se centraron en tres elementos: la agresión infantil, la evolución hacia la delincuencia y el solapamiento de problemas de comportamiento. Los resultados obtenidos en esta investigación describen el proceso de escalamiento de la delincuencia.

Los estudios practicados mostraron que el comportamiento desobediente de los menores comienza entorno a los 12 años y progresa hacia el desafío y huida de la autoridad. Así mismo, ante de los 15 años algunos jóvenes comienzan con actos clandestinos moderados, pudiendo llegar a actos más graves; finalmente se concluye que el inicio de las agresiones menores tiende a ser el primer paso del comportamiento agresivo. El progreso de este recorrido indica que algunos jóvenes evolucionan en varias vías a la vez, mostrando una variedad de conductas ilícitas a lo largo del desarrollo hacia la etapa adulta que en muchas ocasiones reflejan dificultades en otras áreas de la vida como es el caso del fracaso escolar, los conflictos parentales, etc.

Además, esta investigación demuestra que la participación en la comisión de delitos es mucho más amplia entre los adolescentes que entre hombres adultos. El rango de edad de los 8 a los 14 años marca el comienzo más frecuente de la actividad delictiva, el pico más alto de prevalencia de la criminalidad se produce entre los 15 y 19 años y entre los 20 y 29 años se registran las mayores frecuencias de abandono de tal actuación, constatándose que la frecuencia de estos actos es relativamente estable en la variable edad. De este modo queda expuesto que la mayoría de las carreras criminales deberían ser cortas, pues, muchos jóvenes delincuentes no llegan a ser criminales de carrera, sin embargo, se enfatiza en la determinación de las distintas facetas de estas para prevenir y reducir la criminalidad desde el conocimiento de las causas que afectan a las trayectorias delictivas.

Otra investigación llevada a cabo sobre la adolescencia en España, con la participación de varios jóvenes y mediante la utilización de cuestionarios y escalas de medición psicológicas y sociales, señala que el 80% de los jóvenes de la muestra dicen realizar con frecuencia conductas contra normas, como beber alcohol antes de los 16 años o escaparse de casa, etc. solo alrededor del 50% se involucra en algún momento en actos de vandalismo y agresiones leves a personas, menos del 30% han robado alguna vez y menos del 5% ha traficado con drogas. Además, estos porcentajes son significativamente distintos entre hombres y mujeres. La frecuencia de la práctica de estos comportamientos aumenta entre los 14 y 16 años de edad y a partir de entonces algunos de ellos comienzan a descender. Algunas conductas delictivas como agresiones a personas, vandalismo, entre otras, pueden mantenerse o incrementarse ligeramente.

Como aporte a estas estadísticas se puede hacer referencia a otras fuentes de investigación que igualmente señalan que existe mayor número de muchachos que de muchachas delincuentes, sin embargo, se ha percibido que al final de la adolescencia, esta diferencia empieza a disminuir a causa del aumento de la delincuencia femenina en dicha etapa. Además, se ha estudiado que existe una diferencia entre sexos en función del tipo y de la gravedad de los delitos cometidos; siendo más frecuente en las chicas los hurtos menores y la prostitución, mientras que entre los varones abunda la agresión física, los robos, la alteración del orden, etc.

La adolescencia como factor de riesgo

Se mencionó en principio que la adolescencia es una etapa de la vida del individuo caracterizada por grandes cambios que puede convertirse en factor de riesgo para la aparición de las conductas disruptivas. En este periodo, la definición personal y social del ser humano se replantea, surgiendo así la búsqueda de pertenencia y sentido de vida, se produce la creación de la identidad, la reestructuración del esquema e imagen corporal, la búsqueda de autonomía, el abandono de identificaciones infantiles, la aparición de una gran demanda emocional, fisiológica, etc., entre otros aspectos que hacen que esta sea una etapa de transición determinante para la calidad de la vida adulta.

La cantidad de factores físicos, emocionales, psicológicos y sociales involucrados en este período hace muy compleja la tarea de profundizar en cada uno de ellos dentro de este apartado, sin embargo, si tomamos en consideración que este trabajo de fin de máster persigue entre sus objetivos la búsqueda de respuestas orientadas hacia la explicación del porqué la adolescencia constituye un factor de riesgo para la formación de conductas desviadas, el análisis se centrará especialmente en aquellos que puedan llevarnos a entender la naturaleza del fenómeno que se está abordando.

Numerosos estudios se han llevado a cabo sobre este tema y muchos de ellos indican que en la conducta antisocial confluyen diversos factores psicoafectivos y socio-contextuales, tales como las normas sociales, la clase social, la edad y sexo del menor, la influencia del alcohol y las drogas, las instituciones educativas, la consecución de la personalidad, la competencia emocional, la familia, etc. Uno de los problemas sociales más frecuentes radica en la incapacidad de adaptación de los jóvenes al entorno en que les ha tocado vivir, mismo que debería aportarles una proyección social con garantías para su integración que intente reivindicar su sitio en la sociedad sin que prime en muchas ocasiones la caracterización a estos individuos como seres inadaptados, de igual forma, la presencia de una normativa social condiciona el hecho de que los comportamientos desviados se definan como tal, ya que evidentemente, en ausencia de reglas no cabría hablar de desviación social. El desviado aparece consecuentemente como la excepción o el individuo que, no habiendo realizado con éxito el proceso de socialización, cae en la tentación de recurrir a medios ilegítimos para acceder a los fines sociales.

Esta afirmación coincide con la teoría del etiquetamiento, descrita en otro apartado de este trabajo. Se excluye al adolescente y se le asigna la etiqueta de delincuente o desviado, haciendo que el mismo se sienta socialmente marginado, carente de oportunidades de inserción en la sociedad convencional. Hay que entender que todas las conductas antisociales no se consideran delitos, y, por tanto, un individuo que manifiesta algunos comportamientos desviados no necesariamente tiene que ser un delincuente. De este modo, los miembros de la sociedad deben ayudar a que estos sujetos modifiquen su conducta, contribuir a que se autoperciban de manera positiva, permitiéndoles que participen y se vinculen a actividades comunitarias, disminuyendo la presión que se les impone al considerarlos insanos e incapaces de encajar en los esquemas convencionales. 

A estos jóvenes hay que incentivarlos y darle herramientas de autorregulación, mostrarles empatía, y no dirigir los esfuerzos únicamente al castigo y a la exclusión, que solo los anima a la autodestrucción y a la persistencia en los malos hábitos. El fenómeno de la delincuencia juvenil reúne gran parte de la problemática típica de la adolescencia, esta es una forma de inadaptación social que supone una ruptura de la posibilidad normal de las relaciones interpersonales marcada por la vulnerabilidad a una realidad social frustrante y a un entorno familiar desestructurado.

Para una mejor comprensión la conducta delictiva, se han estudiado factores como la personalidad, los mecanismos sociocognitivos, la competencia emocional, entre otros, llegando a la conclusión de que la manera en que una persona percibe y valora la realidad influye decisivamente en su ajuste emocional conductual y en este sentido se puede decir que muchos problemas de comportamiento están asociados a manifestaciones emocionales inadecuadas. Además, se ha comprobado que, durante la adolescencia, debido a las múltiples transformaciones que surgen en esta etapa, se presenta mayor vulnerabilidad para desarrollar una baja autoestima. Las autopercepciones positivas minimizan los resultados negativos vinculados con la exposición a los riesgos de este período, relacionándose con un mayor ajuste psicológico, mejor competencia personal y menos conflictos comportamentales.

De igual forma, la familia juega un papel muy importante en este contexto, ya que durante la infancia y la adolescencia se generan consecuencias negativas que se traducen en posteriores conductas disfuncionales. El apoyo familiar, la comprensión por parte de los padres, la comunicación afectiva, la valoración y aceptación de las características de sus hijos, la transmisión de valores, la participación activa en las actividades escolares y extraescolares de los niños, etc., contribuyen al desarrollo integral de estos individuos, al fomento de su personalidad, a la adquisición de habilidades que los ayuden a fortalecer su identidad y a tener una adecuada relación con el entorno que les rodea, reduciéndose así el peligro de presentarse actitudes desviadas.

Conclusiones

Las instituciones educativas también asumen un importante rol en este sentido, ya que existe una estrecha relación entre el entorno escolar y la aparición de conductas desviadas en la adolescencia. El ambiente educativo debe ser motivador para el alumno, que propicie una buena relación entre pares; que ayude a desarrollar el pensamiento formal, deductivo y crítico en los educandos y que garantice la atención a las problemáticas particulares de cada alumno. Este es un reto debe encarar la sociedad actual a través de la ejecución de modelos y estrategias educativas innovadoras, que beneficie a los adolescentes que tanto lo necesitan.

Plantean que, las conductas disruptivas de los sujetos se asocian a carencias psicológicas, existenciales y culturales de nuestra sociedad que los hace frágiles, pudiendo buscar emociones fuertes que solo la transgresión les puede ofrecer. Así mismo comenta que Cuando alguien se siente desmotivado, en verdad, puede que esté motivado para llevar a cabo otras actuaciones diferentes, e incluso radicalmente opuestas a las que ciertamente debiera producir por ejemplo, la comisión de actividades delictivas.

Existen diversos factores, como se mencionaba con anterioridad, que pueden provocar la pérdida de interés y de entusiasmo en los adolescentes para llevar a cabo actividades que le generen un impacto positivo, y estas pueden ser modificadas por otras de tipo no convencional, como estrategia para combatir la frustración. Se puede decir que los comportamientos desviados en los adolescentes no se producen sin más, sino que se dan a partir de múltiples factores y procesos biológicos, psicológicos y ambientales.           

17 August 2021
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