El Duelo De La Masculinidad En Varones En Un Mundo Esteriotipado
Introducción
Los ideales en el que los años de transformación de la niñez a la etapa adulta son un lapso conflictivo y saturado de presión compone uno de los estereotipos más largamente mantenido y fuertemente fijados en nuestro contexto cultural.
En la obra Adolescence (1904) escrita por G.Stanley Hall uno de los principales en detallar la adolescencia como una etapa tormentosa y turbulenta; un tiempo de trastorno y tensión, en el que el estado emocional del adolescente se balancea entre la energía y el letargo, la alegría y la depresión, el egoísmo y la auto-depreciación.
Ya mucho antes, J. J. Rousseau (1762) había utilizado la analogía de la tormenta para referirse a la adolescencia: como el rugido de las olas precede a la tempestad, así el levantamiento de las pasiones anuncia un cambio tumultuoso… Conserve su mano sobre el timón o todo se perderá.
A. Freud (1958) tuvo otro tipo de observaciones en las que sus determinantes se dirigen a la concepción psicoanalítica de la adolescencia como un período de inestabilidad psicológica, de disputas emocionales y de conducta errática, contradictoria y desequilibrada.
Segun Cook y Cussak (2010) los estereotipos de genero son causantes de la forma en la que se categorizan a las personas es decir en las que se degrada especialmente al sexo femenino por lo que se les establece a las mujeres roles sumisos que ocasionan irrespeto y devaluacion en todos los roles de la sociedad.
El sexo estereotipado está presente desde el nacimiento, el pertenecer a uno u otro va a determinar distintas realidades sociales y esta diferencia de ser hombre y ser mujer va a incidir en las elecciones que el individuo va a realizar a lo largo de su vida tanto en el estudio, trabajo y actividades de ocio.
Como por ejemplo a las niñas desde su niñez se las enseña a limpiar el hogar y cuidar a los demás con el objetivo de que lo realice en su vida adulta y a los chicos se les enseña a reprimir los sentimientos y a ser fuertes de carácter imposibilitando el ser débiles ante los demás.
Entonces como según los estereotipos en los adolescentes varones es de dicha forma se da apertura al proceso de duelo en el que se observa que los estereotipos emocionales relacionados con el hombre son claramente inferiores respecto a los relacionados con las mujeres. Lo que podría interpretarse como un descenso en las creencias de la dureza asociada al hombre y una elevada consolidación del estereotipo femenino en la dimensión emocional. Esta tendencia parece evidenciar que la creencia en la dureza o agresividad innata del carácter de los hombres comienza a ser cuestionada, aunque sigue existiendo un porcentaje alto del alumnado que opina que es ridículo que los hombres lloren o expresen sus sentimientos en público.
Según Leonardo Zaldumbide Indica que, en general, la sociedad actual no está preparada para afrontar la muerte. Es más, a menudo, se trata de no hablar de ella, porque es algo que se rechaza y que se esconde. Manifiesta además que compartir con los demás permite expresar las emociones y con ello se facilita una construcción más adaptada de la historia de pérdida. El dolor no expresado hace daño, incluso físicamente la persona se va consumiendo.
- La pérdida de un ser querido nos puede generar una sintomatología muy parecida a la de los episodios depresivos.
- El duelo puede ocasionar trastornos en la esfera del sueño, en el apetito, pérdida de interés por las cosas que nos gustaba realizar. También hay desmotivación y desgano que comúnmente esto se acopla a un adolescente masculino más que a un adulto.
Adolescencia
La adolescencia es una etapa de cambios biológicos y psicosociales. Implica un proceso complejo y variable de transformaciones, dentro de las cuales ocupa un lugar central la “búsqueda de una identidad”, así como la resignificación de la imagen que el sujeto tiene de sí mismo y del colectivo en el cual se ve referenciado.
Posiblemente, como nos explican Moreno y Del Barrio (2000), la adolescencia es “un ciclo de la vida que a nadie deja indiferente”, los padres tienden a ver venir un problema en sus hijos, la sociedad adulta la relaciona con diversos “males” y los propios adolescentes la detallan como un momento donde aparecen una serie de “trastornos” o por lo menos ciertas dificultades.
Un estudio que se realizó utilizando a adolescentes de clase media en donde Banduras basándose en las entrevistas concluyó que la mayoría de ellos atraviesa la etapa con un mínimo de problemas o traumas emocionales, acepta los valores de sus padres y se relaciona con ellos sin grandes problemas y sin muestras de rebeldía.
En un estudio realizado con una muestra de adolescentes varones, comprobaron que menos de un tercio de la muestra experimentaba posturas de crisis y conflictos. La mayoría se mostraba confiada, mantenía buenas relaciones con los padres y no se sentía sometida a crisis de angustia o a repentinos cambios de humor. Muchos autores han señalado, desde hace tiempo, que las mayores o menores dificultades y conflictos de la adolescencia guardan estrecha relación con el contexto familiar, escolar y social. Las actitudes del adolescente son fenómenos reactivos, originados por el medio ambiente y muy especialmente por las actitudes de los padres. A los adultos les cuesta aceptar y adaptarse al nuevo papel y características de los adolescentes.
Quizá, muchos de los rasgos conflictivos de los adolescentes estén más en las expectativas y concepciones de los adultos que en los adolescentes mismos.
Los datos de las investigaciones indican que no se pueden atribuir sólo a las hormonas los cambios que experimentan los niños al llegar a la pubertad: las tensiones y dificultades que aparecen en los comienzos de la etapa pueden ser debidos más a las influencias medioambientales que a los cambios fisiológicos. Crecen y se hacen adultos en un contexto cultural específico, que determina en gran manera su desarrollo.
En consonancia con lo anterior y según muchas investigaciones realizadas sobre amplias muestras de adolescentes, muchos autores han llegado a la conclusión de que la mayoría, más que estar atormentada, desorientada y perdida, normalmente goza de tranquilidad emocional, muestra conductas predecibles y persigue objetivos razonables; la adolescencia, por consiguiente, no es una etapa especialmente más complicada y conflictiva que las demás.
La estabilidad psicológica va mejorando a lo largo de los años. Los problemas graves y duraderos son la excepción más que la regla. Si bien una minoría de adolescentes puede presentar trastornos psiquiátricos y serios problemas de adaptación y de conducta, la gran mayoría parece adaptarse bien y no muestra signos de perturbación o tensión que merezca tratamiento especial.
En la actualidad los estereotipos sobre la adolescencia se los describe ‘como tiempo de tormenta y drama’ no responde a la realidad. ‘ Si nuestro diagnóstico es correcto – decían – puede ser necesario en el futuro describir una adolescencia con tintes bastante menos negativos’.
Los adolescentes gravemente afectados son una minoría y no hay datos que demuestran que durante los años de la adolescencia exista un mayor número de trastornos psicopatológicos que en otros períodos de la vida, aunque los trastornos sí pueden ser otros.
Incluso las teorías psicológicas han aportado a la construcción de una imagen negativa es decir en términos de amenaza y peligro en donde la adolescencia ha sido pensada como un momento de “tormenta y estrés” según Stanley Hall y donde hay una necesidad de pasar por una crisis subjetiva importante es decir un desequilibrio psicológico según decía Ana Freud y cuya resolución aporta a la emergencia de un nuevo posicionamiento subjetivo. En esta perspectiva teórica, la idea clásica de que “lo normal en la adolescencia es lo a-normal” repercute Ana Freud quien además dio lugar a desarrollos como el “síndrome normal de la adolescencia” (Knobel), destacando la presencia de rasgos cuasi-patológicos transitorios en esta etapa (Griffa y Moreno, 2005).
Estereotipos de Género
Según Del Valle y otros (2002), las representaciones culturales (entre ellas las de género) son un conjunto de ideas, creencias y significados empleados por la sociedad para estructurar y organizar la realidad. Estas se transmiten a todos sus integrantes a través de diferentes mecanismos socioculturales. El género es una exhibición cultural, que contiene ideas, prejuicios, valores, interpretaciones, normas, deberes, mandatos y prohibiciones sobre la vida de las mujeres y de los hombres.
Es así como se considera que el género masculino y femenino no son iguales, debido a que cada uno tiene su propia función en la vida, “según el tipo ideal históricamente gestado, la mujer, toda mujer auténtica, está adornada de unas características que la distinguen del varón: es dulce y tierna, cotilla y astuta, preocupada por lo concreto, incapaz de interesarse por cuestiones universales, sentimental, intuitiva, irreflexiva y visceral” (Fisas, 1998:). También Freixas (2001) establece una afinidad a las características que impone la cultura patriarcal a la subjetividad femenina, tales como la exigencia de la belleza, la inclinación natural al amor, la contemplación de la identidad de la mujer sujeta a la maternidad y el encargo de la mujer como cuidadora y responsable del bienestar ajeno.
Por otra parte, la masculinidad prepara a los hombres para enfrentar la vida con fortaleza, conocimiento, poder, engreimiento y habilidad, además de enseñarles también a rechazar sus sentimientos cubriéndose así con una máscara insensible es decir sin la expresión de una emoción.
En esta misma línea Bonino (2000) señala que el modelo de masculinidad hegemónica implica carecer de todas aquellas características que la cultura atribuye a las mujeres, se construye referente al poder y la potencia y se mide por el éxito, la competitividad, el estatus, la capacidad de ser proveedor, la propiedad de la razón y la admiración que se logra de los demás.La masculinidad se descifra en autoconfianza, resistencia y autosuficiencia, fuerza y riesgo como formas prioritarias de resolución de conflictos.
Las personas se transforman en hombres y mujeres en función del aprendizaje de representaciones culturales de género que rigen, no sólo, su constitución genérica, sino también, el carácter de las relaciones que, unos y otras, mantienen en diferentes esferas sociales, en ámbitos como la familia, la escuela, el grupo desiguales, etc.). Así, el género, como sistema cultural, se provee de diferentes culturas que son reconocidos y asumidos por las personas.
Lagarde (1996), considera que, los estereotipos de género, se ilustran desde la infancia y no tienen un temple aleatorio, por lo contrario son componentes del mismo ser, dimensiones subjetivas arcaicas y en permanente renovación, por ello, son fundantes. Por tanto los estereotipos constituyen la procedencia de construcción de la identidad de género. “Generan una percepción de género interiorizada que orienta y guía tanto la representación de la realidad como las acciones, pensamientos y comportamientos de los sujetos” (Jiménez, 2005).
Ortega (1998) nos proporciona una estructura, a nuestro modo de ver, aclaratoria para identificar de forma precisa y nítida los estereotipos de género:
- En primer lugar, el cuerpo se organiza en referente sobre el que articular cualidades diferenciales otorgadas al hombre y a la mujer. Las denotaciones corporales expresadas socialmente a través del arte y de los medios de comunicación, entre otros, son interiorizadas por los individuos conformando el modelo del cuerpo masculino en torno a la fuerza y el vigor, y la imagen del cuerpo femenino en torno a la delicadeza y debilidad.
- En segundo lugar, las capacidades intelectuales se consideran tópicos de género convencionalmente se asigna un mejor desempeño masculino en áreas técnicas, mecánicas y manuales; mientras que al género femenino se le atribuyen mayores habilidades organizativas y cooperativas.
- En tercer lugar se incluye la dimensión afectiva y emocional, otorgando mayor afectividad y emotividad al género femenino y un mayor control emocional al género masculino. Y por último, se incorporan las relaciones e interacciones sociales, es decir, los modos de comunicación interpersonal. Al género femenino se le asigna mayor competencia comunicativa que el masculino. Recuérdese en este sentido las investigaciones focalizadas en explorar las diferencias de género en las competencias verbales y fluidez de lenguaje que en la mayoría de ocasiones recae sobre el género femenino. Al género masculino se le asigna una mayor introspección y racionalidad, con evitación de las manifestaciones personales y vitales.
Estereotipos en el Adolescente Masculino
Se abre, en este sentido, un nuevo espacio metodológico, retando a los investigadores educativos a construir y validad instrumentos que permitan diagnosticar y evaluar los procesos de identidad de género de nuestros hombres jóvenes adolescentes.
Los varones al textual que las esposas, son presionados para atenerse a los empresarios de actitud esperados por la ciencia imperialista. Se posibilidad también, luego cada ocasión más parientas trabajan aparte la pajarera, que los sementales sean suministradores llenos e inevitables. Los machos se ven con frecuencia envueltos en juicios, agobios penales y recurren al haraquiri basto. La civilización publicitaria los sigue mostrando como dominantes, bélicos, hipersexuales y escamados del deber emocionante. El universo de los varones es un universo bastante guerrero, en el que la autoafirmación del género sigue reforzando las actitudes violentas. Cada oportunidad más varones hablan del afán de largarse mejor con sus sentimentalismos, de controlar sus olfatos de desintegración, de cuidar con las aristócratas dependencias de máximo línea y contribución. Muchos comienzan a liderar su suerte de ser viriles, que puede mezclar ser emocionables, tranquilos, delegados, indolentes, hoscos con las parientas, tiernos – lejísimos ya que de la excentricidad de una maquinaria fría y sexual-. Todos los trayectos escucho cómo viven los viriles un divorcio o el desempleo, el peso de las esperanzas sociales y de algunas parientas que esperan que ellos siempre sean fuertes. Se les ha estándar como infieles solo por ser varones. El orbe de las bandas callejeras, del narcotráfico, de las cogorzas, son ejemplos patrones lastimosos de prototipos masculinos. Los sementales tienen temor de ser amados mujeriles por sus gemelos. Los peores vilipendios en todo el país son parecer a un viril con una cortesana, lo cual es devaluatorio para las esposas y reflexivo del miedo que tienen los sementales de no obrar con las posibilidades de hombría de su cultura. El terreno histórico indiscutible de los viriles sobre las señoras hace del feminismo una revolución actual y aún asaz necesaria. Es plausible que los sementales asimismo estén necesitando urgentemente la ocasión de ser múltiples, de fijar guisas mas igualitarias para desahogarse, de no ser tachados de machos solo por ser viriles, de admitir el negocio de la envidia cuando expresan el anhelo de ser expresan el deseo de ser distintos aunque no tengan muy claro cómo.
Consecuencias de los estereotipos en el proceso de duelo:
- Problemas posterior al duelo
- Intervención de familiares y amistades
Conclusión
Hay varios conceptos generales para tener en cuenta:
Deje que su hijo adolescente reaccione a la pérdida a su manera. Algunos adolescentes son callados necesitan expresar su dolor en privado. Algunos adolescentes se sienten frustrados y que pueden tener una reacción muy fuerte, incluso mostrar una furia intensa. Esto se puede entender ya que es el resultado a algo estresante.
Permítale a su hijo que haga preguntas. Los adolescentes que suelen tener pérdidas suelen cuestionan a la vida, lo que pasa después de la muerte, por qué ocurren tragedias y por qué les pasan cosas malas a personas buenas. Lo mejor que puede hacer por su hijo es permitirle hacer preguntas, para que pueda aprender.
Dele tiempo a su hijo adolescente para que se adapte a una pérdida. Los adolescentes varían en su capacidad para ajustarse a grandes cambios, incluso las pérdidas en sus vidas. Es posible que su hijo adolescente no esté listo para responder a una pérdida al mismo tiempo que usted u otras personas. No obligue a su hijo adolescente a hacer su duelo según el tiempo que usted considera razonable.
Asegúrele a su hijo adolescente que hacer duelo es normal. Hay que asegurarse de que su hijo entienda que el dolor causado por las pérdidas pasará con el tiempo. Recurra a caricias y abrazos de consuelo para ayudar a comunicarle su compresión y su amor.
Fije límites razonables en la conducta de su hijo adolescente. Cuando ocurre una gran pérdida en la vida de un adolescente, las conductas rebeldes pueden volverse más dramáticas. Esto suele ser una señal de que un adolescente tiene sentimientos intensos por lo que acaba de pasar. Los adolescentes, generalmente, se sienten más cómodos cuando tienen claro lo lejos que pueden llegar con su comportamiento. Sea firme con su hijo y sea claro sobre las expectativas que tiene de él.
Enséñele a su hijo adolescente sobre el proceso normal de duelo. Como los adolescentes normalmente tienen cambios en su estado de ánimo y sentimientos, pueden necesitar ayuda para distinguir entre sentimientos normales y sentimientos de dolor. Hable con su hijo sobre el proceso de duelo.
Escuche a su hijo. Esté preparado para dejar de lado lo que esté haciendo y escucharlo cuando él esté listo para hablar sobre la pérdida. A menudo, los adultos quieren ayudar a un adolescente o aliviar el dolor de un adolescente. Resista el deseo de ayudar a su hijo hablando, ofreciendo consejos o resolviendo sus problemas. Deje que su hijo adolescente use sus propias habilidades para resolver problemas. Escuche y responda de un modo que demuestre que está tratando de entender lo que se está diciendo. Esto podría estimular a su hijo a hablar más.