El Mayor Periodo De Esplendor Del Teatro Ingles: El Teatro Isabelino
Tras la guerra de los 100 años, Inglaterra conoce un periodo de prosperidad en el reinado de Isabel I y, junto con la economía, el crecimiento de la población y la estabilidad de la paz, comienza el auge del teatro. El teatro evoluciona hacia formas más realistas, pasando de un teatro de contrastes de tono, lenguaje y representación a uno con personajes típicos de cada obra con el vicio como tema principal, lleno de sátiras y diálogos escritos para provocar la carcajada del público. Aparte de estos factores, el teatro inglés se debe a la comedia latina, con autores como Plauto y Terencio, a los humanistas y a la poética de Aristóteles. La figura característica de este teatro aparece en “Vit and Folly”, y es el perfil del necio, normalmente en contra del personaje sabio. En la obra de “The four P” como en muchas otras, no aparece una crítica directa pero algunos temas ya denunciados por Lutero son abordados por un personaje y se termina con un sermón, subgénero del teatro inglés. Con Jhon Bale, autor que apoyaba a Enrique VIII tras oponerse a la autoridad del papa apelando a Roma para romper su matrimonio, ya que su esposa Catalina no le pudo dar descendencia masculina. Gracias a este polémico rey se inicia un nuevo género: el drama histórico, basado en la propia historia nacional. Este género refleja los pensamientos de la población de ese periodo y actúa como propaganda.
La ideología dominante será la que condicione la dramaturgia del S.XVI, ya que se incluirán elementos cómicos según el gusto inglés del momento. Las obras tratan temas de denuncia social, al papado, al catolicismo y a los clérigos rebeldes. El tema de la resistencia escocesa también será criticado hasta el reinado de María Tudor, ya que algún autor servirá a la causa católica.
Durante el periodo isabelino, se construyen una decena de teatros, algunos hechos únicamente de madera u otros de madera y ladrillo, siendo presa fácil de los incendios. Solían ser de forma circular contando con un patio donde se encontraba el público y unos dos o tres pisos de galerías. Estos teatros tenían una arquitectura compartida con la de las posadas, donde los cómicos (inns), ya estaban acostumbrados a actuar. En los mejores, cabían mil espectadores. El escenario era donde se desarrollaba la acción y se situaba ante un muro con dos puertas, las cuales servían de entrada y salida de los camerinos. Sobre él, aún había una galería más donde puede que se situaran los espectadores más importantes cuando esta no era utilizada, ya que a veces en ella se encontraban las maquinarias necesarias para los efectos especiales de la obra. Los palcos estaban situados dentro del escenario, por lo que se creaba un gran vínculo entre la obra y el espectador y las trampillas eran visibles. En cambio en los teatros privados, los cuales eran utilizados por niños y adolescentes en los conventos, sí tenían asientos para todos los espectadores, tenían unos efectos característicos gracias a las candelas y lámparas que los alumbraban. Al contrario que los teatros públicos, los privados llevaban a cabo representaciones en horarios más extensos e incluso por las noches, por lo que la selección del público y sus elevados precios eran tan selectivos. En este teatro, cada escena tenía asociado un vestuario, y cada personaje también, por lo que era fácil para el público seguir un hilo conductor, aunque los autores daban más importancia al desarrollo personal y la poesía de cada personaje que todo lo decorativo.
William Shakespeare fue el mayor de los dramaturgos isabelinos, el cual desde el 1587 se marcha a Londres para componer sus primeros ensayos y comedias, basadas en el espectáculo visual por encima del placer textual. Shakespeare ignoró el lugar y tiempo de la acción impuesto por los grandes clásicos e incluso en ocasiones no marca las diferencias entre los actos. Su vestuario estaba cargado de lujo aunque no había correspondencia entre la época y el acto, cosa que sorprendía a los extranjeros. El tono que utiliza en sus obras, es tanto elevado como propio de la vida corriente, presente en todos sus géneros, no sólo en la comedia. No se aleja demasiado de la concepción de Platón, en la que tragedia y comedia son indispensables para el hombre. En estas obras dramáticas, retrata los comportamientos de las grandes figuras de su tiempo, tomándolas como parábolas del presente creando una especie de “espejo histórico”. Además de esto, el poeta critica la concepción medieval de la sociedad y el monarca con su poder supuestamente divino pero para Shakespeare la figura del rey no está idealizada y la critica con dureza. No sólo se libera en los dramas, sino también en las tragedias en las que el poeta tuvo un toque más personal, haciendo que obras como Hamlet, Otelo o Macbeth sean considerados a día de hoy mitos dramáticos. Pero las comedias tampoco se quedan atrás, en las que se acude a lo misterioso y a una mayor riqueza de diálogos, planos y estructuras. La obra de Shakespeare no deja de ser espléndida hoy en día, con sus enrevesadas estructuras dentro de la tradición del teatro inglés e informando del teatro que los años posteriores traerían.
Tras la muerte de Isabel I, llega al poder Jacobo I situando al rey como principal actor y con el absolutismo como signo de este teatro lleno de masacrados llenos de aspectos visuales, con Íñigo Jones como principal organizador. La tragedia y la comedia se vieron influidas por el gusto del pueblo y la nobleza: la tragedia se llenó de temas violentos, llena de torturas y venganzas en historias en las que se intuyen la reciente historia de Inglaterra. Con la llegada de Carlos I, en 1625, el teatro se recrea aún más las mascaradas, en las que el rey y la reina participan, creando así el revuelo de los puritanos ingleses. Con el reinado de Cromwell el auge termina y se cierra el mayor periodo de esplendor del teatro inglés.