El Modernismo Hispanoamericano: Comparación de Artículos
Este trabajo trata comparar dos artículos sobre el Modernismo Hispanoamericano. En el primer artículo de Marcos Olalla: “Discurso estético y discurso político en la crítica del modernismo hispanoamericano”, se habla sobre la búsqueda de un nuevo lugar de expresiones para todo letrado en el campo artístico. Eso fue la terminación de un movimiento literario que sus adeptos denominaron “Modernismo”. Su condición de expresión cultural sobre el proceso de modernización, su contribución a la creación del momento de establecimiento de la autonomía del campo literario respecto del campo político y su configuración como un documento de emancipación simbólica respecto de la tradición literaria hispánica convierten a este fenómeno en cifra de la historia cultural latinoamericana. Por esto, los modos de determinación crítica del modernismo hispanoamericano establecen documentos de un determinado estado del campo cultural en el momento de su enunciación. Como consecuencia, la crítica del modernismo es rica sobre los diversos modos de representación de la cultura de América Latina.
El modernismo hispanoamericano constituye la manifestación literaria de los procesos operados al interior de la cultura hispánica entre los años 1880 y 1920. La condición radicalmente heterogénea de sus recursos estéticos y de sus matrices ideológicas dificulta la construcción de una imagen unívoca del movimiento y amplía el campo de sus interpretaciones según las coordenadas utilizadas en su caracterización. La profusa crítica que da cuenta del fenómeno modernista obliga a recortar su campo en función de ciertos ejes que permitan desarrollar una síntesis consistente. En la crítica del modernismo se desprenden dos grandes tradiciones críticas que nutrirían sus tematizaciones. Una tradición que definía al modernismo en función de los recursos estéticos empleados, caracterizada como “estetismo”, y otra que pretendía reconstruir la sensibilidad histórica modernista, capaz de incluir el aporte tan profuso como contradictorio, de aquellos recursos, caracterizada como “epocal”.
Podemos observar también las oscilaciones de la crítica en las caracterizaciones del modernismo hispanoamericano junto al modo de historiarlo. El concepto y la historiografía del modernismo fueron, en las primeras décadas de su estudio, los problemas fundamentales de una crítica cuyo entramado resultaría continuamente redefinido. La tendencia inicial de la crítica hacía partir al modernismo de la publicación del Azul de Rubén Darío, hacia 1888 con rasgos de carácter cosmopolita, gran originalidad literaria aunado a esto con su apropiación de todo lo moderno europeo destacando su influencia de la literatura francesa. Manuel Machado en La guerra literaria se mantenía en un tipo de caracterización textualista del modernismo, aludiendo a la obra modernista como objeto de una posición del escritor al interior del campo literario de orientación anárquica. Manuel Gálvez señalaba como rasgo distintivo de la producción modernista, la reconversión del lenguaje literario en función de una virtual descomposición del componente retórico de la poesía.
En 1899 el escritor uruguayo José E. Rodó pretendía dar cuenta de cierta conexión entre los rasgos literarios y los culturales en el modernismo; resultado de este cruce era la percepción por la cual el lenguaje modernista estaba profundamente vinculado a excéntricos refinamientos, a un cosmopolitismo exquisito y a un fuerte personalismo de sus cultores, no exento de anarquismos idealistas ni de cierta amoralidad. En esta línea se desarrollarían las lecturas de Manuel Ugarte (1908) y de Rufino Blanco Fombona (1929). La crítica de Ugarte evaluaba la potencialidad política del discurso estético modernista en función de sus posibilidades de representación de la nacionalidad continental. Para el venezolano, en tanto, el modernismo incluía rasgos específicamente americanos. Dicho movimiento evolucionaría hacia una resolución latinoamericana de su original afrancesamiento.
El modernismo venía a ser la liberación por parte de esta generación de escritores de los anteriores dogmatismos. El carácter estético del discurso modernista no inhibía, sin embargo, un particular modo de codificación de la cultura ni las formas en las que ésta impacta sobre las aspiraciones de los distintos sujetos sociales. De modo que, al par de las innovaciones formales, el modernismo era considerado como expresión de la identidad latinoamericana en el horizonte de un discurso político de integración. Esta modalidad de la crítica modernista tendía a enfatizar la relevancia de la presencia en esta corriente de temas latinoamericanos.
En el segundo artículo intitulado: “El Modernismo Hispanoamericano. Expresiones diversas de un rechazo” de Claudio Maíz, se explica que en efecto y contraste a esta generación pasada de escritores dogmáticos, el modernismo no comprende con un cuerpo crítico homogéneo sobre su significado; métodos, teorías literarias, escuelas críticas e ideologías políticas se traban —en ocasiones se contradicen— en los estudios del Modernismo. Por su parte, la imagen que las perspectivas sociológicas han difundido del Modernismo se reduce en el “Torremarfilismo”, es decir, aquella actitud modernista que entiende que la poesía es algo inalcanzable y puro, solo accesible para algunos privilegiados; no fue el Marxismo el primero en imputar ese defecto, la crítica ética noventaiochista —como veremos— ya había cargado las tintas sobre ese asunto mucho tiempo antes. Así entonces los estudios trasatlánticos se ubican mejor para dar cuenta de nociones como el hispanismo, gracias a la mirada más equilibrada arrojada sobre las partes que lo componen. Se sabe también, que el Modernismo bien puede pensarse como una variante más del antipositivismo finisecular. En la línea de Ricardo Gullón podemos decir que el Modernismo es el resultado de una oposición a la materialización del arte y de la vida y una crítica corrosiva a la fe en la ciencia.
Si es imposible estructurar, por lo tanto, una doctrina uniforme sobre el Modernismo, no resulta lo mismo cuando nos ocupamos del antimodernismo. Hay una línea de pensamiento que defiende el paradigma positivista y que se desarrolla ampliamente en la crítica española; otra se mueve en función de una preocupación por la identidad, que acarrea los enfrentamientos entre el cosmopolitismo y el nacionalismo. Esta última tendencia se verifica mejor en área hispanoamericana, aunque los cruces no dejen de producirse en ambos casos.
A continuación, queremos presentar algunas de las líneas -presentando el estudio de Litvak del antimodernismo- que se vinculan con un rechazo al Modernismo, tanto desde la esfera estética como de la ética, que en algunas ambas cosas se dan simultáneamente; es por eso quizás por lo que la reacción afecta igualmente a todo el espacio cultural de habla hispana. Los contenidos del rechazo podrían agruparse de la siguiente manera: La decadencia modernista: uno de los términos que más frecuentemente aparece en la crítica antimodernista es el de la decadencia y su vocabulario relacionado, siendo éstos: enfermedad, degeneración, patología, anemia. El lenguaje modernista: un punto de rechazo frontal fue el del vocabulario, al asociarlo despectivamente con el Culteranismo o Gongorismo. La retórica modernista: recursos como la sinestesia fueron tomados como la expresión más cabal de la decadencia y la enfermedad mental de los modernistas. El espiritualismo modernista: de la anterior perspectiva biologista de la crítica antimodernista se percibe el motivo principal del rechazo. La desvitalización modernista: una crítica menos atada al positivismo, pero igualmente contraria al Modernismo, llama la atención sobre la actitud meramente contemplativa a la que son afectos los modernistas.
En el discurso estético de Marcos Olalla vemos que destaca el potencial para estructurar las dimensiones de la estética y política del fenómeno, creando la caracterización del modo en cómo se ha entrelazado la relación entre tradiciones críticas diversas, desde lo más elemental de la contraposición de niveles más complejos. Esto en oposición el ensayo de Claudio Maíz donde recorre estas posiciones de manera que plantean un rechazo del Modernismo tanto en España como en América, donde el punto de vista del Modernismo se basa más en la defensa de lo “real”, lo nacional y la identidad.
Así como previamente se dijo, Marco Olalla desde su perspectiva explica como en su comienzo este movimiento tenía un sentido de búsqueda de un lugar nuevo para su expresión; a diferencia Maíz trata de explicar lo difusa que es en sí este movimiento del “Modernismo” y cuáles son sus problemáticas que tiene en las sociedades contemporáneas (Pag 62). Claro, uno usando el lente del comienzo de este movimiento mientras el otro usa el futuro del pasado del Modernismo; pero ambos tratando de exponer la importancia de esta etapa con contrastes (Uno exponiendo el potencial que tiene mientras el otro explicando su “rechazo” o “crítica’) bastante marcados (Pag 98).
Ahora, Olalla demuestra su enfoque del modernismo hispanoamericano usando una línea de tiempo donde va desglosando su discurso tanto de la estética como de la política, expresando lo que fue la manifestación literaria, su “consenso” a dos grandes tradiciones críticas, sus oscilaciones de la opinión en las caracterizaciones del modernismo, como fue una tendencia gracias a la publicaciones de Rubén Dario en 1888; pero así también hablando de la reconversión literaria –Dicho y señalado por Manuel Gálvez– con la descomposición del componente retórico de la poesía, las paradojas ocasionadas por los escritos de Juan Marinello. Pasando poco a poco en los tiempos transcurridos que ha impactado este movimiento, línea de tiempo que comentan interpretaciones y expresiones de lo que se creía –directa o indirectamente– era “Modernismo”, textos de Pedro Henríquez Ureña (1949) que la disciplina apropiada lograba una liberación del tradicionalismo romántico, a los años setenta donde David Viñas contribuyó a la caracterización en su problemática relación con el orden estatal; señalando y concluyendo, como la tensión de las caracterizaciones y atentas lecturas a la producción literaria de fines del siglo XIX y principios del XX traspasan las diferentes formas de síntesis crítica del modernismo.
A diferencia de Olalla, Claudio Maíz va desde una perspectiva más épocal, circunstancial, aludiendo a la llamada Generación del 98 española como a la del 900 hispanoamericana; asimismo usando el enfoque difuso de la palabra Modernismo, Maíz afirma -y según él, hay pocos que contradicen- que este movimiento no tiene un cuerpo homogéneo sobre su significado, en ocasiones se entrecruzan y contradicen. En contraste y en ayuda a su manifiesto, habla de cómo el antimodernismo Español es un “un cauce de pensamiento homogéneo” usando a la descripción de Lily Litvak en cuanto a lo que considera, son las características más sobresalientes, siendo éstos la decadencia, la retórica, el lenguaje modernista, entre otros las derivaciones de la idea de decadencia con la que se identificó al Modernismo; estructurando su ensayo con momentos y concluyendo que su perspectiva no es meramente desde un punto de vista conservador, sino premisas alternativas con mayor credibilidad y menos opacos a otras ideas más “pro-modernista”, éstos con cimientos que tienen “un sentido más ideal de la vida y del arte” y en esto concluye: “He ahí el gran abismo entre una concepción de la modernidad y de otra”.
La palabra clave para la conclusión de estos autores serían ‘contraste’, perspectivas objetivas y en ocasiones -particulares- subjetivas necesarias para la crítica de esta etapa, etapa disfrutada (Según Olalla) por algunos y desechada por otros –como bien dijo Maíz– desde niveles ociosos hasta aún más críticos, llegando a niveles que se creía, afectó a una sociedad gradualmente, pero elegantemente entendida como ese “gusto que ya existía virtualmente” (Coll, 1901). Haciendo entender como circunstancias pueden crear diferentes y contrastantes opiniones, disfrutables y detestables para cada quien, dependiendo de la perspectiva, lupa subjetiva ocasionada por líneas de pensamientos en ocasiones inspiraciones ocasionales que dan una perspectiva aparentemente contradictoria y los dispositivos disciplinarios sobre los cuales conciben.
Bibliografía
- OLALLA, Marcos (2017): “Discurso estético y discurso político en la crítica del modernismo hispnoamericano”, Revista de Humanidades de Valparaiso, n°10, pp. 61-82. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6236576 [Consulta: 27/03/19].
- MAIZ, Claudio (2007): “El Modernismo Hispanoamericano. Expresiones diversas de un rechazo”, https://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/72976/1/El_Modernismo_hispanoamericano_Expresion.pdf