El Nuevo Trato y su Impacto en la Economía Estadounidense
Al asumir Franklin D. Roosevelt la presidencia en 1933 se aprobaron rápidamente varias leyes en el Congreso como fondos asistenciales para desocupados, precios de apoyo para los agricultores, servicio de trabajo voluntario para desempleados menores de 25 años, proyectos de obras públicas en gran escala, reorganización de la industria privada, creación de organismo federal para salvar el valle del Tennessee, financiación de hipotecas, seguros para los depósitos bancarios y reglamentación de las transacciones de valores. Estas leyes crearon nuevos organismos encargados de llevar a cabo estas medidas. El New Deal, había sido elaborado durante la carrera presidencial por un grupo de intelectuales, que Roosevelt reunió en torno suyo, conocidos como el ‘Brains Trust’.
El problema más importante para Roosevelt era la quiebra casi total del sistema bancario, hasta tal punto que era imposible cobrar un cheque. La producción industrial, por su parte, había tocado fondo en 1932. La crisis bancaria era esencialmente de confianza y pudo ser solucionada fácilmente. En un discurso radial Roosevelt informó la población sobre la reapertura de los bancos incitando a depositar ya que no se corrían más riesgos, por lo que varios individuos volvieron a depositar. La recuperación de los bancos no fue más que el preludio de una revisión a fondo del sistema financiero, gravemente distorsionado desde 1929 por la contracción del crédito, el incremento de las deudas y el impago de las hipotecas.
Otro problema era el desempleo. La primera medida adoptada en este terreno fue la creación de campamentos de trabajo donde los desempleados realizaban tareas de conservación de parques naturales y otros espacios verdes. Si bien el Gobierno federal encaró la realización de obras públicas, estas no llegaron a compensar la enorme reducción experimentada por el gasto a nivel estatal y municipal. El New Deal nunca dispuso de un programa concreto para bajar la desocupación mediante obras públicas ya que se carecían de proyectos de antemano y la planificación requería tiempo. Los proyectos debían autofinanciarse lo que hacía difícil su elaboración. Además, para lograr el máximo beneficio social había que emplear a la mayor cantidad de mano de obra posible, ya sea calificada como no calificada por lo que estos empleos eran tachados de constituir en la práctica una auténtica limosna. No solo el New Deal no pudo disminuir considerablemente el desempleo, sino que los trabajos otorgados eran precarios al tratarse de obras públicas que por su propia naturaleza no duraban mucho tiempo.
El New Deal se enfrentó constantemente al dilema de emplear el dinero en aliviar el sufrimiento actual o en estimular la economía para el futuro. Gran parte de las inversiones del New Deal procedían de los impuestos, ya que de otro modo, el gobierno federal tendría que haber aceptado un déficit presupuestario. Esto significaba que una parte del dinero destinado a pagar el sueldo de los nuevos empleados se deducía del salario del que disfrutaba de un empleo. Esto comprueba que Roosevelt desconocía de fondo las medidas recomendadas por Keynes ya que este indicaba que el aumento de gasto, y en consecuencia, del déficit era algo positivo en épocas de crisis.
Otro problema gravísimo, era el bajo y permanente nivel de las rentas agrícolas. Era necesario aumentar los precios y ello se conseguía disminuyendo la producción agraria. Para lograrlo, se concedían primas a aquellos agricultores que deseaban producir menos. Esto implicaba que al menos una parte del costo recayera sobre el consumidor, que en algunos casos estaba en la miseria si se trataba del proletariado de las grandes urbes. Sin embargo, el aumento del nivel de vida de los agricultores significaba más dinero, más demanda y más empleo.
El segundo New Deal
El segundo New Deal se implementó en el segundo mandato de Franklin D. Roosevelt y consistió en la promulgación de una ley sobre la vivienda, la puesta en marcha de la seguridad social, la creación de organismos de planificación regional, el respaldo a los sindicatos y un sistema fiscal más progresivo con impuestos más elevados a los ingresos y a la riqueza. Igualmente, las consecuencias de las nuevas imposiciones a los ricos fueron insignificantes y no hubo tal redistribución de la riqueza. En 1929 las constituciones de sindicatos en forma irrestricta. Las empresas tuvieron que aceptar la libertad de sindicación de sus empleados. Se logró la sindicalización de los trabajadores de las industrias de producción en masa; todos los empleados, cualquiera que fuera su calificación, debían integrarse a un mismo sindicato industrial en tanto el gobierno federal los emplearía como ‘correas de transmisión’ de las normas estatales sobre asuntos laborales.
En estas circunstancias, el gobierno cometió un grave error económico que retrasaría en dos años la recuperación. En 1936, el ritmo de expansión era acelerado y los precios subieron rápidamente. Temiendo un auge especulativo, Roosevelt puso fin al déficit presupuestario y al año siguiente la economía se sumió en una depresión que no sufría ningún otro país y aumentó el desempleo. Tan pronto como el gobierno redujo los gastos, los empresarios perdieron la confianza y dejaron de invertir. Roosevelt seguía sin entender la política fiscal, pensaba que era la obra pública y no el déficit presupuestario lo que promovía el empleo. Los gastos federales aumentaron en 1938 pero la hostilidad hacia el New Deal había aumentado. A medida que el desempleo se prolongaba, crecía la impopularidad de Roosevelt.
Si bien se dice que el segundo New Deal fue un ‘giro a la izquierda’, no era en absoluto hostil a los empresarios, lo que hizo fue poner al burócrata donde había fracasado el hombre de negocios hasta que la empresa privada pudiera florecer de nuevo. Por haber sabido evitar una solución más radical fue el salvador del capitalismo. El efecto más perdurable del New Deal fue aumentar el poder del gobierno federal y del presidente en particular: se redujo el poder de los Estados y el presidente y su gabinete sustituyeron al Congreso como principal fuente legislativa. La sociedad estadounidense experimentó una profunda transformación debido al incremento del poder federal y presidencial sobre la economía. Por eso el auténtico legado del New Deal fue revolucionar las expectativas.