El Rostro Político En Los Medios De Comunicación
Introducción.
La evolución tecnológica dentro de la globalización, proveniente de la modernidad, está teniendo como consecuencia inmediata que los medios de comunicación resulten ser cada vez más penetrantes y poderosos de la mano de la innovación. Con la llegada de la “nueva sociedad de la información” se produjo una verdadera y controversial revolución cultural.
La diversidad de los medios de comunicación social ha logrado un alcance importante: libros y periódicos, televisión y radio, películas y videos, grabaciones y comunicaciones electrónicas transmitidas en tiempo real a través de radio, cable, satélite e internet. Los contenidos de esta vasta difusión van desde las noticias rigurosas hasta el mero entretenimiento.Para muchos, son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales.
El cambio producido supera, más que una simple revolución, la completa transformación a través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea y que la percepción verifica y expresa. Por ende, los medios masivos de comunicación muestran una creciente influencia como formadores culturales y de opinión política, ya que determinan en gran medida ideas, hábitos y costumbres.
Desarrollo.
Actualmente se obtienen grandes cantidades de información y noticias con una velocidad inimaginables. Más allá del mayor o menor poder atribuidos, han producido una revolución en el espectador debido a que su presencia se prolonga en los distintos espacios de la vida social-cotidiana. Acompañando los procesos de sociabilización, ofrecen referencias de conocimiento muy importantes, imágenes del mundo exterior y parámetros de interpelación, modelos éticos y sociales de éxito y fracaso, que interactúan dentro de la familia, el barrio o el entorno social inmediato.
En la mayoría de los temas de relevancia pública, la ciudadanía los ve como una realidad alternativa de análisis, es decir, con la construcción de una parte de la realidad social realizada por los medios de comunicación, que permite a los individuos informarse y apreciar sobre lo que afecta en su entorno. En este proceso de construcción de las noticias, se difunden información e ideas acerca de alternativas políticas existentes en forma accesible para grandes audiencias, e inciden en la naturaleza de la deliberación democrática.
Circulando de esta manera, ciertos temas destinados a influir sobre el debate público, su peso en el establecimiento de la agenda social es producido en función de la relevancia que otorgan a los asuntos tratados y de los atributos que adquieren los objetos o sujetos que reciben una cobertura mediática sostenible. En un primer plano, ya lo definía Ben Bagdikian en su trabajo El monopolio de los medios de difusión: El poder de los medios de difusión es poder político.
Asimismo, las noticias constituyen también una forma de conocimiento: “En la búsqueda por diseminar información que las personas quieren, necesitan y deben saber, las organizaciones mediáticas ponen en circulación y modelan el conocimiento” declaraba Gaye Tuchman que, en este sentido, los medios de comunicación hacen circular ciertos temas para intervenir en la esfera pública ya su vez, a influir en el debate político, social, económico y cultural.
Al difundir información relevante para la población, los medios informativos se transforman en instituciones con responsabilidades sociales. El grado de circulación que las noticias tienen en una sociedad, determina en gran medida el grado en que sus miembros participan de la acción política. En tanto las noticias se basan en recursos culturales y sociales para presentar los hechos, constituyen una vez mecanismos metódicos para los sujetos colectivos. Años anteriores, el periodista Paolo Fabbri decía que los medios de comunicación se habían vuelto un paisaje y que, siguiendo esta idea, lograron volverse formas de una especie de naturaleza moderna. En las democracias actuales, nuestra experiencia de la realidad cotidiana se entrama con una generada por los medios, sean tradicionales (radio, televisión) o nuevos (Internet, blogs, redes sociales).
Si los primeros años de la democracia estuvieron marcados por esta mutación decisiva que une la relación entre política y medios, cuya condición pública de la política se subordinaba de forma progresiva al poder de los medios, los años de la poscrisis neoliberal, llamados la década larga que abarcaba desde los años 2001 hasta 2015, estuvieron signados por la competencia de los actores políticos y mediáticos por imponer en el ámbito público sus respectivos contratos de veridicción, después de un período de conflicto del que ninguno salió indemne: la fórmula “Que se vayan todos” integraba un sistema de coordenadas, entre otras frases claves como slogan, para marcar cierta direccionalidad de opinión en las esferas de debate.
Los gobiernos giratorios de izquierda, en América Latina han convertido la premisa simbólica en un “combate semántico”, que alimenta y a la vez excede el marco legal y técnico de las políticas de comunicación, volviéndose moneda corriente en las secretarías de prensa de los gobiernos latinoamericanos. El estilo y la ideología de cada presidente daban a esta inquietud, inflexiones singulares: Hugo Chávez y Rafael Correa tenían programas de televisión (emisiones diarias o semanales, depende el caso), en los que exponían sus planes de gobierno, criticaban a sus adversarios y componían un diálogo cotidiano con los ciudadanos que las cámaras retransmitían a todo el país. Capacidad oratoria, estilos de habla y gestualidad diferenciaban un interés común por llegar al pueblo sin intermediarios.
Mientras tanto, Lula da Silva acusaba a la prensa de ser mala influencia y optaba por visitar los pueblos y establecer una comunicación cara a cara. El equipo de gobierno de Michelle Bachelet había diseñado un plan de comunicación ciudadana, que implicaba, entre otras cosas, muchas salidas a la calle para tener contacto directo con la gente. Evo Morales, que llegó a la presidencia después de una larga trayectoria sindical, se reconocía a sí mismo como más orador de territorio que de pantalla. Correa también hablaba de “dar la cara y no gobernar en un escritorio”; las similitudes con Kirchner que promulgaba recorrer la Argentina y esquivar los cómodos sillones no son casuales ante el fantasma de la mediatización de lo político.
Si bien existen varias investigaciones sobre la función informativa de los medios, no abundan trabajos empíricos que hayan ido estudiando a los medios como actores relevantes del sistema político, capaces de influir no sólo sobre los espectadores y la agenda pública, sino también sobre la agenda política. Por su parte, el ex presidente Kirchner define a la prensa escrita como un actor político que no es sólo un mediador entre la sociedad civil y el Estado, sino que construye representaciones del poder y la sociedad en cuyo espacio interviene.
En las encuestas de opinión, los medios sobrepasan a otros actores de la vida social en confianza y tienen la particularidad de que en el proceso de interacción ciudadanía-actores, sean buscados y eso refuerza más su grado de credibilidad. Lo que ha logrado, además de tener un rol social per sé, es que sean tenidos en cuenta como socios por otros actores menos favorecidos en cuanto a respaldo, como los políticos o entidades gubernamentales.
Sin embargo, la relación de los medios y la sociedad ha cambiado en los últimos años, con la aparición de las redes sociales y la fuerza que han tomado en algunos escenarios en los que un sector de la población tiene preferencia por los nuevos medios; los tradicionales, tal como eran concebidos han tenido que modificar sus estructuras y su manera de entregar la información al público.
Incluso la teoría de la agenda setting, resaltan un nuevo concepto de los mismos, ya no como legitimadores que tienen la capacidad de decirle a sus espectadores qué decisión tomar, sino que su campo de acción se circunscribe a poner sobre la mesa los temas a debatirse, y el reordenamiento de las funciones sociales que históricamente habían sido ligadas a observar los medios como actores con alta capacidad de efectividad en cuanto a proselitismo.
En dicho espacio se relaciona a su vez, con actores y fuerzas políticas en un universo de interacciones donde es inevitable que surjan conflictos. Sin embargo, las corporaciones de estos distintos medios pueden perseguir objetivos políticos mediante formas diferentes: una de ellas es el logro de políticas públicas particulares, relacionadas con sus intereses, como la implementación de límites a la propiedad extranjera en medios de comunicación u otras medidas que favorezcan los intereses de las empresas propietarias.
No desconocen cuál es su influencia ni cuáles son los resultados que pueden obtener con su trabajo, lo demuestran diariamente a través de campañas sociales y electorales, y en algunos casos al vincularse directamente a la promoción de determinados candidatos o acciones de gobierno. Además, la visibilidad y exposición que conlleva, conforma un factor determinante que incita a los políticos el ejercicio permanente de sus funciones públicas; a fin de movilizar su figuración en los diversos formatos para las campañas.
Como actores del sistema político, los medios pueden tener distintos tipos de actuaciones, ya sea como narradores y/o comentadores o como participantes de conflictos. Los intereses del periódico articulados en la redacción se entremezclan así con los llamados criterios de noticiabilidad, definidos como el conjunto de elementos a través de los cuales el aparato informativo controla y gestiona la cantidad y el tipo de acontecimientos, para la selección de las noticias.
Conclusión.
Considerar a los medios de comunicación como actores políticos implica entender que no son simples intermediarios entre los hechos y las audiencias, sino actores sociales con intereses particulares. En su procedimiento, comunican su discurso en gran escala a través de un proceso en el que entran en contacto con otros partícipes reconocidos. De esta forma, la prensa mantiene tres aspectos en relación con el proceso político: como observadora, como participante y como catalizadora.
En la tarea de selección, inclusión o exclusión, tematización y jerarquización de los acontecimientos, es posible rastrear y detectar no sólo la diversidad de intereses comunicativos, financieros, selectivos, especulativos o esclarecedores; sino también una percepción ideológica que se detenta sobre entrelíneas.