El Terrorismo Yihadista Y Lo Que Llevó Al 11-S

El 11 de septiembre de 2001 se produjo en Estados Unidos el atentado más brutal que ha vivido hasta el momento el mundo. Ese mismo día por la mañana los vuelos 11, 175, 77 y 93 de American Airlines fueron secuestrados por terroristas yihadistas para llevar a cabo el ataque terrorista más mortal de la historia. Los dos primeros vuelos colisionaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York alrededor de las nueve de la mañana hasta que finalmente se derrumbaron en torno a una hora después, matando a más de tres mil personas e hiriendo a más de seis mil. Los aviones impactaron y la desesperación y terror inundó a los estadounidenses, que veían su país derrumbarse junto con las torres. El tercer avión chocó contra el Pentágono en Washington D.C. media hora después del ataque contra las torres, y el cuarto avión no consiguió llegar a su destino, la Casa Blanca, y cayó en un campo abierto en Pensilvania. Estos ataques a Estados Unidos eran una ofensiva directa contra su civilización, su poder militar y su poder político.

¿Cuáles son las razones de estos ataques? ¿Qué hechos desembocan en la más sangrienta masacre de la historia del terrorismo? ¿Cómo llega Al Qaeda hasta ese preciso momento?

Es importante empezar hablando de dos hombres: Aymán al Zawahirí, actual líder de la organización terrorista, y Osama bin Laden, fundador, líder de la organización hasta 2011 y sin el cual no se podrían haber llevado a cabo los atentados de 2001.

Al Zawahirí nació en 1951 en El Cairo, Egipto y fue un reconocido cirujano entre su familia de profesionales de la medicina. Al principio tenía una visión “estándar” del islam, pero tras la Guerra de los Seis Días radicalizó sus ideas y se unió a los Hermano Musulmanes, un grupo islamista radical, a los 14 años. En los años en los que estuvo en la universidad radicalizó su visión del islam hacia una ideología salafista, y tras finalizar sus estudios entró en la yihad islámica cuyo principal objetivo era instaurar un Estado Islámico en Egipto y, más tarde en todo Occidente. Esta organización fue la responsable del asesinato de Anwar Sadat, presidente de Egipto y al Zawahirí fue arrestado, junto a más miembros, como represalia contra el acto cometido. Pasó tres años en la cárcel en la que se llevaron a cabo innumerables humillaciones contra él y sus compañeros, lo que desembocó en una radicalización total del islam en la persona de al Zawahirí.

Osama bin Laden nació en 1957 en Riad, Arabia Saudí, hijo de uno de los más ricos empresarios en todo el país, Mohammad bin Laden. Ya desde pequeño fue criado dentro de una ideología de extrema derecha y las personas a las que fue conociendo durante su vida ayudaron a afianzar, además, una posición radical con respecto al islam. Bin Laden coincidió con muchas personas, pero a quién debemos destacar es a Abdullah Azzam que alegaba lo siguiente: “Sólo la yihad y el fusil; nada de negociaciones, conferencias ni diálogos”. Para bin Laden y los otros muchos jóvenes que le escuchaban encarnaba un personaje arraigado a la tradición islámica a la vez que ofrecía una visión moderna de esta. Azzam predicaba la yihad tanto defensiva como ofensiva y alentaba a ayudar a los muyahidínes afganos que estaban luchando contra la invasión soviética. Fue, además, quien metió a bin Laden en su red de reclutamiento y con quien recaudó fondos y organizó la yihad afgana. Ambos lucharon junto a los afganos en la guerra contra los soviéticos y reclamaron la importancia de la participación de su organización en la victoria.

Dicha guerra fue un punto de inflexión en la ideología de bin Laden, que tras sobrevivir semejante lucha predicaba que “nadie puede resultar herido si no es por la voluntad de Dios”. Así, se convirtió en el principal financiador de la yihad y se comprometió fielmente a cambiar la situación de la yihad actual. Como había heredado una fortuna tras la muerte de su padre, pudo ofrecer billetes de avión para los reclutados y sus familias, además de alojamiento y los gastos de mantenimiento. La organización predicaba la yihad afgana contra los soviéticos como un deber individual y colectivo, lo que llamaban la fard ayn, la obligación religiosa individual, y la fard kifaya, la obligación religiosa colectiva. Era la muerte y no la victoria en Afganistán lo que atraía a los jóvenes musulmanes. Pero, los esfuerzos de bin Laden de reclutamiento resultaron un fracaso, no mucha gente acudió al llamamiento de esta organización a pesar de las ayudas y facilidades que ofrecía. Por ello, Azzam partió a Estados Unidos a seguir con el reclutamiento y con esperanzas de hallar más aliados, irónicamente, en territorio del enemigo.

Al Zawahirí llega a Peshawar como médico de la Media Luna Roja en 1986 y se conforma como aliado de bin Laden en su lucha en Afganistán. Los dos hombres se usaban mutuamente, bin Laden ofrecía financiación para la organización de Zawahirí y éste ofrecía ayuda médica a Osama, que padecía muchas enfermedades que además se veían empeoradas por su participación en la guerra.

Tras la guerra de Afganistán, Azzam mencionó la necesidad de crear una base (qaeda) sólida para su movimiento con lo que en agosto de 1988 se produjo una reunión de algunos de los principales hombres que predicaban la yihad y crearon la célula terrorista que ya es mundialmente conocida y temida: Al Qaeda. Pretendían crear un Estado Islámico imponiendo la sharía o ley islámica, primero en Afganistán, retornar al dominio internacional del islam, reconquistar todo territorio que en su momento hubiese sido musulmán y luchar contra todo aquel que no compartiese sus ideales: los no creyentes y los musulmanes no radicales. El núcleo de la organización se basaba en el culto a la muerte. En el Corán, en principio se establece que no está permitido matar, aunque Mahoma establece tres excepciones: como castigo por cometer un asesinato, por infidelidad matrimonial o por apartarse del islam. Pero, los dirigentes ampliaron estos casos a, por ejemplo, todo aquel que fuese a votar, pues la democracia iba en contra del islam. Otro aspecto que los lideres manipularon fue el castigo que el Profeta establecía contra el suicidio. Los yihadistas maquillaron el suicidio como un acto heroico que ayudaría a los musulmanes a alcanzar el paraíso. Además, con la creación de Al Qaeda y el liderazgo de bin Laden, el caos y la barbarie aumentaron exponencialmente; se robaban bancos para financiar la causa debido a que la riqueza del líder no duraría para siempre y los asesinatos se convirtieron en algo habitual. Al Qaeda nació de la idea de que la fe es más fuerte que las armas o las naciones y de que el billete para acceder a la zona sagrada es la voluntad de ser mártir.

El deber de Al Qaeda era concienciar a la nación islámica de la amenaza que suponía Occidente, laico y modernizado y, para ello, la organización arrastraría a Estados Unidos a una guerra contra el islam que no podría ni controlar ni ganar. La orden de matar a todo estadounidense o aliado en el momento que sea y en cualquier país que sea posible se establecía como una obligación de todo musulmán. Esta visión se basaba en dos fetuas: se autoriza el ataque contra las tropas estadounidenses y se incita al asesinato de inocentes. Desarrollaban atentados complejos y simbólicos destinados a la matanza y a la humillación del enemigo. No existía lo “neutral”, en la guerra que se libraba había dos bandos: los fieles creyentes que están del lado de los terroristas y los apóstatas, no creyentes, que merecen morir. En la confrontación que buscaban con los regímenes apóstatas no caben debates ni diálogos, ni diplomacia, sólo conoce de caos y balas. Pero, a pesar de todo, nunca se consideraron terroristas, sino revolucionarios que se veían obligados a actuar en nombre de lo que ellos consideraban justicia.

Los objetivos de la organización eran bastante utópicos, pretendían instaurar el gobierno de Dios en la Tierra, alcanzar el martirio por la causa de Dios y la purificación de las filas del islam de los elementos de depravación. Por otra parte, los objetivos o blancos que la organización estableció fueron los herejes, los shiíes, Estados Unidos e Israel.

La mayoría de quienes acudían a recibir adiestramiento de Al Qaeda en Afganistán eran hombres de clase media o alta, que pertenecían a familias unidas, tenían estudios universitarios, hablaban hasta cinco o seis idiomas y no necesariamente padecían trastornos mentales, pero lo más interesante es que muchos de ellos no eran religiosos cuando se incorporaron a esta organización. Dentro de esta descripción general del perfil de yihadista, cada historia era diferente de la anterior y tenían diferentes “talentos” que eran útiles para la organización, como la falsificación, el fraude o el tráfico de drogas.

En 1996 el gobierno de Sudán echa a bin Laden y le despoja de todas sus posesiones. Unos meses más tarde lanza la “Carta de guerra contra los estadounidenses que ocupan la tierra de los dos santos lugares” por la que tomaba el papel de hombre indómito que se rebelaba contra la superpotencia, el poder laico, moderno, científico y tecnológico de Estados Unidos.

En 1998 se produjo el primer atentado documentado de la organización contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania y marcaría el sello de sus próximos atentados: ataques suicidas, múltiples y simultáneos. Los atentados fueron un éxito para Al Qaeda que consiguieron que fuese una declaración asombrosa, impactante y sorprendente, y el suicidio serviría para justificar unas operaciones que tenían como principal objetivo matar al mayor número de gente. No intentaban preservar las vidas de inocentes porque dicho concepto no cabe en su ideología. Nadie que esté en contra de sus principios será jamás inocente. Después de este ataque Estados Unidos respondió con misiles y bombardeos donde creían que se encontraban los líderes de la organización, pero resultó ser una operación fallida y precipitada. Ante estos ataques al Zawahirí respondió diciendo que habían sobrevivido a los ataques y la guerra no había hecho más que empezar, “ahora les toca esperar la respuesta”. Lo único que habían conseguido estos ataques había sido avivar la llama antiestadounidense en el mundo islámico y provocar más atentados, como el intento de bomba en el aeropuerto de Los Ángeles que, gracias a un policía atento, consiguió ser solo un susto y nada más.

Y, lo peor de todo es que después de los atentados a la embajada, el intento de atentado en el aeropuerto de Los Ángeles, los comunicados, la información que poseía la inteligencia estadounidense, seguían sin considerar a Al Qaeda como una amenaza. El error de Estados Unidos fue subestimar el terrorismo yihadista y no ponerle freno antes de que se les fuese de las manos.

El odio de bin Laden a Estados Unidos comenzó en 1982 cuando permitió y ayudó a que los israelíes invadieran Líbano. Recordaba la masacre y la sangre, las mujeres y los niños muertos por todas partes, casas y edificios destruidos y declaró: “mientras miraba aquellas torres demolidas en el Líbano, me vino a la cabeza que debíamos castigar al opresor de la misma manera y que debíamos destruir torres en Estados Unidos para que ellos prueben lo que nosotros probamos”. Así que, cuando conoce a Jaled Sheij Muhammad que le presenta la idea de su sobrino Ramzi Yusef, que había puesto una bomba en el aparcamiento del World Trade Centre en 1993, de derrumbar las Torres Gemelas del establecimiento, no se lo pensó dos veces.

Pero, antes del 11 de septiembre, se produjo otro atentado que no era más que un aviso a Estados Unidos de que Al Qaeda estaba harta de palabras, comunicados, declaraciones y había llegado el momento de pasar a la acción. En octubre del 2000 se produjo un atentado suicida contra el USS Cole, un barco estadounidense anclado en el puerto de Yemen, en el que murieron 19 personas y resultaron heridas 39. Y, aun así, Estados Unidos seguía considerando Al Qaeda como una amenaza lejana de la podrían encargarse más tarde.

Después del atentado de 1993 contra el World Trade Centre, lo único que tenía Estados Unidos eran veinticinco encarcelamientos, pero ni idea de lo que Al Qaeda estaba organizando, aunque la mayoría de los pilotos se estaba formando dentro de sus fronteras. Estaban a punto de morir miles de personas y la gente no iba a entender por qué la inteligencia estadounidense no era eficaz y no usaba todos y cada uno de los recursos a su disposición para enfrentarse a uno de los mayores problemas a los que se ha enfrentado Estados Unidos.

Entonces, Nueva York se despierta el 11 de septiembre como cualquier otro día, y la gente va a trabajar pensando que sería un martes más y sin saber que se habían levantado en el día en el que el mundo cambiaría completamente. Un avión choca contra la Torre Norte y, aunque el miedo está ahí, se piensa que podría haber sido un error. Los informativos se interrumpen, todas las televisiones del mundo emiten las imágenes de la colisión y nadie sabe qué está pasando en realidad. Pero luego choca el segundo avión, y los corazones se empiezan a acelerar, Estados Unidos, la superpotencia mundial, acababa de ser atacada y estaba sufriendo miles de muertes de sus ciudadanos. Las imágenes de las torres ardiendo, el humo visto desde kilómetros, los vídeos de las personas que habían perdido la esperanza y caían de los pisos altos, todo ello contribuye al terror que sufrió la población global. Más tarde, choca el tercer avión contra el Pentágono y el mundo se echa las manos a la cabeza. Las torres se derrumban, el cuarto avión cae en campo abierto y las teorías de conspiración comienzan. ¿Qué estaba pasando? ¿Quién estaba haciendo esto? Y, sobre todo ¿por qué?

Lo que estaba pasando es que Al Qaeda había dirigido tres ataques contra la primera potencia mundial, pero había logrado asestar un golpe a toda la humanidad. El 11 de septiembre consigue su efecto gracias a la espectacularidad del suceso, las escenas de horror grabadas en la memoria universal. Las imágenes que se difunden por todos los canales de televisión de todos los países del mundo propagan la onda expansiva y multiplican el impacto del atentado. Estados Unidos estaba declarado culpable de garantizar la supremacía israelí y de no haber ejercido la imparcialidad que se esperaba de la primera potencia mundial. Estos ataques constituían la declaración de que el terrorismo era fuerte, podían hacerle frente a Estados Unidos. Al Qaeda demostraba ser una organización flexible y con capacidad de adaptarse y evolucionar. Estados Unidos podría tener todos los misiles que quisieran, pero ellos tenían fe.

Pocas horas después la gente empieza a hablar públicamente y a ser plenamente consciente de lo que acababa de sufrir Estados Unidos. George W. Bush, presidente en el momento de los ataques, afirma que estos han sido consecuencia del odio que tienen contra lo que ven en su país: un gobierno democráticamente elegido y las numerosas libertades que ejercen los ciudadanos. Un discurso muy motivacional y emocionante, pero no reflejaba la realidad. Lo que había que hacer era aceptar que no había sido un ataque cobarde contra la civilización, la libertad o la humanidad, sino un ataque contra Estados Unidos que se ha producido como consecuencia de su política, sus intereses y sus alianzas. Estados Unidos era fuerte, no paraban de repetir en todos los comunicados e informativos, y no se dudaba de ello, pero en aquel momento se trataba de mostrar mucho más que eso. Se trataba de prestar ayuda, de reafirmar que era una nación fuerte, democrática y con plenas libertades, no de bombardear a diestro y siniestro y declarar la guerra al terrorismo. Estados Unidos dio a los yihadistas la respuesta que esperaban y lo único que consiguieron fue ratificar su idea sobre el país que tanto odiaban y les dieron más motivos para incentivar ese mismo odio que les llevó a destruir las Torres Gemelas. Al fin y al cabo, y esto todos lo sabemos, no temen a la muerte, es más, para ellos es bienvenida y un par de bombardeos no iban a solucionar nada.

Un tiempo más tarde, Al-Jazeera, una cadena de televisión de Qatar, expone un vídeo de bin Laden en el cual no reclama responsabilidad de los ataques del 11 de septiembre, pero sí alaba a quien lo llevó a cabo. Da gracias a Dios por destruir uno de los grandes edificios americanos y fundar el terror de Norte a Sur y de Este a Oeste en todo Estados Unidos. Por fin, este país había visto el miedo y terror que la comunidad árabe sufría. También se refiere a los terroristas suicidas y asegura que sus almas serán bendecidas y recompensadas con el paraíso. Incita a todo musulmán a coger las armas y continuar luchando contra Estados Unidos. Y, por último, se refiere a Bush y a su “guerra contra el terrorismo” que es no más que una “guerra contra el islam”.

Por último, señalar la única cosa que ha quedado clara después de estos atentados es que no estamos seguros en ningún lugar del mundo y todo aquel que subestime las capacidades de estas organizaciones se verá sumido en las mismas consecuencias que sufrieron Nueva York y Washington D.C., que no serán fáciles de olvidar, pues cada 11 de septiembre las redes sociales se llenan de imágenes emotivas que recuerdan el hecho tan aterrador que vivió Estados Unidos y el mundo entero.

Bibliografía

  • Brockers, M. (2011). 11-S. Ediciones B.
  • Eco, U., Garzón, B., González, F., Goytisolo, J., Kepell, G., Carré, J. L., . . . Llosa, M. V. (2002). El mundo después del 11 de septiembre de 2001. Barcelona: Ediciones Peninsula.
  • Wright, L. (2015). La torre elevada: Al-Qaeda y los orígenes del 11-S. DEBOLSILLO.
05 May 2021
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