Insultos como Marca de la Identidad Juvenil
Los insultos como marca de identidad grupal en el lenguaje juvenil
El insulto es empleado frecuentemente en el ambiente juvenil. De forma objetiva, podría considerarse extraño, ya que va contra las normas de cortesía verbal. El insulto es un acto de habla intrísecamente descortés, pues pretende deteriorar la imagen del receptor. Sin embargo, gracias a la pragmática, sabemos que el significado depende no solo de la expresión lingüística, sino también del contexto. En el caso de las conversaciones juveniles, se ha observado que el insulto no tiene siempre una intención amenazante. De hecho, los interlocutores lo encuentran normal e, incluso, gracioso en ocasiones.
Se han realizado numerosos estudios al respecto del léxico amenazador en el lenguaje juvenil. Todos ellos concluyen que el insulto y la agresividad verbal entre jóvenes se usan con un propósito integrador, con el fin de crear una identidad grupal. Los insultos pueden ser agrupados conforme a tres funciones: la función expresiva (para manisfestar sentimientos) “joder, qué daño”; la función lingüística (para reforzar expresiones) “ ¿De qué mierda hablas? y por último, la función social, que es la predominante en el caso del habla juvenil.
Los insultos, en su función social, refuerzan el sentido de pertenencia a un grupo, ya sea porque fomentan la integración de uno de los miembros; por ejemplo, cuando los insultos son utilizados como apelativos cariñosos o ya sea por exclusión, cuando los insultos se emplean con valor peyorativo contra alguien “todos los chicos son unos cabrones”. De esto podemos deducir que según las circunstancias el comportamiento podrá ser o no considerado ofensivo, ya que, cuando el insulto mantiene con su verdadero significado, el acto implica agresividad.
Se desconoce cuándo comenzaron a usarse este tipo de palabras como señal de identidad grupal, pero, desde luego, su origen se remonta muy atrás (al menos en la cultura española). Si bien, es cierto que en las décadas de los 70 y los 80 del siglo pasado, hubo un considerable aumento de este fenómeno por los diferentes movimientos hippies, libertadores y musicales que surgieron. Aquellos años en España estuvieron marcados por alcohol, drogas…, por lo que, se crearon nuevos términos que aludían a estos campos, en gran parte para establecer diferencias entre el mundo de los adultos y el juvenil, es decir, como una seña de identidad. La formación de nuevo léxico incluía no solo insultos, sino también palabras de carácter sexual; palabras adoptadas de otras lenguas marginales como el caló; términos de lenguas extranjeras como el inglés; palabras despectivas contra la autoridad policial (pasma); etc. Asimismo, las blasfemias son también un fenómeno frecuente. Actualmente, algunas de esas palabras permanecen, pero otras no, pues uno de los rasgos más característicos del lenguaje juvenil es la rapidez con la que cambia, puesto que suele depender de modas o corrientes pasajeras. Aún así, los procedimientos para formar insultos continúan siendo los mismos, entre jóvenes.
En definitiva, los insultos dentro del lenguaje juvenil (y parece no solo limitarse a este ámbito en lo que respecta a nuestra cultura) no se pueden calificar como intrínsecamente amenazantes o degradantes. Se evaluará su descortesía en función de diferentes factores dependientes del contexto: la relción existente entre interlocutores, el fin de la interacción o la pertinencia de emplear insultos en la misma.