Jane Eyre de Bronte en el Teatro Español
No importa cuánto tiempo pase; hay libros que sencillamente no pasan de moda. ¿Qué mejor ejemplo de esto que novela victoriana “Jane Eyre”? Durante un tiempo de opresión femenina, Charlotte Brontë creó lo que se considera como la primera historia feminista, rica con temas que permanecen significativos hoy. La escritora británica tuvo que esconderse bajo el seudónimo masculino de Currer Belle cuando publicó su obra en 1847 ya que de no ser así jamás hubiese sido editada. Después de más de 150 años, ¿es posible que esta historia aún sea relevante? Pues, el montaje teátrico de Carmen Portaceli demuestra que sí; en el mundo contemporánea de vidas superficiales en Instagram, el techo de cristal y la brecha salarial, no hace falta decir que la desigualdad todavía existe. Encima, yo era intrigada en cuanto a cómo se interpretaría este clásico británico con su efusión de temas en el escenario español. Es fácil de decir, no decepcionó.
Veamos: Esta obra, ya empleada en Barcelona el año pasado, es una adaptación fenomenal. Jane Eyre, hasta la fecha, no solo ha habido interpretaciones teatrales, musicales, operísticas y cinematográficas, sino también una versión de ballet y manga. El primero de los cuales en español fue adaptado por Francisco Morera que publicó «Juana Eyre: drama en cuatro actos y un prólogo» in 1869. Se puede decir con seguridad que algunos tienen más éxito que otros. Pero con este de Portaceli, a pesar de la cultura diferente, la historia es tan sensacional en español como en inglés.
La historia bildungsroman narra las experiencias que acompañan a Jane y la empujan a edad adulta. Desde su la infancia en Gateshead hasta la boda con Rochester a Ferndean, Jane supera muchos obstáculos antes de alcanzar su libertad. Lo que me interesa es que la historia hermosa de maduración se esconde tras la política significativa. No cabe duda de que su protagonista ha tenido que vivir un periplo oneroso que parece digno del argumento de una obra feminista hoy. No importa que critica los patrones victorianos británicos de género y de clase de los que reflejan la forma en la que debían comportarse las mujeres. Al fin y al cabo, aborda un tema que es universalmente relevante. Es un mensaje feminista que constituya una bofetada en la mente de cada espectador y que, por consiguiente, se ve obligada a reflexionar sobre su propia sociedad.
Al entrar en el teatro, Portaceli nos presenta un escenario decadente y lúgubre en el Teatro Español. Un escenario sencillo de que permite que brille la actuación del elenco estupendo. Está encabezado por Adriana Gill que se mueve en escena como si llevara allí toda la vida. Fue claro que tiene urgencia por expresar lo que su personaje pasional insistía en expresar. Por ejemplo, Jane no tiene miedo cuando se trata de proyectar sus opinas ‘No soy un pájaro y ninguna red me atrapará; soy un ser humano libre con una voluntad independiente.’ Esta niña inconformista no es ordinario como su apariencia sugiere, pero posee un deseo grande para de superar su represión. Cabe destacar que el siglo XIX no había visto nunca esta personalidad, uno que desafía convenciones. Como yo lo veo, ella es la Emma Watson del siglo XIX; serio, estudioso y defensor del cambio. Gill representó esta heroína hasta la médula.
Lo acompañan en el escenario Abel Folk que realiza Edward Rochester, el patrón de Thornfield Hall que es de apariencia alta, morena y no tan guapo. Un hombre con las facciones toscas, grosero, y le dobla la edad a Jane, tenemos aquí el objeto de deseo. A mi juicio, esta versión se destaca especialmente por su fidelidad a la historia original y por la química entre nuestra Belleza y la Bestia. A pesar de que la pronunciación de su nombre británico era chistosa cuando se decía en voz alta, desde el principio a fin, él ilustra perfectamente el dinámico la injusticia social mientras Jane trabaja como su inferior. Como explica perfectamente Portaceli, es un amor que solo puede vivir cuando los dos protagonistas estén de igual a igual, cuando el amor no sea una cárcel, sino un acto de libertad. Es decir, solo están iguales cuando Jane se convierte en una mujer independiente.
Jane Eyre es una lectura imprescindible para la sociedad en la que vivimos hoy en día. Me alegra ver que, en nuestro siglo, las butacas de estas obras vibran con un público joven, carente de prejuicios ideológicos, dispuesto a hacer cambios. Por otro lado, durante los años de Brontë, este no fue el caso. La literatura estaba, en su mayor parte, restringida para las clases altas en Inglaterra tanto como en España. Sin embargo, el hecho de que haya más arte que nunca que está predicando por los derechos de las mujeres, la esencia intemporal salta al escenario como un recuerdo que la igualdad de género permanece un problema. Con el maltratamiento de Jane a lo largo de su juventud, esta puesta en escena provoca una conversacion significativa y nos muestra como los clásicos y las adaptaciones, como es patente, pueden rezumar reflexión con el presente del espectador.
Además de embelesarnos con la interpretación de Gill y Folk, no podemos ignora a Joan Negrié, Gabriela Flores, Jordi Collet, Magda Puig y Papa López que se desdobla con varios personajes impecablemente. Verbigracia, Negrié desempeña el papel formidable de Dr. Carter mientras también se hace el papel del alcohólico con mal de amores, St. John. Al interpretarse con el talento adecuado, esta puesta en escena provee que un texto difícil puede alcanzar niveles exquisitos. Todos ellos son una bocanada de aire fresco entre el montaje victoriano.
En resumen, seguro que, si la autora le hubiera asegurado que su obra todavía aparecería en el escenario en Madrid bien entrado el siglo XXI, se haría echado a reír. Pero, el clásico atemporal lleva al escenario español con tanto poder y belleza como su contraparte literaria. Brontë ha planteado la semilla que ha dado lugar a las posteriores luchas por la emancipación de la mujer, y el montaje de Portaceli la ha hecho florecer.