La Bondad Y La Maldad Dependen De La Ignorancia
Quisiera apoyarme, al desarrollar este escrito, en el visionado de una gran película coreana (2009), THIRST (traducción SED, y cuyo sustantivo es NECESIDAD O GANAS DE BEBER, ambos conceptos se entenderán si se ve la película), y en la que el concepto BUENO se ve mediatizado por la necesidad de practicar la bondad, y que en la película, como obra de arte, implica la apreciación de responder a la belleza y su correspondencia con la bondad, intuiciones articuladas por Platón (427 a.C) que identifica belleza y bien, a la mente y al espíritu
En el siglo XVIII, el pensamiento de un intelectual, filósofo, pedagogo y escritor, músico y naturalista, revolucionario, Jacques Rousseau, suizo (1712), condicionó de manera importante a la sociedad de la época.
Como intelectual pertenece a la corriente de la Ilustración, aunque su pensamiento era opuesto al de los que representaban esta corriente, por ejemplo Voltaire, con el cual mantenía una NO relación y gran enemistad.
Aportó a la filosofía política los conceptos de “alienación”y “voluntad general”que Kant convirtió en su “imperativo categórico”.(concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior, pretende ser un mandamiento autónomo [no dependiente de ninguna religión ni ideología] y autosuficiente capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones.)
Entre las frases más populares de Rousseau están:
- El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado: Frase, actualmente, muy vigente aunque su aparición ocurra en el siglo XVIII.
- El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad quien lo corrompe: Al nacer se ignoran los conceptos del bien y del mal Es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas: La admiración, normalmente, es superficial, el respeto es fundado
La obra de Rousseau ‘La teoría del buen salvaje’ es de las obras filo-literarias políticas de mayor influencia en la concepción de lo que debe ser la política pero, también, en lo que se entiende como ”natural” y “artificial” y sus implicaciones en la vida de los seres humanos.
Claro, al entender la política como gestión de la autoridad y la fuerza, surge entre los filósofos de la época de Rousseau, la importancia de “contrato social” o acuerdo hipotético entre ciudadanos y mandatarios del poder cuya misión es la de asegurar que los Estados sean posibles con una estructura estable, es decir, que ciertas personas obliguen al resto de la ciudadanía a comportarse de manera homogénea, que, en principio, es por el bien de la mayoría.
Lo complicado de las convivencias es tener claro qué hacer por el bien de la mayoría y qué no, y qué responsabilidades se han de pedir por todo lo que hace el Estado por los “otros”, teniendo muy presente lo frecuente de la corrupción y las injusticias.
La existencia de carencias económicas y democráticas genera un efecto en cadena que provoca violencia entre los ciudadanos.
Así pues, para que exista la civilización y, consecuentemente, los Estados, surge una situación de un cierto grado de injusticias y de violencia, motivado por la descompensación entre las personas que dominan respecto a otras que son dominadas. Las leyes son una condición “sine qua non” (conditio sine qua non es una locución latina originalmente utilizada como término legal para decir «condición sin la cual no. Se refiere a una acción, condición o ingrediente necesario y esencial —de carácter obligatorio— para que algo sea posible y funcione correctamente.) que hace que aparezcan dinámicas la relación entre personas que son objetivamente injustas.
Diputado de la Cámara de los Comunes, filósofo y literato escribió unas teorías filosófico-estéticas que influirían en el pensamiento de Kant, en las que expone su conocida máxima de que aseguraba que «para que triunfe el mal, sólo es necesario que los hombres de bien no hagan nada».
La voluntad, sin embargo, es libre, y la voluntad libre es sujeto de obligación moral. Los filósofos griegos concibieron la felicidad como la finalidad de la conducta, y no puede decirse que no tuviesen idea alguna de obligación biounívoca; pero, una noción más clara de Dios, considerando a este, como Ente Supremo y Único, por su idiosincrasia, no puede ser ni bueno ni malo, ya que, si fuera malo, se recrearía con la maldad (prepotencia, abusos, enfermedades, injusticias….) y, además, originaría maldades recreándose en las mismas, y, si fuera bueno, el concepto del libre albedrío no existiría como algo imprescindible en las reacciones humanas individuales, porque el razonamiento de los humanos y sus distintas formaciones no lograrían dar SIEMPRE con lo justo en cada momento, lo cual nos lleva al hecho, en principio, de la creación divina, de que cada uno es ÚNICO, y en lo que, san Agustín, uno de los padres de la Iglesia Católica, hizo hincapié, concediendo a la obligación moral una base metafísica más firme de la que los griegos habían sido capaces de darle, la base necesaria de la obligación, la ‘libertad’.
La voluntad es libre de apartarse del Bien inmutable y adherirse a bienes mutables, tomando como objeto suyo los bienes del alma, sin referencia a Dios, o lo más lógicos respecto a los bienes del cuerpo. La voluntad busca necesariamente la felicidad, la satisfacción, de facto, esa felicidad se encuentra, únicamente, en Dios como principio y fin.
Del Bien inmutable, el hombre no tiene visión de Dios en esta vida, y puede volver su atención hacia los bienes mutables —por su propia naturaleza corruptibles— y adherirse a ellos en vez de a Dios, y ese apartamiento y giro no son acciones forzadas, sino únicamente voluntarias
Como corolario sintético de todo lo anterior, expuesta en la filosofía antigua —centrada fundamentalmente en la ética socrática, platónica y aristotélica, en ese orden—, el pensamiento griego sobre el mal se puede entender desarrollado a lo largo de tres fases o polos importantes: trágico, ético y prosaico.
El mal se concibe en la tragedia como algo externo al hombre, impuesto por el destino y/o los dioses. Más adelante, en la etapa ética, el hombre se hace responsable del bien y del mal a partir del conocimiento, de manera que el mal será producto de la ignorancia. El polo prosaico es típico de una visión dualista del hombre, visión que defendería incluso el mismo Platón en sus textos, que mantiene que el cuerpo material constituye una especie de prisión para el alma, el auténtico ser; la materia y lo corpóreo se conciben, pues, como intrínsecamente malos. La teoría ética/moral de Platón se enfoca, sin duda, más que al mal en sí, al Sumo Bien, en el sentido de que está enfocada al logro del supremo bien del hombre, en la posesión del cual consiste la felicidad verdadera y que se obtendría mediante el desarrollo auténtico de su personalidad como ser racional y moral, entendiendo el recto proceder del alma y el bienestar armonioso de su vida.
En el último libro de la República (Platón). plantea la pregunta con la que se inicia la obra platónica: ¿qué es verdaderamente digno del aprecio en la vida humana? La respuesta de Sócrates al final del diálogo será bastante clara y rotunda: lo más valioso es una vida de bien sin fragilidad, una vida inteligente en la que el alma se mantiene justa y en plena armonía.
En san Agustín y santo Tomás, así como en casi todos sus coetáneos medievales cristianos, se encuentra el origen del mal en el propio “estatus ontológico” (indica que algo que es relativo o perteneciente a la ontología, es decir, a la rama de la filosofía metafísica que estudia la naturaleza del ser en cuanto ser, y busca determinar las categorías fundamentales de la existencia y la realidad, así como la manera en que estas se relacionan entre sí) de la criatura, que es creada por Dios de la nada, de manera que el ser le viene al hombre de parte de Dios, y la limitación de la nada. La voluntad, sin embargo, es libre, y la voluntad libre es sujeto de obligación moral.
La base necesaria de la obligación es la ‘libertad’.
Ateniéndonos a lo expuesto, parece apropiado considerar con claridad lo que entiende el diccionario de la Real Academia Española sobre el concepto educación, apareciendo esta diversidad en las distintas acepciones siguientes: unas indican una acción externa: “encaminar, dirigir, doctrinar”, otras al desarrollo o perfeccionamiento de facultades y capacidades humanas: intelectuales o morales, por lo que, así se habla de “educar la voluntad”; perfeccionar los sentidos: “educar el gusto” y por último, también, como “enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía”. En definitiva, define el término educación como una acción externa que produce desarrollo o perfeccionamiento: “instrucción (enseñanza) por medio de la acción docente”
Ante tal diversidad de posibilidades respecto al concepto EDUCACIÓN, el “sentido” de la sensatez dice, constantemente, de lo poco que se SABE, que personalmente obliga a exclamar “QUÉ POCO SÉ”, lo cual viene bien para recordar la vieja historia que Sócrates contó por primera vez en su juicio (el juicio de Sócrates se refiere al juicio y posterior ejecución del filósofo ateniense en el 399 a.C que fue enjuiciado y condenado por los tribunales del gobierno democrático de Atenas, bajo el cargo de corromper a los jóvenes y falta de creencia en los dioses) y que era lo siguiente:
“Uno de sus jóvenes amigos, un miembro del pueblo de nombre Querefon, había preguntado al dios Apolo en Delfos si existía alguien más sabio que Sócrates, y Apolo le había contestado que Sócrates era el más sabio de todos. Ante esta respuesta, Sócrates, la halló inesperada y misteriosa, pero, después de varias conversaciones con todo tipo de personas, creyó haber descubierto lo que el dios había querido decir; y considerando el contraste que él representaba respecto a todos lo demás, Sócrates, se había dado cuenta de lo lejos que estaba de ser sabio, de que no sabía nada; pero, lo que el dios había querido decir a todos era que la sabiduría consistía en el conocimiento de nuestras limitaciones y, lo más importante de todo, en el conocimiento de nuestra propia ignorancia”.
Esto que Sócrates enseñó entonces, algo tan importante hoy en día como lo fue hace 2.500 años y que los intelectuales, o no, los científicos, políticos, aquellos que trabajan en los medios de comunicación, y cualquier ser humano, tienen hoy la imperiosa necesidad de aprender esta vieja lección de que la IGNORANCIA tiene muchos, muchos niveles, y el reconocer ignorancia es un gesto de gran sabiduría para quien quiera saber, y si no quiere saber, entonces es donde la calidad de cualquier decisión, buena o mala, queda definida por dicho acto.