La Educación Durante El Nacionalsocialismo: El Colegio, La Familia

Muchos son los motivos por los cuáles Alemania despertó como una nueva nación en 1933; la aún presente derrota en la Primera Guerra Mundial, la inseguridad en las calles o la depresión económica entre otros muchos factores convirtieron a Alemania en un foco de violencia y resentimiento del que nadie sabía exactamente qué esperarse. Dadas las circunstancias, el camino al poder por parte de los nazis estaba mucho más al alcance de ellos que cualquier otro partido político. Y no era menos; todos estos sucesos mermaron en la población, quién no estaba contenta con la gestión política y reclamaba un cambio para la ciudadanía. En la actualidad, muchas personas se siguen preguntando a día de hoy cómo es posible que todo aquello pudiera originarse. No obstante, en aquel momento Hitler, quién se convertirá en la cara visible del Nacionalsocialismo, era capaz de influir en cualquier persona con tal de sacar algún beneficio a cambio. Los acontecimientos se aventuraron sin que nadie pudiera frenar lo que posteriormente sería uno de los mayores errores que la humanidad alemana jamás hubiera presenciado. Lo que más destaca de aquella barbarie fue la maldad de usar a estudiantes de colegios y universidades para moldearles al gusto y así poder crear la figura ideal del nacionalsocialista para el futuro. Es por ello que este texto se intenta recopilar y entender la postura del niño en esta época tan negra de la historia alemana. La educación durante el nacionalsocialismo fue expuesta a una gran demanda de propaganda, lo que influyó de un modo u otro en la educación y formación del alumno como tal.

Para entender mejor el problema de este suceso, es importante echar la vista hacia atrás y poner un poco de contexto al asunto. Después del surgimiento del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (también llamado NSDAP) en 1920, el sentimiento de antisemitismo y nacionalismo extremo comenzó a expandirse. Dicha tarea no resultó muy complicada para su líder en 1921, Adolf Hitler, quién debido a su excepcional oratoria, consiguió seducir a toda aquella población que se sentía excluida. La República de Weimar parecía ser una absoluta utopía, sin embargo agricultores y clase media no sentían más que traición y repudio ante unos representantes políticos que no llegaban a sus expectativas. El éxito de propaganda del NSDAP seguía subiendo como la espuma, pues Joseph Goebbels, responsable de la difusión del partido político, conseguía incrementar el número de afiliados día tras día. Una vez Hitler fue instalado definitivamente en el poder a través de la entrega de la Cancillería, y posteriormente auto consagrado como el Führer, el próximo movimiento era establecer finalmente su tan esperada dictadura.

Para ello fue necesaria la ayuda indiscutible de Goebbels y un punto de referencia para empezar dicha propaganda. Es necesario remarcar que Hitler en ningún momento de su tiranía, tuvo algún ápice de compasión o algún conflicto de intereses que pudiera provocarle cualquier remordimiento por las noches. Todo lo que hizo fue por y para beneficio propio. Por consiguiente, en la década de los años 20 el nazismo ya había dictaminado finalmente a sus futuros referentes, aquellos quienes a través de disciplina y constancia, lograrían eternizar la figura del Führer incluso cuando éste ya no estuviera. Los niños, por ende, se convirtieron en nuevas masas a las que redefinir, y por lo tanto era necesario educarles y consagrarles un adoctrinamiento adecuado – a través de escuelas y universidades – capaces de destrozarles cualquier ápice de objetividad posible. A consecuencia de estos hechos, todos aquellos profesores que no compartían ideas de extrema derecha fueron sustituidos por otros que pertenecían a la Liga de Maestros Nacionalsocialistas, además de no suponer una amenaza para las intenciones de Hitler. No obstante, el dictador no tenía suficiente con tener el control absoluto de la educación, si no que el adoctrinamiento de la juventud también debía desarrollarse a base de organizaciones juveniles para mantener el orden y la disciplina, tales como las Juventudes Hitlerianas o la Liga de Muchachas Alemanas.

Toda enseñanza estaba destinada a crear alemanes orgullosos de su raza, fieles y capaces de representar tanto a su Patria y al Führer mismo como también morir por ellos. Por este motivo los niños no tenían nombre propio, pues sufrían un constante lavado de cerebro que les impedía ser personas con criterio propio. Como bien afirmó Adolf Hitler en 1938, en el hipotético caso que aún siguieran conservando algún atisbo de raciocinio, ‘las Wehrmacht (fuerzas armadas alemanas) se encargarían de que desapareciese’ por completo. El único afán por convertir a simples estudiantes en máquinas de matar pertenecientes a las SS no era más que una burda forma de seguir haciendo propaganda del régimen autoritario. En los colegios no se estudiaba otra cosa que no fueran valores tales como la obediencia a la autoridad, el belicismo, el racismo y el antisemitismo entre otros muchos. Los niños habían dejado de ser simples muchachos con sueños y, desilusionados con la democracia de la época, se entregaron en cuerpo y alma a satisfacer el reglamento nazi. A partir de entonces, los jóvenes se convirtieron en masas homogéneas que seguían un mismo patrón. Nadie podía ser diferente, pues Hitler evitaba eso a toda costa.

Para finalizar, la enseñanza en el Tercer Reich no solo demostró una gran determinación para derrocar a razas consideradas ‘inferiores’ o incluso ‘parásitas’, sino también un gran afán por destruir la conciencia de clase del alumnado. El entorno familiar no era ni mucho menos una escapatoria de las garras del Nacionalsocialismo que se había establecido en las aulas, pues los padres exigían en casa un nivel de estudios superior al que se daba en los colegios. En ningún momento los niños eran libres, a pesar de que ellos pudieran opinar lo mismo. En este aspecto, Hitler cometía su propósito de hacer creer a millones de jóvenes que ellos eran el símbolo del cambio, sin ellos tener la más mínima idea de estar siendo arrastrados a los campos de batalla. En definitiva, los niños no tenían nombre propio pues Hitler había conseguido que éstos se los entregaran a cambio de su libertad y pensamiento propio como seres humanos. 

24 May 2022
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