La Libertad Bajo La Mirada De John Stuart Mill
El siglo XIX marca un antes y un después en la historia de la teoría política, ya que se trata de un siglo que da pie a la modernización política y la propia concepción de la misma. Europa sufre un proceso de transformaciones, desde que al inicio buscaban regresar a los valores propiamente conservadores del Congreso de Viena, hasta que en la segunda mitad del siglo reaniman todo lo que buscaban obstruir: el nacionalismo y el liberalismo, valores que terminan por ser exarcerbados. En esta en cuestión que los ideales de John Stuart Mill marcan un antecedente importante, ya que su percepción de la libertad resulta primordial, no sólo para la época, sino para la propia concepción de la libertad en occidente. Por lo tanto, partiendo de esta premisa, en el siguiente ensayo se buscará explorar la definición de la libertad de uno de los autores más influyentes para su época y nuestro hemisferio, llevando a cabo una crítica a la misma y enfocándolo a las teorías de las relaciones internacionales.
En primer lugar, John Stuart Mill se crió en la ciudad de Londres bajo un ambiente influenciado por la economía. Stuart se trató de un economista y filósofo que fue criado bajo los preceptos del Emilio de Rousseau, y por ende, también se trataba de un joven que pese a su corta edad destacaba ante los distintos conocimientos que poseía almacenados. Era versátil en griego y en latín, al igual que comenzó con sus conocimientos económicos a los trece años, basándose su educación en las obras de Adam Smith y David Ricardo (Biografías y Vidas, SF).
Cabe destacar que a la corta edad de 17 años, John Stuart Mill ya se encontraba laborando para la Compañía de las Indias Orientales en el presunto subcontinente británico, la India. Se encargó de velar por la Oficina para las Relaciones con los Estados Indios y años después ostentó un lugar en la Cámara de los Comunes, donde la polémica se trataría de su amigo predilecto, ya que buscó apoyar a las clases menos privilegiadas, por ejemplo, buscó instar a la igualdad de los derechos para la mujer (Biografías y Vidas, SF).
Una de las obras con las que más destacó fue “Sobre la libertad”, que según el autor Jesús Zaratiegui, “es considerado en la tradición anglosajona como el perfecto manual del demócrata y una afortunada definición de la libertad”. Bajo este mismo precepto, nace la necesidad de analizar no sólo su obra, sino que toda la concepción que posee de la libertad (Zaratiegui, J. 2001).
Uno de los primeros conceptos que explora es el hecho de que los derechos individuales resultan esencial para que la libertad pueda ser mantenida, hecho que va en contra de lo que es la democracia en esencia, pero es en esta misma cuestión que puede apreciarse la época que estaba viviendo John Stuart Mill, una en la que el imperialismo gobernaba como proceso y que, por lo tanto, la propia Revolución Industrial se encontraba en auge (Zaratiegui, J. 2001). Por lo tanto, la esclavización laboral se trataba de una realidad con la que debía enfrentarse día a día, no porque él la viviera, sino porque convivía con la misma debido a su estatus social privilegiado.
Es entonces que en su obra principal expone cuatro principios en los que desarrolla el concepto que posee de la libertad, los cuales son: la libertad de conciencia, la libertad de expresión, la libertad de conducta y la libertad de cooperación, las cuales se explicarán a continuación (Zaratiegui, J. 2001).
En primera instancia se debe hablar sobre el principio de autonomía, el cual supone la libertad de conciencia. En este ámbito, se debe considerar la naturaleza de John Stuart Mill, ya que se encuentra como un opositor a la autoridad en vista de que la misma no es capaz de dar resultados, aparte de que ésta estruja y se opone a la individualidad. Por lo tanto, se opone de forma absoluta a las doctrinas que se fundamenten en que el centro de poder y lo más importante de una sociedad es la autoridad, pues observa al individuo como un factor esencial para el desarrollo de la propia sociedad y sin el mismo, ésta sería incapaz de tener éxito alguno (Zaratiegui, J. 2001).
El hombre autónomo es el que se otorga a sí mismo sus leyes, justo como lo menciona Zaratiegui, aunque la naturaleza de éste pensamiento se le debe a Immanuel Kant; mientras que el heterónomo es el que mantiene una dependencia hacia las voluntades que son impuestas a él (Zaratiegui, J. 2001).
El segundo principio es el de la libre discusión, es decir, el de la libertad de expresión. Algunos antecedentes que se tienen son las acciones que John Milton llevó a cabo, en donde repartió un panfleto que tenía como subtítulo “discurso acerca de la libertad de impresión, sin licencias, al Parlamento de Inglaterra”, exigiendo que el gobierno no censurase e hiciera alusión a la libertad de prensa, básicamente, que la respetase en su totalidad. Sucesos como éste existen muchos, en donde las personas, ante la censura en temas concretos, terminan por sublevarse.
En este principio, el argumento que expone, a mi punto de vista, puede ser confundido con el libertinaje ya que, citando a Zaratiegui, se dice lo siguiente: “Tiene el mismo derecho a imponer sus ideas una sola persona al resto de los hombres que al revés”, no obstante, me parece que éste punto de vista no es del todo correcto para la concepción actual de la libertad, sin embargo, la concepción popular de la misma tiende a ser confundida con libertinaje, cuestión a la que John Stuart Mill parece hacer referencia. La imposición no es correcta, pero la práctica de intercambio de ideas sí, que es justo a lo que hace alusión. Habla de que solemos estar cerrados al propio intercambio de ideas en vista de que estamos, coloquialmente hablando, casados con nuestros propios pensamientos. No obstante, debido al intercambio de información, el progreso es posible, porque da pie a un análisis crítico de las ideas que ya se encuentran establecidas (Zaratiegui, J. 2001).
Estoy de acuerdo con este punto porque, después de todo ¿De qué manera se habría logrado el cambio de las ideas conservadoras que dominaban en la primera mitad del siglo XIX en el orden europeo si las personas no retaban ese presunto dogma? Aparte, sin el intercambio de ideas, las revoluciones de 1830 y 1848 no hubieran sido posibles sin la influencia mutua de las ideologías. Un suceso tomaba lugar en algún país y, debido a la cercanía que tenía con otro, dichas ideas comenzaban a esparcirse por el hemisferio. El cambio que se logra permite un progreso que termina por adaptarse a las necesidades del individuo, hecho que también me parece curioso porque deja en evidencia al hombre autónomo, el cual se construye en base a lo que desea (nacionalismo), no lo que le imponen (conservadurismo) (Zaratiegui, J. 2001).
Por la naturaleza de este principio, puedo pensar en una frase de Helvecio, la cual dice “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”, porque después de todo se refiere a un nivel individual, tal y como lo hace John Stuart Mill.
El tercer principio es el de espontaneidad, es decir, la libertad de conducta, y para poder ilustrarla emplearé una cita de la obra de John Stuart Mill recuperada del artículo de Zaratiegui:
“Exige libertad de gustos y disposiciones; configurar el plan de nuestra vida, hacer lo que nos plazca, ateniéndonos a las consecuencias de nuestros actos, y en tanto no hagamos daño a los demás” (Zaratiegui, J. 2001).
Este principio es bastante sencillo de entender en vista de que habla sobre que debemos vivir nuestra vida y esto tiene que hacerse a nuestro propio estilo, a nuestra propia concepción, permitiendo que cada quien plantee una forma de vivir la propia vida, dando pluralidad en la sociedad. A fin de cuentas, cuando se cultiva la personalidad con plenitud, los hombres se desarrollan (Zaratiegui, J. 2001).
La idea incluso parece romántica, pero John Stuart Mill invita a las personas a ser ellas mismas. Nos invita a llevarlo a cabo, un hecho que se encuentra en nuestra realidad, porque la imposición de ideas ya no es bien vista. Resulta curioso leer a John Stuart Mill, un filósofo y economista del siglo XIX, porque no cabe duda de que sus ideales debieron ser bastante revolucionarios para su época. La forma en la que pensaba sin duda es el cómo practicamos la libertad hoy en día, incluso en el propio libertinaje del segundo principio (Zaratiegui, J. 2001).
El último principio es el de evitar hacer daño a otros, el de la libertad de cooperacción, porque la ausencia de una concordancia en las ideas provoca la ausencia de un consenso e invita a la cooperación, pero sin éste último punto la sociedad termina por quedar a la deriva y se tiene un innegable desequilibrio. Entonces, John Stuart Mill menciona a que debe instarse a que el individuo no haga daño al otro. De igual forma, dice que “la sociedad tiene obligación de prevenir que nadie se dañe a sí mismo” (Zaratiegui, J. 2001).
No obstante, hay un punto que se destaca y que me parece de vital importancia en vista de que todo lo establecido también es para que los gobiernos lo tengan en cuenta, y es que, el daño ocasionado hacia el individuo viola nuestros derechos, por lo que la sociedad, en este caso el Estado, tiene la obligación de protegernos.
Sin embargo, John Stuart Mill considera que si la sensibilidad de alguien es violada, es motivo suficiente para que se tomen acciones al respecto, pero esto no es aplicable a nuestra época, porque cuando se lleva a cabo el intercambio de ideas al que él invita, en más de una ocasión suele haber una persona que, al no compaginar con la forma de pensar del otro individuo, su sensibilidad se ve afectada, pero no es motivo para que haya una intervención que aluda a la justicia.
No obstante, a pesar de que lo planteado en sus cuatro principios me parece idóneo ante mi propia inclinación hacia las ideologías liberales, también he de tener en cuenta que se trata de cuestiones que aluden al individuo y entonces, se observa una ausencia de la aplicación en los propios Estados, quienes, desde un punto de vista realista, son los que mantienen el poder.
Considero que el individuo es importante y vital para las sociedades, pero al ser movido y motivado por el gobierno, también ha de considerarse que la moralidad y la razón no bastan para mover los intereses de las personas que se encuentran en el poder. Si bien invitar a la incorruptibilidad del individuo puede funcionar, ¿Cómo serviría esto si los gobernantes y los estadistas son incapaces de velar por esta moralidad del individuo?
Enfocándolo a las relaciones internacionales, desde un punto de vista liberal, lo que dice John Stuart Mill sería idóneo y sencillo de seguir ya que, justo como argumenta John Locke, la naturaleza humana es buena por naturaleza. Sin embargo, y como ya dije, compagino con ideologías liberales, pero es que al juzgar lo que dice Mill desde la teoría realista de las relaciones internacionales, resulta ser irrealista ya que aboga por la moralidad, lo que choca con el realismo. Después de todo, se toma como eje el realismo político y uno de los autores más destacados es Thomas Hobbes, quien dice que el humano es egoísta por naturaleza y vela por sus propios intereses, lo cual en las relaciones internacionales también puede ser visto a nivel Estado, aplicándose exactamente lo mismo.
Desde la teoría de acción racional, es preferible sacrificar vidas si esto va a lograr un beneficio económico o político al Estado, entonces, ¿Qué va a frenar o motivar a los individuos? Si los propios estadistas son quienes no abogan por lo idóneo.
En conclusión, los cuatro principios de John Stuart Mill me parecen idóneos y compagino mucho con ellos en más de un aspecto, porque realmente considero que se aplican en la realidad, pero la premisa en sí, el otorgar estas guías al individuo me parece irrealista, yo como persona, y también desde un punto de vista realista de la teoría de las relaciones internacionales. He de tener en cuenta que estos aspectos son esenciales, porque llega a romantizarse la idea de lo que los individuos son capaces de hacer, sin antes considerar lo que está más allá del control de ellos.
La idea de un hombre heterogénico también llega a ser fantasioso, porque si no se cumple uno de los preceptos (cuestión bastante probable debido a la ausencia de perfección en los individuos), ¿Cómo se asegura que se mantendrá el equilibrio?
John Stuart Mill fue, sin duda, un filósofo avanzado para su época y marcó el concepto de libertad que tenemos en occidente. Hoy en día somos capaces de observar sus cuatro principios, no sólo en la época del siglo XIX, sino que también en nuestra realidad, dos siglos después de su propia existencia.
Bibliografía
- Biografías y Vidas (SF). John Stuart Mill. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mill.htm [Recuperado el 8 de mayo de 2019]
- Zaratiegui, Jesús M., John Stuart Mill: un economista amante de la libertad. Cuadernos de Administración [en linea] 2001, 14 (junio) : [Fecha de consulta: 9 de mayo de 2019] Disponible en: ISSN 0120-3592
- Bisbal, M. (2006). Anuario de filosofía del derecho, ISSN 0518-0872, Nº 23, 2006, págs. 13-36