Las Ciudades Y Su Crecimiento En La Sociedad Actual
Introducción
La humanidad se caracteriza desde sus orígenes por notorias circunstancias. La noche cae y el humano ya no tenía frio, hambre y mucho menos miedo de las bestias que los cazaban por alimento. En esa tranquilidad insondable llegó su nuevo miedo, un miedo que no se puede solucionar de la misma forma en la que solucionó otros tantos. La ciudad: ¿Existe algo más contemporáneo que la ciudad? Es difícil encontrar un símbolo que represente mejor esa dualidad que existe entre su progreso y su paulatina incertidumbre existencial y social. Los individuos que se sumergen en las gigantescas colmenas de hormigón, tendrán que verlo todo de otra forma.
Desarrollo
Su tiempo será escaso, aún cuando se sumerjan en el ocio, su espacio personal será cada vez menos íntimo y estable. Y así, como su identidad, será condicionada al trabajo que consiga y a la ubicación de este, ‘‘(el cielo incluso carecerá de estrellas)’’. Neufert, dice que ‘‘los proyectistas parten de escalas diferentes y arbitrarias y no, no toman en consideración la única correcta, el hombre’’. Y aún rodeado de tanta gente, la soledad los asechará en cada esquina. Si una cosa es clara es que los gobiernos ven ‘‘el horizonte del futuro cubierto de ciudades’’. En los planes y previsiones de diferentes poderes del mundo, se pone en mayúsculas el abandono de los campos y el crecimiento de las ciudades.
China va más lejos e impone programas controlados, que a lo largo del tiempo, harán brotar ciudad tras ciudad. Así como también buscará hacer crecer las ya existentes. ¿Porqué? Simplemente para incrementar sus márgenes económicos, los tecnológicos y luego culminando con los políticos. La técnica: Una tendencia meta-política hacia el continuo avance, desarrollo y eficiencia de la productividad. Esto sobre todo contexto, incluido el contexto humano. No es exclusivo de China, ni es algo nuevo, pero es una de tantas cosas a tener en cuenta cuando hablamos del ‘‘Gigantesco ente de hormigón’’.
Esta tendencia al control, negarla, sería negar algo que haría ridículo, que pensemos en cómo el ‘‘transporte’’ (especialmente los autos) han moldeado el esqueleto de estos ‘‘Colosos’’ y de sus habitantes. (Las vialidades normalmente conectan y los autos normalmente acercan) pero la realidad es harto más complicada. Hay zonas donde las vialidades son cargadas con cuotas y donde el auto no sólo es necesario sino indispensable. Sitios de barreras invisibles, pero más eficaces que las electrificadas entre ricos y pobres (o a veces entre los ricos y el resto). Hay casos en todo el mundo; siendo Santa Fe un ejemplo de Ciudad de México, un lugar reservado a los pudientes y claro, para los trabajadores que les sirven.
La ciudad nos junta, pero no nos une ni nos revuelve. Es curioso escuchar de igualdad o de la unión de los pueblos cuando en las ciudades acogen estos principios al rededor del globo. Barreras invisibles. Y en aquellas torres que bañan los horizontes de las ciudades, sean lujosas, sean LUJOSAS, o sean escuetas viviendas, estas han sido construidas para asegurar que muchos vivan juntos, pero tan aislados como se pueda. ¿Quién en su sano juicio no soportaría no tener privacidad ante decenas de personas? Es una paradoja en pos de la productividad, la casa se vuelve ese lugar cerca del trabajo, o ese lugar cerca de los lugares en los que nos gusta comprar.
En vez de aquel lugar cerca de las personas cercanas, o que queremos tener cerca de nosotros, (Nos vemos forzados a vivir amontonados unos con otros). Parece una rara confabulación todo esto, por un lado, requerimos ser capaces de movernos de lugar en lugar, dejando atrás lo que sea y por otro lado, eso es justo lo que alaba la literatura de auto-ayuda en gran mayoría. A veces tergiversando ideas budistas para ensalzar ese ideal desapego y el miedo al compromiso, no sólo a las personas, un miedo al compromiso a todo. Y es que la relación con las raíces, con las tierras, con eso que se puede llamar tu ‘‘comunidad’’ eso no es común en la ciudad.
Estas palabras pueden resultar extrañas, pero para quien no ha nacido en el campo esto suena ridículo. Pero las expresiones de la tristeza por extrañar tus tierras son reales, porque aquellos sí pueden sentirse dueños no sólo de una tierra sino un estilo de vida. Quien sea que viaje al campo verá cómo las horas se alargarán hasta un punto que puede parecer obsceno. Como se puede platicar mil veces con los mismos y aún así disfrutar, a su vez notará con estupefacción que aquellos no desean ir más allá, vaya que desean arraigar en aquel lugar donde nacieron y probablemente deseen morir ahí. Que sus tierras son como sus familias como de un legado que no se piensa mucho pero que a su vez siempre está presente.
Cuando el individuo de la ciudad viaja a estos lugares, a menudo lo que termina extrañando no son exactamente sus tierras, lo que termina extrañando, son las comodidades presentes en el lugar donde está. Y es que la soledad de la ciudad es ontológica. No es una soledad que netamente se explique en estar solo o físicamente, es una soledad que nos llega hasta la médula. Y justamente están diseñados muchas de las unidades habitacionales de todo el mundo con un principio básico que apunta a la creación del individuo (esto claro con fines económicos y sanitarios). En otras palabras: El hecho de tener un cuarto propio, te va convirtiendo en un individuo.
Te va generando barreras mentales prosémicas y de comportamiento con los demás. Quizás sea difícil de imaginar, pero en otras latitudes, las personas comparten habitaciones, o sino las comparten, sus habitaciones no suelen tener puerta, suelen estar muy juntas y no existe la idea del espacio personal, ni la idea de la propiedad privada, pero como tal, la familia o las personas que comparten lugar de vivienda, son parte de ti, son parte de tu identidad, siendo que nuestro apellido tiene una especial relevancia, siendo así, que la casa de donde venimos, tiene un increíble peso, (en la ciudad eso se acaba). Estás forzado a ser parte de los demás, lo cual, no es necesariamente bueno o malo.
Hay que entender que la ‘‘técnica’’ detrás de las ciudades algo que propicia al individualismo y después, al súper individualismo. También parte de esta soledad ontológica es la ‘‘no identidad’’. Hablamos de una situación en la cual el sujeto ya no pertenece a ningún lugar, (lo que explicaba de esta ‘‘pertenencia a la tierra’’). Hablamos de esta situación donde el sujeto se tiene que amoldar a las condiciones que le impongan su espacio, más no al revés, que sus condiciones, que sus exigencias y necesidades amolden su espacio. Lo que nos lleva justamente al súper individualismo. De esta forma ningún lugar, no se siente como su hogar, se siente como si no tuviera raíces a nada.
No se logra arraigar a nada, porque nada en realidad le pertenece. No es extraño que hoy en día haya un renovado gusto, y casi una moda popular por el viaje, viajar no importa dónde sólo viajar. Porque a final de cuentas ahí a donde vayas, tendrás el mismo apego que a ese lugar que llamamos casa. Esto no es necesariamente malo, pero es que hay que tenerlo en cuenta todo esto, y mucho más, es parte del súper individualismo, en el cual el sujeto sólo está ahí para sí mismo. Porque no puede llevar a nadie más junto a todas las cosas que tiene que llevar, (de hecho, esta viene siendo una de las exigencias laborales). ¿No tienes disponibilidad para viajar? Sí, pero mi familia no.
A su vez, el individuo tiene toda la culpa de lo que pasa, él es el único responsable de su éxito o de su fracaso. No puede echarle la culpa a nadie más, porque eso sería que su individualidad es frágil. O las instituciones pueden lograr afectar mi desempeño, que se me pueden cortar las oportunidades. Pero eso iría directamente de que ‘‘yo’’ puedo hacerlo todo, en tanto me mentalice, mientras sea una persona positiva y trabaje mucho. Demostrar que puedo hacerlo todo. Esto completamente contradictorio. Este súper individualismo, como hemos ido viendo se volverá su lastre y su oportunidad al mismo tiempo. Pero sobre todo se convertirá en algo que le corta la posibilidad de sentirse parte de la ciudad.
Está rodeado de extraños todo el tiempo y aunque intentase, no podrá. No hay suficiente energía humana en su cuerpo para poder lidiar con la pasmocidad de lo que es la ciudad. No sólo en sus estructuras, ni en sus caminos, tampoco sólo en su tamaño, ni en su economía; sino también en sus personas. Y es que siempre está rodeado de peligros que no siempre se pueden ver, peligros que pueden ser invisibles (una crisis económica, un ataque, la calumnia). La ciudad está siempre en transformación, cambia y se mueve; y lo que algún día fue un barrio prospero, es luego abandonado. Simplemente no hay lugar para descansar y el tiempo mismo no tiene sentido. Han, nos dice que “ya no hay otredad, ya no existe el ‘‘otro’’ al cuál culpar”.
Esta es parte de la condición y el sueño cosmopolita moderno. La idea de que no haya barreras y todos seamos iguales, unos con otros. Lo cual no suena mal. Pero simplemente evita que ya no podemos sentir realmente algún tipo de defensa ante los otros. Esta ciudad, se vuelve eso, una ‘‘jungla de concreto’’ y no porque no estén funcionando sus planeaciones. Todas las ideas que se tenían alrededor de ella cuando se va construyendo y se le van dando sus usos. (Sino porque han tenido éxito). Nuevamente este es el espectro de la técnica, de cierto tipo de utilitarismo. En una investigación sobre La prevención de suicidios en adolescentes (La OMS).
Se encontró que a futuro el suicidio será una de las principales causas de muerte entre jóvenes. A lo que, se llamará, ‘‘una epidemia de soledad’’. Y ante toda esta desintegración social, llegan las redes sociales, como un ‘‘placebo social’’. Cierto es que, en la sociedad, no importa quién seas, eso, ese mensaje, te lo da, una y otra vez. Eres sólo uno más, y lo único que importa, es que no estorbes, seas famoso, seas un político o una figura de internet, seas quien seas. ¿Es acaso tan terrible la ciudad? No exactamente. ‘‘Simplemente la ciudad lo es todo y más’’. Quizás, si viéramos desde el cielo las vías, parecen venas. Donde circulan cientos de células brillantes de acero o de aluminio.
Tal vez esa visión sea real, tal vez simplemente salimos de nuestros aposentos y, cuando esas vías nos succionan, ya no podemos parar por el movimiento. Sólo somos una célula más. ¿No es curioso pensar eso? Las células no saben que existimos, pero son parte de nosotros y cumplen labores para nosotros. Nosotros de alguna forma u otra somos una mega ciudad repleta de células, a su vez el citadino no siempre comprende exactamente cómo funciona la ciudad en la que vive. (Y tal vez tampoco quiera hacerlo). Sólo se transporta de un lugar a otro, a través de esas venas (vías). Transportando, reproduciendo y consumiendo. Así casi infinitamente, hasta que llegue el momento en el que su energía se acabe.
Y luego cuando ya no pueda reproducirse más, termina su ciclo, pero engendró suficientes células, que harán lo mismo, pero la ciudad. La ciudad sigue ahí. La pregunta ahora es:¿Estamos construyendo un mundo de ciudades o estamos construyendo un mundo de humanos? Tras ciertas incertidumbres el hombre siempre ha estado de alguna manera relacionado con la ciudad o, mejor dicho, “La ciudad se centra en el hombre”. El hombre es destructivo por naturaleza y por naturaleza propia este mismo destruye la utopía que constantemente intentan construir para sí mismo, con ideales que no confabulan con su espacio.
Conclusión
La humanidad necesita proyectistas y personas que se centran en este tipo de construcciones, que tengan una base mayorista que, por supuesto tiene que ser universal, basarse a lo que el hombre realmente necesita, y así crear un hogar, donde se encuentre cómodo con el entorno y así el hombre pueda sentirse seguro y pueda desenvolverse de manera positiva sin llegar a causar o afectar de mayor o menor medida a los demás. El ser humano es autodestructivo con las ciudades porque no les pertenecen, porque no son felices, porque realmente tienen otras necesidades que más bien no son prioritarias para la vida humana. No se trata de concluir con una paradoja que en la que se intente construir un mundo. Para crear un espacio es necesario el conocimiento y ese conocimiento es igual de extenso que el conocimiento mismo.