Mantener Creencias Religiosas En La Familia
Introducción
El debate sobre si debemos o no transmitir creencias religiosas a nuestros hijos está cada vez más en auge. Antiguamente este dilema era prácticamente implantable: las creencias se transmitían de forma firme y directiva de unas generaciones a las siguientes, y no sólo por medio de la familia sino por el conjunto de la sociedad. En la actualidad, la evolución del pensamiento colectivo y el mayor interés en preservar los derechos humanos a todos los niveles, abren la veda a si es adecuado o no influir de alguna forma en la espiritualidad de nuestros hijos.
Desarrollo
Mientras algunas personas consideran que es una obligación moral como padres, otras consideran que hacerlo les priva de su libertad de elección. ¿Qué hay de malo en transmitir creencias religiosas a nuestros hijos? Si, como padres, estamos tratando de llevar a cabo una crianza respetuosa con nuestros hijos, puede que el hecho de transmitirles creencias religiosas entre en conflicto con nuestra filosofía. La espiritualidad es algo profundamente personal, es un aspecto íntimo que cada individuo debe vivir y desarrollar desde su propia convicción.
En ningún caso la fe espiritual debe ser impuesta. Al contrario, debemos respetar las creencias —o la ausencia de ellas— de todas las personas y, por supuesto, de nuestros hijos. Algunas religiones generan dogma o tabú sobre algunos aspectos de la vida, y esto puede resultar perjudicial para el desarrollo personal de los niños. Áreas como la identidad o la sexualidad deben ser tratados con un profundo respeto a la libertad individual y nunca ser abordados desde un prisma condenatorio.
En ocasiones ciertas creencias religiosas generan emociones de inadecuación, culpa o pecado que pueden dañar la autoestima de nuestros pequeños. Por otro lado, hay estudios que demuestran que tratar de empujar a nuestros hijos hacia unas creencias religiosas concretas puede generar problemas en la relación y tensiones irreconciliables. ¿Qué hay de bueno en transmitir creencias religiosas a nuestros hijos? Por otro lado la espiritualidad tiene numerosas influencias positivas, puesto que se ha mostrado que las personas espirituales son más felices, más estable y mejor integradas en la sociedad —sea cual sea su creencia concreta—.
Los valores básicos que comparten la mayor parte de las religiones son altamente educativos. Todas ellas promueven actitudes pro sociales como el respeto a los seres vivos, la comprensión o la bondad que es importante inculcar desde la más tierna infancia. Además las religiones nos ayudan a definir qué es bueno y cómo podemos ser felices. Nos impulsan a la reflexión y al perdón —no solo entendido como un acto interpersonal sino como la liberación propia de las emociones guardadas que nos hacen daño—.
Las religiones nos aportan otro enfoque sobre la vida y lo que en ella acontece. Finalmente, existen estudios que demuestran que la espiritualidad tiene efectos muy positivos a nivel personal: las personas creyentes cuentan con una mayor autoestima y fortaleza. Presentan una mejor salud física y psicológica, menor uso de drogas y mayor capacidad de adaptación (afrontar la vida con esperanza). Además muestran una recuperación más favorable ante enfermedades y un mejor afrontamiento de la enfermedad y la muerte.
Conclusiones.
Entonces, ¿qué se debe hacer? No mantengas a los niños en una burbuja. Tanto si eres creyente como si no, no trates de imponerle tu visión o hacerle pensar que es la única opción: explícale que hay personas con distintas creencias. Si, como padre, no practicas ninguna religión puedes esperar a que tu hijo haga preguntas para comenzar a hablar del tema. Si, como padre, la religión es una parte importante de tu vida haz partícipe de ello a tu hijo. Recuerda que con el tiempo y la madurez irá moldeando las creencias según su propio espíritu y sus vivencias personales. Deja siempre claro que es una opción personal y mantén el camino abierto a otras opciones y a su propia investigación. ‘Yo creo en esto, pero hay personas que piensan diferente, y no todos debemos pensar igual’. Explora con él sus ideas, cuando habléis de religión pregúntale que piensa o cuál es su opinión al respecto. Fomenta el criterio propio. Muéstrate dispuesto a responder sus preguntas. No trates de imponer una creencia sin darle opción a dudar. Si no sabes algo es mejor admitirlo o comprometerte a buscar la respuesta para poder dársela.