Mi Subjetividad Hermenéutica De 'Las Meninas'
“Las Meninas”, cuadro pintado por el español Diego Velázquez, en el año de 1656, es una obra de arte, la cual siempre me causó curiosidad y admiración, a pesar de haber sido realizada a la familia real española de su época, ubicada en el museo del Prado en Madrid. Este cuadro no inicia con el nombre que hoy en día la conocemos, en primera instancia, fue llamada “Retrato de la señora emperatriz”, posterior a este, es llamado “La familia del rey Felipe IV”, no es hasta 1843 que se le menciona como “Las Meninas”.
Como primera impresión, puedo observar una escena íntima donde una serie de pequeñas damas sirven a otra niña que, por su aspecto, demuestra ser de mayor rango o estatus social, también, presto atención a una serie de rostros que el artista representa en retratos, pero, lo que puede ser digno de admiración, es el autorretrato del propio pintor.
A sí mismo, necesito recordar a mi lector, que el fresco fue realizado en tiempos de auge; o si se quiere, de mayor desarrollo en la parte cultural española, denominada para su momento como la época de oro, es sorprendente el máximo de detalles que se utiliza, tanto del ambiente de la habitación donde se desarrolla la labor como cada uno de los que figuran allí representados, la expresividad de los rostros y de lo mismo que me desea comunicar en la escena plasmada en el lienzo, aunque ni es una producción cargada, utiliza muchos detalles, uno de ellos, es el perro que descansa al costado inferior derecho, o la imagen que nos muestra; de los individuos que presentan enanismo, al costado derecho, la misma nodriza, que se encuentra al lado de otro hombre, que el ejecutor recrea de manera tal, que sus características no son tan reconocibles, como lo pueden ser los protagonistas principales y es algo de destacar, ya que de esta manera se centra el interés en las infantas ubicadas en el centro del cuadro, para decir más que el juego de matices hace que la luz llegue a la que sería la niña del vestido color crema, su detalle en el rostro, su vestido hermoso, la expresividad de su mirada y la obsequiosidad de las niñas que le sirven y reverencian.
Algo notoriamente bueno, y que vale la pena resaltar, es la ilusión de perspectiva, lo cual utiliza el maestro para mostrar profundidad espacial, esto se puede observar en el tamaño de los personajes, los detalles muy elaborados que se ven al frente y cómo estos se van difuminando hacia la parte interna ilusoria del panorama, la manera de utilizar las líneas de la habitación que me integran dentro de un espacio, aunque cerrado, me muestra la amplitud óptica del experto.
También, desde mi parecer, surgen muchas preguntas, como pueden ser: ¿Qué observan los notabilísimos?. Si se tiene la oportunidad de observar el cuadro, es como si estas personas miraran al espectador, a la expectativa de un saludo; otra cuestión que surge es: ¿Si el señor que se ve en la puerta en la parte más interna está llegando o se va? Y este es un interrogante que cada observador desde su subjetividad podrá determinar y responder, al ser el mismo habilidoso en su ubicación y su postura; me da a pensar que el cuadro es realizado observando un espejo, al encontrar a Velázquez, en la composición, surge una incógnita, del porqué él lo quiso de esa manera; me doy cuenta, mediante una pequeña investigación de la historia, sobre la respuesta más lógica y plausible: que los autores de momento no querían pasar desapercibidos y se mostraban directamente en sus creaciones, estas son unas pocas interpelaciones que me surgen.
En conclusión, desde mi punto de vista, en la obra de arte Las Meninas de Velázquez, analizada con más profundidad, desde la óptica de un espectador común, se pueden encontrar detalles, símbolos; una reseña que se quiere plasmar en la pintura y desea ser descubierta por un público en general, que se devanen los sesos, tratando de explicar la hermenéutica, transmitida y en su defecto descubierto.
