Mujer y Masoneria: Aspectos Hitóricos y la Actualidad
Para hablar de este tema es mejor remontarse, aunque sea brevemente, al origen de la Masonería especulativa. Como recordaremos, la masonería tal cual la conocemos se fundó en el siglo XVIII, y se dotó de contenido legal a través de las Constituciones de Anderson, que se han mantenido en esencia prácticamente iguales a su redacción inicial. El requisito indispensable para ser iniciado en la Masonería era “ser hombre libre y de buenas costumbres”. Esta afirmación tenía un significado muy distinto al que tiene hoy en día.
Ser hombre libre implicaba ser varón y no tener condición de esclavo. Y sí, ser un varón porque en su época, las mujeres no eran sujetos de derecho en prácticamente ninguna parte del mundo. En Inglaterra, lógicamente, no iba a ser distinto: el papel del hombre en la sociedad era el predominante. Y no ser esclavo porque una de las premisas básicas de la orden masónica es la Libertad como concepto filosófico que debe ponerse en práctica en nuestro entorno a través de las acciones y actitudes individuales del masón.
Ser de buenas costumbres era en su momento ser un ciudadano respetuoso de las leyes, creyente en un ser superior, y no tomar parte ni ser instigador de actitudes que eran deleznables en la época. La masonería, como cualquier organización creada y gestionada por humanos, es víctima de su tiempo.
Todo esto lo decimos debido a que puede llamar la atención el hecho de que hoy en día existan organizaciones herederas de una tradición eminentemente masculina. Y así fue durante varias décadas, pero no duró para siempre. El rol de la mujer en el esoterismo es tan antiguo como la historia misma: en las civilizaciones antiguas y durante la Edad Media (aunque ocultas para evitar ser castigadas), las mujeres han estado presente en iniciaciones, ritos de pase, ocultismo, etc. El mejor ejemplo, es la brujería. Fue la propia sociedad, que puso al hombre en el foco de todo, quien acabó apartándolas y relegándolas de este tipo de organizaciones.
Se defiende que el Rito masónico de Adopción nació en Francia en 1744, y que fue débil hasta finales del siglo XIX. En esos ritos de adopción eran iniciadas normalmente mujeres con algún lazo de sangre o legal con los masones de la logia de la que dependían. Esto no quiere decir que no se hubiesen desarrollado iniciaciones de mujeres, como la acontecida en 1732 en Irlanda, de la señorita Aldworth. Pero eran situaciones atípicas y alejadas de la norma general.
Poco a poco, fueron surgiendo órdenes de inspiración masónica mixtas o directamente femeninas, que se organizan como las órdenes masculinas, usan mandiles, desarrollan rituales, y se estructuran masónicamente. Entre estas Grandes Logias u Obediencias, presenten en muchos países, existen lazos de amistad y reconocimientos mutuos.
En la actualidad, la masonería masculina (Masonería regular), sigue siendo la que más miembros tiene en sus logias. Están bien organizadas y continúan dependiendo histórica y tradicionalmente, de la Gran Logia Unida de Inglaterra, que continúa sin admitir la iniciación de las mujeres en sus templos. Por tanto, si la Masonería regular es tal por la tradición y la herencia de sus iniciados, pasándose el testigo de unos a otros, y el origen de todo es la Gran Logia Unida de Inglaterra, es comprensible que a día de hoy las grandes logias regulares del mundo sigan exigiendo para admitir a los candidatos, ser hombre libre, de buenas costumbres y creer en un ser superior.
¿Y quiere decir esto que la masonería tiene un origen machista, o que directamente, lo es? No. Y es sencillo de explicar. Los espacios de sociabilidad (aunque a día de hoy, por el individualismo al que llevan las redes sociales, estén pasando de moda), han sido los lugares de esparcimiento, negocios y ocio donde hombres y mujeres acudían para interactuar con el resto de la sociedad. Lógicamente, esos espacios no eran mixtos. Y la masonería, además de su contenido esotérico y la antigüedad de sus ritos y leyendas, también gozaba de cierto toque de “club de caballeros”. Pero queremos recordar también que la historia, como el día a día, no es ni monolítica ni un compartimento estanco: las excepciones existieron. Pero eran eso: excepciones.
Buenos ejemplos de lo anterior son los primeros partidos políticos de notables (masculinos), o ya un fenómeno más español, las sociedades de amigos del país (también masculinas), que en las grandes ciudades acogían a hombres de negocios, candidatos a puestos de responsabilidad política y debates de gran nivel.
Y no nos escudamos solo en lo anterior, ya que basarse únicamente en la tradición como argumento para la defensa de lo que no deja de parecer una exclusión en toda regla, tiene un recorrido muy corto en cualquier discusión. La Masonería regular está legalmente constituida y presentada ante las autoridades de sus respectivos países (en democracia, ya que en dictadura, salvo contadas excepciones, es perseguida), y cumple con la legalidad vigente en materia de asociaciones.
El hecho de que no acepte a mujeres depende de las decisiones estatutarias adoptadas por sus miembros: la masonería es una organización de carácter privado y es de forma privada, por lo tanto, como decide estructurarse. Muchas son las asociaciones femeninas que no admiten a hombres en sus filas.
En otro orden de cosas, y abandonando este plano más legal y social, otros masones pueden hablar de argumentos mucho más filosóficos y esotéricos: una logia no deja de ser un espacio de trabajo espiritual (que no religioso: ya hablaremos de esto en el siguiente punto del libro), y es ahí donde las energías de hombres y mujeres pueden trabajar de forma muy distinta. Son aspectos que nos llevarían a escribir dos o tres libros más, pero si los masones nos reunimos para conectar con una dramatización que detrás tiene un fuerte sentido espiritual, las cosas deben desarrollarse como se han desarrollado siempre.
Entonces, ¿la masonería no admite mujeres? No las admite la Masonería regular. Pero a día de hoy la mujer puede desarrollar una experiencia masónica plena al igual que un hombre. Y además con las mismas opciones de escoger logia que un hombre: o mixtas, o con todos los miembros del mismo sexo.
Además de todo lo anterior, el papel que las logias masónicas cumplieron en la lucha de las mujeres por alcanzar sus derechos es incuestionable. Pertenecer a una Hermandad antigua y heredera de una tradición de siglos no implica vivir como en esa época, ni ser insensible a las sufragistas, al derecho a acceder a la función pública en pie de igualdad del hombre, o a cobrar lo mismo, por el mismo trabajo. En este tema la masonería también es una organización peculiar y no se puede estudiar con las mismas lentes que el resto de estructuras sociales con las que convivimos porque su desarrollo, debido ya a su propia esencia fundacional, es distinto.
Por lo tanto, la masonería si admite a las mujeres, en organizaciones que han nacido precisamente para solventar aquello que en 1717 no era una carencia porque el contexto social de la Masonería era el de la sociedad que la hizo pasar de operativa a especulativa. Y eso se llevó a cabo respetando el origen y la tradición que sustenta al concepto de la regularidad masónica que emana de las Constituciones de Anderson de principios del siglo XVIII.
En resumen, la masonería, que a nivel iniciático preservó el Principio Sagrado Femenino en sus ritos, permite la militancia en logias masculinas, femeninas o mixtas; cuestión que internamente no genera más debate, dado que la libertad exige poder elegir entre opciones diferentes. La pervivencia actual de logias masculinas o exclusivamente femeninas sólo debe entenderse como un rasgo distintivo que evita la homogenización de todos en logias mixtas. Hay que recordar que la masonería estuvo a favor del sufragismo femenino mucho antes que ningún partido o sindicato, y la aparición de logias femeninas estuvo muy vinculado a este movimiento. Hoy en día, ningún masón, ya sea hombre o mujer, cuestionaría la existencia de estas logias femeninas e impondría la iniciación de hombres en sus talleres, pues su identidad está asociada al feminismo. Del mismo modo, tampoco es cuestionable la existencia de logias masculinas en las que los masones del siglo XXI comparten sus inquietudes en el aprendizaje de los nuevos roles del hombre contemporáneo.