Origen Del Interés Y La Valoración Por La Naturaleza
El ser humano posee un sentido de curiosidad hacia lo inexplicable de la naturaleza que crea en él la necesidad de explicarla y relacionarse con ella. Este desarrollo de identificación del hombre con la naturaleza está unido a determinados cultos a las montañas o al bosque en el principio de las civilizaciones, siendo esta forma de adoración la primera muestra de reflexión que posteriormente intervendría en la moral y los comportamientos humanos . Es decir, se desarrollan creencias y rituales que giran entorno a los elementos naturales mediante los cuales el hombre trata de dar razones a los fenómenos, además de expresar su asombro hacia ella, por lo tanto, este se abstenía de recurrir al abuso de espacios naturales que connotaban como zonas sagradas, e incluso hogares de deidades.
Los bosques significaron los más rudimentarios santuarios donde se alzaron los primeros templos, siendo un claro ejemplo los templos dóricos, erguidos en densos espacios de vegetación con columnas alusivas a troncos arbóreos; de igual forma que los egipcios recurrieron a la aplicación de elementos naturales (como la flor de loto) en sus estructuras arquitectónicas, específicamente en sus capiteles).
La naturaleza constituyó el molde para el centro de la vida moral y el estilo de vida de las antiguas civilizaciones, debido a su ingente veneración hacia esta como manifestación divina de los dioses; en particular, en la Antigua Grecia, el roble representaba la fortaleza y el poder de Zeus, el laurel aludía a las victorias de Apolo, y el trono de la diosa Hera estaba adornado por sauces . Esta relación natural-divina, que restringían al hombre de la usurpar o atropellar áreas naturales, permitió el surgimiento de un magnífico respeto a esta.
Aun posterior a este período de fuerte admiración ante la naturaleza, los pensadores que surgen mantienen su asombro ante los espectáculos del mundo natural, y buscan una forma más lógica de explicar los fenómenos naturales, excluyendo a cierto nivel las previas creencias místicas.
Ante los mitos populares, surgen pensadores que, impulsados por el asombro ante los espectáculos naturales y la curiosidad que crea la necesidad por encontrar su propio origen en lo que los rodea, buscan desentrañar por el uso de la razón y la experiencia los secretos del mundo natural o físico. Como primer exponente, Tales de Mileto afirmó que “el agua era el principio de todas las cosas”, así posicionando su importancia en el primer lugar y atribuyendo al agua todo fenómeno natural, como los temblores de la tierra.
En otras palabras, Tales presentó al agua como componente de todas las cosas, al observar que el alimento de todas las cosas es húmedo y porque de lo húmedo nace el propio calor […], y que concibió que para todo lo húmedo el agua era el principio, “El agua es el principio de todas las cosas’” . Asimismo, otros pensadores buscaron el principio o arjé de todas las cosas en la naturaleza, considerándose a esta como el campo en donde debía buscarse la explicación a los todos los fenómenos naturales conocidos.
Necesidad del hombre de relacionarse con la naturaleza
La necesidad del hombre por descubrir cómo este podía incluirse en el medio natural lo lleva a establecer bases que lo relacionaran directamente a esta: el hombre incursiona en la observación del entorno natural con el propósito de formar parte de ella, y hacerla formar parte de él. Platón, como ejemplo de esto, presenta su visión de la relación hombre-naturaleza colocando la belleza natural de plantas y animales como herramienta útil para la formación de las costumbres de los hombres.