Trastornos de la Conducta Alimentaria y Factores de Riesgo
Resumen
Los trastornos en la conducta alimentaria (TCA) son un grupo de alteraciones implicadas con la ingesta de los alimentos y el control del peso. Estos se asocian a una variedad de manifestaciones adversas que van a comprometer el estado psicológico, físico y social de las personas que lo padecen. Estas alteraciones suelen ser secundarias a episodios agudos o crónicos de insatisfacción corporal. El objetivo de la siguiente revisión es analizar los conceptos de los trastornos de la conducta alimentaria y sus factores asociados, mediante la búsqueda en bases de datos. Los trastornos de la conducta alimentaria incluyen la presentación de cuadros distorsionados de origen multifactorial que, sin un establecimiento claro de cómo interactúan los factores de riesgo, dificultan el adecuado manejo de los mismos, aumentando así el riesgo de mayores complicaciones.
Introducción
A partir de mayo de 2013, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) define a los trastornos de la conducta alimentaria, como trastornos alimenticios y de la ingesta de alimentos agregando así cuatro diagnósticos que se juntan a los ya asociados a los trastornos de la conducta alimentaria: Anorexia Nerviosa (AN), Bulimia Nerviosa (BN) y Trastorno de la Conducta Alimentaria No Especificado (TCA-NE), los cuales son: Trastorno por Atracones (TA),y trastorno de evitación/restricción de la ingestión de alimentos.
Estos trastornos de la conducta alimentaria se van a caracterizar por ser alteraciones en la ingesta de los alimentos, los cuales podrán observarse en personas que presenten cambios en el comportamiento a la hora de comer ocasionando así que la ingesta sea en exceso o en su defecto dejar de hacerlo; esto se da en respuesta a un impulso psíquico y no por una necesidad metabólica o biológica. Los TCA engloban una serie de entidades patológicas que varían notablemente en cuanto a sus expresiones físicas, psicológicas y conductuales.
El origen preciso de estas alteraciones aún no ha podido ser dilucidado. Los dos tipos principales de trastornos en la conducta alimentaria son: anorexia y bulimia nerviosas, seguido por otra categoría constituida por los ‘trastornos de la conducta alimentaria no especificados (TANE)’ que codifican los trastornos que no cumplen los criterios para uno específico. Entre estos trastornos no especificados, se encuentra el trastorno por atracón (TA), catalogado como una nueva categoría que deberá ser sometida a revisiones.
La obesidad es el resultado de un desequilibrio entre la ingesta y su gasto, teniendo como consecuencia la acumulación de grasa y por tanto un aumento de peso; no distingue color de piel, edad, nivel socioeconómico, sexo o situación geográfica, razón por la que se constituye como la enfermedad nutricional más frecuente en los países desarrollados. Existe una alta tasa de morbilidad y mortalidad asociada, ya que tiene múltiples consecuencias en la nuestra salud.
Desarrollo
Los trastornos de la conducta alimentaria son más frecuentes en las mujeres generalmente, se inician durante la adolescencia o la juventud, aunque existen reportes de casos donde aparecen en la infancia o en la vida adulta.
Estas enfermedades, que están calificadas por su cronicidad, así como la aparición frecuente de recaídas, provocan a su vez alteraciones en el funcionamiento psicosocial de los individuos, ya que, además de poseer un efecto devastador en los pacientes y en sus familias, se asocian a un alto riesgo de conductas suicidas.
Además, frecuentemente se presentan en asociación con otros trastornos psiquiátricos como son: depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo y abuso de sustancias, lo que determina un marcado deterioro en el funcionamiento social.
El incremento en el número de casos de alteraciones de la conducta alimentaria ha hecho que estos padecimientos constituyan uno de los problemas psiquiátricos de mayor prevalencia en el mundo de hoy, con el consecuente impacto a la salud pública, tanto por los aspectos médicos y psicológicos, como por los altos costos que el manejo de las mismas requiere.
Diferentes estudios muestran que la prevalencia de los TAC es mayor en países occidentales. Ahora bien, a pesar de que la incidencia de estas enfermedades aparentemente ha ido en aumento en las últimas décadas, habría que considerar que no se ha podido determinar si esto constituye un fenómeno real, o se trata sólo de que algunos cambios socioculturales observados en los últimos años, facilitan el diagnóstico de estas enfermedades. Desde el inicio de los años setenta se dio un proceso de divulgación sobre los trastornos de la alimentación, a través de los distintos medios de comunicación. Esto motivó que en la actualidad un porcentaje elevado de adolescentes y sus familiares tengan conocimiento sobre la existencia de estas alteraciones. Además, se ha enfatizado que las conductas anormales de estos individuos constituyen una enfermedad, por lo que se ha recomendado brindarles todo tipo de apoyos, así como evitar actitudes de reprobación e intolerancia ante los síntomas. Todo lo anterior, ha favorecido el desarrollo de un ambiente que permite establecer el diagnóstico con mayor facilidad. Es probable que algunos de los casos hoy diagnosticados, en el pasado hubiesen transcurrido de manera inadvertida al no ser detectados por familiares o compañeros. Además, no es posible descartar que en generaciones previas los trastornos alimentarios fueran ‘mejor escondidos’ por los pacientes, ante la mayor vergüenza provocada por un ambiente menos tolerante y permisivo.
Bases psicológicas
Los cambios favorables o desfavorables en el miembro de la familia identificado como ‘enfermo’ ejercen efectos sobre la salud psicológica y física de la familia completa. Las relaciones que los padres (específicamente las madres) mantienen con sus hijas, durante la infancia y la adolescencia son cruciales para el posterior desarrollo psicológico y social de éstas. Desde hace tiempo se ha demostrado que existe una correlación causal entre las diferentes actitudes parentales, las diversas estructuras de funcionamiento familiar y el desarrollo de psicopatologías en la edad adulta como la depresión, la neurosis y los trastornos de la conducta alimentaria.
Se ha demostrado que cierto tipo de organización y funcionamiento familiar conducen en concreto a la aparición y mantenimiento de los trastornos de la conducta alimentaria. Los miembros de este tipo de familias están atrapados en patrones de interacción familiar.
Se ha determinado que la mayor influencia sobre el cambio en las conductas de modificación del peso en las adolescentes, proviene principalmente de las madres y de las amigas.
El comer como respuesta a emociones negativas se asocia también más entre madres e hijas. Las madres más jóvenes comparten más actitudes hacia el cuerpo con sus hijas, por el contrario las madres en edad un poco más avanzada, indican un tipo de conducta más restrictiva frente a sus hijas. La conducta alimentaria de los hijos parece ser más independiente y puede estar determinada por factores distintos a los de las hijas. Por esta razón, se ha dado énfasis a la relación madre-hija. Por ejemplo, se ha observado que las madres de niñas con anorexia purgativa tienen una mayor incidencia de obesidad que las madres de niñas con anorexia restrictiva, por lo que se sugiere que existe una asociación entre la obesidad y la conducta alimentaria de la madre y de la hija.
Las madres de niñas con un trastorno de la conducta alimentaria tienen puntuaciones más altas en escalas que miden síntomas bulímicos, atracones más frecuentes, mayor depresión, una tendencia a sobrealimentar a sus hijas y una peor relación con sus propias madres, que aquellas madres de hijas sin trastorno de la conducta alimentaria.
Factores de Riesgo
- Predisposición genética: El riesgo de padecer un TCA se incrementa por encima de los valores de la población en general si hay antecedentes de un familiar con un TCA.
- Baja autoestima: Es decir, hacer una autovaloración negativa e insatisfecha de uno mismo va incrementar la posibilidad de padecer TCA.
- Imagen corporal: Distorsión de la imagen real de su cuerpo y que, además, las emociones y sentimientos que tienen sean negativos tienen más vulnerabilidad a padecer un TCA.
- Edad adolescente: La adolescencia es la etapa crucial en la que existe un mayor riesgo de desarrollar un TCA. Cabe resaltar que se puede diagnosticar TCA en personas de todas las edades, pero que la mayoría de los casos la enfermedad se produce durante la adolescencia. Esto ocurre porque dentro de esta etapa, la personalidad, autoestima y rol social de la persona están en desarrollo y, por tanto, son más vulnerables ante un entorno social en el que la presión por la imagen es bastante elevada.
- Sexo: De cada 100 casos de TCA, 99 son casos de mujeres y 1 es hombre, por lo que ser mujer conlleva a tener mayor riesgo de padecer un TCA.
- Ámbito familiar: Las familias en las que no existe un núcleo estable y seguro tiene mayor posibilidad de desarrollar un TCA en alguno de los miembros, como las chicas adolescentes. Por su parte, aquellas familias en las que la comunicación y la dinámica familiar es excesivamente rígida, controladora y exigente pueden influir en el desarrollo de un TCA.
- Experiencias vitales estresantes: Cambios traumáticos en la estructura familiar como, la muerte de uno de los miembros, sufrir la ruptura de una relación amorosa pueden aumentar la probabilidad de TCA.
- Otros: Hay factores sociales como Críticas y burla relacionada con el físico de las personas, sobre todo niños/as y adolescente, que han recibido críticas y burlas relacionadas con su apariencia física y que debido a esto se han sentido inseguras con su imagen pueden presentar un mayor riesgo a desarrollar un TCA.
Desencadenantes
- Periodos de crisis
- Sucesos adversos
- Dietas
Falta de prevención
- individuo
- Social
- Familiar
- Adolescencia
- Factores genéticos
- Factores ambientales
- Vulnerabilidad
- TCA
Señales de alerta
Son actitudes que suelen estar vinculados con la existencia de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).Es importante resaltar que no se tratan de criterios diagnósticos, por lo tanto, no están confirmando la enfermedad.
En relación a la alimentación:
- Utilización de dietas muy restrictivas
- Estado de inquietud constante por la comida
- Sentimiento de culpabilidad después de la ingesta
- Actitud extraña a la ingesta (comer muy rápido, no digerir bien los alimentos, no sentir saciedad etc.)
- Dirigirse al baño justo después de cada comida
- Aumentar la cantidad de tiempo que está en el baño
- No acudir a comer en familia
- Terminar los alimentos demasiado rápido.
- Tener comida escondida, en la habitación o un lugar propio de cada persona
En relación al peso:
- Perder peso de manera rápida y sin justificación
- Sentir Miedo a subir de peso
- Realizar de manera excesiva ejercicio con el objetivo principal de adelgazar
- Auto inducirse el vomito
- utilizar laxantes y diuréticos de manera consecutiva
En relación a la imagen corporal:
- sensación errónea de tener un cuerpo que no es el verdadero
- pretender esconder el cuerpo con ropa de talla mucho más grande que la verdadera
- Alteraciones hormonales
- Caída del cabello
- Uñas Frágiles
- Piel seca y agrietada
- Resaltes óseos marcados
- Extremidades frías y cianóticas
- Amenorrea
- Insomnio
- Estreñimiento
- Disminución de la masa muscular
En relación al comportamiento:
- Disminución del desempeño académico o laboral
- Necesidad de estar alejado del resto
- Incremento de la irritabilidad y agresividad
- Elevación de los síntomas depresivos y/o la ansiedad
- Conducta manipulativa y sombra de mentir
Anorexia
Se caracteriza por una alta pérdida de peso (más del 15%) debido a la realización de dietas altamente restrictivas y de conductas purgativas (vómitos, laxantes, diuréticos, ejercicio físico en exceso). Estas personas presentan una alteración de su verdadera imagen corporal distorsionando el tamaño de cualquier parte de su cuerpo.
Anorexia purgativa: Utilización de métodos purgativos como vómitos, diuréticos o laxantes después de haber ingerido porciones altas de comida.
Las características psicológicas y sociales incluyen miedo a comer en presencia de otros, dietas bajas en hidratos de carbono y grasas, preocupación por el alimento, abuso de laxantes y mentiras. Las principales víctimas de esta son las mujeres, sobre todo las jóvenes, quienes en ocasiones pueden estar influenciadas por seguir estereotipos de personas famosas tales como actrices y modelos.
Bulimia
Cuadro distinto al de la anorexia, debido a que, en este, los pacientes realizan un consumo excesivo de alimentos, que posteriormente son eliminados mediante la provocación de vómito o el uso de diuréticos y laxantes. Es un cuadro de difícil detección, puesto que, al no existir malnutrición, no se pueden observar ‘signos de gravedad nutricional’; sus manifestaciones al ser dispersas nos pueden hacer pensar en más de un posible diagnóstico.
La persona con bulimia experimenta ataques de apetito constante que vendrán seguidos por ayunos o vómitos para contrarrestar la ingesta exagerada, uso y abuso de laxantes para facilitar la evacuación, preocupación desmedida por la imagen corporal y sentimientos de depresión, ansiedad y culpabilidad por no tener autocontrol.
Trastorno por Atracón
Se caracteriza por sucesos de ingesta compulsiva de forma recurrente. Tiene muchas semejanzas con la bulimia nerviosa. La diferencia principal es que la persona que sufre un trastorno por atracón no realiza conductas compensatorias es decir (vómito auto inducido, laxantes, diuréticos, ayunos, ejercicio físico en exagerado, etc.)
Una de las consecuencias más comunes del trastorno por atracón es el sobrepeso u obesidad, con los riesgos que ello conlleva para la salud: diabetes, hipertensión, colesterol, etc.
Megarexia
Es el lado opuesto a la anorexia: personas realmente obesas que frente al espejo se ven delgadas y sanas.
Si las personas que padecen anorexia se miran al espejo y se ven obesas, aunque esta no sea la realidad y sufran una delgadez límite, a los megaréxicos les ocurre lo contrario, no son capaces de percibir su exceso de peso, encuentran su aspecto físico agradable, y no sólo no se preocupan por su cuerpo, sino que su alimentación es de comida poco saludable, alta en carbohidratos grasas y dulces. Son obesos malnutridos, que cada vez comen más y peor.
La megarexia es un trastorno alimentario, menos conocido que la anorexia, pero no por ello menos grave. Además, teniendo en cuenta que la obesidad es un fenómeno en aumento, que afecta ya a más de 500 millones de personas en todo el mundo, es posible que muchos individuos con sobrepeso sean megaréxicos y que no diagnosticados, que terminarán siendo obesos si no toman conciencia y rectifican su estilo de vida a tiempo.
Conclusión
Los TAC son cuadros de importancia debido a la asociación de síntomas y signos orgánicos, que podrían conllevar a una futura muerte de los pacientes. Es evidente que es mucho lo que hay que avanzar para conocer todos los mecanismos patofisiológicos implicados en el desarrollo de los trastornos de la conducta Alimentaría, que nos permita el establecimiento de estrategias más adecuadas de prevención e intervención. Sin embargo existen razones para el optimismo. Los avances en la genética molecular pueden permitir la identificación de genes que predispongan a un individuo a desarrollar anorexia o bulimia nerviosas. El mayor conocimiento de los factores biológicos implicados en el control del peso, como la leptina, puede también arrojar luz en este campo. Y el estudio de pacientes con recuperación completa o parcial ayudará a diferenciar las alteraciones biológicas que son consecuencia de la enfermedad de aquellas que pre- cede a los síntomas o contribuyen a su mantenimiento. Se debe tener entonces claridad de las diferencias entre las alteraciones somáticas y conductuales que se pueden asociar a la presentación de los cuadros para realizar el direccionamiento adecuado. Es importante reconocer los factores asociados a la presentación de cada cuadro particular para definir estrategias que permitan modificar las consecuencias; no obstante, es claro que la prevención requiere cambios en conceptos sociales y culturales; así como el apoyo del núcleo familiar y el del equipo transdisciplinario en salud.
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