Ausencia De Mujeres Y Sexismo En Los Contenidos Escolares
Si bien las crónicas destacan nombres como Teresa de Cartagena o Beatriz Galindo, alumnas de las universidades de Salamanca y Alcalá de Henares durante los siglos XV y XVI, la primera matrícula femenina en la universidad española tuvo lugar en el año 1872, cuando Maria Elena Maseras Ribera accedió a la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona en el curso 1872-1873. A partir de ese momento, en función de las circunstancias sociales de cada época, las mujeres inician un camino intrincado y lleno de baches para crecer gradualmente en el ámbito educativo, obviamente, con un importante retroceso respecto a los hombres, fomentado por esa percepción desigualitaria de las funciones que cada uno estaba socialmente obligado a desempeñar.
En los últimos años el número de mujeres matriculadas en los estudios de grado supera al de los hombres, pero, como afirma Victoria Camps (1998), “han cambiado las leyes, pero no cambian las costumbres”, y a día de hoy estas siguen saliendo a la calle para reivindicar sus derechos y luchar contra el sexismo que aún abunda incluso en los lugares más insospechados, como es el caso de los libros de numerosos alumnos que cursan la etapa de educación primaria y secundaria.
Podrían resultar de poca importancia aspectos tales como la gran invisibilidad de autoras femeninas en los libros de literatura de la ESO, o la superioridad del género masculino en lo que respecta a la representación de órganos del cuerpo humano (entre otros muchos), pero a la hora de la verdad, en esa búsqueda de igualdad de oportunidades y coeducación, el telón de fondo cae, pudiendo observar a largo plazo unas consecuencias de gran trascendencia, sobre todo y en su mayoría para el colectivo femenino.
Sesgos lingüísticos como el uso del masculino como genérico, una visión androcéntrica de la ciencia o el olvido de importantes figuras femeninas que sí han aportado aspectos valiosos al progreso científico, refuerzan en las mujeres del futuro estereotipos que se plasman en una visión distorsionada de la realidad que las sigue colocando en el lugar que siempre han estado, en un segundo plano.
Sin embargo, no sería justo atribuir el delito únicamente a los libros de texto. Existen diversas fuentes de discriminación en la escuela, incluso en los propios docentes, los cuales, por ejemplo, adoptan una actitud paternalista en el laboratorio científico con sus alumnas y dejan total libertad a ellos siempre y cuando tengan su trabajo correctamente realizado (y confían ciegamente en que lo tendrán, porque creen que ellos son mucho mejores en ciencias).
Al fin y al cabo, en relación con lo anterior, si reflexionamos sobre cualquier aspecto del ámbito social, podríamos llegar a construir una red que se asemejaría a una tela de araña en la que todo está interconectado. En la red central nos encontraríamos con el sexismo y la falta de igualdad de oportunidades para la mujer en la sociedad actual, sostenida por cada uno de los refuerzos que siguen haciendo posible que esa telaraña continúe firme.
El refuerzo que nos compete a nosotros es el educativo (y principalmente, de lo que trata este ensayo, la ausencia de figuras femeninas en el currículum escolar), el cual acaba por alimentar otros como la brecha de género e incluso, sorprendentemente, la violencia de género, no entendida únicamente como femicidios. No resulta tan descabellado decir esto: en esa ideología sexista, el género femenino se encuentran en una posición social de inferioridad con respecto al hombre. Si estas mujeres, a pesar del rol que se les ha otorgado, acaban por triunfar o sobresalir mínimamente en su trabajo u otras ocupaciones, esa estructura de poder tradicional se tambaleará, utilizando la violencia como única herramienta, y equivocada, para restaurar ese poder perdido o amenazado del hombre.
Quiero decir, los profesores, los libros de texto, las editoriales o los materiales didácticos son sexistas porque la gente lo es. En la mayor parte de casos no se trata de algo consciente, es decir, sus acciones no se realizan de manera deliberada, y en muchas ocasiones ellos mismos niegan estas prácticas, lo que perpetúa aún más esos patrones sociales, a través de una de las discriminaciones más benévolas y que pasan más desapercibidas ante el ojo humano: el sexismo sutil.
Es por tanto este ensayo la forma adecuada de adoptar una mirada política y crítica contra esta normalización del olvido de la contribución femenina al desarrollo de la humanidad, plasmado en su poca presencia en la mayor parte de los libros de texto y el material didáctico de las etapas de primaria y secundaria de los colegios españoles (pudiéndose trasladar a otras regiones). El objetivo principal es lograr transmitir de una manera clara que una escasa presencia de mujeres en los contenidos escolares implica una considerable falta de rigor en estos, plasmándose en una educación que dista mucho de calificarse como igualitaria e inclusiva, acabando por transmitir a las generaciones futuras una mirada sexista que acabarán por trasladar a otros espacios de su vida.
No existe una historia sin mujeres, y mientras que la escuela perpetúe esto estará ofreciendo a sus alumnos una educación deficitaria en términos académicos (porque ofrecerá una visión de la historia no rigurosa, exenta de mujeres) y ciudadana, incapaz de transmitir unos patrones sociales de igualdad que pueden llegar a verse reflejados en un futuro en otros ámbitos de la esfera pública.