Contribuciones Psicoanalíticas para Explicar la Tendencia del Comportamiento Humano a la Aiolencia y a la Agresión

En el prólogo del Informe mundial sobre la violencia y la salud, 2002, publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), Nelson Mandela (2002) escribió “El siglo XX se recordará como un siglo marcado por la violencia con su legado de destrucción masiva, de violencia infligida a una escala nunca antes vista y nunca antes posible en la historia de la humanidad.”. Desde siempre, el ser humano participa de la violencia tanto como ejecutor o como víctima y las consecuencias nos han afectado a todos. En la actualidad, los medios de comunicación participan en la difusión sin límite de imágenes o descripciones de actos violentos propiciando que los asumamos como parte de la cotidianeidad

Tal vez, ese alto nivel de visibilización nos lleva a suponer que es un momento histórico de la humanidad en el que la violencia se ha exacerbado. Pero, la violencia ha acompañado a la humanidad desde su origen. Freeman en Carthy & Ebling (1964/1979) presenta una serie de datos que dan cuenta de actos de violencia en diferentes momentos de la historia, entre los que se destacan los siguientes: Basilio II en el año 1014, cegó a 15 000 búlgaros, dejando solo un ojo, al jefe de cada cien. En tiempos de Malek Shah en el año 1106, ahogaban niños en agua hirviente, el emperador Nicéforo en el año 961, disparó contra una ciudad cretense, las cabezas de soldados sarracenos muertos cuando la población intentaba escapar del sitio. Un cruzado, el príncipe de Antioquia, en el año 1907, asaba cuerpos humanos atravesados con espetones, a fin de que sus hombres adquirieran reputación de caníbales. (Freeman en Carthy & Ebling, 1964/1979, p. 137).

Abordar el tema de la violencia implica enfrentarse a la secrecía, el tabú y el temor a enfrentarla o a visibilizarla. Además, los puntos de referencia para abordarla son imprecisos. Para referirse a ella, se han utilizado una serie de términos de manera indiferenciada y se identifica a partir de diversas manifestaciones de la conducta humana: celos, envidia, ofensa, abuso, maltrato, homicidio. Por otro lado, la agresión no siempre se dirige a otro ser humano, aparece también dirigida hacia sí mismo bajo diversas formas: como la depresión, la melancolía, las adicciones, la automutilación y el suicidio. Habrá que agregar la violencia hacia el hábitat, pues el ser humano es quien más contribuye al desgaste de recursos naturales, de los que depende para sobrevivir. Es un tema tan difuso, que además está sujeto al momento histórico, social y cultural.

A raíz de la Conferencia Internacional sobre la población y el desarrollo llevada a cabo en El Cairo en 1994, la Cuarta Conferencia Mundial sobre la mujer en Beijing, 1995 y en consecuencia de las sugerencias realizadas por la comunidad científica en la Declaración de Melbourne adoptada en la Tercera Conferencia Internacional sobre la Lucha contra los traumatismos celebrada en 1996. Se reconoce a la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el organismo autorizado para liderar y coordinar acciones para prevenir la violencia, declarándola un problema de salud pública en el mundo. Así, se formaliza el acercamiento de la ciencia al estudio del fenómeno de la violencia, para ello, solicitan a los Estados Miembros de la Organización que evalúen el problema en sus comunidades. Los resultados se publican en el año 2002, en el primer Informe mundial sobre la violencia y la salud

Este tema que se ha tenido que estudiar de acuerdo con las áreas de interés, por lo que se ha fragmentado por áreas de competencia “[…] y la ausencia de colaboración entre los diversos grupos impiden ver con claridad este hecho” (OMS, 2002). Y aunque los resultados de las diversas investigaciones deberían traducirse en la disminución de daños y secuelas, los hechos demuestran que a pesar de los diversos estudios, el ser humano se supera a sí mismo en cada acto violento. En este momento, se reconoce que la violencia es un problema ubicuo y que están implicados factores biológicos, sociales, económicos y políticos. La Organización Mundial de la Salud define a la violencia, como:

El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. (OMS, 2002)

La violencia permea toda modalidad de convivencia humana, es un problema a escala mundial que se vive en medio de guerras, conflictos bélicos o religiosos que contraponen países o ideologías. La definición, abarca tanto la violencia colectiva, como la violencia interpersonal y la violencia dirigida contra uno mismo. La violencia colectiva es la que se dirige a un grupo de individuos con la finalidad de lograr objetivos políticos, económicos o sociales. La violencia interpersonal se subdivide en dos categorías; la violencia intrafamiliar o de pareja, que se produce al interior de un grupo familiar y la violencia comunitaria, que se produce entre individuos que no tienen relación entre sí. La violencia dirigida contra uno mismo, abarca los comportamientos suicidas y las autolesiones.

En el ser humano, la tendencia a la agresividad y la violencia ¿es innata o adquirida?, las respuestas se han polarizado. En el ámbito biologicista se han buscado explicaciones que justifiquen un origen genético o hereditario. Es común que en la cotidianeidad, se compare el comportamiento extremo del ser humano con el del animal o que se justifique la tendencia o conducta agresiva en el ser humano, con el argumento del origen instintivo.

Para ello, se ha recurrido a la Etología, disciplina desarrollada en los años sesenta, que consiste en el estudio biológico del comportamiento humano a partir de investigaciones sin perturbar el ambiente o a los sujetos de estudio, sus hipótesis se deducen de la observación en animales. Respecto a los mamíferos, se argumenta que el combate se ritualiza, convirtiéndolo en despliegue, amenaza y sumisión o aplacamiento. Los combates son pruebas de fuerza, que terminan con la retirada del más débil. (Harrison en Carthy &Ebling, 1964/1979, p. 36). En esta conclusión, se agrega que, hay mamíferos no matan a su rival, y si éste muere, es por agotamiento, además, evitan dar un golpe de muerte, cuando el rival demuestra sometimiento. Por otro lado, Lorenz (1963) presenta en su libro Sobre la agresión, una serie de hipótesis que deduce a partir de la observación de aves, sus conclusiones señalan que la agresión en el ser humano es instintiva, al igual que en los animales. El valor de estas conclusiones es relativo y ha sido sumamente cuestionado, porque solo se fundamenta en la observación de animales.

En otro contexto, a Darwin se le atribuyen expresiones como lucha por la existencia y supervivencia de los más aptos, estas frases han dado lugar a considerar que sólo los más fuertes sobreviven para justificar la explotación o la agresión hacia los más débiles. Las teorías de la evolución también contradicen la justificación de la violencia, como se ilustra en el siguiente párrafo:

El ser humano comparte con un fósil viviente, el tiburón, una corteza arcaica de tres capas, en términos de evolución, ambos son ejemplo de supervivencia, se considera que el tiburón es un animal feroz y depredador […] la ferocidad del tiburón obedece a factores biológicos y de sobrevivencia […] no depreda y mata por placer, como tampoco lo hace ningún animal, exceptuando al hombre. (Ponce de León en Muñoz, Díaz & Moreno, 2010, p. 101)

En 1986, un grupo de especialistas en diversas disciplinas, se reunieron para conmemorar el Año Internacional de la Paz, bajo el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas, en base a hechos científicamente probados, redactaron el Manifiesto de Sevilla, este manifiesto señala, que la paz es posible y se puede terminar con la guerra, el texto fue adoptado por la UNESCO y consta de cinco proposiciones que se resumen a continuación: 1) Científicamente es incorrecto decir que no se podrá suprimir nunca la guerra porque los animales hacen la guerra, y el hombre es parecido al animal. La aclaración señala, que esto no es posible, porque los animales no hacen la guerra. 2) Científicamente es incorrecto decir, que nunca se podrá suprimir la guerra porque forma parte de la naturaleza humana. La comunidad científica argumenta que la cultura nos confiere la capacidad de moldear y transformar nuestra naturaleza de una generación a otra. 3) Científicamente es incorrecto decir que no se puede poner fin a la violencia porque las personas y los animales violentos viven mejor. Al contrario, tanto para los animales como para los humanos, el bien vivir está relacionado con la capacidad de cooperar. 4) Científicamente es incorrecto decir que nuestro cerebro nos conduce a la violencia. Sin embargo, la ciencia comprueba que el cerebro es el soporte físico de la inteligencia. 5) Científicamente es incorrecto decir que la guerra es un fenómeno instintivo. En el documento se afirma que los científicos ya casi no usan el término “instinto”, por que no existe un solo aspecto de nuestro comportamiento que esté tan determinado, que no pueda ser modificado.

Freud (1915/1992) en un texto titulado De guerra y de muerte, afirma que la muerte propia no se puede concebir, debido a que en lo inconsciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad y solo se puede pensar en la muerte a partir de la muerte de los otros. Ésta devela la serie de afectos que determinan nuestro posicionamiento frente a los otros. En este sentido, el Psicoanálisis señala como determinantes de la vida humana, a los fenómenos inconscientes, pues éstos confrontan con la innegable vulnerabilidad e inevitable finitud. Los vínculos afectivos son los que determinan nuestra posición ante la vida y ante la muerte, esos lazos propician que nos abstengamos de correr riesgos o por el contrario, se asumen revestidos de heroicidad.

Pereña (2011) señala que la agresividad no proviene de lo animal, porque en las especies animales, no se da un extravío en la vida instintiva, la acción animal esta determinada por tener definido su objeto. El ser humano en cambio es radicalmente dependiente del otro ser humano; busca alianzas, un nombre, una familia, una patria, sentido o identidad, de ahí que se señale que “La agresividad la encontramos en el corazón de la relación con los otros.” (Pereña, 2011, p. 60). Todos estos lazos, configuran lo que será la vida pulsional del individuo. Por lo tanto, para el Psicoanálisis, toda acción humana es pulsional, tiende a la satisfacción, al objeto o a aquello que lo representa. La pulsión «trieb» proviene del vocablo treiben, que significa impulsar, empujar. Entonces la libido, es la fuente energética única que moviliza la pulsión.

La doctrina pulsional es el pilar del edificio metapsicológico, es decir, de la estructura teórica del Psicoanálisis en la que la pulsión es el concepto básico. Para saber de lo inconsciente hay que estudiar la pulsión, sus mezclas, y sus destinos. Ésta se apuntala en el cuerpo y la excitación que le empuja es susceptible de descarga. Por lo tanto, una experiencia de satisfacción pone fin a la excitación, o sea, se manifiesta como apaciguamiento de la tensión, lo anterior, deja una huella mnémica asociada a la experiencia. De modo que la pulsión se expresa a través de dos factores psíquicos: la representación y el afecto. La representación remite a una idea o imagen referencial, mientras que el afecto se refiere a un monto energético.

El momento-causa-origen de la pulsión se desvanece a lo largo de la historia del sujeto, entre los múltiples registros que se convierten en representaciones, de ahí que se le rastrea mediante sus destinos, que son los únicos posibles de seguir. La represión consiste en mantener a distancia aquello que es incompatible para la conciencia, opera sobre una moción pulsional imposible de enfrentar, por ello se reprime. Por su parte, la defensa opera ante una representación inconciliable para la conciencia, salvaguardando al yo, de ahí que existan los mecanismos de defensa del yo. La represión opera sobre la representación no sobre el afecto, los afectos solo son contenidos o transformados.

La carga energética susceptible de descarga, es decir, el afecto, es factible de transformarse en angustia, la angustia empuja a recorrer el mismo camino que se ha transitado anteriormente, del que se había escapado gracias a la represión, presentificando la situación de peligro, que dio origen a la angustia original. La noción de pulsión de muerte confirma la existencia de una pulsión agresiva que se mantiene en un papel secundario, derivada de la primera. Este resto se erotiza, es decir, el ser humano permea de un cierto monto de afecto cada vínculo, en el que crea, ataduras o sujeciones, entonces cobra también un sentido destructivo, que puede propiciar daño, aniquilación o muerte, esto incluye a la autoagresión. En este sentido, la pulsión de muerte tiende a la disolución de la intrincación pulsional, mientras que la pulsión de vida tiende a la cohesión. Ambas constituyen la esencia del conflicto psíquico que se gesta entre las exigencias internas inconciliables y la ligazón de afectos que empujan hacia un objeto.

La tendencia del ser humano a agredir, permanece expectante a cualquier provocación, ante la ausencia de fuerzas anímicas que la inhiban, se exterioriza espontáneamente, evidenciado que el ser humano no respeta, ni siquiera a los miembros de su propia especie. (Freud, 1930[1929]/1992, p.108). Y es que convierte al prójimo, en posible objeto, en un objetivo hacia quien dirigir la agresión. Es un «otro» que se puede convertir en objeto, modelo o enemigo.

La pulsión está apuntalada en el cuerpo, alimentada por la libido que encamina hacia el objeto, la elección de éste se hará en función de la identificación, que es el acto de reconocimiento en el otro o con el otro. Conlleva querer ser el objeto o ser como él. Esta situación le coloca en una condición de desamparo, en la que depende del objeto elegido. En principio, debido a la situación edípica, el objeto elegido es incestuoso, por lo tanto, las aspiraciones libidinales se topan con la prohibición, elemento necesario para que esas aspiraciones sean mudadas en mociones tiernas, la resolución del Complejo de Edipo posibilitará abandonar esa investidura incestuosa, lo que permite otra elección de objeto y deslizarse a nuevas identificaciones.

Esta prohibición original, es decir; la castración, viabiliza el sentimiento de culpa, que permite reconocer la autoridad, las normas, las leyes, denominado en conjunto; superyó. De tal manera, que se accede a renunciar a las satisfacciones pulsionales. Inicialmente y a partir del escenario edípico, para no perder la posición de ser reconocido o amado por el objeto original y en segundo término para dar lugar a la conciencia moral que permite reconocer las consecuencias que originaría, sucumbir ante la persistencia de deseos prohibidos e inocultables.

Lo anterior es paradójico, pues los vínculos entre los hombres están mediados por los bienes que aparentemente hacen posible la satisfacción pulsional, sin embargo, también se utiliza a los semejantes como bienes o como objetos. Así, la cultura configurada por las prohibiciones más antiguas, fue creada para elevar la vida humana por encima de las condiciones animales. (Freud, 1927/1992, p. 6). Al mismo tiempo debe ser protegida contra los individuos, porque “Las creaciones de los hombres son frágiles, y la ciencia y la técnica que han edificado pueden emplearse también en su aniquilamiento.” (Freud, 1927/1992, p. 6). La cultura comprende la creación de leyes y normas para la convivencia humana, que al parecer, lo único que han propiciado es que las exteriorizaciones de agresividad, sean solo más cautelosas o refinadas.

Freud aborda el tema de la angustia en dos momentos. En su primera teoría le define como un efecto de la transformación de la pulsión, en un segundo momento, es una señal de aumento de peligro pulsional, que unida al reflejo de huida en aras de la autoconservación, es una reacción ante el desamparo. Atribuye como fuente de angustia al acto del nacimiento, acontecimiento de carácter arcaico, es decir, desde el surgimiento de la humanidad y le señala como causa original de la vivencia de angustia que remite a la falta de aliento, lo que implica enfrentarse a una situación de peligro, con el consecuente incremento de magnitud pulsional, a lo que le denomina «núcleo genuino del peligro» (Freud, 1925[1926]/1992, p. 130). Y aunque “el peligro del nacimiento carece aún de todo contenido psíquico.” (Freud, 1925[1926]/1992, p.128). Ahí nace el afecto de la angustia, que posteriormente emerge para señalar o para prevenir del peligro, es decir, subyace y antecede a un acto.

Desde el nacimiento, el ser humano se encuentra en un estado de indefensión absoluta, la mayor parte de las especies del planeta, nacen en un estado de madurez que les permite desplazarse, alimentarse y hasta protegerse. El ser humano por el contrario, sin la aparición de un semejante, no sobrevive, Freud utiliza el término Hilflosigkeit, que proviene de hilflos, que significa “estar sin recursos”, para denominar a la condición de fragilidad y desamparo ante el «otro».

Entonces, la angustia es producto del desvalimiento psíquico del lactante que devela la dependencia hacia quien había colmado sus necesidades, es decir, el «otro» a saber, el semejante que puede ser tanto objeto de amor como enemigo y ante el cual, ya sea por su presencia o por su ausencia se presentifica una situación de peligro que remite a la posición de desvalimiento, en la que el afecto no es metabolizado y por lo tanto se desliza en un acto violento, se mudó en acción.

Por lo tanto, la agresividad es un monto de excitación factible de deslizarse en un acto, ejecutado por cualquier ser humano, que se enfrente a condiciones en las cuales el monto de angustia emita una señal de peligro, presentificando un estado arcaico de desamparo, que le subraya la impotencia, es decir, el desvalimiento que se remonta al acto del nacimiento, fuente de sentimientos primitivos de abandono y fragilidad. En conclusión tenemos que, los seres humanos en situación de desamparo, sobre todo cuando no han hecho frente a la carencia, es decir, sin asumir la castración, darán lugar a generaciones de individuos cada vez más vulnerables, en consecuencia, más violentos. Mandela cierra así el prólogo del Informe mundial sobre la violencia y la salud, 2002:

A nuestros hijos, los ciudadanos más vulnerables de cualquier sociedad, les debemos una vida sin violencia ni temor […] Debemos hacer frente a las raíces de la violencia. Sólo entonces transformaremos el legado del siglo pasado de lastre oneroso en experiencia aleccionadora. (Mandela, 2002)

Referencias bibliográficas

  1. Carthy, J. D. & Ebling, E. J. (1964/1979). Historia natural de la agresión. Madrid: Editorial Siglo XXI
  2. Lorenz, K. (1963/1994). Sobre la agresión: el pretendido mal. México: Siglo XXI Editores
  3. Muñoz D. J., Díaz, J. L., & Moreno, B. C. (2010). Agresión y Violencia. Cerebro, comportamiento y Bioética. México: Herder
  4. Organización Panamericana de la Salud. (2016). Informe sobre la situación mundial de la prevención de la violencia 2014. Washington, D.C.: Recuperado de https://oig.cepal.org/sites/default/files/informe_sobre_la_situacion_mundial_de_la_prevencion_de_la_violencia.pdf
  5. Organización Mundial de la Salud. (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud. Resumen. Washington, D. C. Recuperado de https://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/world_report/en/abstract_es.pdf
  6. UNESCO. (1989). El manifiesto de Sevilla sobre la Violencia. París. Recuperado de http://www.fundacionsintesis.org.ar/Documentos/Manifiesto%20de%20Sevilla.pdf
  7. Freud, S. (1911/1991). Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico. En J. Strachey (Ed.), J. L. Etcheverry y L. Wolfson (Trads.). Obras completas, Vol. XII. (pp. 217-232). Buenos Aires: Amorrortu
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  9. Freud, S. (1926[1925]/1992). Inhibición, síntoma y angustia. En J. Strachey (Ed.), J. L. Etcheverry y L. Wolfson (Trads.). Obras completas, Vol. XX. (pp. 71-164) Buenos Aires: Amorrortu
  10. Freud, S. (1930[1929]/1992). El malestar en la cultura. En J. Strachey (Ed.), J. L. Etcheverry y L. Wolfson (Trads.). Obras completas, Vol. XXI. (pp. 57-140). Buenos Aires: Amorrortu
  11. Freud, S. (1927/1992). El porvenir de una ilusión. En J. Strachey (Ed.), J. L. Etcheverry y L. Wolfson (Trads.). Obras completas, Vol. XXI. (pp. 1-56). Buenos Aires: Amorrortu
  12. Pereña, F. (2011). Cuerpo y agresividad. Estado de México: Editorial Siglo XXI
01 August 2022
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